Uno de los principales objetivos para las y los revolucionarios es luchar por abrirle paso a la unidad en la acción de la clase obrera, mediante un programa revolucionario y métodos de la lucha de clases, sin duda es una tarea mucho más compleja y nos abre el desafío de cómo actuar en los momentos cuando aún somos minoría y nuestras ideas aún son marginales o no tienen la fuerza para por si mismas cambiar de rumbo una situación política determinada.
Durante el 2018 vimos como los empresarios se envalentonaron, en el marco de una situación con tendencias a la polarización política que por derecha ha expresado un ascenso de fenómenos políticos de derecha y ultra derecha a nivel mundial y en particular en América Latina, con Macri en Argentina, Piñera en Chile y más recientemente con el ultraderechista Bolsonaro en Brasil. Lo anterior no exento de un incrementando de embates parciales, como luchas contras los despidos masivos y antisindicales, como en argentina, o ataques sin respuesta como los cierres de fábrica y de faenas portuarias, como es el caso de chile durante el 2018, etc. Un contrapunto de lo anterior podemos verlo en la región de Antofagasta, afectada por despidos antisindicales selectivos como en la fábrica de explosivos para la minería Orica o los despidos en el Ferrocarril Antofagasta Bolivia del magnate Lucksic, como también en el sector público, como en el MOP y profesores, o recientemente en Santiago con los despidos selectivos en la multinacional de maquinaria minera Komatsu.
Por supuesto estos ataques patronales a mayor escala, por decirlo de algún modo, tienen como objetivo no solo reducir “costos” y maximizar sus ya multimillonarias ganancias, sino también mermar la organización de los trabajadores, aumentando lógicas de competencia y disciplinamiento en función de evitar cualquier tipo de resistencia a las reformas estructurales que buscan imponer en la región, fundamentalmente en las áreas de reformas hacia rebajas tributarias al gran empresariado, precarización laboral juvenil y extensión de la edad de jubilación en materia del ya fracasado sistema de pensiones.
Cabe además constatar un fenómeno contradictorio en la situación en Chile, ya que mientras el Frente Amplio (FA) por ejemplo, es una de las coaliciones con más intensión de voto, lo cual significa un importante apoyo y depósito de confianza de sectores de masas, pudimos ver su rol absolutamente estéril en el movimiento obrero, para hacerle frente a los ataques patronales [1], siendo más bien su función mantener aisladas las luchas y dividida las bases obreras [2].
Para sacarse este peso de encima, la clase obrera no posee intrínsecamente o en sí misma la solución, más bien, a pesar de sus múltiples iniciativas, por sí sola no puede acabar con todo el entramado ideológico y político impuesto sobre sus hombros, ya que al no tener independencia política como clase y estar bajo la órbita de la burguesía y de la burocracia, en el mejor de los casos, más bien su tendencia es al sindicalismo, es decir a luchar por reivindicaciones económicas inmediatas disociadas de una política que ataque las razones de fondo que provocan su miseria, es decir, la esclavitud del trabajo por el capital (Lenin, 1901)
En Chile tenemos grandes experiencias de lucha contra esos obstáculos estructurales que planteamos anteriormente, como son los combativos paros de subcontratados del cobre el 2007 y 2016, (año en que es asesinado a tiros por la espalda por Fuerzas especiales el minero Nelson Quichillao), o los obreros forestales subcontratados el 2007, (donde es ametrallado por fuerzas especiales el joven obrero forestal de 26 años Rodrigo Cisterna), el paro nacional en solidaridad de los portuarios el 2014, entre otros, quienes han demostrado con hechos concretos, con sangre y sudor la centralidad que posee la unidad de los explotados, pero que al mismo tiempo, al no contar con una dirección política propia (partido), independiente y a contracorriente de las burocracias y la burguesía, no han logrado triunfar y hacer de sus combates un patrimonio para el conjunto de la clase obrera. Por esta razón la construcción de partidos obreros revolucionarios, como base para la construcción de un partido mundial de la revolución social, es una tarea estratégica.
La cuestión de la unidad y la dirección
Uno de los principales objetivos para las y los revolucionarios es luchar por abrirle paso a la unidad en la acción de la clase obrera, mediante un programa revolucionario y métodos de la lucha de clases, sin duda es una tarea mucho más compleja y nos abre el desafío de cómo actuar en los momentos cuando aún somos minoría y nuestras ideas aún son marginales o no tienen la fuerza para por si mismas cambiar de rumbo una situación política determinada.
Por tanto, nuestra tarea se trata de asegurar la mayor unidad posible de las filas obreras buscando ampliar el marco de influencia de los revolucionarios y en última instancia, en el ejercicio mismo de la práctica conjunta con las bases de la burocracia y el reformismo, demostrarles que somos las revolucionarias y revolucionarios quienes podemos llevar hasta el final, con plena independencia de los empresarios, las iglesias y los partidos del régimen, las luchas planteadas. Es por esto, que Trotsky y un sector importante de la constelación de revolucionarios/as de la III Internacional al momento de pensar el frente Único y los acuerdos con otras corrientes hablaban del respeto relativo y condicional, a la unidad coyuntural planteada con otras corrientes ya que “En el momento en que los reformistas empiecen a poner freno a la lucha en detrimento del movimiento y a actuar en contra de la situación y de la voluntad de las masas, nosotros, como organización independiente, siempre nos reservaremos el derecho a dirigir la lucha hasta el final, aún sin nuestros semi-aliados temporales” (Trotsky, 1921)
Por tanto, planteamos el Frente Único Obrero como una cuestión táctica, (necesaria mientras las y los revolucionarios no hallamos conquistado la mayoría en el movimiento obrero para pasar a la ofensiva), en función de lograr la mayor unidad posible de las y los trabajadores para defenderse de algún ataque, por tanto no se trata de una alianza ingenua, por la unidad en lo abstracto de las fuerzas políticas o corrientes al interior del movimiento obrero [3]. Pero a su vez el frente único posee un elemento estratégico, que es abrirle paso a la emergencia de una nueva dirección revolucionaria, en la medida que logramos por una parte un quiebre de sectores de la base obrera con su antigua dirección y por otra buscamos fusionarnos o ganar a lo mejor para la militancia revolucionaria.
Sin duda no es una tarea fácil arrebatarle la dirección de la clase obrera a la burocracia, no es resultado de una cuestión espontanea de la vanguardia obrera, (Lenin, 1901), sino que es fruto de un duro trabajo, previo a la situación revolucionaria, de formación de cuadros políticos revolucionarios, de inserción orgánica en la clase obrera, de luchas a ratos más de carácter clandestino y otras veces más abierta en la medida que conquistamos posiciones, pero como plantea Trotsky en sus manuscritos antes de su asesinato, reunidos en el folleto “clase, partido y dirección”:
“Es necesario un gran choque histórico para revelar de forma aguda la contradicción que existe entre la dirección y la clase. Los choques históricos más potentes son las guerras y las revoluciones. Pero incluso cuando la antigua dirección ha revelado su propia corrupción interna, la clase no puede improvisar inmediatamente una nueva dirección, sobre todo si no ha heredado del periodo precedente los cuadros revolucionarios sólidos, capaces de aprovechar el derrumbamiento del viejo partido dirigente.” (LT, 1940)
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La doble faz de la táctica de Frente Único: Una buena defensa abre las posibilidades para un contragolpe eficaz
El pasaje al contragolpe, decía clausewitz, debe ser considerado como una tendencia natural de la defensa y en consecuencia, como uno de sus elementos esenciales.
Hemos visto como la táctica de Frente Único tiene como objetivo por una parte, la organización de la defensa ante los ataques patronales, lo cual es correcto pero no suficiente, ya que para el marxismo revolucionario con preponderancia estratégica, no basta con conservar o conseguir un programa mínimo, (por ejemplo, reincorporación de los despedidos), sino que desde ahí planteamos que la única manera de conseguirlo hasta el final, saliendo de los limites meramente sindicales o gremiales, es ir por un programa máximo (control obrero), por lo tanto eso significa aprovechar la defensa para dar un salto a la ofensiva, “el objetivo positivo (de la defensa) está dado por la acumulación de fuerzas para pasar a la ofensiva” [4] . Desde esta lógica un Gobierno obrero por ejemplo, es una expresión ofensiva de la táctica de Frente Único, es la forma más desarrollada de este, pero es ofensiva por su programa y su función, que no es más que preparar las condiciones necesarias para la insurrección y poner la producción bajo control obrero, para Clausewitz, “un pasaje rápido y vigoroso al ataque, el golpe de espada fulgurante de la venganza, es el momento más brillante de la defensiva” [5] . El momento de la ofensiva estratégica.
Debido a esto último, pensamos que participando activamente y donde podamos, provocar que despunten escenarios de lucha de clases y movilizaciones de masas, para así llegar a las bases obreras controladas por la burocracia, podremos ampliar nuestro auditorio y nuestro radio de influencia y acción, demostrando en los hechos la diferencias políticas en torno a cómo dirigen los reformistas y la burocracia y cómo podemos dirigir los revolucionarios. Ante esto Trotsky plantea que:
“Es cierto que, algunos sectores muy importantes del proletariado pertenecen a organizaciones reformistas y (centristas) o las apoyan. Su experiencia actual es demasiado insuficiente para permitirles abandonarlas y unirse a nosotros. Es precisamente luego de intervenir en aquellas actividades de masas que están a la orden del día, que se producirá un gran cambio en la situación.” (LT, 1921)
De este modo apostamos aglutinar en torno a los círculos de influencia de nuestra corriente a los sectores más resueltos y avanzados (vanguardia) y, a la vez, lograr que estos sectores irradien su confianza en sí mismos y se conviertan en una presión por izquierda de los sectores más de centro o vacilantes (retaguardia) de la base obrera y la juventud. En este sentido Trotsky, en sintonía con las posiciones de Lenin en relación a la imprescindible necesidad de la construcción de dirección revolucionaria, analizando las causas de la derrota de la revolución española en lucha política con grupos seudo-marxistas que reducían la responsabilidad de las direcciones a una incapacidad propia de las masas sublevadas para tomar el poder, plantea que, “El desarrollo de fuerzas no deja de modificarse rápidamente bajo el impacto de los cambios en la conciencia del proletariado, de tal manera que las capas avanzadas atraen a las atrasadas y así la clase adquiere confianza en sus propias fuerzas. El principal, elemento vital de este proceso es el partido, de la misma forma que el elemento vital del partido es su dirección.” (Trotsky, 1940)
Ya que es clave tener fuerza real con peso en sectores, necesitamos apostar con fuerza a construir polos revolucionarios y/o Bastiones en el movimiento obrero, lugares donde concentrando fuerza podamos ensayar a mayor escala, líneas de exigencia a la burocracia y sindicalistas, (en pos de la “Unidad de los explotados”), en miras de quebrar e influenciar a un sector de su base. Es decir, lograr conquistar posiciones propias, centros de gravedad (bastión) desde los cuales poder hablar, implementar nuestro programa y movilizar, etc. buscando así por otra parte imponer en los hechos, fruto del aumento en nuestras relaciones de fuerza que esto conlleva, la unidad de las filas de la clase obrera y para esto en nuestra condición de minoría, es necesario que se desarrolle el Frente único obrero (FUO), con los reformistas o neoreformistas, (que como ya vimos son quienes dirigen mayoritariamente al movimiento obrero), para defenderse de los ataques patronales y/o por mantener o conquistar libertades democráticas de la clase obrera, (como el derecho a reunión y la libertad de poseer sus propios medios de prensa), empujando a las burocracias a tener que demostrar ante sus bases, cuáles son sus nefastos métodos de “lucha” para defender los intereses de los trabajadores y trabajadoras. Sin lo cual a su vez se hace más complejo y abrupto el camino hacia la construcción de partido revolucionario, lo cual es el componente de maniobra del FU.
Es en ese campo donde se ponen a prueba, no las “voluntades políticas” sino la estrategia, es ahí, en su sentido estratégico, donde la lucha contra la burocracia [6], como garante de la dominación capitalista, (E. Albamonte, M. Maielo, 2017), abre la posibilidad para emerger como corriente revolucionaria en la clase obrera, las mujeres y la juventud, atrayendo hacia nuestras ideas y métodos al sector más decidido, el cual pueda vernos como alternativa para llevar hasta el final las tareas que exigen los combates del presente.
Sin duda esto último es clave, ya que la clase obrera no podrá pasar a una situación de ofensiva estratégica, (insurrección) sin hegemonizar, es decir, convertirse en clase dirigente de las otras clases y capas sociales oprimidas, hacia la toma del poder y la destrucción del estado burgués, sin sus propios organismos de auto organización pero centralmente no podrá llevar esta tarea histórica sin que el partido revolucionario no conquiste la mayoría del movimiento obrero y se transforme, contra todo oportunismo leguleyo, en su propia dirección revolucionaria, forjada en los combates y lecciones sacadas de cada una de las luchas defensivas previas, dadas durante su formación, de ahí la necesidad imperiosa para los y las revolucionarias de la construcción de Partido Revolucionario, siguiendo a Lenin, “el vínculo entre la constitución de los trabajadores como clase y la lucha por la hegemonía pasa por el desarrollo de fracciones revolucionarias, incluso si estas tienen que ser ilegales” (E. Albamonte, M. Maielo, 2017).
Bibliografía
Trotsky, L, “Sobre el Frente Único”, Los primeros 5 años de la III Internacional Comunista, Ediciones IPS, 2016.
Albamonte E. Maielo, M, Estrategia socialista y arte militar, cap. 4, Ediciones IPS, 2017
Lenin, W. Qué hacer, 1901.
Trotsky, L, Clase, partido y dirección, 1940
Trotsky, L. Comunismo y sindicalismo, 1929.
Maiello, M. Albamonte, E. Gramsci, Trotsky y la democracia capitalista, Revista Estrategia Internacional, N° 29, 2016.
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