El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina presidió en la Catedral Metropolitana la Misa y rosario por la Vida.
Martes 5 de abril de 2016
De acuerdo a lo que publica la Agencia Informativa Católica Argentina (AICA) se decidió hacer ayer lunes esta misa, ya que el 25 de marzo se celebró el Día del Niño por Nacer, pero como era semana santa tuvieron que postergarla.
El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, José María Arancedo, declaró que ante la existencia de una crisis moral era imprescindible “poner los ojos sobre la familia, ya que ella es capaz de revertir esta situación si se la ayuda, por ser la primera escuela donde se forjan los valores que hacen a la sana convivencia ciudadana”.
Por su parte, Olga Muñoz, presidenta de Familias Unidas por la Paz declaró: ¿Si condenamos a los que no se pueden defender, los niños por nacer, que sociedad estamos creando?
Ante esta declaraciones es difícil justificar que se trata solo de una cuestión de fe, de creencias, de libertad de culto.
Y es difícil porque estamos hablando de una institución que tiene uno de los mayores poderes económicos y políticos, con influencia en todo el mundo.
Recordemos que gracias a su injerencia logró que el Artículo 19 del Código Civil y Comercial fuera modificado estableciendo que “la existencia de la persona humana comienza con la concepción”.
Como señaláramos en varias oportunidades en La Izquierda Diario, en la Argentina la tasa de mortalidad materna sigue siendo muy alta y el aborto inseguro es la primera causa. Se practican 500.000 abortos clandestinos por año, 80.000 mujeres deben ser hospitalizadas por complicaciones y 300 mueren.
El Cardenal Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, fue el que acompañó en su momento esta iniciativa de un grupo de mujeres que decidieron rezar por la vida del niño por nacer, ante el avance de proyectos de leyes abortivas en las Cámaras Legislativas.
Pero fue mediante un decreto de Carlos Menem que este día se incluyó dentro del calendario de celebraciones oficiales del Estado argentino a solicitud del entonces Papa Karol Wojtyla. Es necesario aclarar que ninguno de los gobiernos posteriores tuvo la decisión política de retirarlo.
De modo que la realización de esta misa, es una afrenta para las mujeres que mueren a diario por la negación sistemática del Estado que permite la intromisión de la Iglesia Católica en el ejercicio de un derecho básico de libertad individual.
Esta misma Iglesia es la que necesita sumar fieles a sus huestes raleadas, por eso intenta, a través de su máximo representante el Papa Francisco, mostrar un cóctel progresista e incluyente. Claro que este progresismo sui generis levanta las banderas de defensa del “no nacido” antes que evitar la muerte de miles de mujeres pobres.
Es que la Iglesia, fiel a su doctrina, es una de las principales instituciones interesadas en asegurar la continuidad de la familia heterosexual y monogámica como modelo. Y no duda en mostrar el oscurantismo más brutal que la caracterizó a través del tiempo, discriminando y estigmatizando todo aquello que considera una amenaza.