Flor es trabajadora de comercio, gana 18 mil pesos y está en negro. Lucila y Celeste trabajan en un quiosco y su realidad no es muy diferente. Al igual que tantas otras trabajadoras saben que “si nos uniéramos todas, ya no seríamos pocas, podríamos tener fuerzas para plantar nuestras demandas, para ser escuchadas”.
Viernes 18 de junio de 2021 06:00
Imagen ilustrativa
A más de un año del inicio de la pandemia, las condiciones laborales de las trabajadoras aumentaron en nivel de precarización y la brecha entre hombres y mujeres se muestra cada vez más alta en gran parte de los indicadores tanto nacionales como internacionales.
Durante la pandemia, un estudio realizado por el CONICET sobre más de 2 mil mujeres en Argentina reflejó que un 20% sufrió ataques al salario tales como rebajas salariales, falta de trabajo, pagos adeudados, suspensiones y despidos.
Uno de los rubros más afectados por la crisis fue el comercio, que con más de 1.200.000 trabajadores concentra el 31% del total de los ataques al salario informados por el Observatorio LID de Despidos.
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No es casualidad que más de la mitad de quienes trabajan en este sector sean mujeres, un porcentaje alto en comparación a otras áreas donde la participación es menor.
Dentro de las ya precarias condiciones de les trabajadores de comercio, podemos observar una tasa de empleo femenino no registrado que alcanza el 46%. Es donde el riesgo a accidentes laborales e inestabilidad económica son la regla y no la excepción, lo que lleva a una gran exposición a extenuantes jornadas laborales con terribles condiciones y por poca paga, además del peso extra para las mujeres que terminan siendo responsables de realizar las tareas domésticas. Las mujeres jóvenes son quienes llevan la peor parte, representando el sector donde más precarización hay.
Si bien se tratan de números preocupantes, desde La Izquierda Diario queremos mostrarte la realidad de las mujeres desde abajo, hoy desde sus testimonios. Flor, una joven estudiante nos cuenta un poco de su experiencia de trabajo en comercio.
¿Qué es para vos trabajar en el rubro de comercio? ¿Alguna experiencia que nos quieras contar?
La verdad que es bastante agotador mental y físicamente. Es un trabajo muy subestimado, tener que lidiar todo el día con distintas personas, que de acuerdo a sus ánimos y humor tienen tratos diferentes todo el tiempo, me ha tocado más de una vez atender personas que te tratan mal sin razón aparente y a veces por encontrarme en el lugar de empleada no puedo responder como me gustaría a esos tratos. Estar ocho horas parada, subiendo y bajando cajas también tiene sus repercusiones, dolores de espalda, de pierna y cansancio excesivo. Sin contar que constantemente estamos expuestxs a todo tipo de situaciones.
Durante la pandemia, ¿cómo fueron tus condiciones de trabajo? ¿Te garantizaron algún elemento de higiene o aplicaron algún protocolo?
Primero encontrar trabajo en pandemia fue muy difícil, mucho más durante la primera etapa de cuarentena en la que solo se encontraban abiertos pocos comercios. Logré conseguir un trabajo, que es donde estoy actualmente que solo me garantiza las medidas básicas de elementos, como alcohol en gel. En cuanto a protocolos es muy difícil hacer que se respeten, pasan muchas personas por el local y cada una tiene su forma de manejar la situación y lamentablemente la mayoría no cumple protocolos ni de distanciamiento ni de uso obligatorio de barbijo. De vez en cuando nos toca atender también a personas que no quieren entrar al local, que piden que los atiendas desde afuera o que utilizan tarjetas como medio de pago para evitar tener contacto con dinero.
Hace tiempo que los sueldos vienen perdiendo poder adquisitivo. ¿Cuándo fue tu último aumento?
Mi trabajo no escapa a esta situación. Recibimos una remuneración completamente precarizada que no cubre viáticos, ni transporte, ni comida ingerida dentro del local, aun estando dentro del horario laboral. En mi caso particular tuve que pelear mis condiciones de trabajo. Renuncié durante un tiempo debido al cansancio que me provocaba la situación: poca paga, muchas horas de trabajo y horarios que no permitían organizarme con mis estudios. Después tuve la suerte, si se quiere decir así, de que mis reclamos se tuvieran en cuenta y me ofrecieron volver respetando mis condiciones. Mi último aumento lo recibí hace unas tres semanas cuando regresé.
¿Vos o tus compañeras trabajan en blanco?
Tengo entendido que sólo una compañera, quien trabaja en el local desde hace más de dos años, ella recibe paga mensual con recibo. No estoy muy segura de que la legalización de su trabajo sea total ni cumpla con todos los requisitos como obra social y horas extras. Pero es una de las cinco que trabajamos en el kiosko.
Las estadísticas que hemos mencionado son terribles pero estas mujeres no se quedan de brazos cruzados, en diferentes provincias se han realizado movilizaciones exigiendo las mejoras de sus condiciones, y exponiendo su realidad, en conjunto con sus compañeros. Como venimos viendo con la pelea contra el monstruo empresarial Garbarino, donde sus laburantes vienen organizándose contra las suspensiones arbitrarias, reducciones de salarios, falta de pago de ART y obras sociales e incluso el incumplimiento del último acuerdo salarial firmado.
En Cordoba, hay 102 mil personas trabajando en situación de formalidad, monotributistas y autónomos, y 259 mil en negro, una cantidad enorme que vive el día a día para poder alimentarse y alimentar a sus familias. Celeste y Lucila nos cuentan su visión desde adentro, tras años trabajando sujetas a este escenario de precarización, un escenario que no ha cambiado con ningún gobierno, más allá de las vacías promesas que se han hecho.
Estas formas de trabajo no existen hace poco, están desde hace años ¿Por qué crees que se mantienen?
Porque así es como hacen su plata, si tuvieran que pagarnos todo lo que nos tendría que dar, mi jefe no se podría dar los lujos que se da, ni podría tener el auto y la casa propia que tiene, ni sus vacaciones todos los años, todo eso que es suyo salió de nosotras, de horas y horas trabajando por un pago mínimo, sin poder ni en sueños tener una vivienda que pueda decir que es mía sin tener que alquilarla. Es más, más que suyo en realidad todo eso es nuestro.
Comercio es una de las tantas ramas que padece la precarización, ¿consideras que tiene que existir una unión entre los diferentes sectores? ¿También con los desocupados?
Si, totalmente! ¿Cuál es la diferencia entre ellos y nosotras? Ninguna, a todos nos pagan poco por muchas horas, todos apenas tenemos tiempo para descansar, ni hablar si queremos divertirnos o hacer algo por fuera del trabajo, el cansancio no nos deja. Todos estamos en la misma, está bien, con diferentes trabajos, pero que venga alguien a decirme que una moza no sufre lo mismo que una comerciante, somos una sola en esto. Y lo mismo con los desocupados, ellos la pasan peor aún, ni siquiera pueden acceder a trabajos precarios y tienen que rebuscarla todos los días, y eso lo utilizan nuestros jefes para amenazarnos indirectamente, de que si nos quejamos por algo hay otros que podrían hacer mi trabajo y por menos plata. De esa forma, siempre nos quedamos quietos por miedo a perder nuestro ingreso, pero si nos uniéramos con los desocupados se le acabarían esas amenazitas a nuestros jefes y podríamos hacer escuchar nuestras quejas.
¿Qué mensaje le darías a las miles de mujeres dentro de comercio?
Creo que tendríamos que hacer algo, como va la cosa dudo que nuestros laburos mejoren, todo lo contrario y al menos para mí, cada día me cuesta más soportarlo, todos los meses cobro apenas 18.000, llego a pagar el alquiler y después tengo que hacer mil malabares para conseguir que alguien me preste un poco de plata para comprar comida, porque del aire no me alimento, y no es mi caso nomas, mis compañeras de laburo cobran exactamente lo mismo. Somos pocas, aisladas en un kiosko, pero si nos uniéramos todas, ya no seríamos pocas, podríamos tener fuerzas para plantar nuestras demandas, para ser escuchadas, después de todo si no nos hacemos escuchar nosotras, quién lo va hacer.
A lo largo de este año hubo varias movilizaciones de trabajadoras de otras ramas, por ejemplo salud u obreras vitivinícolas y aunque las funciones que cumplen no tienen nada parecido, las razones que las unen entre ellas y las trabajadoras de comercio de Córdoba es que mientras su salario está cada vez más a la baja y sus condiciones laborales empeoran, se han duplicado sus esfuerzos en sus viviendas por el trabajo no pago de limpieza y cuidado durante la pandemia. Los gobiernos, sus secretarías o ministerios que planifican extensas agendas de género están en deuda con nosotras, la brecha salarial, los cupos femeninos, la contención hacia las madres sin ingresos o con labores precarios a través de trabajos dignos y no migajas de parte del Estado, son solo alguna de las cosas que al día de hoy no tenemos.
Es por esto que las mujeres ocupadas o desocupadas, tenemos una enorme tarea por delante, a la vez que exigimos nuestros derechos laborales también nos levantamos por vivir en una comunidad donde podamos disfrutar plenamente y desarrollarnos como personas sin limitaciones de tiempo o económicas en conjunto con nuestros compañeros