Dirigido por Jennie Levingston, es uno de los documentales más reconocidos de la cultura dragqueen en Nueva York.
Martes 9 de mayo de 2017
Filmado a mediados de los 80 la película nos introduce en el mundo de los “desfiles” o “balls” reflejando un mundo subterráneo donde encontraban respiro frente a la realidad cotidiana quienes no se ajustaban a la norma ya fuese por su homosexualidad, practicar el travestismo o asumir libremente su propia identidad de género, coincidiese esta o no con sus genitales. A través de sus protagonistas explora además las condiciones de los negros y latinos homosexuales, quienes sufrían la discriminación por su sexualidad sumada al racismo habitual. Al comenzar la película, uno de ellos recuerda las palabras de su padre que con la claridad que dan los golpes de la vida le decía: “Sos un hombre negro homosexual, vas a tener una vida jodida”.
Para obtener financiamiento la directora debió ocultar la temática que trataba, ya que fue producida en una época donde la reacción moral e inquisidora triunfaba sobre los ideales de igualdad y liberación que habían impregnado a la juventud revolucionaria de los 60 y 70. La avanzada neoliberal conservadora encabezada por Thatcher en Inglaterra y Reagan en los Estados Unidos sobre los movimientos de masas que habían cuestionado el orden económico y la moral dominante, no implicaron únicamente una derrota a nivel mundial para la organización y subjetividad obrera, sino también retrocesos en las conquistas sociales que impactaron con más fuerza aun en los sectores marginados, como las mujeres pobres o las personas transexuales y homosexuales, quienes con frecuencia eran expulsados de sus hogares y poblaban por miles los refugios para menores y vagabundos.
Los Balls
Los balls eran eventos que emulaban las competencias de belleza o desfiles de moda a los cuales la comunidad LGTBI pobre no tenia posibilidades de acceder, e incluso la posibilidad de soñar con esa vida les estaba negada. Los participantes vivían esos eventos como el único espacio donde podían explorar libremente su sexualidad y sensualidad, travestirse o simplemente “sentirse 100% bien de ser gay” a diferencia del día a día. Con el paso de los tiempos y las modas, los iconos a emular variaron desde las chicas de los espectáculos de Las Vegas, las actrices de Hollywood y las modelos de alta costura.
La mayoría de los entrevistados reconoce el mundo de la farándula y el lujo deslumbrante como algo inalcanzable por su condición social. Muchos de los jóvenes que participaban no tenían nada y llegaban a los eventos muertos de hambre. Pero durante el día robaban algo, conseguían un vestido, y por una noche vivían la fantasía de ser famosos. Reclamaban el mundo de los ricos y la farándula que les era ofrecido cotidianamente en las revistas, en los programas de televisión o inclusive en las propagandas como algo que les había sido negado. Contradictoriamente (o no tanto) sus expectativas estaban centradas en escapar de la miseria a la que habían sido condenados por su identidad sexual y su pobreza, aunque fuese tan solo con la expectativa del progreso individual.
Sin embargo, mas allá de la aspiración de fama, éxito y la competencia que conlleva, las personas entrevistadas reivindican la camaradería y pertenencia que sentían ese esos eventos en clara contraposición a su vida cotidiana donde se veían forzados ocultar su sexualidad , y ni hablar de vivirla libremente. No casualmente, la historia de muchos de quienes son entrevistados en el documental esta cruzada por la discriminación, la pobreza y la marginalización sistemáticas, así como también por el flagelo que implicó la pandemia del HIV-SIDA y la demonización fomentada por parte de los medios y la clase gobernante para disciplinar a un movimiento que surgió cuestionando de raíz al régimen capitalista que los oprimía y desafiando el orden imperante con la revolución sexual.
Este disciplinamiento, que tuvo como resultado la integración de los movimientos LGTBI al sistema, donde grupos como el Gay Activist Alliance abandonaron durante años las reivindicaciones de las personas travestis y transexuales para poder presentar exigencias mas “aceptables”, implico el abandono de una salida radical a las dificultades que sufrían diariamente las personas LGTBI mas marginadas. En este marco, la respuesta que pudieron presentar los oprimidos, fue la solidaridad entre ellos. Una expresión de esta solidaridad, fueron las casas.
Las Casas
Las casas nucleaban a los miembros, o hijos, que participaban de los desfiles, adquiriendo mayor reconocimiento aquellas que lograsen triunfar una y otra vez en la pista de baile. Los miebros mas destacados de cada casa eran conocidos como Madres. Pero las casas incluyen otro elemento, aun más significativo. Dorian Corey, una de las protagonistas entrevistadas nos simplifica: “Las casas son familias para muchos de nosotros que nunca la tuvimos. Pero este es un nuevo significado de familia(...), no es una cuestion de un padre, madre e hijos, que es lo que crecimos conociendo como familia, sino simplemente un grupo de personas con un vinculo mutuo”.
El rol de las casas estaba intimamente ligado a las experiencias personales de la gran parte de la juventud homosexual y transexual de la época. Muchos habían sido expulsados de sus hogares, y habiendo sido rechazados a causa de su identidad por su familia sanguinea, formaban nuevos grupos donde la experiencia común como oprimidos generaba vínculos mucho mas firmes, habiendo vivido la misma marginalizacion y la misma violencia, donde primaban el afecto, el cuidado y el apoyo incondicional en contraposición a las familias que los habían dejado en la calle. Por ejemplo, fueron los hijos de la casa Extravaganza quienes financiaron juntos la operación de pechos de su matriarca, quien muestra una verdadera preocupación en proteger a sus miembros, conociendo en carne propia la situación de extrema vulnerabilidad en la que se encuentran, viviendo de hurtos, robos, servicios de escort y prostitución, expuestos siempre a la violencia machista y policial.
El legado
La película es presentada como una muestra de la resistencia y creatividad cultural de la comunidad LGTBI frente a la persecución física y demonización social a la que estaban sometidos, con una intensidad aun mayor que en estos días. Pero acabar el análisis en ese plano seria superficial, si no nos preguntásemos por qué con un movimiento que surgió combatiendo las opresiones que sufrían y al sistema capitalista que las perpetuaba acabó forzado a luchar por la supervivencia y el reconocimiento de sus identidades como “válidas”.
Así como las casas fueron expresión de la solidaridad entre los oprimidos, los rasgos de competencia, rivalidad, y aspiraciones de fama fueron expresión de la victoria ideológica del capital. La aspiración reinante no era cambiar al mundo, sino al menos sobrevivir y disfrutar el tiempo que se estuviese en el, una reivindicación que parecería básica pero en la practica es negada a millones ya sea por jornadas extenuantes de trabajo o por el desempleo y la marginalidad crónica.
Lo limitada de estas aspiraciones es reflejo de las condiciones objetivas en la que vivían las personas LGTBI mas empobrecidas (y continúan viviendo hoy en día). Incluso formar una familia que reproduzca los roles patriarcales tradicionales, con esposo e hijos, es una perspectiva negada para millones de transexuales, quienes si tienen garantizada como contraparte una expectativa de vida de 35 años, por no hablar de los países donde se penaliza la diversidad sexual.
Hoy en día, hay sectores que reivindican acríticamente la integración lograda al compararla con las peores épocas sufridas por las personas LGTBI, negando por un lado, la continuidad que tienen estas opresiones en la actualidad, donde incluso en uno de los países mas avanzados del mundo respecto a la legislación igualitaria, continúan existiendo razzias policiales, muertes de compañeras trans en las prisiones, o mujeres como Higui están presas por defenderse. Pero también niegan las fuerzas perdidas y desorganizadas por fomentar la confianza en un sistema que solo puede garantizar la integración de unos pocos a cambio a cambio de marginar a las mayorías, que cada concesión que brinda busca pervertirla en un nuevo sostén de su régimen de desigualdad. Que fomenta la división entre los explotados y los oprimidos, y nos incluye a cambio de imponer un nuevo modelo “aceptable” de diversidad.
La generación de Paris is Burning, vivió en el despertar del neoliberalismo y el individualismo. El capitalismo se presentaba como libertad frente a la degeneración burocrática de la URSS, cuya burocracia ya se preparaba para rematar lo ultimo de la revolución obrera que desafió a este sistema y despenalizó la homosexualidad en cuestión de días. El sueño individualista de tener dinero, o buscar una salida individual, desplazó del imaginario la lucha por transformar de raíz la sociedad. Solo unos pocos lograrían triunfar y alcanzar la cuota de fama que el sistema les tiene preparados, el resto sufriría los efectos del neoliberalismo, con miles de caídos por el prejuicio y la pobreza.
En esta época, en la que Trump es el “líder del mundo libre” y llegan noticias de campos de concentración homosexuales en Chechenia, es iluso continuar confiando en las concesiones del sistema. Es necesario retomar las tradiciones revolucionarias del movimiento, aquellas que reclamaban que la revolución social no estaría completa sin la revolución sexual, y ligaban su militancia y su deseo de ser libres, a la lucha contra este sistema de explotación y opresión.