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Red Internacional
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Editorial. Postales de inicio de año. ¿Hacia dónde vamos?

La situación política está teñida de cierta indefinición. La derecha es la mejor posicionada en el tablero político. Sin embargo, los múltiples escándalos que golpean a las instituciones del régimen, profundizan la crisis orgánica que se arrastra hace años sin resolverse. Al mismo tiempo, la masiva lucha educativa en Antofagasta es un símbolo de otro clima en sectores de la clase trabajadora, aunque la disputa política por cómo se canaliza este malestar está al orden del día.

Fabián Puelma

Fabián Puelma @fabianpuelma

Martes 26 de marzo

La situación política está teñida de cierta indefinición. Los diversos partidos del régimen y las clases dominantes apostaron por los procesos constituyentes para canalizar la crisis orgánica abierta luego de la revuelta. Tácticamente permitieron desviar la movilización popular, pero fracasaron estrepitosamente como proyecto estratégico. Algo similar puede decirse del gobierno de Gabriel Boric. En la celebración de los dos años de su asunción al poder, el presidente planteó como su principal logro el recomponer el orden y la gobernabilidad post estallido. Ese es el trasfondo del eslogan de “estamos mejor que hace dos años”. Sin embargo, la unidad entre Apruebo Dignidad y la ex Concertación ha sido incapaz de construir una nueva hegemonía. El gobierno no ha logrado cohesionar a sectores “progresistas” del empresariado, con franjas de las clases medias y sectores populares detrás de un proyecto reformista. Pese a los insistentes intentos por recomponer los acuerdos y los “grandes consensos”, lo que prima es el malestar difuso, la fragmentación y las disputas.

El momento constituyente se cerró y se abre uno nuevo. Un interregno aún indefinido. Grafiquemos algunas de las postales del momento. La primera es el escándalo del abogado Luis Hermosilla que ya tuvo su primera víctima: el ex director de la PDI quedó en prisión preventiva por filtrar información clave de procesos judiciales en curso al abogado. El innegable nexo de Hermosilla con el piñerismo –”amigo y compañero de toda la vida” del exministro Chadwick– ensucia la campaña de beatificación de Sebastián Piñera.

Segunda postal: la ruptura del acuerdo de administración del Senado. Aunque se trata de disputas palaciegas de poco interés para las grandes mayorías, simboliza el “fin del último bastión de la democracia de los acuerdos” (Max Colodro).

Tercera: la crisis abierta por la próxima formalización del Director General de Carabineros Ricardo Yáñez. Todos son síntomas y rasgos de la crisis orgánica que se mantiene en Chile. Como se ve, lo más dinámico siguen siendo los rasgos de crisis y disputas en los pasillos del régimen.

Sin embargo, desde el norte llega una postal distinta. Entre ocho a diez mil personas se manifestaron este lunes 25 de marzo en el centro de la ciudad de Antofagasta frente al suicidio de Katherine Yoma. Esto destapó una olla a presión de malestares frente a la crisis de la educación pública. La profesora denunció una situación de violencia y acoso ante diversas instituciones y autoridades. ¿Cómo respondieron éstas? Con recriminaciones, castigos y persecución contra la docente. Frente al dramático caso y la respuesta insultante del alcalde Jonathan Velázquez, este lunes pararon todos los liceos municipales de la comuna, se sumaron algunos liceos particulares subvencionados, educadoras de párvulos y estudiantes. Tanto la Universidad de Antofagasta como la Universidad Católica del Norte paralizaron, algo que hace años no se veía.

Esta movilización simboliza un cambio de clima en sectores de la clase trabajadora, aunque aún está por verse cómo se desarrollará, porque la disputa política por cómo se canaliza este malestar está al orden del día.

¿Qué hacer tras el fracaso de los proceso constituyentes?

Esta es la pregunta que se hacen los partidos del régimen. En la disputa política más general, quien lleva la delantera es la derecha. José Antonio Kast quedó golpeado luego del plebiscito que rechazó la constitución republicana. Quien emerge como principal referente es Evelyn Matthei, quien probablemente logre dirigir tras de sí a Demócratas y Amarillos. Ella es la representante de la derecha tradicional y de los intereses de los principales gremios empresariales. Este sector tiene lazos orgánicos con las Fuerzas Armadas, por lo que su discurso securitario, aunque igual de duro que el de la extrema derecha, busca alejarse del “populismo”. Tal como han dicho varias voces dentro del ejército: ellos saldrán a las calles sólo si hay un acuerdo transversal, sellado por el parlamento, que le den garantías de acción e impunidad.

Otro de los ejes fundamentales de su proyecto país es el “crecimiento económico”. Un verdadero eufemismo que significa: nada de impuesto a los empresarios, menos regulaciones para la inversión de los grandes capitales nacionales y extranjeros, ni un peso más para gasto social, defensa acérrima de las AFP, las isapres, la salud y educación privadas. Ante la crisis política, el estancamiento económico, la incertidumbre internacional y la degradación social propias de este momento histórico, buscan reeditar el dogma neoliberal del “chorreo”. Son nostálgicos de las condiciones excepcionales de crecimiento que se dieron en la post transición. Pero hay un pequeño detalle: con la degradación de la hegemonía binominal y del consenso concertacionista, la quimera del crecimiento noventero significa, para estos días, mayor autoritarismo estatal y mayor transferencia de recursos desde el bolsillo popular a las ganancias de los poderes económicos.

La principal fortaleza de esta derecha es la debilidad del gobierno de Gabriel Boric. Gracias a éste la derecha goza de una ubicación envidiable: deja que sea el gobierno quien “normalice” la economía (ajuste fiscal y al bolsillo popular), quien haga el trabajo sucio que Piñera no pudo hacer (aprobación de leyes represivas, militarización) y quien desmoralice y desmovilice a su propia base. Así es el gobierno paga los costos políticos y juega el rol de blanco fácil frente a una situación económica mediocre (caída del consumo, empleo deprimido, aumento de la informalidad, falta de financiamiento de la salud, educación, vivienda). El programa de reformas de Apruebo Dignidad fracasó irremediablemente. Aumenta la decepción con Gabriel Boric entre sus propios votantes, porque lo que terminó pariendo el joven presidente fue una nueva Concertación. Incluso peor que eso, porque está gobernando con las banderas de la derecha sin la épica de haber “derrotado” a Pinochet.

Con la pérdida de su relato y su programa, la principal bandera de Apruebo Dignidad son los “grandes acuerdos”. En los hechos, la única “batalla cultural” que están impulsando es tachar a la derecha de intransigentes y poco dialogantes, ubicándose ellos como responsables. Incluso las salidas más “izquierdistas” como la ministra Jeannette Jara increpando a Bernardo Larraín Matte por los bajos sueldos que pagan los empresarios, son utilizados como forma de presionar a la derecha en las negociaciones por la reforma previsional y tributaria.

Sin embargo, los continuos escándalos de corrupción y descomposición de las instituciones, abre el espacio para discursos “populistas”, especialmente desde la derecha. El Partido Republicano quedó golpeado del plebiscito y aún está viendo si refuerza un perfil “outsider” u opta por algún tipo de acuerdo con Chile Vamos. Esto deja un espacio a su derecha con personajes como Axel o Johannes Kayser, Rojo Edwards, o Rodolfo Carter que estuvo hace poco en El Salvador y es uno de los principales difusores de la vía Bukele. Estas variantes están lejos de ser la opción de la clase dominante, pero juegan un importante rol ideológico en sectores amplios, apoyándose en el triunfo de Javier Milei en Argentina y el avance de Donald Trump en las elecciones presidenciales en EE.UU.

¿Y qué pasa en la izquierda? ¿Borrón y cuenta nueva?

El encanto y subordinación que produjo la Convención Constitucional y el gobierno de Gabriel Boric en muchas de las organizaciones críticas al Frente Amplio, sembró posteriormente la confusión, el escepticismo y la desmoralización. En organizaciones como Movimientos Sociales Constituyentes o la ex Coordinadora Plurinacional nunca hubo un verdadero balance crítico de estas opciones. El debate político, programático y teórico ha sido una de las grandes ausentes. El cambio del escenario que empujó el desvío de la revuelta (Convención Constitucional) y la asunción del gobierno de Boric, empujó a la desorientación. Incluso llevó a mucho de sus militantes a guarecerse detrás de ciertos referentes del Partido Comunista como Daniel Jadue o Hugo Gutiérrez.

En muchos casos, la falta de reflexión estratégica es reemplazada por el cálculo de oportunidades electorales. No cabe duda que la derechización de Apruebo Dignidad –que se prepara para una gran alianza con la ex Concertación– abre un espacio a la izquierda. Mal que mal, no son pocas ni pocos los decepcionados con el gobierno de Gabriel Boric. Ya se abrió el período de negociaciones electorales y el criterio aritmético de la unidad vacía, reemplaza la definición y delimitación programática.

Desde el Partido de Trabajadores Revolucionarios ya solicitamos la inscripción como partido legal, presentando las firmas correspondientes a Arica y Parinacota, Tarapacá y Antofagasta. Se trata de una herramienta a disposición de levantar una voz anticapitalista y socialista de la clase trabajadora y de fortalecer la lucha y organización. Esto es lo que estamos haciendo, por ejemplo, en Antofagasta, donde todos nuestros esfuerzos están puestos en el triunfo de la lucha educativa.

Creemos, sin embargo, que hay que abrir un amplio debate programático con todas las organizaciones que se reclaman revolucionarias –partiendo por aquellas que impulsamos el Comando por el Nulo en la elección de Consejeros Constitucionales– y preparar el camino para un frente de independencia de clase. La lógica de unir a todos quienes no estén en el gobierno con un criterio aritmético electoral, llevará a reeditar un Frente Amplio de los “orígenes”. Una y otra vez vuelve la rueda y se repite el ciclo.

Por el contrario, creemos que hoy más que nunca se requiere de un programa y un discurso claro, no sólo nítidamente independiente del gobierno de Boric, sino también socialista y de independencia de clase, única forma de enfrentar la ofensiva política e ideológica de la derecha. No hay forma de responder a los sentidos comunes que impulsan estos sectores entre las filas obreras y populares, con un discurso general o puramente electoral. La batalla que dan compañeras como Myriam Bregman o Nicolás del Caño contra Javier Milei desde el Frente de Izquierda, debe ser una fuente de inspiración en este sentido. Esfuerzos de unidad para juntar votos han habido muchos y generalmente quienes han salido beneficiados no son las fuerzas populares o de izquierda. Muchas veces esto ha significado oxigenar al Partido Comunista a costa de la desintegración de las organizaciones que los han sostenido. Es el momento de construir sobre bases sólidas una voz que pueda servir de referencia en un escenario nacional e internacional agitado.

Esta discusión debe tener al menos dos expresiones prácticas. En primer lugar, impulsar en común la recolección de firmas para contar con una herramienta legal en las principales regiones del país, partiendo por la Metropolitana. Para eso ponemos a disposición la herramienta legal del PTR. Y en segundo lugar, impulsar una política común en sindicatos, lugares de estudio y trabajo por un plan de lucha y pliego único de demandas, considerando la lucha en Antofagasta y ante el llamado a paro nacional realizado por la CUT para el 11 de abril.

Lo que se juega en la lucha de Antofagasta y el rol de las dirigencias sindicales

Esto último requiere una disputa clara con las dirigencias sindicales. El Partido Comunista y el Partido Socialista a la cabeza de la CUT y de la CONFECH, impulsan esta convocatoria para exigir mayor “diálogo social”. La lógica es: como el gobierno está negociando con los empresarios, entonces también debiese sentarse con las organizaciones sociales. A su vez, buscan ejercer presión en la negociación por la reforma previsional y tributaria con la derecha. No sorprende, por tanto, que la propia convocatoria sea rutinaria y absolutamente limitada.

Es indispensable contrastar dos métodos para abordar el paro: el Partido Comunista apuesta por el diálogo social y prepara el paro por arriba. Hay que mostrar otro camino y batallar por un un pliego común de demandas y un plan de lucha para conquistarlos. Frente al diálogo social, hay que oponer un programa claro: No+AFP, por un plan de emergencia educativa frente a la crisis nacional que existe, fin de las Isapres, por un plan de vivienda gestionado por los comités de vivienda y trabajadores de la construcción, no al cierre de Huachipato, por la nacionalización bajo gestión de las y los trabajadores y la comunidad, entre otras.

Y esto no se da en el aire, implica buscar fortalecer y nacionalizar la lucha educativa en Antofagasta. En este conflicto se muestra esta misma pelea. Es indispensable romper los límites corporativos para que se transforme en una lucha generalizada contra el poder local. Consideramos que esta es la única forma de que las problemáticas estructurales detrás de la movilización puedan resolverse, como es el autoritarismo escolar, la falta de infraestructura y matrículas, falta de profesionales para abordar problemas de salud mental, etc. Para esto hay que enfrentar la división entre docentes, estudiantes y apoderados que diversos poderes quieren instalar– lo que incluye chocar con la estrategia rutinaria de las dirigencias del Colegio de Profesores y los sindicatos de profesores, planteando la necesidad de un pliego único de demandas y un Encuentro regional de todos los sectores organizado desde la base.

La recomposición de una izquierda consecuente dependerá en gran parte si se despliega la fuerza social de la clase trabajadora en este tipo de conflictos, única manera de romper el estrecho margen político de la disputa "gobierno versus oposición".


Fabián Puelma

Abogado. Director de La Izquierda Diario Chile. Dirigente del Partido de Trabajadores Revolucionarios.

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