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Red Internacional
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Estado español. La dimisión de Iñigo Errejón, la violencia de género y la lucha contra el patriarcado

El caso de Errejón ha sacudido a toda la izquierda institucional, mostrando el doble discurso de quienes decían que iban a “cambiarlo todo” desde el gobierno “más feminista de la historia” mientras mantenían comportamientos machistas y de acoso a mujeres que son repudiables, con el silencio cómplice de muchos de sus compañeros y socios políticos.

Viernes 25 de octubre 11:51

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El que hasta ahora ocupaba el cargo de portavoz de Sumar en el Congreso de Diputados, Íñigo Errejón, ha emitido un comunicado anunciando su dimisión a todos sus cargos y su abandono de la política. Esto ha ocurrido después de que se publicaran en redes sociales varias denuncias anónimas de mujeres que afirman haber sufrido diferentes formas de maltrato psicológico, acoso y agresión sexual por su parte. Después de su dimisión, la actriz Elisa Mouliaá, ha denunciado a Errejón judicialmente por “acoso sexual” y “agresión sexual”.

El día martes, la cuenta de Instagram de la periodista Cristina Fallarás publicó una denuncia anónima de una mujer que denunciaba a “un político muy conocido” como un “maltratador psicológico” hacia las mujeres. Rápidamente, en redes sociales, muchos identificaron a “político” con el dirigente de Sumar. La dimisión de Errejón, este jueves, fue acompañada de un comunicado en el que planteaba que la exposición política y mediática “genera una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica, con compañeros y compañeras de trabajo, con compañeros y compañeras de organización, con relaciones afectivas e incluso con uno mismo". Y aseguraba que había llegado al “límite de la contradicción entre el personaje y la persona. Entre una forma de vida neoliberal y ser portavoz de una organización que defiende un mundo nuevo…”. Un comunicado con el que trata de aparecer como víctima y justificar lo injustificable.

El caso de Errejón ha sacudido a toda la izquierda institucional, mostrando el doble discurso de quienes decían que iban a “cambiarlo todo” desde el gobierno “más feminista de la historia” mientras mantenían comportamientos machistas y de acoso a mujeres que son repudiables, con el silencio cómplice de muchos de sus compañeros y socios políticos.

Desde Sumar, han querido despegarse rápidamente, sin poder evitar una crisis que ya afecta a su formación política y al gobierno. Las declaraciones cargadas de hipocresía de todo el arco político no se han hecho esperar. Pedro Sánchez (el mismo que decía que a sus amigos les molesta el feminismo en exceso) condenaba “a quienes atentan” contra la igualdad, mientras que desde el PP se acusaba al Gobierno de practicar un “feminismo hipócrita”. Incluso desde VOX se han sumado a denunciar la hipocresía del gobierno, como si así pudieran tapar la suya, fingiendo una preocupación que cada día niegan con sus políticas y, por cierto, manteniendo como diputado a un condenado por maltrato, Carlos Flores. Si bien es cierto que hay un doble discurso y una superficialidad en ese feminismo cosmético del que hacen bandera desde el “progresismo”, hay que dejar claro que lo único que intenta la derecha es aprovechar políticamente el caso, mientras defienden medidas siempre en contra de los derechos de las mujeres, las migrantes, las trabajadoras.


Violencia machista y patriarcado


Desde el Me Too, al movimiento Ni una menos, hasta el más reciente #SeAcabó de las futbolistas españolas, el movimiento feminista ha puesto el foco en las agresiones y abusos, así como en la violencia extrema de los feminicidios. El movimiento de mujeres ha permitido cuestionar la naturalización de todo tipo de comportamientos machistas, lo que es un gran paso adelante.

Las repercusiones que está teniendo en redes sociales el caso Errejón reabre varias polémicas sobre algunas de las cuestiones que el movimiento feminista viene debatiendo desde hace varios años, en especial acerca de la violencia sexual, el punitivismo y las formas de organización del movimiento de mujeres.

En primer lugar, las denuncias de agresiones o acoso sexual hacia el dirigente de Sumar merecen ser consideradas e investigadas de forma independiente, sin que se les exija a las mujeres que hagan una denuncia penal si no quieren hacerlo para que su palabra sea tomada en cuenta. Las apelaciones en redes sociales del tipo “Si es verdad, entonces denúncialo en los juzgados”, donde lo que no se denuncia penalmente no se considera verídico, no tienen en cuenta la voluntad de las víctimas que tienen tanto el derecho a denunciar en la justicia como a no hacerlo.

En segundo lugar, también es importante considerar concretamente cada denuncia, no definir a priori como “agresión” o “abuso” todos los comportamientos machistas, que, si bien son repudiables y deben ser cuestionados, no son todos del mismo tenor.

Al mismo tiempo, se ha reabierto un debate sobre el método de la denuncia anónima en redes sociales, que muchas mujeres ven como una salida ante la desconfianza que genera la justicia patriarcal. Ahora bien, ¿es este un medio “seguro” para que las mujeres denuncien la violencia sexual, o es un método que se presta a todo tipo de manipulaciones, que pueden volverse no solo contra las mismas mujeres sino contra cualquier persona? Creemos que este es un debate muy importante y necesario, más aún cuando las redes sociales están controladas por empresas de personajes derechistas reaccionarios como Elon Musk, que constantemente manipulan el algoritmo para promocionar bulos y campañas falsas contra personas migrantes o activistas. Si hoy legitimamos el método de la denuncia anónima y el escrache en redes como lo más habitual, ¿cómo nos defenderemos mañana ante campañas de bulos promovidas por la extrema derecha?

A su vez, tampoco es seguro confiar en las instituciones como la justicia patriarcal o la policial a la hora de recurrir a la defensa de las mujeres que sufren violencia machista. Así lo muestran casos como el reciente ataque judicial contra siete activistas catalanas condenadas por hacer huelga el 8M del 2018. Una justicia patriarcal y racista que no le tiembla la mano a la hora de tener que deportar o agilizar los desahucios a las mujeres más vulnerables, precarias o migrantes.

Finalmente, surge una pregunta clave. ¿Es posible luchar contra el patriarcado y el machismo exclusivamente desde las redes sociales y con denuncias judiciales, o es necesario retomar el camino de la movilización y la autoorganización del movimiento de mujeres en las calles y desde abajo?

Este no es un caso aislado, el acoso o violencia sexual siguen alimentando las cifras de la violencia machista, así como los feminicidios. La deriva actual de estos debates, donde todo parece resolverse “desde arriba”, con el refuerzo punitivista y de la justicia patriarcal y racista, no es ajena a la institucionalización del movimiento feminista que se vivió en los últimos años, de la mano de los gobiernos “progresistas” de PSOE-SUMAR, y antes del PSOE-Podemos. La idea de que las demandas más sentidas del movimiento de mujeres se iban a resolver “desde arriba” y desde los ministerios llevó a la pasivización del movimiento de mujeres.

La lucha contra el machismo estructural requiere de múltiples medidas de urgencia. Por ejemplo, la educación sexual integral, que hasta el momento está prácticamente ausente en la enseñanza pública. Junto con esto, medidas como la creación de comisiones de género en lugares de trabajo y estudio; junto con vivienda y trabajo garantizado para las mujeres víctimas de violencia de género. Luchar contra el patriarcado requiere luchar también contra un sistema capitalista que, para sostenerse, necesita reforzar el poder represivo del Estado, que, alimentado por más medidas punitivistas, sin dudas lo utilizará de manera arbitraria contra los sectores sociales más vulnerables, racializados, precarizados, en este caso en nombre de “la lucha contra la violencia de género”.

Como feministas socialistas, pensamos que hoy el gran desafío es retomar la movilización del movimiento de mujeres, de forma independiente de todos los gobiernos y volver a construir un movimiento desde abajo que se plante para luchar contra el patriarcado, el racismo, la guerra, el genocidio y el capitalismo.