Este sábado se conoció el fallecimiento de Roberto Durrieu, exfuncionario de la dictadura y una de las patas civiles que sostuvieron el andamiaje legal de Videla y Camps. En 2007 inició una demanda por calumnias a Myriam Bregman.
Gloria Pagés @Gloria_Pages
Lunes 27 de julio de 2020 18:37
Bajo el imperio de la dictadura comandada por Videla, Durrieu se desempeñó como fiscal de Estado de la provincia de Buenos Aires entre 1976 y 1978, donde actuaba bajo el ala y órdenes de Ramón Camps y del ministro de gobierno, Jaime Smart. Luego. Luego asciende a viceministro de Justicia de la Nación entre 1978 y 1981.
"Una persona muy generosa, interesado por las cuestiones políticas de la Argentina. Un hombre de una gran rectitud y de sólidos principios morales," citaba el diario La Nación en su edición del sábado tomando como suyas las palabras de Eduardo Padilla.
Su adhesión ideológica del periódico mitrista con Durrieu ya se lee en el título del obituario “Murió Roberto Durrieu, un referente del derecho.” No podía ser menos, ya que el doctor fue parte del grupo de abogados del diario.
Lo cierto es aunque sí se trata de un referente, habría que aclarar que lo es de lo más reaccionario de la derecha nacional.
Cuando decimos pata civil y parte del andamiaje legal de la dictadura, el nombre de Durrieu suena fuerte. Así lo denunciaría Myriam Bregman durante el juicio al curo Christian Von Wernich.
“Cuando comenzaron los juicios a los genocidas, Alejo Ramos Padilla al mando de la querella de la familia Timerman, comenzó a insistir con llamar a indagatoria a Durrieu y a toda la banda de hombres de alta alcurnia que fueron la pata civil de la dictadura. A partir de allí, comenzó a quedar más claro que fue una dictadura cívico militar”, contó Bregman a este diario.
“No tuve absolutamente ningún rol en la detención de Jacobo Timerman ni en ninguna otra acción de ningún tipo durante el Proceso militar que no fuera la de ser un funcionario civil ocupado en temas técnicos, representando al Estado en juicio," se defendió. Pero allí está nada menos que la confesión de su rol: representar al Estado genocida avalando secuestros, desapariciones, torturas, violaciones, robos de bebés, y por supuesto, rechazando sistemáticamente los habeas corpus que presentaban las familias de las víctimas del genocidio.
En 1987, Durrieu fue uno de los firmantes de una escandalosa solicitada en la que expresaba su “solidaridad y reconocimiento a Videla”
Fue presidente del Colegio de Abogados durante 2002 y 2006, conocido como el “Colegio de la calle Montevideo”, luego pasó a ser socio honorario. En 1976 el CACBA aplaudió al golpe genocida y sostuvo que las Fuerzas Armadas salvaron a la República, cuando “había vacancia de poder y un vaciamiento de la Patria, tanto moral como político y económico”. El 6 de marzo de 1981, al final del gobierno de Videla, el Colegio destacó “la independencia con que han actuado los jueces”.
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Durrieu fue un declarado antiderechos, despotricó contra el matrimonio igualitario con el mismo énfasis que lo hizo contra las luchas y los piquetes de trabajadores desocupados, a las que consideraba “organizaciones delictivas con intereses políticos”.
Más tarde, en 2004, su militancia punitivista, lo llevaría a ser abogado defensor del falso ingeniero Juan Carlos Blumberg.
El descaro de denunciar a Myriam Bregman, abogada de Justicia YA!
Hacía poco que habían empezado los juicios de lesa humanidad luego de la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Llegábamos a mediados del año 2007.
Durante el histórico juicio al capellán genocida, Christian von Wernich, ocurrió un hecho sorpresivo. El excabo Norberto Cozzani, que era miembro del grupo de tareas de Camps, estaba detenido en el penal de Marcos Paz. Desde allí escribió una carta donde con nombre y apellido señala el vínculo con la represión de, entre otros civiles, Roberto Durrieu, y Alberto Rodríguez Varela.
Fue Myriam Bregman, por la querella del colectivo Justicia YA!, quien leyó la carta donde manda al frente a un conjunto de civiles “que es probable que ni siquiera nos defiendan en las cuestiones civiles, cuando fueron parte de un todo y tienen claro quién es quién.”
En esa audiencia del juicio a Von Wernich, hace exactamente 13 años (el 26 de julio de 2007), Bregman fue enfática: “Queremos que se empiece a investigar a los civiles que colaboraron, que podrían ser alcanzados por el delito de genocidio”, y a pedido de la querella, Durrieu y Rodríguez Varela fueron citados a declarar tres meses más tarde y quedaron imputados.
Sin embargo, aunque fueron detenidos Manuel Saint Jean, el exgobernador bonaerense de la dictadura Ibérico, y Jaime Smart, exministro de Gobierno, Rodríguez Varela y Roberto Durrieu permanecieron impunes.
Esto le valió a la actual diputada del PTS en el Frente de Izquierda-Unidad, una querella por parte del mismo Durrieu. Insólito.
Ocurrió en noviembre de 2007, luego de que en el programa CQC que conducía Mario Pergolini, ventilara ante miles de personas su rol en la dictadura, cuando dijo que "detrás de Blumberg estaban personajes nefastos de la dictadura como Durrieu". El “referente del derecho”, enfurecido la denunció por calumnias y amenazó con inhabilitarla para impedirle ejercer su profesión.
"Es una vergüenza, voy a tener que rendir cuentas yo en Tribunales antes que él, que sigue impune, y quizá hasta me condenan primero”, denuncióBregman en ese entonces.
La respuesta fue inmediata. Organismos de derechos humanos repudiaron esto, que fue tomado como una intimidación en medio del desarrollo de los juicios contra los genocidas.
Daniel Stragá fue defensor de Myriam Bregman. Lo conoció a Durrieu en la facultad en las aulas de Derecho en 1980, plena dictadura. En su Facebook posteó que “el señorito Durrieu se acompañaba con 2 ‘pechitos’ sacados de la ESMA o de Campo de Mayo que hacían las veces de "oyentes" de su catedrática intervención. Con su porte autoritario, me enseñó derecho penal. Aunque las garantías constitucionales le irritaban”.
Contó a La Izquierda Diario que tomar la defensa de Bregman fue un acto de “mucho afecto y también una pequeña revancha personal”. “Nos pusimos muy firmes y le hicimos desagradable su paso por el tribunal correccional. Al punto tal que Myriam quedó sobreseída y don Durrieu quedó bastante calentito”, relata Stragá risueño.
“El día que me reuní con el abogado del diablo”. Así recuerda Luis Bonomi, compañero de Bregman en varios de los juicios de lesa humanidad, su encuentro con el hombre del que habla esta nota.
Bonomi nos cuenta que finalizado el litigio, “desde el estudio Durrieu, le embargaron a Myriam su auto, un auto usado con unos muchos años y kilómetros encima, pero era obvio que la intención de Durrieu, no era garantizar el cobro de una suma insignificante que se le debía de honorarios sino darnos un mensaje de tinte mafioso”.
Llamó al estudio para resolver el tema y para su sorpresa le “devolvió el primer llamado el propio Roberto Durrieu, quien con una parsimonia soberbia me explicó, lo que era una obviedad, que no estaba tan interesado en cobrar esa suma tan pequeña para ellos, sino que estaba interesado en tomar un café con Myriam para tener una charla con ella y resolver mano a mano sus ‘diferencias’”.
Obviamente la temeraria oferta fue rechazada pero Bonomi fue a saldar la deuda hasta el “opulento estudio jurídico, que ocupaba todo el piso de ese edificio, como tantos otros estudios defensores de empresarios a los que hemos entrado ejerciendo nuestra profesión en defensa de los trabajadores.”
“Debo admitir”, refiere, “que me corrió un escalofrío, de sentirme tan en soledad en el estudio del mismísimo abogado del diablo y eso que veníamos de momentos donde solíamos alegar frente a genocidas casi a diario. Pero la soberbia e impunidad con la que se manejan estos personajes, no es otra que la soberbia de aquellos que han detentado ya sea en democracia o dictaduras, el verdadero poder real, por ser los dueños de todo lo material”.
El sábado murió, impune, este abogado del diablo. Pero seguiremos luchando porque sean condenados todos los genocidas, incluyendo, claro, a su andamiaje civil.