El Primero de Mayo de 1913 fue la primera ocasión en que la clase obrera mexicana pudo marchar por el Día Internacional de los Trabajadores, tras la dictadura de Porfirio Díaz que se los impidió con represión sistemática durante años.
La primera vez que la clase obrera mexicana pudo celebrar el Día Internacional de los Trabajadores fue el Primero de Mayo de 1913, muchos años después de que la Segunda Internacional decretara ese día como tal (en 1889), en conmemoración de los mártires de Chicago. Pero, ¿por qué la clase obrera mexicana tardó tanto en poder salir a marchar ese día?
Las razones son múltiples, una de éstas es que existía un capitalismo atrasado, el cual limitaba el desarrollo de una gran fuerza proletaria que pusiera en jaque al Estado porfirista; pues, durante este periodo, México se unió de lleno al mercado mundial como una nación profundamente dependiente. Se desarrolló el extractivismo por parte del capital trasnacional –como en el petróleo o la minería– en donde el incipiente desarrollo capitalista montó grandes líneas ferroviarias, construidas y financiadas por el capital estadounidense en función de la ubicación de sus fábricas, minas y ranchos, con el fin de favorecer esa extracción de materias primas.
La industria nacional era una débil manufactura de productos básicos y de textiles. De hecho, la inmensa mayoría de la población vivía en el campo, muchos de ellos en calidad de peones en las haciendas; un estado intermedio entre la esclavitud y la explotación asalariada basada en la práctica leonina de las “tiendas de raya”. Respecto a las fábricas, cabe señalar que apenas comenzaban a desarrollarse los primeros sindicatos, que fueron precedidos por las asociaciones mutualistas cuya visión –que privilegiaba el socorro mutuo sobre la organización de sindicatos combativos y huelgas– aún tenía mucho peso entre los trabajadores.
Desde el punto de vista político, las grandes organizaciones proletarias –precisamente de carácter mutualista– habían desaparecido como el Gran Círculo de Obreros de México afiliado a la Primera Internacional y que era un gran referente de lucha entre los asalariados del siglo XIX. Sin embargo, la ofensiva porfirista para liquidar al Gran Círculo, que desapareció definitivamente en 1884, terminó por aislar al incipiente movimiento obrero mexicano de sus homólogos europeos, que tenían una experiencia más avanzada.
En cuanto a las experiencias del siglo XX, la brutal represión de Porfirio Díaz contra el Partido Liberal Mexicano (PLM), tanto en Cananea como en Río Blanco, cerró la puerta para que los trabajadores mexicanos pudieran volver a voltear al mundo y, si bien el magonismo tuvo una experiencia internacionalista, ésta se vio limitada por el abandono de la estrategia obrera y por la adopción de un método de lucha blanquista; lo que resultó ser una política desastrosa para las filas del PLM entre 1907 y 1908.
El movimiento obrero en la Revolución maderista
Durante los años anteriores, Díaz contó con el apoyo de los grandes inversionistas extranjeros, además de las viejas familias de caciques y los hacendados propietarios de latifundios y minas, junto con intelectuales que se incorporaron como funcionarios e ideólogos del gobierno, los “científicos”, quienes además fungían como agentes del sector bancario. Este sistema de alianzas dejó de ser efectivo, llevando al país a una enorme crisis económica y política expresada en el conservadurismo tan marcado del régimen, que exigía una gran centralización del poder político y económico lo que incluía, por supuesto, el gasto público.
Uno de los sectores que se sintió más afectado fue la Región Norte, la única en todo México que poseía algunas poblaciones con un desarrollo propiamente capitalista. Esa zona tenía grandes haciendas propiedad de mexicanos y estadounidenses, con centros industriales de vital importancia, grandes ingenios agrícolas e industriales; de ahí provenían las familias Madero y Carranza. La crisis de 1907 no hizo más que profundizar los conflictos entre las distintas fracciones burguesas presionadas, también, por el descontento expresado por las clases explotadas, quienes requerían una salida que Don Porfirio ya no ofrecía. La necesidad de superar la crisis fue la que empujó a sectores de la burguesía opositora a tomar las armas y buscar un cambio en la estructura de poder, manteniendo la estructura social intacta.
La batalla política giró alrededor de la propuesta de Francisco I. Madero junto con otros de una alternancia en la presidencia y, en general, en los puestos del Estado, lo que atraía adeptos a su causa; el “sufragio efectivo no reelección” era una bandera para la burguesía norteña, que les serviría para sortear la crisis que el gobierno porfirista ya no podía controlar. La pretensión de la burguesía era renovar y reformar el régimen político para oxigenar la maquinaria con la que explotaba a trabajadores y campesinos, para ello se servía de su mejor máscara que era la “democracia”.
Por su parte, la oposición burguesa estaba perfectamente consciente del peso político de la clase trabajadora en las elecciones, pues, aunque el campesinado era mayoría, lo cierto es que se trataba de una población dispersa y esclavizada en gran medida, con los derechos políticos negados. En cambio, la mayoría de la población urbana era asalariada, además estaba concentrada en las ciudades con posibilidad de votar y de participar políticamente.
Las condiciones de la clase trabajadora eran asfixiantes, además las derrotas de los años anteriores los habían dejado sin dirección y sin un rumbo propio; por esa razón es que, ante el surgimiento del Partido Nacional Antirreeleccionista, las asociaciones mutualistas y sindicales fueron detrás de aquella alternativa política burguesa.
Así, el maderismo se constituyó como una fuerza para crear el Club Central Anti-reeleccionista, con un programa para ganar la simpatía de la clase obrera, tratando de así de ganarse al PLM magonista a su causa; por eso sus primeras giras estaban dirigidas a zonas fabriles. En consecuencia, por el apoyo otorgado al norteño, el régimen emprendió de nuevo la represión contra los trabajadores en Cananea (Sonora), Orizaba (Nogales) y Río Blanco (Veracruz). Sin embargo, la ola de cambio fue tan poderosa que permitió a obreros en Aguascalientes realizar mítines sin problema con 2 mil personas.
En junio de aquel año, Díaz volvió a reelegirse como presidente de México de forma fraudulenta, encarcelando a Madero en Monterrey para que no le estorbara el camino al puesto cuando estaba haciendo campaña que, por cierto, era cada vez más difícil por las trabas que ponía el régimen. Finalmente, a Madero se le acusó de rebelión y fue trasladado a una cárcel de San Luis Potosí para, posteriormente, ponerlo en libertad condicional bajo fianza, producto de la enorme presión que había para liberarlo, la cual aprovechó para huir a Estados Unidos en octubre de 1910 con la ayuda de un grupo de ferrocarrileros.
Pero antes de eso, el cinco de aquel mes lanzó el Plan de San Luis, en la ciudad de San Luis Potosí, donde se proclamó la no reelección y desconocía a Porfirio Díaz como titular del poder ejecutivo; de esa manera, grandes contingentes de campesinos tomaron las armas el 20 de noviembre de 1910 reivindicando al antirreeleccionismo comenzando, de este modo, la insurrección. El 25 de mayo de 1911 Porfirio Díaz renunció y, al día siguiente, se exilió en Francia; por otro lado, el siete de junio, Francisco I. Madero entraba triunfante a la Ciudad de México con la complacencia de las fuerzas burguesas.
La clase obrera en la epopeya revolucionaria
A la clase trabajadora, que había depositado sus aspiraciones en el maderismo, el antirreeleccionismo la buscó porque estaban agrupados en grandes organizaciones con tradición de lucha. En 1911 se estima que había alrededor de 200 mil obreros de la gran industria, divididos en 90 mil mineros y metalúrgicos, 60 mil ferrocarrileros, 32 mil textileros, 10 mil trabajadores de la industria energética (de la electricidad, gas, petróleo entre otros).
Estos terminarían por a salir a luchar con demandas que sobrepasaban el programa maderista, como la reducción de la jornada laboral y el mejoramiento de las condiciones de trabajo, haciéndolo posible gracias al contexto revolucionario motorizado fundamentalmente por la emergencia campesina, que exigía la recuperación de la tierra y de los recursos naturales apropiados por los terratenientes. Lo cual mostraba que la revolución estuvo determinada por el conflicto entre clases de la sociedad de aquel entonces y da cuenta de las trasformaciones políticas e institucionales de aquel momento, como lo es el inicio de la celebración del primero de mayo.
La gran gesta de reorganización y luchas combativas en medio de la revolución
En este ambiente de expectativa comenzaron a avanzar sectores proletarios que buscaban un cambio, los tres polos principales de organizaciones se localizaban en tres principales. El primero en el Distrito Federal, la capital, donde estuvieron a la cabeza los sectores más acomodados de los asalariados como eran los trabajadores calificados y los artesanos. De marzo a octubre de 1911 se formaron sindicatos de albañiles, sastres, impresores, cocheros, carpinteros y otros.
El segundo fue el puerto de Veracruz, en enero de 1912, donde se establecieron organizaciones semejantes a las de la capital del país con el Sindicato de Panaderos a la cabeza creándose una central local, la Confederación de Sindicatos Obreros. El tercero fue en junio de 1991 al norte del país en la zona carbonífera de Coahuila; se formó lo que después sería uno de los sindicatos más grandes e influyentes del país, la Unión Minera Mexicana.
Pronto, gremios como los de los tranviarios, panaderos, costureras, empleados postales y telefonistas de la capital de la república comenzaron a alzarse; los obreros de la fábrica de papel San Rafael de Chalco, Estado de México, también los alijadores del puerto de Tampico, Tamaulipas; los carpinteros, albañiles, canteros, pintores, sastres, tipógrafos, papeleros, moldeadores y panaderos de La Laguna, Durango-Coahuila; los ferrocarrileros de Mérida, Yucatán, y de la línea del Ferrocarril Mexicano (que corría de México a Veracruz). Además, se agregaron los obreros textiles de Jalisco, Distrito Federal, Hidalgo, Puebla, Tlaxcala y Veracruz.
Así, en el primer semestre de 1912 estallaron alrededor de 50 huelgas, entre las que destacan las de Monterrey, Nuevo León; la de los obreros mineros y metalúrgicos en Cananea, Sonora; Santa Eulalia, Chihuahua; Matehuala, San Luis Potosí; Pachuca y Real del Monte en Hidalgo y el Boleo, Baja California; la de los petroleros en Tampico, Tamaulipas; la de los estibadores del Puerto de Veracruz, Veracruz y la de los textileros de la región de Orizaba en el mismo estado.
Con estas experiencias se formaron organizaciones laborales que fueron influidas por corrientes anarquistas, en especial por migrantes provenientes de Europa quienes aportaron sus experiencias organizativas al proceso, con ello nacieron múltiples periódicos y revistas de carácter subversivo: El Tipógrafo Mexicano en la capital del país, Pluma obrera en Lerdo, Durango, fundado por Juan Lozano, y la revista Luz, donde escribieron los que después serían fundadores de la Casa del Obrero Mundial (COM).
La COM se funda en septiembre de 1912, se constituyó como una federación que agrupaba a los sindicatos del DF y algunas otras partes del país, donde se divulgaba información, se hacían debates y consultas sobre la organización obrera. Uno de sus antecesores fue el Grupo Anarquista Luz, el cual se convirtió en un referente importante para el activismo y la vanguardia obrera, entre ellos, referentes de los sindicatos de tipógrafos y de sastres que, por la represión, apuran el paso para crear la Casa del Obrero.
Es por esta razón que el gobierno antirreeleccionista se volvió cada vez más hostil hacia la Casa del Obrero, ya que la exigencia de derechos y la pelea por mejores condiciones comenzaron a trastocar las ganancias de la burguesía nacional y extranjera. A su vez, los trabajadores alentados por las expectativas iniciaron en junio de 1911 una oleada de huelgas que se extendieron por todo el país, exigiendo importantes aumentos salariales, reducción de la jornada laboral y abolición de prácticas administrativas hostiles; todo con el disgusto total de la burguesía.
Las huelgas no cesaron ni siquiera cuando Madero asumió la presidencia en noviembre de 1911, las masas seguían a la expectativa y exigiendo que las promesas se cumplieran. Para julio de 1912, más de 40 mil obreros estaban realizando huelgas. El nuevo gobierno comenzó a hacer llamados a la moderación y a actuar con la “razón”, pero al no poder detener a los trabajadores con métodos pacíficos comenzó a endurecer más y más la línea, dando manga ancha al ejército para atacar las protestas, en defensa de los patrones.
Así inició la represión, por ejemplo, la mayor matanza de trabajadores durante el gobierno de Madero ocurrió en Río Blanco cuando los soldados abrieron fuego contra los inconformes asesinando a 30 obreros, pero como esto no fue suficiente, el presidente tuvo que dar una respuesta de otro tipo; se estableció una reforma que dio como resultado la creación del Departamento del Trabajo. Fundado el 13 de diciembre de 1911, el órgano tenía la facultad de negociar un nuevo contrato con la industria textil, lo hizo, pero sin ningún beneficio para el proletariado que estaba luchando, ya que el nuevo órgano se limitaba a recoger, clasificar y publicar datos sobre el empleo.
De ese modo se empezó a perfilar el ataque contra la Casa del Obrero Mundial, que, representaba un fenómeno progresivo, a pesar de que la clase trabajadora se encontraba muy poco desarrollada, por esa razón el gobierno antirreeleccionista quiso suprimir las exigencias que se daban de forma cada vez más generalizada.
De ese modo se empezó a perfilar el ataque contra la Casa del Obrero Mundial, que, representaba un fenómeno progresivo, a pesar de que la clase trabajadora se encontraba muy poco desarrollada, por esa razón el gobierno antirreeleccionista quiso suprimir las exigencias que se daban de forma cada vez más generalizada.
Por su parte, el imperialismo yanqui al ver que la ola revolucionaria (dada sobre todo por la lucha de los campesinos) no podía ser controlada por el maderismo, vio en riesgo sus intereses, orquestando el golpe de Estado que derribó a Madero en complicidad con la oligarquía porfirista, a la que el propio Madero se negó a tocar. El golpe tuvo lugar entre el 9 y el 19 de febrero de 1913, evento conocido como La decena trágica, la cual llevó al general Victoriano Huerta al poder, como instrumento militarista para acabar con la insurrección por la fuerza.
El primero de mayo
En ese ambiente tuvo lugar la primera manifestación pública del Día internacional de los Trabajadores, el primero de mayo de 1913. Aquel día un gran contingente compuesto por las fuerzas proletarias encabezada por la COM, llevó un pliego petitorio dirigido al dictador Victoriano Huerta. La represión fue mínima, pues la política del dictador de hacer reformas fue importante para no tener otro frente de guerra abierto, por ejemplo, otorgando el descanso dominical, negociado mediante el Departamento del Trabajo.
La brecha entre las primeras manifestaciones en el mundo de aquella fecha con México era de 15 años, lo que era una muestra de que los asalariados en nuestro país aún estaban dando sus primeros pasos, producto de un capitalismo dependiente. Aquel primero de mayo se dio en el contexto de la guerra campesina, lo que avivó el fuego revolucionario, dando como resultado una masiva manifestación de 25 mil personas con banderas rojas, y una que decía “Proletariado mexicano”, con eso recorrieron el zócalo de la Ciudad de México.
En dicho trayecto se podían leer exigencias con sus pancartas que pedían “jornada de ocho horas” y “descanso los domingos”, así, las multitudes se aglutinaron en torno a la manifestación para aplaudir y corear consignas, la marcha terminó en el Hemiciclo a Juárez, donde múltiples oradores hablaron en favor de la causa obrera. Algunos de ellos fueron detenidos por hablar de política y no de sindicalismo; sin embargo, eso no pudo frenar la fuerza de los trabajadores que dieron un primer gran paso.
En el marco de los desafíos que tiene la clase obrera mexicana y a nivel internacional, hacemos este recorrido por su historia, recuperamos estas páginas sobre su lucha y movilización de una gesta que el movimiento proletario protagonizó a inicios del siglo XX, para reflexionar sobre sus tareas hoy.
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