Esta semana estallaron nuevos enfrentamientos entre Armenia y Azerbaiyán, dejando más de 170 muertos. Una nueva demostración de la aceleración de las tensiones a escala global que presagia un potencial despertar de los conflictos congelados en la región.
Viernes 16 de septiembre de 2022 20:16
Foto: AFP/ KAREN MINASYAN
Este martes a la medianoche, Azerbaiyán atacó a Armenia en varios puntos de la frontera. Varias ciudades dentro del territorio armenio fueron bombardeadas y el número de muertos asciende a más de 170, entre soldados armenios y azeríes. Según Armenia, durante el ataque, Azerbaiyán ocupó 10 km² de su territorio. Los enfrentamientos terminaron durante la noche del miércoles al jueves y los dos países finalmente decidieron respetar el toque de queda anunciado por Rusia el martes por la mañana.
¿Por qué Azerbaiyán relanzó las hostilidades?
Las relaciones históricamente tensas entre Armenia y Azerbaiyán se han deteriorado particularmente en las últimas semanas. En agosto, desde la capital Azarbaiyana -Bakú- el gobierno dijo que perdió un soldado en enfrentamientos con Ereván (capital de Armenia), mientras que hace una semana este país acusó a Azerbaiyán de matar a uno de sus soldados en un tiroteo en la frontera.
El corazón del conflicto: Nagorno-Karabaj, un territorio separatista poblado principalmente por armenios. En 1988, cuando Armenia y Azerbaiyán eran todavía repúblicas soviéticas, parte de la población de Nagorno-Karabaj solicitó su adhesión a Armenia. Pero Gorbachov y Azerbaiyán lo rechazan. La situación se deterioró rápidamente y dio lugar a la violencia interétnica, luego a la guerra abierta. Tras más de 30.000 muertos y seis años de conflicto durante los que Nagorno-Karabaj se autoproclama "República de Artsaj", esta última obtiene la independencia pero sin que sea reconocida internacionalmente.
Desde entonces y hasta 2020, este territorio perteneció formalmente a Azerbaiyán pero de hecho estuvo militarmente ocupado por Armenia y marcado por enfrentamientos ocasionales, con Azerbaiyán queriendo recuperar estas regiones. En 2020, el conflicto degeneró y tras seis semanas de combates y más de 6.500 muertos, se firmó un acuerdo de los dos países beligerantes, bajo la égida de Rusia. Esto marcó una derrota para Armenia y una victoria para su vecino, que salió del conflicto recuperando parte del territorio en disputa.
El acuerdo de alto el fuego preveía en particular el desarme de Nagorno-Karabaj y la retirada de las tropas armenias de la región. Sin embargo, según Tigrane Yégavian, investigadora del Centro Francés de Investigación de Inteligencia y especialista en Armenia entrevistada por Here Beirut: “Azerbaiyán no está satisfecho con la situación tras el acuerdo trilateral de alto el fuego del 9 de noviembre de 2020 […]. Su objetivo es ejercer la máxima presión para estrangular lo que queda del Karabaj armenio, fomentar el éxodo de su población y provocar la salida de las fuerzas de paz rusas". En efecto, el gobierno de Azerbaiyán está llevando a cabo una vasta operación de repoblación de Nagorno-Karabaj, operación que ha denominado el “Gran Retorno” y en la que ha invertido U$S1.300 millones.
Al mantener una presión militar constante sobre Armenia, Azerbaiyán podría buscar, según Stratfor “mejorar su poder de negociación para las conversaciones de paz". Una estrategia que, por tanto, podría empujar a Bakú a continuar con las provocaciones: "La misión de seguimiento de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva -CSTO por sus siglas en inglés- (N.R.: se trata de una alianza militar entre Armenia, Bielorrusia , Kazajstán, Kirguistán, Taykistan y Rusia, liderada por este último) en Armenia puede facilitar un cese temporal de los combates a lo largo de las zonas fronterizas, pero no ’lo hará’ para no eliminar los motivos del conflicto ni impedir que en el futuro se repitan otros.
Si por el momento los enfrentamientos han terminado, habiendo anunciado Azerbaiyán que ha "cumplido todos sus objetivos" en la frontera. ¿Quién sabe cuándo se reanudarán?
Ocupada por la guerra de Ucrania, Rusia ve debilitada su posición de mediador en su zona de influencia
Los dos países son aliados de Rusia. Pero Azerbaiyán también comparte estrechas relaciones económicas y militares con Turquía, de la que es el principal proveedor de gas. Además de los suministros de armas enviados por Estambul, los recursos financieros derivados de sus exportaciones le permitieron modernizar su ejército, adquirir una fuerza militar superior a la de Armenia y así intentar solucionar el conflicto entre las dos potencias.
En 2020, mientras Armenia contaba con la protección de Rusia, esta última se negó a intervenir directamente, no reconociendo a Nagorno-Karabaj como parte del territorio armenio y buscando tranquilizar a ambos bandos. La guerra apareció entonces como una señal de la fragilidad de la hegemonía rusa en la región, ya que Putin no logró evitar el estallido de un conflicto armado. En ese momento, todavía había logrado llegar a un acuerdo de alto el fuego antes de que la guerra se saliera completamente de su control y desplegar cerca de 2.000 soldados en Nagorno-Karabaj como fuerzas de "mantenimiento de la paz", lo que le permitió tener presencia militar en la región. .
Durante el verano, ante la reactivación de las tensiones, Moscú anunció que había "tomado medidas para estabilizar la situación" en la región. Pero la realidad es que ante la escalada bélica del conflicto, Rusia no pudo intervenir militarmente para proteger Nagorno-Karabaj. Putin está demasiado ocupado con la guerra en Ucrania y la contraofensiva de Zelensky. Además, su creciente aislamiento en la escena internacional hace que su papel como mediador en su tradicional zona de influencia sea cada vez más cuestionado, esto quedó evidenciado por la violación de la tregua que anunció el martes por la mañana.
Pero, en términos más generales, Rusia está perdiendo credibilidad como socio de seguridad de los estados de la ex Unión Soviética. De hecho, a diferencia de la guerra de 2020, esta vez Azerbaiyán no atacó un territorio armenio no reconocido por Rusia (Nagorno-Karabaj), sino directamente el territorio armenio.
Rusia y otros miembros de la CSTO, incluida Armenia, tienen la obligación de brindar asistencia militar a sus miembros en caso de ataque o desestabilización. Sin embargo, a diferencia de Kazajstán donde los miembros de la CSTO intervinieron para sofocar una revuelta popular que cuestionó al gobierno el pasado mes de enero, esta vez la organización trata de evitar cualquier intervención. Y esto no solo porque Rusia está ocupada en Ucrania sino porque Moscú considera a Azerbaiyán un socio muy importante, especialmente en el contexto del aislamiento internacional de Rusia. Este evento podría marcar una mayor disminución de la influencia rusa en su propia "zona de influencia".
¿Qué pasa con la posición de los occidentales?
Azerbaiyán está tanto más en una posición de fuerza cuanto que, ante una escalada del conflicto, hay muy pocas posibilidades de que las potencias occidentales ayuden a Armenia o sancionen a Azerbaiyán, debido a su posición de proveedor de gas para Europa. Bakú ha suministrado así 7.300 millones de metros cúbicos de gas a Europa desde principios de 2022 y el lunes su ministro de energía anunció un aumento del 30% en las exportaciones de gas a la Unión Europea (UE). En un momento en que la UE busca diversificar sus fuentes de suministro energético, estas relaciones se fortalecerán. En julio, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, llegó a un acuerdo con el presidente de Azerbaiyán para que duplique "dentro de unos años" las exportaciones de gas a la UE.
Por lo tanto, no es insignificante que los líderes occidentales, desde el comienzo de los enfrentamientos, hayan mostrado su deseo de calmar las cosas. Emmanuel Macron llamó así a "volver a respetar el alto el fuego" y, según el Elíseo, "le dijo al presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, sobre la urgencia de poner fin a las hostilidades”, durante una llamada telefónica con este último e insistió en la necesidad de “intensificar los esfuerzos de negociación” entre ambos países.
Una vez más, son las poblaciones de Armenia, Azerbaiyán y Nagorno-Karabaj las que llevan la peor parte de estas tensiones y conflictos reaccionarios que no hacen sino alimentar sentimientos nacionalistas en cada país. En Armenia, 50.000 personas se manifestaron mientras Karin Tonoyan líder del Movimiento 5165 -un partido político armenio conservador que defiende la "seguridad" del país y el fortalecimiento de su ejército-, cuestionaba al gobierno armenio por su gestión del conflicto.
En términos más generales, la aceleración de las tensiones entre los dos países, así como el intercambio de disparos en la frontera entre Kirguistán y Tayikistán, sugieren lo que significaría una derrota de Rusia en Ucrania y una desestabilización del régimen ruso. Esto podría conducir a una reactivación de conflictos congelados tras la caída de la URSS, que podrían convertirse en temas delicados de manejar para las potencias imperialistas occidentales y la llamada “comunidad internacional”.
El vacío de poder que dejaría Rusia en su área de influencia podría abrir una situación global aún más desestabilizadora. Ante el recrudecimiento de las tensiones bélicas internacionales y la militarización de los países imperialistas para prepararse para ello, se trata de la oposición a alinearse con uno u otro.de los dos bloques formados por la guerra en Ucrania y reafirmar alto y claro nuestra solidaridad con los pueblos del mundo entero.