Les debe sonar conocido: trabajaba en un call center y estaba en contrato de prueba. Es la segunda vez que me despiden en seis meses. La primera fue en un Burger King.
Martes 26 de mayo de 2020 21:39
Montaje: Marito Ce
El viernes, como de costumbre, me había levantado una hora antes de entrar a la burbuja de mi laburo. Sí, le digo burbuja, porque cuando te pones la vincha te abstraes por completo de lo que está a tu alrededor.
“Llamo, rebato, vendo, corto, llamo, bla bla”, decía uno de los supervisores en el grupo de whatsapp, el mismo del que me eliminaron ni bien terminé la jornada de ese día. Acababa de completar las horas que debía por haber ido a cobrar un mísero sueldo al banco. Ese viernes había cumplido el objetivo.
Les debe sonar conocido: trabajaba en un call center y estaba en contrato de prueba. Es la segunda vez que me despiden en 6 meses. La primera fue en un Burger King y la secuencia había sido la misma, esperaron a que termine mi jornada para llamarme a la oficina y decirme que “prescindían de mis servicios”. ¿La supuesta “causa”? un faltante de dinero en la caja.
Los precarizados compartimos un factor común: la incertidumbre de si conservarás tu puesto de trabajo y la exposición continua de nuestra integridad física, porque muchos terminamos rotos. Yo con 22 años tengo continuos dolores en la espalda y una tendinitis en la mano derecha por limpiar vidrios durante meses y controlar el sistema de llamados.
Nos dicen “vos podés ser dueño de tu futuro” y eso muchas veces se resume a tener que recibirte y con el título poder acceder a un buen laburo; o al menos ese es el anhelo que tiene mi vieja, que cuando cumplí los 18, me tuve que despedir de ella en Perú sin saber cuándo sería la fecha de mi retorno. Sin embargo, cuatro años después, habiendo ingresado a la universidad, continuar la cursada virtual se me vuelve imposible ante la realidad que se me impone. Hoy me quita el sueño poder conseguir otro laburo. Esa es la realidad que atravesamos los miles de pibes que tenemos que elegir entre laburar y seguir estudiando. Sin mencionar que una amplia mayoría de nosotros ni siquiera puede acceder a la facultad.
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Pero no todo lo que nos atraviesa son las miserias. A la par de estas crece también una fuerza producida por el hartazgo que nos genera la desidia de las empresas, que junto con el Gobierno y los sindicatos nos rebajan los salarios, nos suspenden o nos despiden. Todo esto en medio de una cuarentena donde no podés salir a buscar laburo y los precios se fueron a las nubes. Nos hablan de solidaridad, pero la única solidaridad es la que encuentro cuando me reúno con mis compañeros de La Red de Precarizades Organizades. Somos muchos pibes de distintos sectores que estamos en la misma.
Mostramos en la asamblea virtual del sábado con más de mil pibes, que las ganas de organizarnos para terminar con la precarización de nuestras vidas van en aumento. Queremos que nos escuchen, porque somos la voz de quienes hoy no se encuentran con nosotros víctimas de la precarización, como fue el caso de Franco que laburaba en Pedidos Ya, uno de los cuatro pibes que murieron en lo que va de la cuarentena. “Nunca dejen de luchar!” nos decía su hermana Bárbara, en medio de la conmoción que nos desbordaba a todes les que estábamos conectados.
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En esa asamblea votamos movilizar este viernes 29, porque somos los más débiles en cuanto a derechos pero tenemos toda la fuerza. Por esto construimos esta Red. Cansados de que nos invisibilicen y hagan caso omiso de nuestros reclamos, salimos a las calles porque a pesar de que exista un DNU que lo prohíbe, a muches de nosotres nos siguen despidiendo y nos dejan en banda. Gran parte de les que laburan en changas se quedaron sin poder trabajar y ni siquiera les dieron los 10 mil pesos. Mientras a las grandes empresas las subsidian con millones de pesos, a nosotros no nos alcanza. Es hora de que afectando las ganancias de los que más tienen, nos garanticen un IFE pero de 30 mil pesos, que es lo mínimo para sobrevivir. ¡Queremos que nuestras vidas importen!