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El Círculo Rojo. Pongan cumbia

Un recorrido por la cumbia, un género lleno de música, debates y prejuicios, antes de L-Gante. Columna de Cultura en El Círculo Rojo, programa de La Izquierda Diario los jueves de 22 a 24 por Radio Con Vos FM 89.9.

Celeste Murillo

Celeste Murillo @rompe_teclas

Viernes 9 de julio de 2021 01:18

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· Los debates y las conversaciones alrededor de L-Gante por la mención de la vicepresidenta en un discurso hablaron de mucho más que de este músico que terminó en la grieta de computadoras sí, computadoras no, que es otra forma del debate alrededor de las políticas públicas. Se dijeron muchas cosas más sobre los estigmas que existen sobre la juventud de los barrios pobres, de las clases populares, sus consumos culturales y su vida, que está atravesada por otras grietas: la precarización, la pobreza o el hostigamiento de la Policía.

· Muchas de las cosas que se dijeron sobre las letras de la cumbia 420, su estética y su público, son cosas que escuchamos hace décadas sobre la cumbia. Es un género con un recorrido largo y complejo, sobre el hay menos interés y más prejuicios que sobre otros géneros.

· Si les interesa este tema, les recomiendo un texto de los sociólogos Pablo Alabarces y Malvina Silba, que se llama “Las manos de todos los negros, arriba” y reflexiona sobre el género y su identidad, su relación con el mercado y la industria cultural, que intenta evitar los lugares comunes sobre este fenómeno social y cultural.

· Una definición que les robo a los autores: la cumbia en toda América latina es escuchada por las clases populares y se consagra como el género más popular, “en el doble sentido de su consumo y de su significación de clase”.

El principio

· La historia de la cumbia, siendo esquemáticos, tiene un inicio en los años ‘60, la banda icónica de ese momento son Los Wawancó, una banda de La Plata, formada por estudiantes latinoamericanos que llegan a Argentina a estudiar en su universidad. Sus ritmos se mezclan con los que suenan en varias provincias, sobre todo el chamamé y el cuarteto.

· Su impacto llega hasta el cine, como en la película Villa Cariño, donde los Wawancó aparecen tocando una discoteca de clase alta. Y aunque empieza a circular en las ciudades, hay poco registro de este momento por el poco interés de los medios especializados en música, sobre todo porque es un género de las clases populares.

La movida tropical

· Los años ‘90 son la explosión de la industria tropical y al aparecer en los medios masivos, vender muchos discos y hacer explotar las bailantas, empieza a recibir algo de atención. Conviven figuras hiper populares como Ricky Maravilla y bandas que fabrican las productoras, pensadas para ampliar el público a la clase media: cantantes más blancos, más lindos, más hegemónicos, como Comanche o Ráfaga.

· Estamos en pleno menemismo y reestructuración neoliberal del país. La cumbia se masifica pero no se no borran las estigmatizaciones y las diferencias de sus públicos. La cumbia se disfruta como un “permitido” en la clase media, se la baila en una fiesta, pero nunca se escucha en casa, no se la siente propia.

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La cumbia villera

· A fines de los años ‘90 y comienzos de los 2000 se da un quiebre con respecto a las reglas del género, sus temáticas y su estética. Aparece la “cumbia villera”. Si antes el eje era el amor y lo romántico, ahora es lo social: las canciones hablan de drogas, la policía, de la vida de la juventud pobre que vive en las villas y barrios populares. Se ve en los nombres de las bandas Pibes Chorros o Damas Gratis. Aparece un tema que ameritaría una columna en sí misma: las mujeres, se señala mucho la cosificación (que está) y poco la presencia de temas que antes no existían, como el placer. Como casi todo, es más complejo.

· Existía identificación, seguro, pero es interesante pensar también la mediación del mercado, que elige y promueve ciertos productos, no todas las bandas trascienden. Y las “preocupaciones” por las letras tenían más que ver con el contexto del 2001 y la estigmatización de la juventud pobre que con las estrofas. ¿O el rock no cosifica a las mujeres, no habla de drogas y violencia? Siempre es interesante preguntarse, quién pone las etiquetas, quién enciende las alarmas.

Cómo llegamos hasta acá

· Siguieron años de la llamada “cumbia cheta”, como Agapornis, que básicamente reversionaba clásico del rock nacional con ritmo de cumbia. Y esto da paso a una más “cuidada”, más correcta en sus letras, más aceptable para la clase media. De ahí salen muchas bandas, que no las hace un género menos legítimo o disfrutable.

· En este escenario mezclado aparece L-Gante. Su público incluye a mucha gente, tiene millones de reproducciones, algo que el mercado no sabe cómo explicar pero rápidamente monetiza en una escena metamorfoseada por las plataformas y la tecnología que amplía los géneros, las bandas y los públicos.

· Pero los prejuicios están ahí y salen a la superficie siempre que algo lo habilita. La cumbia sigue siendo incómoda para muchas lecturas porque es una expresión de la cultura popular difícil de definir prolijamente, porque la sociedad no es prolija, difícil de decir “esto es la cumbia”.

· Parte de esos malentendidos son los que funcionan también en los discursos políticos que vimos. Les recomiendo el artículo de de Pablo Semán en la revista Anfibia, que da en la tecla en una de las aristas del debate, él dice: “La opacidad que reviste el fenómeno a los ojos de la política es el indicio de una frontera que es de clase, a pesar de que se movilizan muy puntual y oportunistamente discursos clasistas para hacer propio aquello que se desconoce”.

· Las interpretaciones, las estigmatizadoras, las que quieren capitalizarla o las que miran desde lejos dicen algo sobre lo que no quieren hablar muchos intelectuales, periodistas o funcionarios: vivimos en una sociedad fracturada, donde hay antagonismos y desigualdades, hasta que no quieran hablar de eso, mejor, pongan cumbia.

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Celeste Murillo

Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.

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