×
×
Red Internacional
lid bot

Música // Rock. Pil: “Hay que apoyar reivindicaciones de género, a lo largo de la historia fuimos canallas con las mujeres”

Charlamos con el cantante sobre el flamante disco de su banda Pilsen, donde cuestiona a la oligarquía terrateniente, la represión, el rock anquilosado, la misoginia y el capitalismo en tiempos de pandemias.

Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola

Domingo 19 de abril de 2020 12:00

Pil Chalar con uno de sus discos favoritos: London Calling de The Clash.

Pil Chalar con uno de sus discos favoritos: London Calling de The Clash.

A cuatro mil kilómetros de Buenos Aires y a casi veinte años de haberse mudado a Lima, Pil Chalar sigue observando el presente y el pasado como si todavía viviera en Argentina. Acá es donde nació como persona y como artista, donde descubrió el punk y donde inscribió su nombre en una cultura rock que lo valora a pesar de la distancia.

Incluso en esta época de pandemia, cuarentenas y cierre total de aeropuertos, el ex cantante de Los Violadores atraviesa las fronteras y se hace presente a través de la salida de Carne, tierras y sangre, el nuevo disco de su banda Pilsen y el primero de estudio que graba bajo nombre grupal la formación que ya se había alineado para su álbum solista Último hombre (de fines de 2015). Se trata de catorce canciones repartidas en 42 minutos de alto impacto, letras tajantes y riffs pegadores, pero también texturas y cierta experimentación audaz a la que el grupo no nos tenía acostumbrados.

Distintos episodios habían postergado la salida de un material pensado para el año pasado. Por empezar, las distancias: el baterista Tulio Pozzio vivió mucho tiempo en La Plata y grabó las baterías en el estudio DDR de Adrogué, mientras que el guitarrista Tucán Barauskas viajaba a Buenos Aires desde su San Nicolás natal para ir registrando las composiciones en sesiones, tal como Pil lo hacía con su voz en cada expedición desde Perú a Argentina.

Tomy Loiseau era miembro de Pilsen y tuvo a su cargo arreglos e ingeniería de sonido en el nuevo disco.
Tomy Loiseau era miembro de Pilsen y tuvo a su cargo arreglos e ingeniería de sonido en el nuevo disco.

Pero lo más doloroso fue el fallecimiento de Tomy Loiseau, quien en 2013 se sumó como bajista y, en lo sucesivo, fue adquiriendo roles en la composición, los arreglos, el sonido y la grabación, tarea que lideraba en su estudio Estocolmo de Caballito. “Lo conocía de haberlo visto tocar en la banda del ex bajista de The Boys, Duncan Reid, e hicimos una gran amistad pese a no vernos constantemente. Un tipo conciliador, buena persona y alegre”, recuerda Pil. “Como ingeniero de sonido fue con el que mejor grabé, porque le quitaba tensión a algo que siempre suele ser estresante. Además, había logrado abrirnos de nuestros límites para ir más allá del punk rock, pero sin dejar de sonar fuerte. ¿Un ejemplo? Le mandé una letra que hablaba sobre el mito andino del Wakón y la Pachamama, y al otro día me respondió con un tinku. Lo recuerdo casi todos los días de mi vida. Y lo extraño…”.

Cancelados la salida del disco y los shows pensados para diciembre de 2019, los planes quedaron para abril y mayo de 2020, aunque el estado de alerta por la pandemia coronavirósica obligó nuevamente a suspender todo. Así las cosas, Pilsen decidió no demorarse más y soltarlo de manera gratuita Carne, tierras y sangre en YouTube y Spotify, a la espera de que todo amaine y así poder publicarlo en formato físico.

Pil Chalar en el estudio de grabación.
Pil Chalar en el estudio de grabación.

El álbum abre con la canción que da nombre al disco y traza una forma de analizar la historia argentina según una técnica a la que Pil echó manos en tantos otros discos: partiendo de un libro. “Un amigo me prestó el libro Operación masacre, de Rodolfo Walsh, y me produjo una descarga muy fuerte en la cabeza, porque se trata de un relato muy duro y cruento sobre una matanza realizada por la policía, aplicando la ley marcial”, cuenta Chalar. “Al otro día de haberlo terminado, me desperté y se me vino de golpe la frase que terminaría abriendo la canción: Ayer se levantaron los fusilados de José León Suárez. Los ví como fantasmas que no descansan, así que la canción es en cierto modo una forma de exorcizarlos. Y, una vez que terminé la letra y le puse un nombre, me di cuenta de que ahí estaba el título del disco”.

LID – Carne, tierras y sangre recuerda a esa fórmula de tres palabras que también usaste en “Represión” con “fútbol, asado y vino”. ¿Encontrás un hilo conductor entre ambas canciones?

Pil Chalar - Cuando hice la letra, casualmente me puse a pensar en eso: “¿justo tres palabras?”. Y sí: en el fondo eran trípticos conectados. El fútbol es la tierra, la pasión; la carne es el asado; y el vino, la sangre. Si bien cuando hice “Represión” estábamos en plena dictadura, ya había un neoliberalismo apoyado por esa represión. Pero antes de esto a la vez estaba instalado ese modelo agropecuario que viene de la generación del 1880. Y ahí tenemos una forma de ver la historia, claro: la de las mil familias dueñas de las tierras robadas, la oligarquía que comercia la carne con el apoyo de ciertos sectores políticos… y la sangre que cae siempre del lado obrero, laburante. Una reforma agraria no vendría nada mal en algún momento, ¿no?

“Un punto dentro del otro” está influido por Borges, mientras que “Marienbad (Un año atrás)”, por Bioy Casares. ¿Cómo te vinculas con esos escritores que uno imagina distantes de tu pensamiento?

“Un punto dentro de otro” fue la primera canción de este disco, una especie de adelanto que salió dos años antes. Me había ido a una cabañita fuera de Lima, a modo de recreo, y lo primero que me salió fue esa letra. Recuerdo que directamente la escribí en un mail que le mandé directo al Tucán. Imaginé la música con una slide guitar, se lo comenté… y así quedó. En mi subconsciente siento que hay algo de El Aleph, aunque por supuesto estoy muy lejos de esas cosas… Borges era un tipo del siglo XIX que venía de una familia que valoraba la nobleza y la estirpe del guerrero, los soldados, el sable. Pero lo que me importa de él es su obra, sus laberintos, su no tiempo-espacio, su quijote escrito por otro exactamente igual.

Marienbad, en tanto, es una villa en la actual Republica Checa que Bioy nombra en La invención de Morel, novela en la que a su vez está inspirada la película francesa El año pasado en Marienbad. Yo saqué cosas de ambas y le agregué otras que coloqué yo. Luego Tucán le metió una muy buena música, Tomy la arregló y quedó todo fantástico. Es un sueño dentro de un sueño, una proyección. Algo surrealista, quizás. Y, por lo que estoy notando, es una de las canciones que más gusta de este disco.

¿Cómo llegaste a la historia de Negzzia, la modelo iraní protagonista de “Rojo y negro persa”?

Fue, en principio, por un artículo que salió en el diario El País, de España. Negzzia se escapó de Teherán después de haber sido condenada a 148 latigazos por posar en fotos vestida con prendas de lencería. Primero huyó a Estambul, luego a Milán y, finalmente, a París. En todos esos lugares la pasó mal, estaba sin recursos, dormía en plazas y la querían prostituir. Hoy, por suerte, tiene estatus legal en Francia, donde reside y recuperó su trabajo como modelo. La suya es una historia de temple y coraje. ¡Una gran mujer! Una vez que grabamos la canción, se la hicimos llegar y le gustó la música, aunque solo entendió la palabra “Teherán”. Entonces se la tradujimos al inglés y quedó sin palabras, muy emocionada. Lo compartió en sus redes y quedamos en ver la posibilidad de hacer un video sobre el tema.

Se trata de tu primera letra sobre reivindicaciones de género. ¿Sentiste que era necesario dejar sentada una posición sobre una problemática que nunca habías abordado?

¡Es que hay que estar con esas reivindicaciones! La historia de Negzzia opera también como una metáfora: fijarte que en Medio Oriente la querían flagelar, mientras que en Occidente la presionaban para explotarla sexualmente. Los hombres hemos sido canallas con las mujeres a lo largo de la historia, pero, así y todo, ciertos personajes andan diciendo que esto es una guerra de género. Unas verdaderas lacras a las que ves con altoparlantes contra marchas feministas o hasta incluso dando conferencias por varios países. Gentuza que quiere estar en un mundo donde el hombre llega a la casa después del trabajo y la mujer lo abanica como si fuera una esclava. Bueno, muchachos: eso se terminó.

En “Así está el rock” invitaste al rapero XXL Irione. ¿Qué opinas sobre el rap, el hip hop y el freesyle? Muchos congéneres tuyos denostan esos géneros, dicen que les falta armonía y melodía…

Ya conocía a Eminem, Cypres Hill o Beastie Boys, pero mi hijo me actualizó metiéndome en las batallas de gallos. Algunos dicen que es una música monocorde, pero yo la defiendo: es lo que hoy escuchan los pibes y hay que respetarlo, porque si no me convierto en esos tipos que, cuando yo era joven y escuchaba a Los Beatles, me decían que era un pelotudo. ¡No quiero ser eso que yo mismo odiaba! Por supuesto que hay cosas que detesto, como por ejemplo el reggaeton. Pero el hip hop me parece muy interesante, también las rapeadas y las fusiones que se dan. La idea de invitar a un rapero fue de Tomy. XXL Irione nos vino bárbaro, porque curtió los suburbios y le gusta el punk. ¡Además es muy buen tipo! Fustigó muy bien a todos los boludos rockeros y punkys flojos que miran lo nuevo de reojo. Ellos, que fueron rechazados de chicos, ahora rechazan lo nuevo. Si la sufriste de joven… ¿por qué ahora haces lo mismo? ¡Qué idiotas!

¿“Así está el rock” vendría a ser una actualización de aquel “Viejos patéticos” que escribiste con Los Violadores para criticar a las generaciones enquistadas?

Y… la canción dice un poco que el que va a tomar la posta será el hip hop, porque las bandas del rock argentino mainstream… son decadentes. No tienen mensaje, tampoco poesía, y ni siquiera un trasfondo. Solo viven del aparato del pop-arte para llenarse los bolsillos… ¡aunque en este momento de cuarentena deben estar llorando! Lo toman como un trabajo, sin ninguna pasión. O las bandas de reggae que se creen Bob Marley porque se ponen debajo de una lámpara solar. Esta canción la escribí justamente en Jamaica, donde vi bandas de reggae muy buenas y pensaba: “En Argentina se cree Bob Marley cada uno…”. Y también tenés cada jetón que se cree Rolling Stone. ¡Jagger tiene 80 años y sigue corriendo en los escenarios!

León Gieco junto a Tucán Barauskas (guitarra de Pilsen) y Tomy Loiseau.
León Gieco junto a Tucán Barauskas (guitarra de Pilsen) y Tomy Loiseau.

Invitaste a León Greco para regrabar el tema “Nonsanto”, un himno tuyo contra los agrotóxicos. ¿Sentís que ese encuentro fue una especie de deposición de armas por una causa urgente?

Sentí que grababa con un artista anterior a mí, de los ’70. Escucho y escuchaba rock de esa época. En la primera época de Los Violadores éramos muy duros con esa generación, aunque con León siempre hubo ideas y una sensibilidad común. Fíjate que nosotros criticamos aquel Festival de la Solidaridad Americana por Malvinas y León, que había participado ahí, me dio la razón años después. La cuestión es que conseguí un contacto y le dije: “En mi voz este mensaje lo escucharon algunos miles; pero en la tuya puede llegar a cientos de miles”. Sé que siempre tuvo militancia y que ha enfrentado a corporaciones. Le mandé la canción y le encantó. Vamos a ver si hacemos un video junto a él. Dependemos de su tiempo, aunque en estos momentos de pandemia, cuarentena y aislamiento todos nos preguntamos: “el tiempo… ¿dónde está?”