El siglo XVIII en el continente americano vio decenas de guerras de independencias, muchas de ellas triunfantes. Nuevos Estados emergieron, la búsqueda de una identidad nacional que permitiera la cohesión social y territorial era de primer orden, en este contexto nacerá el Himno Nacional Mexicano.
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Martes 8 de septiembre de 2020
Un 8 de septiembre de 1824 nacerá en San Juan de las Abadesas, un municipio de Cataluña en el Estado Español, Jaime Nuno de origen catalán, quien musicalizó el Himno Nacional Mexicano. Jaime Nunó Roca fue un compositor, concertista, director de orquesta y director de óperas del Estado Español. Nunó vivió en España, Italia, Cuba, México y los Estados Unidos. [1]
El Himno Nacional Mexicano
En primera instancia, se puede decir que la creación del Himno Nacional de un país en el contexto de Revoluciones de Independencia, como lo fue la mexicana, tiene un doble sentido, el primero es hacer evidente la desvinculación entre el país colonial que había sido dominante, y en otro sentido forjar la identidad nacional del país de reciente independencia.
Los sentimientos de la defensa del territorio ante la intervención extranjera y la libertad quedarían plasmados con gran fuerza por su compositor Francisco González Bocanegra. Es cierto que el Himno de 1854 no sería el primer intento para forjar la identidad nacional [2] a partir de determinada composición y musicalización, pero sí sería el que bajo el cobijo del Estado nacional florecerá y adquirirá una gran relevancia, principalmente en el periodo de gobierno de Porfirio Díaz.
“La patria como religión”
Si bien la creación de 1854 de Bocanegra y Nunó tenía como objetivo servir como un elemento de identidad nacional, esta función sería plenamente usada ya entrado el siglo XX con el gobierno de Porfirio. Durante este gobierno se promovieron diversas acciones para impulsar el ideal de patria que tenía Díaz, tal fue así que se creó el Hemiciclo a Juárez, el Ángel de la Independencia y el Altar a la Patria.
Hacia el interior como un amalgama nacional, borrando las diferencias sociales, regionales o étnicas; hacia afuera, como un México de “pasado glorioso” y de presente “moderno”. En 1910 por medio de la Dirección General de Instrucción Pública se reglamentará el cántico oficial a llevarse a cabo en la capital del país en los centros escolares, teniendo como base el Himno nacional.
Ante el auge de formaciones sindicales, campesinas y religiosas, levantar la bandera de la patria desde el gobierno en turno era más que importante, pues cada grupo social defendía -y defiende- su visión del mundo, su ideología y sus propios símbolos. El Estado necesitaría de una base ideológica que le permita generar una fuerza social en el conjunto de la sociedad. El Himno Nacional desempeñaría una función clave en el gobierno porfiriano, e incluso en la etapa posrevolucionaria que le sucedió
Usos y desusos de los símbolos nacionales
El himno nacional y los símbolos patrios, más que servir a la idea abstracta de una “nación”, sirven más a los intereses del sector social que gobierna y que detenta el Estado. En cada coyuntura social, política nacional o internacional, el recurrir a los símbolos patrios como el Himno sirve para poder cohesionar a la sociedad y tener “un punto” de apoyo para dirigir determinada orientación política que toma el gobierno en turno.
En el periodo de Juárez, el uso del Himno Nacional no fue tan relevante como lo fue con Porfirio Díaz o con Manuel Ávila Camacho en 1943 [3]. En periodos de crisis institucional o de tensión entre los Estados, el recurso de la “patria” y el nacionalismo siempre es tomado en cuenta por la clase social dominante.
Sin embargo, el sentimiento de pertenencia a un territorio y a una historia, como lo es la noción de patria, o los símbolos nacionales como el Himno mexicano dejan de tener un sentido progresivo como lo fue en el siglo XVIII ante el colonialismo europeo o en el siglo XX (con el caso de Cárdenas y la expropiación petrolera).
Hoy en día las referencias a estos dos conceptos de orientación burguesa sirven para confundir los intereses de los trabajadores, jóvenes, mujeres y grupos étnicos de cada país. Peor aún, se usan los sentimientos nacionales construidos desde las instituciones escolares para poner como enemigos a los trabajadores migrantes, o para borrar las diferencias de clases sociales o de los grupos étnicos.
Los trabajadores, mujeres jóvenes y grupos étnicos, necesitan construir su propia simbología, su propio Estado y su propia nación basada en lazos de fraternidad, es decir de ningún tipo de opresión, en miras de terminar con la explotación que genera el sistema económico y social; mismo que usa el nacionalismo y la patria para no genera ningún cuestionamiento a la vida precaria, a los malos trabajos o al desmantelamiento que le hacen a la salud y educación del país, sin mencionar el robo de los recursos naturales.