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Red Internacional
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Efemérides. "No abandonéis a mis indios": las últimas palabras de Felipe Carrillo Puerto

El 3 de enero de 1924 era fusilado en Mérida el combatiente de la Revolución Mexicana de origen yucateco que se reclamaba socialista, Felipe Carrillo Puerto, debido a su negativa a apoyar la rebelión de Adolfo De la Huerta.

Óscar Fernández

Óscar Fernández @OscarFdz94

Raúl Dosta

Raúl Dosta @raul_dosta

Martes 4 de enero de 2022

Fotografía de los cuerpos fusilados de Felipe Carrillo Puerto y sus hermanos.

Fotografía de los cuerpos fusilados de Felipe Carrillo Puerto y sus hermanos.

Felipe Carrillo Puerto nació el 8 de noviembre de 1874 en Motul, Yucatán. Segundo hijo de un total de 14 hermanos producto del matrimonio entre Justino Carrillo Pasos, comerciante, y Adela Puerto Palma, trabajó en el negocio de su padre transportando en carreta mercancías; más tarde fue conductor de ferrocarril.

Estos viajes de transporte le permitieron conocer la situación social de un Yucatán que seguía convulsionado por os remanenetes de la "Guerra de Castas", el conflicto que enfrentaba a los indígenas mayas de la península con el gobierno porfirista y la cual terminaba apenas en 1901. Nueve años antes, Felipe era encarcelado por arengar a los indígenas mayas a derribar una cerca que dividía la hacienda en Dzununcán para impedirles el paso en beneficio de los hacendados.

Aprendiendo la lengua maya de la península de Yucatán, se sintió cercano a las comunidades indígenas. En 1907 adhiere a la candidatura de Delio Moreno Cantón, en cuyo apoyo edita el periódicoEl Heraldo de Motul, un quincenario desde el cual denunciaba los excesos de los hacendados, la corrupción del gobierno, lo que lo llevó a ser encarcelado y el periódico clausurado.

La Revolución y el socialismo yucateco

En 1911, adhiere al maderismo, pero aparentemente sus enemigos lo tenían ubicado y habrían contratado a un asesino, un tal Néstor Arjonilla, quien habría amenazado a Felipe con una pistola, pero aquél respondió en defensa propia ultimando a su agresor. Fue encarcelado nuevamente y desde la penitenciaría de Juárez en Mérida tradujo la constitución de 1857 al maya, como él mismo lo refiere en una tribuna al Congreso de la Unión en 1920, con el fin de que los indígenas conocieran las leyes que los oprimían.

Fue liberado en 1913 luego de la sublevación de Carranza contra el golpe de Victoriano Huerta. Como corresponsal de la Revista de Yucatán, fue perseguido y se tuvo que exiliar en Nueva Orleans; al año siguiente, Felipe Carrillo se une a las filas del zapatismo, desde los altos de Morelos en donde Zapata llevaba a cabo las acciones agrarias más radicales con el Plan de Ayala y donde Felipe participó en la comisión agraria de Cuautla.

En 1915 regresó a Yucatán como parte del gabinete de Salvador Alvarado, dirigente del Partido Socialista Obrero de Yucatán (PSOY) como gobernador, desde donde participó nuevamente en una comisión agraria para el reparto de tierras. En 1916 apoyó a su hermana Elvia y a sus compañeras mujeres en llevar a cabo el Primer Congreso Feminista, el cual sesionó en Yucatán.

En 1917 participó en la creación de la Unión Obrera de Ferrocarriles y más tarde sería nombrado presidente del PSOY, el cual más tarde se renombraría como Partido Socialista del Sureste (PSS) debido a la creciente radicalidad de sus ideales. Ayudó a los indígenas productores de chicle en Quintana Roo a eliminar los intermediarios y tener mejores precios del producto hacia las compañías extranjeras.

En 1920 fue electo como diputado federal de Yucatán para la XXIX Legislatura y desde allí apoyó el Plan de Agua Prieta en el cual Calles y Obregón desconocían la presidencia de Carranza.

Gobernador de Yucatán y la rebelión Delahuertista

Finalmente en 1921 es electo como gobernador de Yucatán y rinde protesta pronunciando su discurso en lengua maya. A instancias suyas se crean la Universidad Nacional del Sureste (hoy Autónoma de Yucatán, UADY) y la Academia Mexicana de la Lengua Maya.

Mientras gestionaba su gubernatura, su hermana Elvia acudió a él con un manifiesto firmado por cientos de mujeres exigiendo que se pudiera reformar la ley, enmendar la constitución estatal y permitir la participación política de las mujeres y el sufragio femenino, esto luego de que los diputados del PSS defirieran "por no estar suficientemente ilustrados". Felipe se rehusó, ya que, según especulan sus biógrafos (como la historiadora Piedad Peniche Rivero), se le presentó la disyuntiva a Felipe de apoyar a su hermana o perder su capital político.

En 1923 apoyó la candidatura de Plutarco Elías Calles. Dicha posición fue la que lo condenó, ya que ello supuso el alzamiento de Adolfo De la Huerta, quien tenía amplio apoyo, en especial en Tabasco. Si bien Felipe Carrillo tenía base de apoyo social en su natal Yucatán, el apoyo militar era escaso y además existían conspiradores delahuertistas entre sus filas.

Fue apresado el 23 de diciembre de 1923 luego de intentar huir de los militares alzados. Fueron trasladados los hermanos Felipe, Wilfrido, Edesio y Benjamín Carrillo Puerto a la penitenciaría Juárez de Mérida, donde recibieron un juicio sumario y fueron ejecutados un día como hoy de 1924, siendo sus últimas palabras en español "no abandonéis a mis indios" y en maya "Nunca más se abandonen, no permitan ser sobajados de nuevo, nunca más".

Breve balance del socialismo yucateco

Un balance político requeriría un estudio más profundo de la vida y obra de Felipe Carrillo Puerto y que excede el propósito de este artículo. Sin embargo, podemos decir en pocas líneas que el socialismo mexicano se encontraba objetiva y subjetivamente inmaduro.

Con ello nos referimos a que, en términos objetivos, la tradición socialista en nuestro país solamente tenía de referentes a, por una parte, Plotino Rhodakanaty, y por el otro, desde luego, al magonismo, el primero de filiación protoanarquista-fourierista (del socialismo utópico que combatieron Marx y Engels) y el segundo ya referenciado por aquellos días en los sindicalistas anarquistas de los IWW (Industrial Workers of the World). Las ideas del socialismo marxista revolucionario era el gran ausente de un proceso revolucionario de gran magnitud, lo que impediría que se desarrollara en la perspectiva de la revolución permanente, hacia una revolución en verdad socialista.

Como explica Octavio Fernandez Vilchis, dirigente del grupo trotskista mexicano, en los años del exilio de Trotsky en México:

"El movimiento de 1910 presentó el caso típico de las revoluciones burguesas en los países atrasados latinoamericanos semicoloniales de América Latina, la burguesía indígena (...) ha sido incapaz de resolver las tareas históricas de la Revolución (que) ha sido el gigantesco incendio campesino, incapaz de forjarse una política y una dirección propia. [1]

Ante los resultados adversos de la ausencia de tal dirección revolucionaria afirma, polemizando con Lombardo Toledano: "la salida no está en la Revolución Mexicana que ya ha vencido, porque ella ha creado nuevos explotadores, pero la próxima será, en cierto sentido, burguesa, porque destruirá totalmente el feudalismo en el campo, pero será proletaria porque llevará al poder a los obreros, expulsando a las clases actualmente dominantes". [2]

Y concluye así su polémica teórica:

En el futuro únicamente el proletariado, encabezando a los campesinos y al pueblo pobre, será capaz de realizar hasta sus últimas consecuencias las tareas de la revolución democrático─burguesa (agraria y antiimperialista). No como agente de simple impulsión, sino como clase en el poder: será el verdadero realizador de la Revolución Mexicana. [3]

El proletariado mexicano, por su parte, aunque concentrado en las grandes ciudades y centros industriales y obreros, era relativamente joven y la inexistencia de una tradición marxista impidió que en la conciencia obrera se desarrollara la importancia de la independencia política de la clase obrera. Asimismo, no había tampoco un partido obrero y revolucionario inserto en la clase trabajadora, en los sindicatos (en un período de transición del mutualismo al sindicalismo de clase) que planteara la unidad entre los obreros y campesinos (como sucedió en Rusia), lo cual permitió que la burguesía pudiera cooptar e interrumpir la revolución de las masas explotadas.

Finalmente, hay que señalar la importantísima lección que de los sucesos revolucionarios en México se desprende. El fenómeno del nacionalismo burgués y del constitucionalismo social de inicios del siglo fue novedoso dentro de la política internacional y que no fue identificado por quienes se autodenominaban socialistas como una fuerza hostil hacia los obreros, campesinos e indígenas.

Por ello, debido a la ausencia de una perspectiva de clase, el error de Felipe Carrillo Puerto en este sentido fue el haber confiado en el régimen emanado de la Constitución de Carranza, la cual abiertamente expresa en sus primeras páginas reformar la Constitución de 1857, la misma que daba sustento legal al porfiriato y los excesos de hacendados en la península pero solo para establecer una restauración democrática burguesa, es decir garantizar el desarrollo y enriquecimiento del capitaliso criollo a costa de la miseria de las masas que dieron su sangre, sin lograr más que la promesa constitucional de los vencedores de la guerra civil, plasmada en los artículos 3, 27 y 123, pero cuyas garantías les fueron poco a poco sustraídas por los gobiernos "emanados" de la revolución, vale decir, el régimen príista.

Su legado radical en favor del pueblo pobre e indígena no quedaría en el olvido y así Felipe Carrillo Puerto fue declarado benemérito de Yucatán, denominado también como el "Apóstol de la Raza" y en Mérida se alza un monumento en su honor. Varias calles, auditorios, avenidas, colonias, etc., a lo largo del país llevan su nombre. La tarea de los revolucionarios en el siglo XXI es la de terminar la obra de Emiliano Zapata y llevarla hasta el final (de la que también Felipe Carrillo Puerto se sentía parte) garantizando la autonomía de las comunidades indígenas si así lo desean y con independencia política de quienes quieren mantener vivo el legado de Carranza quien, en última instancia aspiraba a la restauración del régimen de Don Porfirio.


[1Langer Oprinari Pablo et al, México en llamas Ediciones Armas de la Crítica, 2a. edición, México, 2020, p. 240

[2Íbidem, p. 240

[3Íbidem, p.241

Óscar Fernández

Politólogo - Universidad Iberoamericana

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