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Red Internacional
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Discursos reaccionarios. Para Grabois la violencia de género no es una “realidad palpable de mayorías populares”

En un posteo en X el dirigente del Frente Patria Grande planteó que no hay que discutir las “idioteces de Cúneo Libarona”, el funcionario del Gobierno que negó en el Congreso la violencia machista y rechazó la “diversidad de identidades sexuales”.

Pablo Herón

Pablo Herón @PhabloHeron

Viernes 30 de agosto 13:48

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Una de las noticias de esta semana fue la intervención del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, en la Cámara de Diputados. En la Comisión de Género y Diversidad el funcionario replicó los dogmas de La Libertad Avanza negando la violencia de género y llegando a sostener que “nosotros rechazamos la diversidad de identidades sexuales que no se alineen con la biología”.

En lugar de problematizar el contenido reaccionario de los dichos del ministro, en un posteo en X Juan Grabois sostuvo que “estamos jodidos” si mientras Milei y Caputo aplican su ajuste se discute “todo el tiempo las idioteces de Cúneo Libarona y las patoteadas de Villarruel”. A lo que agregó que se trata de “debates ideológicos y moralizaciones permanentes que utilizan para tapar la realidad efectiva, material y palpable de las mayorías populares”.

Para el dirigente del Frente Patria Grande la violencia que sufren las mujeres o las personas LGBTIQ+ parece que no forman parte de una realidad palpable de la mayoría trabajadora y pobre. Tampoco parecería ver un correlato entre la defensa de los genocidas de Victoria Villarruel y la política represiva de un gobierno que persigue a quienes se manifiestan.

Con su “batalla cultural” el Gobierno da rienda suelta a una maquinaria de ideas reaccionarias como las que transmiten Agustín Laje, Nicolás Márquez, Mariano Cúneo Libarona o el recientemente designado secretario de Civilización y Culto, Nahuel Sotelo, que forma parte de la “Banda del Opus Dei”. Discursos acompañados por ataques como el recorte de esta semana al ya de por sí limitado Programa Acompañar que consiste en una ayuda económica para víctimas de violencia de género. El plan de ajuste que contempla despidos, tarifazos y pérdida de ingresos coexisten y se complementa con la batalla cultural, ni siquiera desde esa óptica es solo una cuestión de agenda política o meter ruido en el debate público.

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Esa negación de las personas LGBTIQ+ y de la violencia de género no es una mera disputa en el terreno de la cultura, tiene correlatos materiales de todo tipo. La discriminación que sufren las travestis y personas trans, conlleva que tengan que prostituirse para subsistir o vivir hacinadas en viviendas precarias por ser expulsadas de sus hogares familiares. En muchos casos directamente no las aceptan en un lugar para alquilar o si las toman en un trabajo sin derechos laborales y con salarios bajos, como sucede con el cupo laboral en el estado. Al contrario de esa falsa división se trata de un sector sobrerrepresentado en la pobreza.

Sin ir más lejos, las cuatro lesbianas que hace pocos meses sufrieron un ataque de odio en Barracas, que incluyó lanzarles una bomba casera, vivían hacinadas en una sola habitación de una pensión precaria. Producto del ataque tres perdieron su vida, un triple lesbicidio legitimado por esos discursos reaccionarios. Esa película donde gays y lesbianas no sufren las crisis económicas solo se ve en algunas plataformas y en publicidades que buscan vender productos pintados con la bandera del orgullo, en la vida real la mayoría lidia con la pauperización de las condiciones de vida y trabajos mal pagos.

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Discursos como el de Cúneo Libarona atacando al movimiento de mujeres, negando la especificidad de la violencia de género, tampoco se limitan a “debates ideológicos y moralizaciones”. Buscan naturalizar múltiples desigualdades donde también aparece la brecha salarial: con trabajos feminizados donde los salarios son bajos como el de las trabajadoras de casas particulares, en la salud y la educación, o en las jubiladas que son mayoría entre el sector que cobra la mínima..

Grabois termina adhiriendo y abonando así una falsa dicotomía fomentada por la ultraderecha. Una postura reaccionaria que considera una “estupidez” confrontar los discursos de odio contra mujeres y personas LGBTIQ+, mientras promueve la idea de que no viven en carne propia la crisis social y económica. Genera una falsa polarización y brinda un argumento peligroso donde se busca aislar a la diversidad sexual de una supuesta mayoría con la que no tendría nada que ver. Como si no hubiesen gays, lesbianas, travestis y trans pobres o como si las grandes mayorías no estuvieran atravesadas por problemáticas de género y sexualidad.

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Así se suma al coro de voces que busca postularse como alternativa de cara a las próximas elecciones dentro del peronismo, en las antípodas o delimitándose de lo que llaman agenda “progresista”. Lo mismo sucede con la figura de Guillermo Moreno que hace poco se tiraba contra el matrimonio igualitario y el derecho al aborto. Personajes no casualmente ligados al Vaticano, el papa Francisco no pierde el tiempo y la Iglesia hace su propio juego en medio de la crisis que también es de los partidos que vienen de gobernar las últimas décadas.

La dicotomía más evidente de estos días es que mientras los partidos tradicionales exponen a cielo abierto sus fracturas pensando en las elecciones del año que viene, la mayoría trabajadora y pobre cuenta sus pocos pesos y mira el calendario para saber hasta qué día del mes llega. Esas divisiones ficticias le son convenientes a un régimen que busca naturalizar el ajuste permanente mientras se estigmatiza a mujeres, a la diversidad sexual y hasta jubiladas y jubilados que salen a luchar, no vaya a ser que ese confuso entramado social llamado “lxs de abajo” quiera expresar todos esos reclamos en un mismo momento y en la misma calle. La batalla clave a dar justamente radica en unir todas esas demandas.

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Pablo Herón

Columnista de la sección Género y Sexualidades de La Izquierda Diario.

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