La reciente elección de Boric, y especialmente la figura de Kast, suscitó toda una discusión sobre un supuesto ascenso fascista. Dicha tesis tenía claros fines electorales, similares a la discusión en Brasil respecto a Bolsonaro, y que explotó el PT de Lula para triunfar junto a la derecha en las presidenciales. Desde LID discutimos en contra de esta caracterización, y buscamos situar la discusión en el terreno de los rasgos o tendencias bonapartistas. Hoy el Gobierno de Boric incrementa sus políticas represivas y su inversión en la agenda securitaria, acompañando el clima reaccionario. Aparecen nuevamente voces que hablan de un golpe de Estado o del “fascismo de Boric”. Pensamos que todas estas caracterizaciones, erradas, son producto de impresionismos superficiales, y creemos que la clave se encuentra en los rasgos bonapartistas que vienen desarrollándose. Ahora bien, la categoría Bonapartismo no es de uso popular como la de fascismo, aunque ambas contienen la misma complejidad. Las siguientes páginas tratan de ser una sistematización de esta categoría y sus claves, para contribuir a una comprensión profunda y marxista de los fenómenos actuales, desde los llamados “populismos de derecha” a gobiernos progresistas que desarrollan rasgos autoritarios. Es el caso del Gobierno de Boric, que estando muy lejos de ser un Gobierno bonapartista, si ha desarrollado rasgos en este sentido.
¿Qué es Bonapartismo?
Los conceptos bonapartismo y cesarismo han sido utilizados ampliamente en historiografía, política, periodismo. Ambos tienen una fuerte relación con la tradición marxista revolucionaria, desde Marx y Engels, pasando por Gramsci al propio Trotsky, desarrollaron de una u otra forma aspectos claves y fundantes de estas categorías, buscando actualizarlas siempre en base a análisis concretos.
Genéricamente bonapartismo (y cesarismo) es utilizado para hacer referencia a gobiernos autoritarios con un “árbitro” o un jefe, apoyado en el aparato burocrático-militar, por oposición al régimen democrático parlamentario clásico. Evidentemente cesarismo y bonapartismo hacen referencia a distintas épocas históricas (el Imperio Romano y la Francia posrevolucionaria) no obstante, como vemos, tienden a usarse en torno a un mismo fenómeno; para Gramsci -según Antonini- se trata de intervenciones desde arriba empujadas por cierto equilibrio de clases (volveremos sobre esto más adelante). También existen en la academia quienes plantean que el concepto Bonapartismo es puramente marxista, por ende limitado. Antonini escribe: “Adamson y Roberts se niegan a combinar cesarismo y bonapartismo. Roberts no utiliza este último término en lo absoluto, mientras que Adamson concibe la categoría como un concepto puramente marxista, de clase, y por esta razón lo descarta” De hecho es Marx quien descarta, primero, el uso de la categoría cesarismo para el análisis de fenómenos modernos, aun así, se usan casi indistintamente hoy, y así los usaremos en este trabajo.
Partamos por el principio, Napoleón Bonaparte, el General pro jacobino que peleando por la República se transformó en Emperador, es una de las figuras clave para entender el bonapartismo. El ascenso de Napoleón “(...) no se puede entender sin la Gran Revolución Francesa ni el Termidor, la contrarrevolución que liquida a las fuerzas revolucionarias plebeyas que entre 1789 y 1794 terminaron con la monarquía, destruyeron los privilegios de la aristocracia y la nobleza, liberaron de deudas al campesinado entregándoles sus parcelas y proclamando los derechos del hombre y del ciudadano, entre ellos el sagrado derecho del pueblo a la insurrección contra la tiranía. El 9 Termidor (27 de julio) vino a poner fin a la dictadura de los jacobinos que expresaron al ala izquierda de la pequeño burguesía, que se apoyaba en los obreros, artesanos y el pueblo pobre de París. Pero el Termidor no significó el retorno de las viejas clases dominantes y de su estructura social al poder, sino la consolidación de un nuevo orden burgués aplastando el peligro revolucionario” Napoleón maniobró entre los conflictos de clase, al campesinado le juró defender con todo las conquistas de la revolución contra los monárquicos y a la burguesía le prometió el orden necesario para sus negocios. Trotsky escribe “Napoleón protegió la propiedad burguesa, incluida la de los campesinos, tanto contra la “chusma” como contra los plañideros expropiados.
La Europa feudal odiaba a Napoleón como la representación viva de la Revolución, y desde su punto de vista tenía razón”. Napoleón es el gran referente moderno del concepto, de la función de arbitraje entre las clases, y al mismo tiempo, la de preservación del orden burgués “Napoleon dio al gran burgués la posibilidad de reunir pingües beneficios, garantizó a los campesinos sus parcelas,dio la posibilidad a los hijos de los campesinos y a los desheredados del pillaje de la guerra. El juez tenía el sable en la mano y desempeñaba personalmente la función del alguacil. El Bonapartismo del primer bonaparte estaba sólidamente fundamentado.” Napoleon combatió activamente las tendencia de izquierda, la “chusma” y la reacción feudal, así consolidó en los hechos el reinado de la burguesía, aunque en el camino pisoteo la democracia.
El 18 brumario de Luis Bonaparte es la obra que inaugura la discusión en la tradición marxista, no obstante entre los revolucionarios ya se discutían fenómenos bonapartistas pero bajo la categorización de cesarismo. De hecho Engels definió como cesarismo, el Gobierno de Bismark en Alemania. En aquel entonces bonapartismo definía más bien a los partidarios de Bonaparte, y el uso común era más bien, de cesarismo. Es más, en el segundo prefacio (1869) al 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx advierte las limitaciones de la categoría de Cesarismo, no se trata de camarillas que maniobran sobre otras camarillas ante la mirada pasiva de miles de esclavos, sino de maniobras sobre la relación de fuerza entre las clases actuantes, un fenómeno moderno: “Finalmente, confío en que mi obra contribuirá a eliminar ese tópico del llamado cesarismo, tan corriente, sobre todo actualmente, en Alemania. En esta superficial analogía histórica se olvida lo principal: en la antigua Roma, la lucha de clases sólo se ventilaba sobre una minoría privilegiada, entre os libres ricos y los libres pobres, mientra la gran masa productiva de la población, los esclavos, formaban un pedestal puramente pasivo para aquellos luchadores. Se olvida la importante sentencia de Sismondi: el proletariado romano vivía a costa de la sociedad, mientras que la moderna sociedad vive a costa del proletariado.”
Vimos como el primer Bonaparte, se elevó por sobre la burguesía para garantizar, afirmar y expandir el propio orden Burgués. Su genio militar y carisma, lo proyectaron como el hombre fuerte, capaz de levantar y sostener el nuevo régimen. Marx analiza, en El 18 Brumario de Luis Bonarpate, el caso del sobrino del primer Napoleon. Alguien bastante diferente de su tío. Comienza su libro con la famosa cita: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos dos veces. Pero se olvidó de agregar: una como tragedia otra como comedia” Luis Bonaparte era un político por entero distinto de su tío, para Marx se trataba de “(...) cómo la lucha de clases creó en Francia las circunstancias y las condiciones que permitieron a un personaje mediocre y grotesco, representar el papel de héroe”
¿Qué contexto eleva a una figura así al “papel de héroe”? Luis Bonaparte emerge como figura después de la revolución del 1848, Marx establece un interesante paralelo entre la primera Revolución Francesa, y la del 1848, allí escribe: “En la primera revolución francesa, a la dominación de los constitucionales le sigue la dominación de los girondinos, y a la dominación de los girondinos, la de los jacobinos (...) Tan pronto como ha impulsado la revolución lo suficiente para no poder seguirla (...) es desplazado y enviado a la Guillotina por el aliado más intrépido (...) La revolución se mueve de este modo en un sentido ascensional (...) En la revolución de 1848 es al revés. El partido proletario aparece como apéndice del pequeñoburgues-democratico. Este le traiciona (...) A su vez, el partido democratico se apoya en los hombros del republicano-burgués. Apenas se siente seguros, los republicanos burgueses se sacuden el molesto camarada y se apoyan, a su vez, sobre el partido del orden (...) de este modo la revolución se mueve en sentido inverso, descendente”
El hecho de que el proletariado no tuviera la fuerza suficiente en ese momento para erigirse como alternativa de poder, jugó un rol importante en el ascenso de Luis Bonaparte y en la cooptación que logró este a sectores de masas, por lo menos en su primer momento. Ganó las elecciones presidenciales de 1848 con demagogia a las clases subalternas y bajo el lema de “Abajo los ricos”. El demagogo había intentado un golpe de Estado anteriormente, fracasó patéticamente, su triunfo electoral vino a reivindicarlo. Sin embargo, en 1850 los sectores reaccionarios logran imponer en la Asamblea Nacional el voto censitario, se descartaba el sufragio universal excluyendo así muy claramente a los obreros, artesanos y campesinos pobres. Bonaparte se transforma en el demagogo del sufragio universal y en 1851 da un golpe de Estado en "defensa" de la democracia. Explotando la división de las clases dominantes y el miedo a las clases subalternas, logró proyectarse como el único que podía mantener el orden.
De defensor de la democracia y el voto universal, pasó a promulgar una Constitución que fortalecía hasta el absurdo al Ejecutivo, periodos de 10 años con reelección, pulverizó el legislativo transformando la Asamblea de Diputados, en 3 camaras: Asamblea, Senado y Consejo de Estado En 1852 realiza un plebiscito, que transforma a Francia en Imperio y a si mismo, en Napoleon III, el nuevo autoproclamado emperador de Francia. Hasta 1860 gobernó sin mucha oposición, con un fuerte brazo policial. No caería hasta 1871, en plena guerra contra la Prusia de Bismarck y como preludio de la Comuna de París. Marx muestra este contraste entre los bonapartes, el primero con una revolución burguesa real tras de si, genio militar y hábil político, el segundo un burdelero sin ninguna experiencia más que la intriga, golpes fallidos y la demagogia, ambos transformados en Emperadores de Francia en nombre de la Republica Burguesa.
Dal Maso hace un buena definición de cómo Marx expresa el fenómeno del bonapartismo en el 18 Brumario, extrayendo su médula “(...) se trataba de una experiencia de “relativa independencia” del poder ejecutivo respecto de las otras partes del Estado y de las clases, que a su vez buscaba apoyarse en distintas clases, apelando a sus intereses particulares con planteos específicos para cada una, llevando adelante una política de carácter burgués pero no necesariamente apoyada por la burguesía.” El problema de la relativa independencia de la esfera política, muestra la forma dialéctica en que Marx entendía los fenómenos y procesos sociales, contra todo mecanicismo o determinación mono-causal, que en ocasiones se le atribuye al marxismo en los análisis de los fenómenos socio-políticos.
Contemporáneo a Luis Bonaparte, Bismarck, corresponde a otro ejemplo de Gobierno de carácter Bonapartistas. Otto von Bismarck, estadista alemán, inicia su carrera en el parlamento prusiano, como representante del ala conservadora. Enemigo jurado de la Revolución de 1848, combatió en la calle contra la revolución, se proyectó como el hombre fuerte del régimen, en 1862 fue nombrado primer ministro de Prusia e impulsó una reforma fortalecedora del Ejército, en la que el propio Monarca había fallado. Después de exitosas campañas militares, en 1871 logra unificar Alemania y funda el segundo Imperio Alemán, más tarde inicia la Triple Alianza (Italia Austria-Hungría) y promulga la ley antisocialista. Bismark explotó el miedo a los obreros de la burguesía, para elevarse sobre capitalistas y junkers como, en palabras de Trotsky, “un sólido árbitro burocrático”
“En la política de Bismark que se elevaba a si misma por encima de las clases, había como se ha indicado más de una vez, elementos indudables de bonapartismo, aunque bajo la cubierta de legitimismo. La consistencia del régimen de Bismark se hallaba garantizada en el hecho de que, surgido de una revolución impotente, realizaba en su totalidad o parcialmente un objetivo nacional tan magno como la unidad nacional.”
Bonapartismo en el siglo XX
Pero los casos que vimos son todos previos al Siglo XX (o sea, previos al imperialismo) y a su vez, todos en países de un capitalismo floreciente. Ya es notable la diferencia entre Napoleon y Napoleon III (tragedia/comedia). Marx mantuvo el ojo en la dinámica de los procesos que anteceden la emergencia de estos fenómenos, veíamos que distinguía la dinámica ascendente de la Revolución Francesa de la descendente en la Revolución del 48. En el mismo sentido “Trotsky se preocupa en distinguir entre el bonapartismo que defendía las conquistas sociales de la revolución burguesa, de aquel que defiende a la sociedad burguesa del peligro de la revolución social” Dicho de otra forma, la diferencia entre bonapartismos no es solo de magnitud, sino también de contenido, y el siglo XX viene a complejizar esa relación.
Históricamente la burguesía defendió su régimen como el más democratico de todas las formas políticas posibles. El sufragio universal, las libertades democráticas, el parlamento, en última instancia, la República Liberal son trofeos que la burguesía muestra cada vez que puede, no obstante no son para nada las únicas formas de dominación burguesa. El siglo XX mostró que la tendencia a fenómenos bonapartistas, y la propia emergencia del fascismo, es una tendencia inscrita en la dominación burguesa actual.
En 1935 el revolucionario ruso escribía. “Entendemos por bonapartismo el régimen en el cual la clase económicamente dominante, aunque cuenta con los medios necesarios para gobernar con métodos democráticos, se ve obligada a tolerar -para preservar su propiedad- la dominación incontrolada del gobierno por un aparato militar y policial, por un "salvador" coronado. Este tipo de situación se crea cuando las contradicciones de clase se vuelven particularmente agudas; el objetivo del bonapartismo es prevenir las explosiones.” Y es que en el siglo XX, bajo la dinámica del imperialismo (y como reacción a la revolución proletaria) emergen fenómenos como el fascismo, se desarrollan las crisis orgánicas como escenarios prolongados (Gramsci) y tendencias bonapartistas que se desarrollan incluso en la Rusia de los soviet, o sea, en un Estado Obrero.
Pero vamos por partes. La Revolución Rusa es uno de los principales acontecimientos históricos de inicios del siglo XX, una revolución obrero campesina que, en plena época imperialista, conquistó el poder en un país atrasado y autocrático. La Rusia de 1917, no era la Francia de los Napoleones, ni la Alemania de Bismarck; Keresnky no conquistó siquiera el derecho a estar en aquella liga, no obstante Trotsky analiza su rol y gobierno desde la categoría de bonapartismo. La revolución de Febrero desembocó en un Gobierno en crisis, ninguna combinación logró asentarse, y aunque el intento de democracia burguesa buscaba desesperadamente afirmarse oscilando entre la reacción por un lado, y los soviet por otro, no logró frenar a los bolcheviques, ni siquiera enfrentó a Kornilov por su propia cuenta (el “verdadero” candidato a Bonaparte de la reacción rusa)
Kerensky era una abogado, del ala derecha de los Socialistas Revolucionarios (el partido de la democracia campesina) que, una vez derrocado el Zar, en alianza a los Mecheviques, ala reformista del partido obrero socialdemócrata ruso, planteaban una estrategia de alianza de clase hacia la burguesia liberal (Kadetes) e, incluso, a sectores aristócratas rusos. Esta política es la clave del Gobierno Provisional. Trotsky reflexiona sobre cómo algunos políticos burgueses de la época veían a Kerensky, a saber: como un demagogo con un pensamiento poco claro y un débil carácter frente a los radicales. Trotsky respondía “Si Kerensky hubiera tenido un pensamiento claro y una voluntad fuerte, habría sido completamente inutilizable en su rol histórico. Esto no es una apreciación retrospectiva, es así como lo juzgaban los bolcheviques en el fuego de los acontecimientos” y más adelante agrega “A mediados de mayo (Trotsky) definió a Kerensky en la reunión del Soviet de San Petersburgo como ´el punto matemático del bonapartismo ruso´ La incorporeidad de esta característica muestra que no se trataba de la persona, sino de la función” Obviamente el bonapartismo de un Bonaparte que no había expropiado nada a nadie, con un ejército que no conocía victoria alguna y a la cabeza de una economía que se caía a pedazos, no podía ser más que una parodia del bonapartismo, pero aún así, la función debía cumplirse.
Kerensky si buscó ser el árbitro todopoderoso que necesitaba el orden Burgués, y aunque era asiduo a la demagogia populista, no tocó la propiedad de la tierra ni detuvo la guerra. Esto es importante. La burguesía no veía con buenos ojos a Kerensky, lo toleraba porque sin él no había puente alguno a las masas, pero no lo consideraba uno de sus hombres “Si verbalmente los jefes de la burguesía y de la democracia prometian obedecer a Kerensky, en la práctica el árbitro todo poderoso obedecía a Miliukov y, sobre todo, a Buchanan. Kerensky continuó la guerra imperialista, defendió la propiedad de los grandes terratenientes contra todo atentado, aplazó las reformas sociales hasta mejores tiempos. Si su Gobierno era débil, ello obedecía a las mismas razones por las que la burguesía no podía poner en el poder a sus hombres” O sea, a Kerensky se le toleraba en la medida que impulsaba la agenda de la derecha. La desdicha del bonapartismo kerenskista no estaba en los límites personales de Kerensky, sino en la vitalidad de la revolución y sus nudos críticos. El bonapartismo de Kerensky carecía de la fortaleza del clásico bonapartismo (sostenido en conquistas revolucionarias estructurales, en un capitalismo vigoroso o en un triunfante aparato militar) pero, en palabras de Trotsky, tenía todos sus vicios. A pesar de todas sus debilidades e insignificancia, Trotsky advierte “su carácter conservador-capitalista crecía paralelamente con el acrecentamiento de su independencia” O sea, buscó cumplir ese rol. Y es paradójico, en concreto Kerensky acordaba en todo con el programa político de Kornilov, que se resumía a la limpieza (política) del Ejército y una política militarista, solo disentía de Kornilov en que lo barrieran a él de la escena para ejecutar dicho plan.
Vimos la polémica que hacía Marx contra la categoría de Cesarismo; Trotsky resolvía este problema diciendo que el bonapartismo es el cesarismo de la época burguesa. No obstante, no todo bonapartismo es burgués.
Hasta acá se trata de regímenes fuertes, o que buscan esa fortaleza, apoyándose en aparatos burocráticos-militares, aprovechando la debilidad, división o crisis de las clases dominantes, para hacerlas de Árbitro, y asegurar así, el orden social (burgués). Tomamos recién el bonapartismo Kerenskista, que fue apenas un patético preludio a la Revolución de octubre. Débil y vacilante, fue tan impotente para impedir el bolchevismo como lo fue el bonapartismo Alemán de la República de Weimar para detener al fascismo. Evidentemente el fascismo vuelto régimen, desarrolló fuertes rasgos bonapartistas, pero ¿y el Estalinismo vuelto régimen, cabe dentro de una definición de bonapartismo? La sociología burguesa (y el sentido común) tiende a identificar régimen fascista a régimen estalinista, partiendo de lo autoritario, burocrático y militar del ejercicio del poder, contrapuesto esto con una democracia burguesa abstracta, ideal y plenamente democrática. Esta identificación es un error, no solo porque esa democracia burguesa no existe en ninguna parte, sino también -y especialmente- porque el análisis del régimen deja de lado la naturaleza de clase del Estado, a saber: que uno es un Estado obrero emergido de una revolución proletaria, y el segundo, un Estado Burgués que emerge de la contrarrevolución burguesa-imperialista.
En el caso de la burocracia soviética, Trotsky la describe en un primer momento como una burocracia termidoriana, en el sentido de la burocratización del Estado y la Economía a la par de la eliminación de los elementos democráticos, este proceso es clave para la elevación de Stalin como árbitro bonapartista. Vimos al principio que por Termidor en la Revolución Francesa se entendía ese periodo donde se liquida a los Jacobinos y se impone un régimen que sin volver a la antigua sociedad, busca imponer el orden reaccionario. Trotsky lo define así: “Se sabe suficientemente que hasta ahora todas las revoluciones han suscitado reacciones y aun contrarrevoluciones posteriores que, por lo demás, nunca han logrado que la nación vuelva a su primitivo punto de partida, aunque siempre se han adueñado de la parte del león en el reparto de las conquistas (...) La afirmación axiomática de los publicistas soviéticos de que las leyes de las revoluciones burguesas son "inaplicables" a la revolución proletaria, está completamente desprovista de contenido científico (...) Antes al contrario, justamente porque el proletariado ruso, todavía atrasado en muchos aspectos, dio en unos meses el salto sin precedentes en la historia desde una monarquía semifeudal hasta la dictadura socialista, la reacción tenía ineludiblemente que hacer valer sus derechos en las propias filas revolucionarias.”
El aislamiento de la revolución, el atraso de la nación y el retroceso de la vanguardia (exhausta con la guerra civil) fueron el escenario perfecto para el ascenso de Stalin, y el régimen que encabezó, un Estado obrero deformado y un régimen bonapartista, que a la larga, terminaría asfixiando las conquistas de la revolución y entregando Rusia al capitalismo.
“El bonapartismo fue uno de los instrumentos del régimen capitalista en sus periodos críticos. El estalinismo es una de sus variedades, pero sobre la base del Estado obrero, desgarrado por el antagonismo entre la burocracia soviética organizada y armada, y las masas trabajadoras desarmadas” El planteamiento de revolución política, Trotsky lo hacía en plena conciencia de que el bonapartismo soviético terminaría pasándose, tarde o temprano, al bando contrario, y esto fue literalmente así con la burocracia estalinista tras la restauración capitalista, que pasó de jerarcas del partido y los soviets a empresarios y hombres de Estado burgués. El bonapartismo soviético es parte de los fenómenos únicos que arrojó el siglo XX.
Con la emergencia del fascismo, el bonapartismo debe mediar con otro “extremo”, más adelante veremos que estos conceptos se cruzan, pero aquí lo abordaremos desde su diferencia. Tomemos, ahora, como ejemplo los Gobiernos de la república de Weimar, en la Alemania de entreguerras. El de Paul von Hindenburg, General héroe de guerra, durante la primera Guerra Mundial dirigió el País de facto, incluso por sobre el Kayser y el parlamento. En 1932 es elegido presidente y debe encarar al Fascismo. El otro caso es el General Papen, capitán de Caballería, católico y conservador, canciller autoritario que fue clave para el ascenso del nazismo. Ambas variantes bonapartistas “pre-fascistas”. Trotsky escribía en 1932 al respecto: “El bonapartismo alemán actual tiene un carácter muy complejo y, por así decirlo, combinado. El gobierno de Papen habría sido imposible sin el fascismo. Pero el fascismo no está en el poder. Y el gobierno de Papen no es fascismo. Por otra parte, el gobierno de Papen, al menos en su forma actual, habría sido imposible sin Hindenburg, el cual, a pesar del abatimiento final de Alemania en la guerra, representa las grandes victorias de Alemania y simboliza al ejército en la memoria de las masas populares. La segunda elección de Hindenburg tuvo todas las características de un plebiscito. Muchos millones de obreros, pequeños burgueses y campesinos (la socialdemocracia y el Centro) votaron por Hindenburg. No vieron en él ningún programa político. Querían ante todo evitar la guerra civil, y levantaron a Hindenburg sobre sus hombros como un super-árbitro, como un juez de arbitraje de la nación. Pero precisamente ésta es la función más importante del bonapartismo: elevarse sobre los dos campos en lucha para preservar la propiedad y el orden. Elimina la guerra civil, o se le sobrepone, o impide que vuelva a encenderse." Pero el “árbitro” terminó siendo el puente, o el escalón clave en el ascenso del fascismo.
Se trata aquí de bonapartismos débiles, o por lo menos en relación a sus antecesores, débiles en el sentido de su capacidad real arbitrar (no en su ímpetu autoritario y represivo) “El bonapartismo de la era de la decadencia del capitalismo se diferencia totalmente del bonapartismo de la era del ascenso de la sociedad burguesa. El bonapartismo alemán no es apoyado directamente por la pequeña burguesía del campo y de la ciudad, y eso no es casual. Precisamente por eso escribimos en una ocasión sobre la debilidad del gobierno de Papen, que se mantiene sólo por la neutralización de dos campos: el proletariado y los fascistas.” Los bonapartistas del siglo XX son en este sentido,estructuralmente más débiles que sus pioneros.
Otro ejemplo en el mismo sentido es la Francia de Petain, un Mariscal de la Primera Guerra que comenzó siendo un héroe nacional, y terminó de colaborador de los nazis. Gobernó la Francia ocupada por Hitler, lo que le valió la condena a muerte una vez acabada la Guerra (la cual se permutó por cadena perpetua). En 1940 Trotsky escribía “En Francia no hay fascismo en el sentido real del término. El régimen del senil mariscal Petain representa una forma senil del bonapartismo de la época de declinación imperialista. Pero este régimen también se demostró posible sólo después de que la prolongada radicalización de la clase obrera francesa, que condujo a la explosión de junio de 1936, falló en encontrar una salida revolucionaria." Y mas adelante agrega “Precisamente porque el régimen de Petain es bonapartismo senil no contiene ningún elemento de estabilidad y puede ser derribado mucho más pronto que un régimen fascista por un levantamiento revolucionario masivo."
La relación con el fascismo es clave en la comprensión de los fenómenos bonapartistas de entreguerras. Si bien son fenómenos de naturaleza distinta, el fascismo surge de la lucha de clase, es su destacamento reaccionario más decidido, y el bonapartismo surge para aplacar la lucha de clases, para mantener el orden y arbitrar entre fracciones, ambos fenómenos pueden cruzarse, potenciarse e incluso fusionarse. Francesca Antonini, en su estudio sobre las categorías de Cesarismo y Bonapartismo en Gramsci, muestra como este plantea toda una graduación de cesarismos como parte de la construcción de un régimen fascista. Esto coincide totalmente con la definición de Trotsky de Bonapartismo como pre-fascista. Gramsci define al fascismo en Italia como cesarista (cesarista/bonapartista), no obstante Antonini puntualiza “(...) es claro que Gramsci está describiendo aquí a Benito Mussolini como líder de un régimen sólido y no simplemente como el líder de un movimiento que todavía tiene que encontrar su lugar en el escenario político”. Con todo, esto es importante porque dialectiza la relación entre dos fenómenos que tienden (en la teoría) a verse muy diferenciados, en incluso contrapuestos y no es tan así, y por otro lado, demuele toda ilusión de que un Estado burgués puede, por sus medios, detener al fascismo. En la segunda parte de este artículo abordaremos los postulados de Gramsci y las formaciones y tendencias bonapartistas en América Latina y la actualidad.
Bibliografía
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