Si algunos esperaban que el spot presidencial del jueves 5 de enero mostrara cierta sensibilidad con el descontento producido por el alza a la gasolina, el anuncio de Peña Nieto fue todo lo contrario.
Sábado 7 de enero de 2017
Lejos de apaciguar las movilizaciones y prometer -así fuera falsamente- medidas que contrarrestaran mínimamente los efectos del gasolinazo, lo que vimos fue la indolencia, la soberbia, y las amenazas de un gobierno que huye hacia adelante, provocando en cada paso más descontento y mostrando a la vez su debilidad. El muy escaso margen de maniobra de Peña Nieto lo lleva a correrse cada vez más a la derecha.
Algo pasa en el tricolor
El eje principal de su anuncio fue el beneplácito por la reincorporación de su amigo Luis Videgaray, cuya política al frente de la Secretaría de Hacienda tuvo los desastrosos resultados que muestran las finanzas y la economía nacional. Pero Videgaray cuenta con el beneplácito de Donald Trump, reflejando así la consolidación, al interior del PRI y del gobierno, del grupo Peña Nieto-Videgaray por encima del encabezado por Osorio Chong y la ahora exsecretaria de relaciones exteriores Claudia Ruiz Massieu en la disputa interna del gabinete.
De esta manera queda claro que Peña Nieto busca posicionar a su amigo y consejero en la carrera presidencial del 2018, buscando un continuismo absoluto donde la exoneración de su enriquecimiento al amparo del poder (y el del mismo Videgaray) queden impunes. Y es que por encima de todo el descontento, la crisis política y social en el país, y el tremendo desprestigio presidencial, están los compromisos con el imperialismo estadounidense y el capital trasnacional. Eso es lo que está por detrás de haber implementado una medida tan antipopular como el gasolinazo.
Pese a su gesto seguro -mientras leía en el telepromter- a nadie convenció el listado de mentiras del presidente y la repartición de culpas. Fue evidente cómo, desde el poder, quieren forzar la realidad y soslayar la debilidad del estado mexicano mermado por el avance de la entrega al imperialismo. Incluso la prensa nacional, tan proclive a transmitir como ciertos los informes y anuncios oficiales, ha sido crítica de lo que en la percepción más popular son viles mentiras.
Es más, a diferencia de otros tiempos -cuando se sucedían las fotos alegres del Pacto por México-, Peña Nieto parecía, sin el respaldo de esos partidos, el solitario de Palacio, mientras que sus aliados del otrora Pacto tratan ahora de posar en la calle como severos críticos del presidente. Incluso, gobernadores del PRI como Claudia Pavlovich, exgobernadores y algunos diputados y senadores de ese partido, consideran abusiva la medida y cuestionan -ante el descontento surgido en sus estados- que no los hayan consultado para su aplicación; en una crítica también al centralismo que les impone desde Los Pinos. Ese deslinde no es común en la monolítica familia priísta. Algo pasa en el tricolor.
El cinismo y los argumentos tramposos
En medio de la escalada de precios resultante del alza a los energéticos (como los aumentos a las tarifas de electricidad, la tortilla y el transporte público) el anuncio de los empresarios de que el aumento en el costo del diésel y la gasolina repercutirá necesariamente en los costos de producción y serán cargados a los consumidores (como advirtió la Concamin), la afirmación de Peña Nieto de que la gran mayoría no será afectada por no usar automóviles, resulta una burla y una muestra de que, en lo que resta de su gobierno, va con todo contra los que menos tienen.
Las afirmaciones de un gobierno que no logró abatir el desempleo, el trabajo precarizado, los bajos salarios, que cada vez se fue alejando más del prometido 5% del crecimiento económico y que supuestamente crecería más para el 2017, preanuncian una posible crisis cuyas dimensiones el gobierno parece no contemplar.
Los principales asesores financieros y economistas sitúan el PIB del próximo año en 1.7 por ciento, que significaría 0.4 menos que el del pobrísimo 2.1 del 2016, con un crecimiento de la inflación y una creciente devaluación del peso.
El gobierno no tiene mucho margen ni económico ni político para mediatizar este descontento. Ni chantajeando con la disyuntiva: el “gasolinazo” o la pérdida de programas asistenciales para reducir la pobreza; pobreza que, por más anuncios propagandísticos, no se reduce.
Pero si la soberbia del priista Peña Nieto excedió los límites de la desfachatez política, donde más débil se vio fue al pretender desvincular el aumento al precio de la gasolina de la reforma energética y la aprobación de la Ley de Hidrocarburos de octubre de 2016, particularmente el artículo 14, donde se especifica el Impuesto Especial Sobre Productos y Servicios, misma que votaron todos los partidos.
Y es que esta política energética obedece a la entrega de los hidrocarburos a las empresas transnacionales que se instalarán en el país para quitarle el monopolio a Pemex en la comercialización del combustible. Es la entrega de los recursos estratégicos no renovables lo que quiso ocultar el presidente en su mensaje a la nación.
Esa forma de ningunear mediante anuncios a la población preocupada por la imposición del gasolinazo, se explica solamente por el salto que ha dado la subordinación del gobierno de Peña Nieto a la Casa Blanca ante las amenazas del proteccionismo de Trump que ya empezó a impactar en la economía mexicana con el impedimento a la Ford de invertir 1600 millones de dólares en la instalación de una planta en San Luis Potosí, al mismo tiempo que amenaza a Toyota y la General Motors de aplicarles un gran impuesto fronterizo si instalan sucursales en el país. Con estas medidas Trump golpearía al sector más dinámico de la economía nacional y que es de los más productivos de Latinoamérica. Mal le iría a México (todavía más), si el gobierno abiertamente se subordina a la visión aislacionista del racista y misógino Trump.
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Lo que oculta el spot de Peña Nieto al festejar el regreso de Videgaray, bajo la peregrina idea de que sería el negociador idóneo ante Trump que lograría hacerle cambiar su política ofensiva sobre México. Es que el nuevo secretario de Relaciones Exteriores será el responsable de negociar -muro fronterizo de por medio- la repatriación a México de los 3 millones de migrantes anunciados por Trump y profundizar la entrega del país. Esto, bajo la todavía más ilusa idea que Peña Nieto quiere imponer, de que la principal potencia imperialista del mundo nos tratará como iguales, debido al nombramiento de Videgaray en Relaciones Exteriores. Es decir, que no se nos verá como semicolonia y su “patio trasero”.
Peña Nieto se dirigió amenazadoramente, contra los que apuestan a la “desestabilización”. Ahí, rodeado de su partido, envalentonado –y muy lejos de los que en la calle piden su renuncia–, lanzó la pregunta “¿qué hubieran hecho ustedes?”, haciendo recordar al famoso “¿y yo por qué?” de Fox.
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Mario Caballero
Nació en Veracruz, en 1949. Es fundador del Movimiento de Trabajadores Socialistas de México.