Una historia de una de las tantas personas perjudicadas por las medidas del gobierno y los empresarios, amparados por la oposición parlamentaria: esta vez una trabajadora de la empresa de alimentos "Mamut" que fue suspendida, presenció como botaron aproximadamente cuatro millones de pesos en mercaderías, y posteriormente fue despedida por "decir las cosas como son".
Martes 20 de abril de 2021
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La Ley de “Protección” Al Empleo promulgada por el criminal presidente Sebastian Piñera y posteriormente aprobada por los parlamentarios desde la UDI hasta el Partido Comunista el año 2020, a inicios de la pandemia, dejó a millones de trabajadores en la más completa incertidumbre, “sin trabajo, sin dinero y sin respuestas”, como relata una ex trabajadora de la empresa de alimentos “Telbolt S.A”, específicamente de un restaurant “Mamut”, holding que tiene a Juan Maestro, Doggis, y otras grandes y millonarias marcas más. Una de las más grandes que tiene es Mamut. Donde P.M trabajó de jefa de cocina en el Mall Plaza Oeste los últimos tres años, como cuenta a La Izquierda Diario.
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La denuncia es del año pasado a comienzos de la pandemia. La trabajadora explica que llegó de sus vacaciones el 17 de marzo del 2020 y se encontraba resfriada, así que debido a la situación de pandemia la mandaron a la casa. Aproximadamente el 20 de marzo la llamaron por teléfono para ir a una reunión. En ese momento el mall ya estaba cerrado. “Como nosotros no sabíamos que iban a cerrar el local habíamos hecho pedidos de forma normal, es decir, para abastecer el restaurante un fin de semana normal, una venta de entre 6 y 7 millones de pesos, más o menos. Toda esa mercadería que pedimos quedó en el local”, cuenta la ex trabajadora de Mamut.
Ley de “Protección” al Empleo
Aquí comienza una tragedia para gran parte de la clase trabajadora del país, a los que los empresarios y el gobierno, junto con la criminal complicidad de los partidos de oposición, hicieron cargar la crisis en sus hombros. “Pasó lo de la Ley de Protección al Empleo y no nos pagaron el sueldo. Yo en ese momento tenía postnatal porque mi bebé cumplió un año recién en febrero”, explica.
“Nos hicieron firmar el documento de que “nosotros estábamos de acuerdo” y tuvimos que cobrar nuestros ahorros de la AFC (seguro de cesantía). Como toda la información era ambigua, yo me molesté. Como empresarios les importan muy poco los trabajadores, nos dejaron de lado, no sabíamos qué iba a pasar, si íbamos a quedar sin trabajo, si nos iban a pagar, etc”, dice.
Tanta fue la molestia que sintió que habló con los jefes mediante el grupo de whatsapp de jefes de cocina de todo Chile en el que se encontraba, pero como era de esperarse en estas situaciones, donde a los intocables patrones no se les puede decir nada, tuvo amedrentamiento de sus jefes superiores. “Me decían que “cómo estaba escribiendo eso”, que yo estaba segura por el postnatal, que “cómo incentivaba a la gente…” Cuando lo único que dije fue que no firmaran el papel, que lo conversáramos primero. Al final todos firmaron y yo quedé como la mala de la película por estar en contra de esa situación”, recuerda P. M.
La irracionalidad del capitalismo
Pasó tan solo una semana más y desde la empresa llamaron a los jefes al local, de entre los cuales ya no se encontraba P. M. Los llamaron para que hicieran inventario y les dieron la orden de botar a la basura cerca de $4 millones en mercadería. Claramente como cualquier trabajador que vive la vida tal como es y no en una burbuja como lo hacen los grandes empresarios, no logró entender la irracional situación.
“Si vieron que la gente estaba desprotegida, cómo se les ocurría botar tanta comida, habiendo más de 40 personas trabajando en el local, que tienen familias. Habían cosas que podían durar más de dos meses, podrían haberla regalado. Al contrario, nos dejaron sin trabajo, sin dinero, y más encima sin ninguna respuesta para saber qué iba a pasar con nosotros como trabajadores. Ellos tenían que haberse hecho responsable.
“Por Rebelde”
Pasaron los meses de cuarentena y llegó agosto. Los jefes llamaron a P. M para avisarle que iban a abrir el local, la llamaron para que lo abriera, hacer inventario, etc. A mediados de Septiembre se volvió a trabajar, todos menos P.M., esto por la razón de que “supuestamente tenía un sueldo muy alto, el que ellos no podían pagar, bla, bla, bla”, añade. En octubre volvieron a llamar. Esta vez, cansada de la situación, preguntó qué pasa, exigió que le dijeran la verdad.
Lo que le respondieron fue “no te preocupes, te vamos a llamar”. No la llamaron. Pasó octubre, noviembre, meses de completa incertidumbre laboral en medio de una gran crisis que azota a toda la clase trabajadora, pero que sigue enriqueciendo a los millonarios. Llamó a la AFC para preguntar por los pagos, la respuesta fue que ya no iba a recibir más pagos, que como ya estaban abriendo los locales tenían que ir obligados a trabajar. Eso fue aproximadamente el 20 de noviembre.
Después llegó una carta de la empresa para que P.M. vuelva a reiniciar sus labores el día 24 de noviembre, al fín. “El día antes, el 23, fui al local y me dicen que no tengo que ir al otro día a trabajar sino que tengo que ir a la oficina central. Yo tenía claro que me iban a despedir” Y así pasó. ¿La razón? “Necesidades de la empresa” por la situación Covid.
“Eso de necesidades de la empresa es mentira porque ellos ya tenían a una persona trabajando en mi puesto, estaban todos trabajando excepto yo. Me despidieron porque fui “rebelde” por decirles la verdad, a ellos no les gustó y me dijeron que “yo no sabía decir las cosas”, pero las cosas son como son nomás, y a ellos eso no les gustó”, cuenta.
Finalmente fue a cobrar el finiquito, y la guinda del pastel: para peor, no le pagaron los 24 días de noviembre, solo hasta el 30 de octubre que fue su último pago por el seguro de cesantía. “Fui a buscar el finiquito y me fui a la Inspección del Trabajo donde tengo una demanda a la empresa”, dice.
P. M. actualmente está en un juicio con Telbolt S.A. “Estoy super disconforme porque trabajé 16 años en esa empresa y lamentablemente fueron muy malos jefes, dejaron a la gente botada sin saber que iba a pasar en el momento en que uno más necesitaba apoyo, cierra.
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Benjamín Vidal
Periodista - Universidad de Chile