Ayer circuló en diversas redes un controvertido video de la noche de jarana del gremio de camioneros que se encuentra paralizado. Entre excesos, misógina y provocaciones han desabastecido parte de la zona sur del país en plena pandemia.
Miércoles 2 de septiembre de 2020
Los dueños de camiones se han movilizado, generando un verdadero terrorismo patronal, que solo busca reforzar el discurso racista con el objetivo de imponer la agenda represiva del gobierno de Sebastián Piñera en contra de las demandas que se han expresa en las calles.
El desabastecimiento provocado por la acción del gremio en medio de la crisis sanitaria y económica que atraviesa la sociedad es criminal. A 47 años del golpe de Estado, los métodos pinochetistas vuelven a escena para reforzar una campaña de criminalización a las comunidades del pueblo Mapuche, que han decido recuperar sus tierras ancestrales y al conjunto del pueblo que decidió enfrentar la herencia de la dictadura perpetuada durante los últimos 30 años.
No fui capaz de compartir ni replicar el video de la movilización de los camioneros, me generó una sensación nauseabunda y de agobio. Durante horas no dejé de pensar en las dos mujeres del video, las cuales aparecen como objeto de consumo, como un producto sexual para demostrar la hombría entre ellos. Entre medio de la jarana, los camioneros demuestran su hombría, potencia y dominación con sus pares, reforzando el mandato patriarcal y de masculinidad tóxica.
Se expone a ambas mujeres de una manera violenta ¿la grabación habrá sido consentida? Probablemente no, menos su difusión en las redes sociales y los canales de los medios de comunicación masivos, entre varios comentaristas y periodistas han criticado dicho “carrete”, considerando que estamos en plena pandemia y el Estado ha generado una política de restricciones sociales que solo aplica para el pueblo trabajador y no para ellos, los socios del gobierno.
He visto discursos con tono moralista con frases de “como tratan a estas mujeres” o “que asquerosos son”, pero ¿realmente nos sorprende? Todos los días se replican los discursos sexistas, misóginos y la cosificación al cuerpo de niñas, adolescentes y mujeres ¿te suena Kike Morande?
La grotesca escena devela la hipocresía moral de sectores de la sociedad chilena, el comercio sexual es sancionado penal y socialmente, fortalecido, fomentado y resguardado por los mismos sectores que hoy se movilizan. Dichas mujeres históricamente se les ha considerado como personas de segunda categoría, incluso como sujetas que no merecen derechos ¿Cuántas han sido violadas y discriminadas por ejercer prostitución? ¿Cuántas han tenido que soportar humillaciones sistemáticas por parte de Carabineros de Chile? ¿Cuántas han terminado heridas o golpeadas en el silencio de la noche?
Se extiende la hipocresía bendecida por las iglesias, las leyes y gran parte de los poderes fácticos del país y, mientras, aún resuena que el peor insulto que te pueden decir es “hijo de puta”, porque para muchos ahí acaba la humanidad, en ese límite la persona se transforma en objeto de consumo y no en sujeto de derecho.
Me da asco, pena, rabia, la configuración que se rige. Hablar de paro patronal es hablar de un paro patriarcal, porque no es solo que replique la cultura de la violación, tratando a las mujeres como objeto, sino es proteger la ideología y la psicología del patrón de fundo del facho que busca dominar territorios e imponer su deseo incluyendo nuestros cuerpos.
Pero mientras esta minoría social ejerce presión, muchas y muchos rechazamos estos discursos y prácticas de odio, las grandes mayorías excluidas del Chile de las 10 grandes familias, que salieron a movilizarse contra el despotismo neoliberal, abren un gran cuestionamiento no solo en el aspecto económico y las profundas desigualdades, también abren una perspectiva de combatir los aspectos más rancios de los fundamentalismos patriarcales.
Las mujeres no somos objeto de consumo ¡Vamos contra el paro patronal y patriarcal!