Ante la desocupación repartir las horas de trabajo entre todas las manos disponibles. Por una jornada laboral de 6 horas para no dejar la vida en el trabajo. La propuesta del PTS en el FIT.
Pablo Anino @PabloAnino
Jueves 16 de marzo de 2017
Los precandidatos del PTS en el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) realizaron una propuesta de larga tradición en la historia del movimiento obrero mundial: la reducción de la jornada laboral.
El objetivo es hacer frente a la desocupación a la vez que poner un límite a la ambición desmedida de las patronales que pugnan permanentemente por imponer que los trabajadores dejen la vida en las fábricas y lugares de trabajo.
Trabajar menos para trabajar todos
Las políticas de ajuste del Gobierno de Cambiemos condujeron a la recesión económica. No sólo el consumo popular retrocede por la reducción del poder de compra del salario, que en promedio cayó 6 % en 2016. Además, los despidos, suspensiones o cierres de empresas se están transformando en parte del paisaje habitual: AGR Clarín, Banghó, Alpargatas, Atanor, Volkswagen, Textil Neuquén, están entre los casos más resonantes. No son los únicos.
En una burla a la realidad que viven los trabajadores día a día cuando desde el oficialismo se afirma que se está creando empleo desde finales de 2016. La última gacetilla del Ministerio de Trabajo, que comprende datos de los trabajadores registrados, exhibe una pérdida de 43.609 puestos de trabajo en el sector privado en diciembre de 2016 en relación a 2015.
Sólo cuando se incorporan el empleo público, monotributistas, monotributistas sociales o autónomos, los números son positivos. Es decir, que se está o frente a un proceso de precarización acelerado o de distorsión de la información estadística. Además, entre los trabajadores no registrados (en “negro”), que alcanzan a 3,8 millones en los aglomerados relevados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) -pero serían más de 5 millones en todo el territorio-, donde no existe protección gremial ni estadísticas, seguramente los despidos estén fluyendo más rápidamente.
Estimaciones privadas hablan de hasta 200 mil puestos de trabajo perdidos desde la asunción del nuevo Gobierno. Pero el estancamiento en la generación de empleo es de larga data. Los especialistas afirman que desde 2012 cambió la dinámica y languideció la creación de puestos de trabajo. Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que elabora Indec, en el tercer trimestre (julio-septiembre) de 2016 la tasa de desocupación alcanzó al 8,5 % de la población activa.
Se trata de 1.068.874 desocupados en los aglomerados relevados por el Instituto. Cuando los resultados se extienden a todo el país (incluyendo las áreas no cubiertas por la EPH), la desocupación se aproxima a 1.500.000 de trabajadoras y trabajadores.
Para la juventud la desocupación es más grave: entre los que tienen entre 20 y 24 años la tasa llega a 21,3 %. Incluso en todos los rangos etarios existen muchos desalentados que no son considerados desocupados porque ya no buscan un empleo. En el sector de jóvenes de entre 15 y 29 años existen 3.248.965 inactivos que no tienen ocupación ni la buscan. Entre ellos hay un millón que “ni estudia ni trabaja”.
No es aceptable la generación de un ejército de desocupados crónicos e indigentes obligados a vivir miserablemente de las migajas que sobran de la sociedad. El capitalismo utiliza esa fragmentación entre ocupados y desocupados para aplicar su tiranía en los lugares de trabajo bajo la amenaza del despido.
Atendiendo esta realidad, en el lanzamiento de su precandidatura Nicolás del Caño explicó que “El planteo de reducción de la jornada laboral es para que todos trabajen seis horas, cinco días a la semana y, de esa manera, poder incorporar a cientos de miles de trabajadoras y trabajadores desocupados y precarios”.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en Argentina se trabaja un promedio de 38 horas por semana. Si la jornada laboral se redujera a 6 horas diarias, trabajando 30 horas de lunes a viernes, se podrían generar nuevos puestos de trabajo suficientes como para absorber al 1,5 millón de trabajadores desocupados y a muchos de aquellos desalentados que dejaron de buscar empleo.
De lo que se trata es de poner todo el potencial productivo para atender las necesidades sociales: el déficit de viviendas, acceso a la red pública de agua y servicios cloacales, como así también mejorar la atención en salud y educación, entre otras urgencias.
Poniendo todas las manos en actividad y volcando recursos económicos, por ejemplo no pagando la deuda externa, nacionalizando sin indemnización todos los bancos y estableciendo el monopolio estatal del comercio exterior, se podría atender fácilmente la necesidad de infraestructura básica.
Como afirmaba el Programa de Transición, elaborado por León Trotsky, reivindicamos “el derecho al trabajo y una existencia digna para todos”.
No dejar la vida en las fábricas y lugares de trabajo
Toda la riqueza en nuestra sociedad la crea el obrero. Por eso los empresarios buscan absorber hasta el último minuto de las vidas obreras librando una batalla cotidiana a muerte por los tiempos de trabajo para incrementar sus ganancias. La vida de la gran mayoría es trabajar todo el día y aun así no llegar a fin de mes. O estar "roto" antes de los 30 años por los ritmos de trabajo. El capitalismo se roba las vidas.
Ahora el gobierno y las patronales quieren avanzar más con modificaciones en los convenios colectivos de trabajo para afectar conquistas obreras. Lo que hicieron en Vaca Muerta quieren extenderlo a otras ramas de la producción, empezando por la automotriz, donde en complicidad con la burocracia sindical del Smata y la UOM, buscan ajustar las tuercas a los trabajadores para que trabajen más y se ausenten menos. Las conducciones de esos gremios tienen antecedentes en la entrega de conquistas obreras, aceptando la polivalencia y la remuneración atada al rendimiento.
Flexibilización en las tareas y menos salario es la “fórmula” del régimen capitalista para supuestamente hacer competitivo el país y que llegue la siempre postergada “lluvia de inversiones”. Del Caño apuntó directamente contra esa “política y ese programa que tienen las patronales de atacar en regla todas las conquistas de los trabajadores”. Además, alertó que cuando “en muchas empresas se incorpora tecnología de avanzada no es para que se reduzca la jornada laboral, es decir, que trabajen menos, que tengan más tiempo para disfrutar los fines de semana con su familia, sino que es para despedir trabajadores y a los que queden explotarlos aún más. Es decir, siempre está por delante sus ganancias y no la vida del pueblo trabajador”.
Incluso, en algunos segmentos productivos avanzados las empresas pueden plantear la reducción de la jornada laboral: por ejemplo, en 2015 en dos plantas de Volkswagen de Córdoba se implementó la reducción de las jornadas a 6 horas 18 minutos, pero en paralelo se eliminaron el derecho al almuerzo y los descansos durante la jornada laboral a la vez que se incrementó la producción de convenio un 20 %, incrementando la carga de trabajo y el esfuerzo por operario. El resultado ¡mayor fatiga laboral sobre el cuerpo de los trabajadores!
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Siguiendo la EPH se conoce que en el tercer trimestre de 2016 entre los ocupados el 32,3 % trabajó menos de 35 horas semanales, el 34,1 % trabajó entre 35 y 45 horas semanales y el 30,4 % más de 45 horas. Mientras hay sectores subocupados que trabajan pocas horas semanales sin poder llegar con el salario a fin de mes o determinadas actividades, como los call centers que contratan jóvenes o el mencionado de Volkswagen Córdoba, donde las jornadas de 6 horas son agotadoras con altísimo ritmos de trabajo, en simultáneo la mayoría de los ocupados están sometidos a larguísimas jornadas para intentar alcanzar un ingreso que le permita cubrir los gastos mensuales.
A través de su historia la clase obrera dio muchas batallas por reducir la jornada laboral. En el pasado reciente trabajadoras y trabajadores del subterráneo de Buenos Aires lograron la jornada de 6 horas por razones de insalubridad. Ese planteo está siendo retomado por choferes de colectivos. Entre los docentes también existen propuestas de 6 horas de trabajo porque, al revés de lo que difunde la campaña del Gobierno y los medios de comunicación, muchos de ellos enfrentan jornadas agotadoras.
La propuesta de reducción de la jornada laboral apunta, además de hacer más saludable las horas dedicadas al trabajo asalariado reduciendo los ritmos, a liberar tiempo para que todos quienes quieran estudiar puedan hacerlo, para el ocio recreativo junto a familiares y amigos, para mejorar la salud mediante la actividad deportiva o para que todos los que lo deseen tengan espacio para desarrollar las artes. La única perspectiva para la clase obrera no puede ser dejar la vida en las fábricas y lugares de trabajo.
Del Caño explicó que “los empresarios, cuando se plantea reducir la jornada, dicen que hay que reducir el salario.”. Pero eso es inaceptable porque implica empeorar la vida en lugar de mejorla. En particular, en la situación actual, como se mencionó anteriormente, la canasta familiar tiene un valor cercano a $ 25.000 mientras el 50 % de los que tienen un ingreso percibía menos de $ 8.000 en el tercer trimestre de 2016, según la EPH. Por eso, el planteo de reducción de la jornada laboral va indisolublemente ligado a la no disminución del salario actual para quienes están ocupados y que todos alcancen como mínimo el valor de la canasta familiar.
Si las empresas aducen que no pueden, que entonces abran todos sus registros contables para demostrarlo. Y si, efectivamente, “los números no dan”, los obreros están en condiciones de hacerse cargo de la producción. En la mayoría de las ocasiones “los números no dan” por el vaciamiento que practican las patronales. En Argentina los trabajadores tienen una larga experiencia en fábricas puestas a producir bajo gestión obrera frente al vaciamiento, desde la emblemática Fasinpat (antes Zanon), la gráfica MadyGraf, Textil Neuquén o el Hotel Bauen, entre muchas otras.
“Hay que afectar la ganancia capitalista, otra no queda”
La reducción de la jornada laboral a 6 horas está siendo debatida en algunos países centrales, pero desde un ángulo patronal asociado al incremento del “rendimiento” por trabajador y opuesto al de eliminar la desocupación y poner la tecnología al servicio de las grandes mayorías trabajadoras. Existe multiplicidad de investigaciones, incluso patronales y diversos experimentos en Suecia o fábricas de Estados Unidos, que demuestran que trabajar 8 horas es insalubre y que no habría que trabajar más de 6 horas.
Desde el punto de vista capitalista, esos estudios se inscriben en la búsqueda incesante por parte de las empresas de organizar el proceso productivo de forma que permita aumentar el rendimiento de las horas trabajadas. En Suecia, por ejemplo, se examina bajar las horas de trabajo diarias porque los estudios demuestran que así se reduce el ausentismo y aumenta la productividad del trabajador.
Claro que se trata de economías donde la productividad del trabajo es mucho más alta que en los países semi coloniales como Argentina, donde la industria se caracteriza por el atraso tecnológico y estar dominada por el capital imperialista. En los países centrales cada trabajador realiza menos horas anuales que en Argentina. Según la Organización para el Desarrollo y Cooperación Económico (OCDE), México debido a la baja productividad registra con 2.246 horas ¡el mayor número de horas anuales trabajadas por trabajador en el mundo!
Pero no hay nada objetivamente inevitable para que las jornadas sean más largas en los países atrasados. La mayor carga laboral lo que pone en evidencia es que la burguesía argentina (y la extranjera que se valoriza en el país, como en el resto de América Latina) busca permanentemente descargar su propio atraso como clase capitalista sobre las espaldas de los trabajadores: quieren compensar la escasez de inversiones en tecnología alargando la jornada laboral, aumentando los ritmos de trabajo y pagando menos salario: entre 2003 y 2014 el crecimiento la productividad industrial, medida en volumen de producción por hora trabajada, aumentó 68 %, según datos del Indec. Siendo que la inversión fue escasa para sostener el crecimiento económico ¿Cómo se logró ese "milagro"? Con mayor explotación de la fuerza de trabajo.
El planteo de reducción de las horas de trabajo del PTS en el FIT es para acabar con la desocupación repartiendo las horas de trabajo no solo sin reducción salarial sino con un salario mínimo igual a la canasta familiar, y sin aumentar los ritmos productivos, para trabajar menos y trabajar todos. También busca que nadie tenga que someterse a horas extras para llegar a la canasta familiar y que todo el que lo necesite y quiera trabajar una jornada completa, pueda hacerlo.
Defendemos como un derecho la jornada laboral de 6 horas de trabajo, con cinco días a la semana. Los trabajadores han luchado a lo largo de toda la historia del capitalismo por la reducción de jornadas de trabajo extenuantes. Primero se consiguieron las 12, luego las 10 y mucho más tarde, hace más de un siglo, se conquistaron las 8, que se mantienen hasta la actualidad. Es sabido que la burguesía busca distorsionar hasta desdibujar totalmente las conquistas obreras como lo ha hecho con la tercerización, precarización y flexibilización laboral: millones tienen jornadas agotadoras, otros tantos no tienen el derecho a una jornada de tiempo completo y un ejército de desocupados ni siquiera tiene el derecho a una jornada de trabajo, cuando el nivel de la tecnología escaló -como todo el mundo lo sabe- extraordinariamente. No puede ser que en la "era de internet" y la telefonía celular se considere “normal” una jornada de igual duración que la conquistada a principios del siglo XX en Argentina y a fines del siglo XIX en muchos países europeos y Estados Unidos.
Más aún cuando en la arena internacional gran cantidad de especialistas discute como afectarán las nuevas tecnologías al trabajo, planteando que su aplicación necesariamente genera una reducción de tareas. Entonces hay que poner la tecnología al servicio de las mayorías y no de los míseros intereses de un puñado de dueños del capital. Si desde fines de siglo XIX el reclamo era: 8 horas para descansar, 8 horas para la recreación y 8 horas para trabajar, ahora el avance tecnológico se puede y debe poner al servicio de que el tiempo de recreación -estudio, juego, creación, alimentación de la lazos personales, etc.- crezca en detrimento del tiempo trabajado asalariado. Como afirmó Del Caño: “Hay que afectar la ganancia capitalista, otra no queda”.
Pablo Anino
Nació en la provincia de Buenos Aires en 1974. Es Licenciado en Economía con Maestría en Historia Económica. Es docente en la UBA. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Es columnista de economía en el programa de radio El Círculo Rojo y en La Izquierda Diario.