Los gobiernos imperialistas son los defensores de esos gigantes laboratorios. La lucha por la liberación de las patentes es una cuestión vital para el conjunto de la humanidad.
Jueves 6 de enero de 2022 09:24
Las principales farmacéuticas estadounidenses y europeas siguen haciendo caja con la pandemia. El año 2021 cerró con récord de ingresos. Las norteamericanas Pzifer y Moderna lograron, en euros, 31.450 millones y 15.725 millones respectivamente, y la alemana BioTech 14.850 millones. Otras como la británica AstraZeneca o la estadounidense Johnson & Johnson aún no han publicado sus resultados, pero se prevé que sean también históricos.
Un negocio redondo que se está realizando a costa de que regiones enteras, especialmente de África, estén muy rezagadas en la campaña de vacunación. La Organización Mundial de la Salud (OMS) pronosticó que de no acelerarse dicha campaña, este continente con 1.300 millones de personas podría llegar al 70% de la población vacunada, recién en 2024.
La liberalización de las las patentes fue demandada por más de 100 países en otoño de 2020 en la Organización Mundial del Comercio. Los gobiernos imperialistas de EEUU, Japón y la Unión Europea, incluido el gobierno del Estado español -el "más progresista de la historia", según su propia denominación, del PSOE y Unidas Podemos-, se opusieron.
Desde entonces algunos de ellos han cambiado su posición, pero solo fueron discursos demagógicos, porque en la realidad nada cambió, desde Biden hasta el mismo Pedro Sánchez, no tomaron ninguna medida real contra esos derechos de propiedad.
A día de hoy más del 40% de la población mundial no ha recibido ni tan solo una dosis y solo la mitad tienen la pauta completa de dos. Pero este dato global se convierte en dramático si vemos los índices de países como la República Democrática del Congo el índice es de un 0,1% de su población, en Nigeria un 2,2% o en Camerún un 2,5%, por poner solo tres ejemplos de lo que es una tónica continental de la que solo se libran Marruecos, con un 62%, Túnez, con un 50% y Botsuana con un 43%. Egipto supera tímidamente el 20% y Sudáfrica no llega al 27%.
Como han advertido virólogos y científicos, la ausencia de una estrategia de inmunización global, condena a toda la humanidad a alargar la pandemia, dada la multiplicación de posibilidades para la emergencia de nuevas mutaciones del coronavirus. Las dos variantes con las que abrió y cerró 2021, provocando un repunte de contagios, hospitalizaciones y nuevas restricciones a final de año, surgieron precisamente de dos de los países que demandaban en 2020 la liberación de patentes que no llega: Delta en la India y Ómicron en Sudáfrica.
Según el propio Centro de Desarrollo de Vacunas de EEUU se necesitan todavía 9 mil millones de dosis para lograr una vacunación mundial, lo que equivale a una producción casi tan grande como la distribuida hasta ahora de unos 10 mil millones.
Un negocio que no se quieren perder estas mismas multinacionales, que ya pronostican otro año de ingresos y ganancias récord para 2022, aunque, como ha criticado la propia OMS, es más probable que se dirijan a terceras y hasta cuartas dosis – como ya se están poniendo en Israel – en los países imperialistas o que tengan capacidad de compra, y no al continente africano por ejemplo.
La primacía de los intereses y dividendos de estas compañías y sus accionistas, por encima del derecho al acceso a un bien tan esencial como las vacunas de cientos de millones, es una de las muestras más patentes del carácter criminal e irracional de este sistema.
La lucha, en particular en los países imperialistas que son quienes tienen la llave, por la liberación de la patentes y la nacionalización de laboratorios e instalaciones necesarias para la producción y distribución a escala mundial de los viales, se convierte este 2022 en una demanda vital para el conjunto de la humanidad.