Polemizo en este artículo contra la vulgarización teórica del análisis biográfico de Che hecha por la ultraderechista Gloria Álvarez y contra la visión hostil de la burguesía derrotada en Cuba en 1959.
Miércoles 21 de febrero de 2018 17:58
La politóloga Gloria Álvarez promocionó en México uno de sus libros con “fórmulas” para entablar un debate contra quienes se reivindican de izquierda o socialistas.
En algunas presentaciones o entrevistas se apoya de la figura del Ernesto Guevara, bastardeada tras supuestos de su trayectoria revolucionaria, para atacar las ideas libertarias, socialistas o comunistas. Entre otras cosas, afirma que el Che fue “responsable de la ejecución de 17.000 mil personas”, un “carnicero” de los juicios de la Cabaña en Cuba.
Gloria Álvarez
Sin embargo, Álvarez es una repetidora de ideas, basada en autores neoliberales que han revisado la vida del Che, en busca de temas de su andar que consideran polémicos, para exponerlos en tono de nota roja.
La mayoría de sus conferencias son universitarias y patrocinadas por empresarios, como parte de una ofensiva ideológica dirigida a sepultar el “mito revolucionario” en nuevas generaciones y con ello la idea de la revolución, contra la simpatía persistente del Che por más de medio siglo, a pesar de la mercantilización de su imagen.
“El carnicero de la cabaña”, un “pistolero” al que le gustaba “ejercer la violencia gratuita” así lo llama Álvarez.
A pesar de que los marxistas revolucionarios no compartimos la estrategia política del Che, la vía guerrillera, tal como hemos discutido aquí, es necesario responder a la vulgarización teórica del análisis biográfico del Che y a la visión hostil de la burguesía derrotada en Cuba en 1959.
Los juicios de la Cabaña
Con La Habana tomada y la caída de Fulgencio Batista, una columna del ejército rebelde dirigida por Cienfuegos ocupa el Campamento de Columbia, la sede del Estado mayor, mientras el Che hace lo mismo con la columna Ciro Redondo, en la comandancia militar de San Carlos de la Cabaña. La toma de estas dos instalaciones marcó la cúspide del triunfo militar de la revolución, el entusiasmo popular era enorme, pues históricamente y bajo la dictadura innumerables presos fueron encarcelados, torturados y ejecutados aquí.
Batista había defendido con furia su poder, pero marcó particularmente al pueblo la crisis política de los últimos años, por las acciones de contrainsurgentes y militares que detuvieron campesinos, estudiantes y obreros, ejecutados como escarmiento; mientras creaban una especie de leyenda de sus paramilitares impunes, para sembrar terror y desmovilizar a la población.
La saña fue brutal contra miembros y simpatizantes del Movimiento 26 de julio (M26), violaciones, desapariciones forzadas, torturas, detenciones clandestinas, etc. Los últimos meses, por cada bomba que explotaba el ejército rebelde, militares asesinaron dos presos políticos, cuyos cuerpos eran arrojados a la calle, así aparecieron una noche 98 personas en La Habana.
Con el triunfo de la revolución, el repudio a las fuerzas armadas de Batista era enorme y prevalecía el sentimiento de hacer justicia popular. El Che quedó al mando de La Cabaña, donde ocurrieron los juicios contra criminales de la dictadura. Fueron procesos terribles porque las sentencias se emitían tras los testimonios de ejecución y tortura de sobrevivientes y testigos. De aquí derivaron fusilamientos a policías o militares y penas de cárcel.
El caso Calviño
En 1958 la policía militar irrumpió en un albergue de madrugada, con ellos venían dos excombatientes, Ramón Calviño y Rafael Salgado, que traicionaron al M26 tras caer en manos del batallón a cargo de Esteban Ventura, conocido como el “sicario de traje blanco”.
Ángeles de 48 años, Mercedes de 26 e Hidelisa de 17 estaban dentro, les arrancaron la ropa y comenzaron a golpearlas. Calviño y Salgado sabían del apoyo de Hidelisa al M26, con ella arreciaron su interrogatorio. Violaban a Mercedes en otro cuarto donde encontraron cajas de balas, entonces el teniente Sánchez ordenó sacar a Hidelisa, que fue arrastrada a un auto por Calviño, metida a empujones por la ventanilla.
Desnuda llegó a la estación policial donde le preguntaron por Machaco, sobrenombre de Ángel Ameijeiras, joven propagandista destacado desde que ayudó a la distribución clandestina de 27.500 ejemplares de “La Historia me absolverá”, con sólo cinco pesos para el tanque de gasolina.
Hidelisa resistió varios días de tortura y la llevaron con Ventura, él le ofrecía el exilio a cambio de “confesar”. Ella brincó de su asiento y se lanzó sobre el arma de su torturador, pero su asalto fracasa y es sometida. Ordenan no matarla.
Hidelisa, víctima de la dictadura de Batista.
Pasan días entre violaciones y desmayos, hasta que es lanzada a un sótano con 32 presos hombres, algunos compañeros de lucha. Luego la llevan a un cementerio y arrojan sobre una tumba, le apuntan y ordenan correr, pero se rinde sin moverse y es llevada ahora al Servicio de Inteligencia Militar, con otra golpiza por orinar el asiento del auto.
Logra ver a Ángeles, a Mercedes y otras mujeres, les permiten bañarse, vestirse y llega un cura que hará de “policía bueno”, promete que no serán lastimadas si firman confesiones falsas. Ellas se niegan. Finalmente, una abogada defensora de presos políticos logra liberar a Hidelisa.
Calviño sirvió al ejército hasta su derrota. En 1960 se sumó a 2680 hombres de la Brigada de Asalto 2506, formada por exiliados y exmilitares cubanos armados por la CIA, que intentaron derrocar al nuevo régimen por mar y aire desde Bahía de los Cochinos. En abril de 1961 fueron vencidos, 1.183 capturados, entre ellos él que fue fusilado en Santa Clara.
Sobre la pena de muerte y el Che
La mayoría de los marxistas revolucionarios estamos en contra de la pena de muerte, aunque hay una discusión abierta al respecto relacionada con el derecho y la justicia a manos del Estado.
En 1853 Marx escribió:
Para defender la pena de muerte se suele presentar ésta como un medio de corrección e intimidación. Pero la historia prueba plenamente que desde Caín el mundo jamás se ha corregido o intimidado por el castigo ¡Miserable sociedad ésta que no ha encontrado otro medio de defenderse que el verdugo y que proclama su propia brutalidad como una ley eterna.
Biógrafos críticos del Che, como Paco Ignacio Taibo II, explican los procesos sumarios en Cuba, como un poder defensivo ejercido por el pueblo tras años de ignominias.
Pensar ambas ideas en el contexto de una convulsiva revolución es importante para partir de cualquier análisis o crítica al tema. En el caso de Cuba, independientemente de su innegable burocratización, la derrota fue del imperialismo estadounidense y la oligarquía cubana, que sostuvo su poder hasta el último momento, con unos 75.000 militares al servicio de Batista.
Los biógrafos reaccionarios del Che hablan de sus “maldades”, “psicopatologías” e “inmoralidades” desde la hipócrita moral burguesa. Hay más sadismo en el más ingenuo de los miembros del regimiento ranger de Estados Unidos y sus misiones militares en el mundo, lo que no los motiva a escribir sobre el rol genocida del imperialismo.
Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, La Habana, Cuba.
El Che era un hombre desenfadado y humilde, que mostró su calidad humana y revolucionaria en las condiciones más adversas, fue un obsesionado de la justicia y la revolución. Un periodista cuestionó su participación destacada en la revolución y esto le respondió: “lo destacado o no lo dirá el futuro, lo dirá la historia, si es que tenemos oportunidad de entrar en ella”.
Esto es algo que difícilmente comprenden los analistas de la burguesía, porque su sangre fluye en sentido opuesto que la de los revolucionarios, como cita Ricardo Piglia en Los diarios de Emilio Renzi: Somos de izquierda no por generosidad, no por la insidiosa piedad, no por el ejercicio de la compasión, sino porque, como dice Engels:
Lo que en todo caso es cierto, es que antes de tomar partido por una causa hemos de hacer de ella nuestra propia causa, y que en ese sentido, prescindiendo de eventuales esperanzas materiales, somos comunistas.
Guevara decidió continuar con la revolución en América Latina, incluso en África, convencido de que si la revolución cubana no se extendía sería posteriormente derrotada. Su radicalidad le permitió ver la necesidad de romper con la burguesía y de tomar el poder, sin embargo era equivocada respecto a la estrategia de construcción de ejércitos guerrilleros con prevalencia campesina en torno a una "guerra revolucionaria", pues las circunstancias de Cuba no se repetirían en Bolivia.
Perdió la vida luchando y pretendieron enterrar su cuerpo en Bolivia, en una tumba secreta, sin nombre, pero esto no impidió que naciera la leyenda.
En tiempos de reacción ideológica las nuevas generaciones pueden perder todo lo adquirido por luchas anteriores. Eso sólo lo puede evitar la construcción de organizaciones revolucionarias que tomen lección del pasado y luchen, desde sus errores y aciertos, por un nuevo presente.