“A working class hero is something to beIf you want to be a heroWell, just follow me”John Lennon, Working class hero
Una gran particularidad podemos encontrar cuando uno se propone escribir algo sobre el 1ro de mayo. Y es que se trata de una fecha y de una discusión de la cual mucho se ha dicho, pero que a la vez poco se conoce. Es por eso que en este artículo, y a modo de homenaje a su vez para los mártires de Chicago y a cada obrera y obrero que ha dado su vida en esta larga lucha épica por la liberación de la humanidad, nos proponemos por un lado contar los hechos por los cuales se conmemora esta fecha a lo largo de todo el mundo, así como también, en el pleno ejercicio marxista, de debelar una serie de mentiras que se han disfrazado de verdad incuestionable durante muchos años por quienes tienen el poder para su propio beneficio. He aquí la razón de ser del nombre de este artículo: Se trata de tres mentiras no del hecho en sí mismo que compete a los recordados mártires de Chicago, sino que mentiras que se pueden afirmar a partir de esta experiencia, y las enseñanzas –o lecciones- que nos deja para pensar –y actuar en- el presente.
Adentrémonos pues a lo que nos compete.
Mentira primera: La economía
¿Qué lo que motivó los hechos? ¿Qué fue lo que desencadenó que el día 1ro de cada mayo sea feriado? La reducción de la jornada laboral, en donde debemos tener en cuenta que las jornadas laborales la mayor parte del tiempo excedían las 10 horas diarias, con jornadas de 12, 14 o incluso 16 horas. Es así que diversos organismos obreros definieron ese día como un día de huelga internacional y de reivindicaciones de la clase trabajadora. Fue así que el año 1886 pasaría a la historia.
La actividad se preparó con delegaciones de obreros de los principales países industrializados para esa fecha, así con organización desde las propias bases y sindicatos de cada fábrica bajo la consigna de reducción de la jornada laboral a 8 horas diarias: 8 para trabajar, 8 para descansar y 8 para el ocio, el arte y la recreación, y así dividir en 3 las 24 horas del día.
Es aquí en donde nos encontramos con la primera mentira.
Los empresarios y sus medios de prensa salieron rápidamente a buscar boicotear la huelga, llamando prácticamente a cada uno de los obreros locos de remate, acusándolos de buscar destruir la economía y la prosperidad de la “nación” –y señalamos aquí que cualquier parecido con la realidad que pudiese percibir la lectora o lector no es mera casualidad-.
El New York Times consignó: “Las huelgas para obligar al cumplimiento de las ocho horas pueden hacer mucho para paralizar nuestra industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad de nuestra nación, pero no lograrán su objetivo.” Por su parte el Philadelphia Telegram denunció que: “El elemento laboral ha sido picado por una especie de tarántula universal y se ha vuelto loco de remate: piensa precisamente en estos momentos iniciar una huelga por el logro del sistema de ocho horas.” Todo esto mientras que el Indianapolis Journal afirmaba: “Los desfiles callejeros, las banderas rojas, las fogosas arengas de trúhanes y demagogos que viven de los impuestos de hombres honestos pero engañados, las huelgas y amenazas de violencia, señalan la iniciación del movimiento.”
Se trató en definitiva de una campaña para desacreditar la exigencia internacional de los obreros para buscar distribuir las horas diarias de su vida; campaña que incluso fue acompañada por dirigentes sindicales que prefirieron refugiarse en las falsas de los empresarios, en donde la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo hizo correr una circular a todas las organizaciones, en donde sentenciaba: “Ningún trabajador adherido a esta central debe hacer huelga el 1° de mayo, ya que no hemos dado ninguna instrucción al respecto”.
El llamado de la “Noble Orden” rápidamente fue desacreditado y sus dirigentes fueron rápidamente acusados con el justo nombre de traidores del movimiento obrero.
Sin embargo esta campaña se debe en su mayor parte a que la reducción de la jornada laboral implica meterse con las ganancias de los capitalistas. Ellos obtienen la mayoría de sus ganancias –por no decir que todas- de la explotación de sus trabajadores. Por poner un ejemplo, de 10 horas trabajadas, 1 corresponde a la innovación de la maquinaria, otra a diversos gastos de mantención, unas 4 horas de lo producido son destinados en forma de salario para los obreros, mientras que todas las ganancias recibidas en las 4 horas restantes se van directo al bolsillo de los capitalistas. Esto fue lo que Marx y Engels denunciaron de la lógica capitalista: La riqueza de los capitalistas es a partir del robo de lo que los mismos trabajadores producen, y con este robo se pagan la vida para no tener que trabajar a costa de los demás. [1]
Es por esta razón que todas las alertas de la desestabilización de la economía no correspondían sino que a otra cosa del temor desesperado de los capitalistas a nivel internacional para que no se metieran con sus bolsillos, mientras que los obreros, y sus familias, dejaban –y dejan- la vida en el trabajo para recibir al final del día un sueldo que apenas les sirve para subsistir, para que al día siguiente vuelvan a trabajar y seguir abultando la riqueza de los empresarios.
Esa fue la mentira que se atrevieron a desafiar, a enfrentar y confrontar los obreros a nivel internacional al momento de exigir la reducción de la jornada laboral.
Mentira segunda: La igualdad ante la ley y el Estado
Las movilizaciones, las concentraciones de obreros y las huelgas rápidamente se extendieron por todo el “viejo mundo” [2]. Fue así que Chicago, una de las principales ciudades norteamericanas, con mayor concentración obrera, con mayor presencia de inmigrantes que llegaban en búsqueda de oportunidades de trabajo, y con mayor tránsito de trenes que transportaban diversas cargas y mercancías, se transformó en una verdadera postal de la rebelión obrera.
Tal es así que todas las fábricas paralizaron. A excepción de una: la fábrica de maquinaria agrícola McCormick. Sin embargo, esta fábrica se encontraba paralizada desde el 16 de febrero del mismo año (1886), debido a que los empresarios se habían propuesto hacer descuentos a los obreros para con ese dinero construir una iglesia. ¿Entonces, cómo mantenía la producción? Con rompehuelgas. Personas que sabiendo que sus compañeros de trabajo han votado huelga, asumiendo todos los riesgos, deciden traicionarlos para jugar a favor de los patrones. Los obreros movilizados rápidamente se congregaron a las afueras de la fábrica, en donde August Spies [3] daba un discurso. La alarma de la salida de turno de los rompehuelgas sonó y los enfrentamientos entre los huelguistas y los esquiroles no tardaron en comenzar. La policía llegó al lugar y disparó a quemarropa asesinando a seis obreros, y dejando a 15 heridos.
Adolph Fischer, al presenciar estos hechos, en un reflejo que cualquier agitador reconocería como un acierto, corrió hacia la imprenta del periódico Arbeiter Zeitung, del cual era redactor, para imprimir 25.000 octavillas con el siguiente mensaje:
Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer frente a la fábrica McCormick, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!
¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria.
Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.
Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costoso y se bebía a la salud de los bandidos del orden...
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!
¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos! [4]
La rabia fue tal que Chicago presenció manifestaciones obreras hasta el 4 de mayo de 1886. Los acontecimientos se trasladaron esta vez al Haymarket Square, en donde las protestas fueron autorizadas por el alcalde de la ciudad hasta las 21:30hrs. Sin embargo, la rabia de los obreros superaba cualquier límite horario. No sería esa la excusa para abandonar las calles.
Es así que John Bonfield, inspector de policía, da la orden a 180 uniformados de reprimir las manifestaciones. Los obreros no dudan en resistir. Mientras tanto, una bomba cruza el campo de batalla, lanzada por una mano desconocida, que impacta en el cuerpo policial. La policía responde asesinando a una cantidad incontable de obreros que sólo la historia sabrá, para luego decretar Estado de sitio y toque de queda. Los allanamientos a las viviendas obreras no se hicieron esperar, así como las múltiples detenciones a centenares de obreros en los días siguientes, incluyendo golpizas y torturas.
Posteriormente, el 21 de junio del mismo año, se lleva adelante una investigación en contra de 31 obreros –cifra que posteriormente se redujo a 8-. Se trató de un montaje que pareciera que tuvo como propósito ser lo más fraudulento posible. Por su parte la prensa exigió prisión para los obreros estadounidenses, mientras que condena de muerte en la horca para los inmigrantes.
Sobre esto, el "Chicago Tribune" afirmaba:
La justicia pública exige que a los asesinos europeos August Spies, Michael Schwab y a Samuel Fieldem, se les detenga, se les juzgue y se les ahorque. La justicia pública exige que el asesino A. R. Parsons, de quien se dice que deshonra este país por haber nacido en él, sea capturado, juzgado y ahorcado por asesinato.
José Martí, quien fue corresponsal de Chicago del diario “La Nación” de Buenos Aires, relató los últimos momentos de éstos mártires obreros:
…salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas plateadas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos…abajo la concurrencia sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro…plegaria es el rostro de Spies, firmeza el de Fischer, orgullo el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita que la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera decir ahora…los encapuchan, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos cuelgan y se balancean en una danza espantable… [5]
No será hasta el 26 de junio de 1893 que Samuel Fielden, Oscar Neebe y Michel Schwab, puestos en prisión bajo la misma causa, fueron indultados, debido a que se estableció que no existía ninguna pena que los declarara culpables. 34 años después, el revolucionario ruso, Vladimir Lenin, afirmaría que: “La igualdad ante la ley no es necesariamente la igualdad en los hechos.” [6]
Y definitivamente en esta sociedad es así. El caso de los mártires de Chicago se trató de un montaje orquestado desde la policía, la prensa, los jueces y los capitalistas, en un escenario post-guerra civil, en donde buscaron poner un ejemplo con una serie de asesinatos a obreros en uno de los epicentros del capital en ese entonces. Se trató de un crimen de Estado a favor de la estabilidad de la clase dominante.
Es aquí en donde es necesario destacar que el Estado es parte de este mismo entramado. Una oficina con acceso restringido, custodiada por militares y policías, representada por periodistas burgueses que promoverán la verdad de los poderosos, custodiaba bajo llaves y financiada por los empresarios y banqueros, para que un grupo reducido de políticos administre la vida de las grandes mayorías. Es decir, la oficialización y la institucionalización de esta desigualdad.
El Estado se vuelve aquí, como diría Lenin citando a Marx: “El Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del “orden” que legaliza y afianza esta opresión”. [7] Tirando por la borda la mentira de la igualdad ante la ley. La ley es a su vez un instrumento para perpetrar esta cruzada de los ricos, y un arma a su vez para castigar a todos aquellos que los desafíen.
El mismo testimonio de George Engel da cuenta de lo expuesto en estas líneas:
[8]
Mentira tercera: No sirve luchar
Sin embargo, a este punto nos encontramos con la última –al menos de este texto- y la mayor de las mentiras: No sirve organizarse, no sirve luchar en contra de todos los crímenes cometidos en contra de la humanidad cometidos y perpetuados por los poderosos y los ricos.
Se trata de una de las farsas más extendidas a nivel mundial. Sin embargo, es necesario destacarla –al igual que las farsas anteriortes- para pensar el provenir del curso de los hechos en la actualidad, en donde diversas movilizaciones comienzan a desarrollarse en Ecuador, Colombia y Panamá en contra del hambre. Mientras que diversas huelgas de desarrollan a su vez en diversas partes del mundo, como en EE.UU, España, Italia, entre otros, así como la llama que sigue ardiendo del estallido social chileno.
Se aproxima una crisis económica de una envergadura importantísima que no tiene similitud en los últimos 90 años. Y los empresarios buscarán articular estas tres farsas a su beneficio. La primera ya la podemos ver con la serie de despidos, recorte a los salarios, así como las suspensiones de contrato y las largas filas de familias trabajadoras para retirar sus fondos de pensiones para sobrevivir mientras tanto. La segunda farsa la hemos visto con los miles de detenidos e incriminados por Carabineros en el marco del estallido social en Chile, o incluso con el caso de Camilo Catrillanca, joven mapuche que fue asesinado por Carabineros de Chile y el gobierno intentó ocultar esta información, afirmando que Camilo era un delincuente ladrón de vehículos, cuando se encontraba paseando en un tractor. Mientras que la tercera farsa se ve a través de los discursos de unidad de los gobiernos, afirmando que debemos permanecer unidos y confiar en las medidas que tome el Estado, para buscar evitar así resguardar los intereses de las cúpulas y clases dominantes ante el riesgo de rebeliones obreras y revoluciones a raíz de la crisis económica y sanitaria que se vive a nivel global.
El máximo homenaje hoy en día a cada uno de los mártires de Chicago, y a cada rostro anónimo en la larga cruzada de la lucha por la emancipación de la humanidad, es el reconocer estas farsas y mentiras, para abrir y no volver a cerrar los ojos jamás, y prepararse de manera activa para los embates y combates venideros, a través de la radicalización de nuestras ideas y acciones, pero por sobre todo a través de la propia organización.
Como diría Antonio Gramsci: "Instrúyanse, porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia; conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo; organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza." [9]
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