La crisis política venezolana acumula tensión a medida que se acerca el 30 de julio, fecha para la elección de representantes a una tramposa Asamblea Constituyente convocada por el gobierno, que ha cosechado amplio rechazo, no sólo de la derecha, sino en sectores del propio chavismo y la izquierda
Lunes 10 de julio de 2017
La crisis política venezolana acumula tensión a medida que se acerca el 30 de julio, fecha para la elección de representantes a una tramposa Asamblea Constituyente convocada por el gobierno, que ha cosechado amplio rechazo, no sólo de la derecha, sino en sectores del propio chavismo y la izquierda. En Izquierda Diario, edición de Venezuela editada por nuestros compañeros de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) puedes seguir día a día la cambiante situación.
Nicolás Maduro gobierna por decreto según un “estado de excepción” permanente, cada vez más represivo (no sólo contra acciones de la derecha, sino contra protestas populares, militarizando barrios humildes, impidiendo elecciones sindicales o proscribiendo sectores de izquierda), para imponer su línea económica inflacionaria, de ajustes y pago a rajatabla de la deuda externa. Con la farsa de una Constituyente “democrática” y “originaria” manipulada para asegurarse de antemano una mayoría regimentada por el PSUV, pretende legitimar el rumbo bonapartista para prorrogarse en el poder.
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La Mesa de Unidad Democrática-MUD, coalición de rancia estirpe golpista y proimperialista, le opone un programa aún más reaccionario, envuelto en una frondosa demagogia “democrática”. Llama a nuevas demostraciones -como el llamado del día 16 a un simulacro de consulta popular contra el llamado a Asamblea-.
Levanta la exigencia de "restitución del orden constitucional" mientras llama a la puerta de los cuarteles pidiendo que las fuerzas armadas (FANB) abandonen a Maduro, para discutir “un gobierno de unión nacional y la realización de elecciones”.
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Al mismo tiempo, algunas fisuras en el oficialismo, como la ruptura de la Fiscal Gral. Luisa Ortega (a la que Maduro busca desplazar) y rumores de malestar entre los militares podrían indicar que sectores moderados de chavismo se resisten a un curso que consideran aventurero, y preferirían abrir una negociación con la derecha. En medio de la pugna por la Constituyente, no puede descartarse una intervención militar, pues la FANB se preserva como árbitro en última instancia, pero tampoco tanteos para algún tipo de nuevo “diálogo” que destrabe el impasse político y pueda parchar, de alguna forma, la fractura institucional entre el poder ejecutivo chavista y el legislativo dominado por la oposición. Entre tanto, el cuadro de aguda crisis política sigue con “pronóstico reservado” y “final abierto”.
El telón de fondo es la gravísima crisis general -económica, social y política, en que desembocó el proyecto chavista de “desarrollo nacional” y “socialismo del siglo XXI” con empresarios sobre la base del capitalismo dependiente cuando la renta petrolera se desplomó. La vieja lucha entre las camarillas chavistas “boliburguesas” y la burguesía tradicional por el control de esa renta petrolera, ahora disminuida, recrudece en torno al problema del poder político, ya que su control y distribución dependen del Estado. La larga confrontación entre el gobierno chavista -que no logra contener su desgaste pero conserva el sostén de las FANB -con gran peso en la vida nacional y el manejo del Estado-, y la MUD - apoyada por la alta burguesía y las capas medias y con el respaldo imperialista-; se extiende sin resolver el “empate catastrófico” en la relación de fuerzas mientras se agravan las penurias entre los trabajadores y el pueblo, los más golpeados por la brutal crisis económica.
En este cuadro, de putrefacción de las condiciones objetivas sin irrupción obrera y de masas, los tiempos de la crisis se alargan preparando el terreno para una salida reaccionaria. A esto colaboran, con todas sus diferencias y disputas, el bonapartismo chavista y la oposición “republicana” proimperialista, que también comparten el temor a un “estallido social”, es decir, son enemigos de que las masas intervengan de manera independiente.
Venezuela sigue siendo, junto a Brasil, uno de los focos al rojo vivo en el escenario latinoamericano. Se juega en ellos buena parte de la definición de la coyuntura latinoamericana, en un contexto de incertidumbre económica y contradicciones sociales y políticas no resueltas tras el agotamiento del “ciclo progresista” y la ofensiva de la derecha retornada al poder en Brasil y Argentina. Una razón de más para el debate sobre el proceso venezolano y la política a impulsar desde la izquierda.
Posiciones en la izquierda
El rumbo de Maduro ha provocado mayor crisis y divisiones en el “progresismo” latinoamericano, ya golpeado por el retroceso del lulismo y el kirchnerismo. Un sector “nacional y popular” apoya al indefendible gobierno de Caracas en su giro bonapartista, represivo y ajustador “heterodoxo”. Otro sector, más centroizquierdista, pasa a criticarlo en nombre del “diálogo”, en línea con la transición a la “democracia” que quieren sectores del imperialismo, el Vaticano y las burguesías de la región.
La crisis venezolana también pone a prueba también las posiciones de la izquierda socialista. Es una situación muy difícil, dada la extrema polarización social y política y la escasa actividad autónoma de la clase trabajadora. Pero esto no hace sino reforzar la necesidad de una política revolucionaria a la altura de la situación. Sin embargo, no esto es lo que caracteriza la política de varias de las corrientes de izquierda.
En su época de ascenso, con nacionalizaciones parciales y concesiones al pueblo humilde, el chavismo fagocitó a grupos de izquierda que creyeron posible “cambiar el contenido” nacionalista burgués del movimiento, integrándose como “consejeros” del Comandante. Es el caso de la autotitulada “corriente marxista” del PSUV, que sostiene disciplinadamente a Maduro, implorando de tanto en tanto un cambio de rumbo.
Otras tendencias, adherentes al proceso chavista, son críticas de Maduro pero apoyan su convocatoria a Asamblea, difundiendo la ilusión de que sea un espacio de participación democrática desde el que influir en el rumbo del gobierno y “profundizar” el proceso bolivariano. Sectores del PSOL brasileño, el Frente Popular Darío Santillán en Argentina, franjas de la izquierda anticapitalista europea (como refleja la revista Vientosur) entre otros. Le lavan la cara a la estafa “comunal” que prepara el gobierno, pues el hecho es que esa Asamblea, manipulada para asegurar de antemano la mayoría oficialista apoyándose en una caprichosa representación territorial y en las organizaciones regimentadas desde el Estado y el PSUV, está al servicio del proyecto bonapartista y cada vez más reaccionario de Maduro.
La izquierda que se reclama “independiente” y anticapitalista pero que se alineó “críticamente” con el proyecto bolivariano de Chávez, no hace sino consumar una nueva capitulación detrás del decadente bonapartismo de Maduro. Demuestra así su falta de independencia política y estratégica, incapaz de plantear una alternativa de conjunto al pueblo trabajador. Las consignas “ecosocialistas”, feministas y antiimperialistas que adornan su propaganda no conforman un programa para movilizar a las masas ante la catastrófica situación que estas padecen -lo que indefectiblemente llevaría a chocar con el gobierno de Maduro y todo su plan económico y político-, sino una lista de pedidos y consejos al gobierno. Desde esa lógica apoyan la Asamblea para aportar a “proyectos radicalmente democráticos y alternativos al de la sociedad capitalista”, de la mano del poder bonapartista en pleno giro hacia el gran capital nacional y extranjero. Juegan el papel de furgón de cola “anticapitalista” del bonapartismo chavista en su etapa de máxima degradación “madurista”.
Lamentablemente, otras tendencias socialistas, con las que compartimos muchas de las críticas al chavismo, sucumben en una nefasta adaptación al campo burgués opositor y su demagogia “democrática”.
MST-Marea Socialista, por el diálogo entre gobierno y MUD y elecciones
El Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y su grupo hermano en Venezuela, Marea Socialista (MS), que se ubica desde un “chavismo crítico”, sostienen por izquierda esa posición.
En acuerdo con ex ministros chavistas y opositores “moderados”, Marea Socialista impulsa ese llamado en nombre de “una salida democrática a la actual crisis política, antes de que el crescendo de violencia de un paso sin retorno hacia un enfrentamiento fratricida, todavía más generalizado”, reclama reinstaurar el “cronograma electoral” y nos dice que al mismo tiempo “se requiere acompañar estos anuncios de la apertura de Otro Diálogo, amplio e inclusivo, que no se limite a las cúpulas partidarias de la oposición y el gobierno.” (Declaración de Marea Socialista, 22/04/17). Como “la sociedad venezolana y el pueblo trabajador están atrapados entre dos cúpulas irracionales y ambiciosas. Ambas violan la Constitución”, según insiste Gonzalo Gómez Freire, dirigente de MS, el camino sería “1) Iniciar una ruta democrática constitucional para dirimir los conflictos del país. 2) Instalar Otro Diálogo, no exclusivo ni sólo de las cúpulas, sino inclusivo del pueblo, abierto y público, con acceso a todos los medios de comunicación”.
Ante el llamado a Constituyente amañada, Marea se pronunció porque el Consejo Nacional Electoral (CNE) "restablezca el funcionamiento de la Constitución del ’99, asuma su responsabilidad histórica y active las suspendidas elecciones regionales a gobernadores y alcaldes y que dé certeza de la realización de la elección presidencial del próximo año, instalando desde ahora un cronograma para las mismas". Como se ve, Constitución del 99, diálogo y elecciones son los pilares de la política de Marea.
No es ilusión óptica que se parezcan tanto a los de la oposición derechista.
Marea Socialista se espanta ante los niveles de violencia alcanzados por la crisis política y recomienda la salida conservadora y legalista de reconducir al marco constitucional el enfrentamiento de poderes entre MUD y chavismo. Es una lógica que, además de descansar en la eventual conciliación de los dos bloques burgueses enfrentados, somete a los trabajadores a la estrecha legalidad del propio régimen bonapartista edificado sobre la Constitución del 99, en lugar de ayudarles a superar los prejuicios constitucionalistas.
Puede ser una línea sensible a los temores de capas medias atemorizadas por la “violencia” pero no es una política para la movilización independiente de los trabajadores con sus propios métodos enfrentando la represión estatal, paraestatal y de la derecha, en una crisis que no admite solución progresiva sino es con su irrupción.
Sin embargo, la crisis política se caracteriza, precisamente, por rebasar desde hace mucho los marcos constitucionales. De hecho, la crisis general que atraviesa Venezuela se expresa en el completo agotamiento del proyecto bolivariano y la crisis de su ordenamiento institucional, sintetizado en la Constitución de 1999, que tanto opositores como gobierno juran defender. Ésta proveyó, bajo el manto de algunas concesiones democráticas, el andamiaje jurídico del bonapartismo plebiscitario que practicó Chávez y que pretende acentuar, en condiciones agónicas, su sucesor Maduro.
Apelar a la Constitución del 99 no sirve para enfrentar a la Asamblea que propone Maduro para “perfeccionarla”, y capitula en toda la línea al programa de elecciones que exige la MUD. Sólo serviría para orquestar una salida política dentro del régimen, pues la eventual reposición plena de la Constitución, incluyendo un calendario electoral, dependería de un pacto entre chavismo y oposición burguesa, con la aprobación de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), el visto bueno de Washington y la bendición papal, para avanzar en la “transición”, o sea, hacia un régimen abiertamente reaccionario.
Marea no alerta contra el peligro real que significan las Fuerzas Armadas con su gran peso como árbitro, a las que tanto el gobierno como la oposición apuestan. Tampoco se cuestiona proponer un retorno al calendario electoral que probablemente ganaría la derecha con el prontuario más antidemocrático. Se contenta con proponer una salida constitucional “razonable” dentro del régimen y jugar el papel de cobertura de izquierda dentro de la misma.
Todo el proyecto político de Marea apunta a participar en eventuales elecciones, sumando por el camino a los chavistas descontentos. En efecto, reivindican el “chavismo crítico” como apuesta “a un nuevo emergente político que surja del propio proceso bolivariano y se ubique como oposición de izquierda al gobierno” (Sergio García, en www.mst.org.ar/2017/06/07), tarea en que se empeñan junto a ex-ministros y otros referentes chavistas que se alejaron o fueron expulsados del “chavismo oficial”. Aún así el marco de Marea resulta demasiado estrecho y “sectario” para algunos de sus miembros, entre ellos su principal vocero, Nicmer Evans, que acaba de alejarse para contribuir a crear “espacios más amplios”.
Este “chavismo crítico”, incluyendo a socialistas, centroizquierdistas y bolivarianos es un rasgo de la “amplitud” oportunista que Marea comparte con el MST argentino.
Éste no tuvo empacho en marchar detrás de “progresistas” como Luis Juez o “Pino” Solanas. Ahora, después de su fracaso en tales intentos frentistas, busca reubicarse en la sociedad electoral con el nuevo MAS. Pero, como demuestra su apoyo al proyecto “neochavista” de Marea, no son una corriente que esté por la independencia de clase, no se proponen construir un polo independiente con los trabajadores y la juventud sino conformar un espacio sin delimitación política y estratégica con las variantes neoreformistas o, peor, sumarse a ellas.
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IS-PSL con la “rebelión popular” a la zaga de la MUD
El Partido Socialismo y Libertad (PSL, grupo hermano de Izquierda Socialista, que integra el FIT) levanta la consigna de ¡Abajo Maduro! como tarea principal de la hora. Aunque declarativamente están también contra la MUD, al poner en el centro de su política la caída del presidente bajo una lógica de “todos contra el gobierno”, capitulan objetivamente a la política de la oposición derechista, enemiga mortal de las masas trabajadoras.
Para justificar su política, se ven obligados a forzar el análisis, metiendo en la misma bolsa las todavía minoritarias luchas genuinas de trabajadores, o acciones desesperadas de los sectores populares (saqueos), con las manifestaciones convocadas por la derecha, todo dentro de una misma “rebelión popular democrática”. Es cierto que el repudio al gobierno no es solo de la clase media acomodada, sino que alcanza a sectores obreros y populares, pero la confrontación política sigue siendo polarizada entre el gobierno y la MUD. Ésta es la única fuerza social y política que hoy puede capitalizar tal escenario, y que dirige todo el movimiento opositor en las calles es la reacción concentrada en la MUD, respaldada por el imperialismo y la derecha latinoamericana.
Aunque lo mayoritario y decisivo de las acciones callejeras en estos tres meses fue convocado y liderado por la derecha con su programa reaccionario, el PSL se niega a admitir este hecho argumentando, de manera absurda, que reconocer esta obviedad es repetir el discurso del gobierno y catalogar como de derecha las movilizaciones convocadas por… la derecha, es “seguir utilizando la visión maniqueísta y polarizadora”. Por tanto, se permiten apoyar la “rebelión popular que reclama que se vaya Maduro. No apoyamos a la vieja oposición patronal de derecha y proimperialista agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que trata de capitalizar el genuino descontento popular”. "La MUD no llama a derrotar el ajuste, ni cuestiona los pagos de la deuda. Por el contrario, buscan el poder para profundizar el "paquete”. Debido a ello, las marchas van más allá de sus convocatorias, y las mismas son, cada vez más, protagonizadas por habitantes de los barrios populares, tradicionalmente afectos al chavismo. Por eso, junto a la movilización es necesario seguir impulsando la formación de un polo político alternativo de la izquierda y el pueblo trabajador que sea independiente del PSUV y de la MUD”.
Para el PSL, la derecha sería la dirección inconsecuente de tal “rebelión popular” e insisten en llamar “al pueblo y a los trabajadores a seguir protestando hasta que este gobierno caiga, y a rechazar la falsa Constituyente de Maduro. Es fundamental que los sectores populares y los trabajadores sigan incorporándose a la protesta popular.
(…) discutamos la organización y la conformación de brigadas de defensa contra la represión de la GNB, PNB y los colectivos paramilitares.” Ninguna de sus tres consignas centrales: “¡Fuera Maduro! ¡Basta de ajuste hambreador! ¡No a la constituyente fraudulenta!” va dirigido contra la derecha, quizás porque el PSL se concibe en “unidad de acción” dentro de amplio “frente antibonapartista”. Pero nada puede ser más nefasto que una política que se limite a plantear la caída de Maduro, cuando la otra fuerza contendiente real que se postula para gobernar es la derecha, en lugar de poner todas las fuerzas en la organización y la lucha por una política independiente de los trabajadores.
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También el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU) brasileño, que orienta a la LIT-CI se entusiasma hablando de que “Una rebelión popular está naciendo en Venezuela. El país es palco de inmensas movilizaciones contra el presidente Nicolás Maduro, responsable por una catástrofe social” (Opinião Socialista, n. 536, mayo de 2017). También critica a la derecha por su supuesta inconsecuencia, ya que “mientras para el pueblo, que está en las calles, arriesgando su vida, es cada vez más fuerte la voluntad de movilizarse hasta que se vaya el gobierno, la MUD y sus partidos insisten con su “cronograma electoral”, la restitución de los poderes a la Asamblea nacional, entre otras exigencias similares, desviando el eje al sacar la consigna el “fuera Maduro”, razón de ser de las movilizaciones populares.” (El pueblo dice: “¡Maduro, vete ya!” ¿Qué dice la MUD?”).
El PSTU lleva al extremo los errores del análisis y la política del PSL e IS. Se entusiasman con que “algunas movilizaciones están empezando a escapar del control de la MUD y sus partidos. Las masas sí quieren “echar” al gobierno, pero no hay todavía una dirección independiente para esa tarea. Pero se viene gestando la posibilidad de que estalle una verdadera “rebelión popular” que imponga lo que ya se escucha en todo el país: “Maduro vete ya!”.
Según esta particular pintura de la realidad, los líderes y partidos de la MUD no quieren salir de Maduro, sino que se ven obligados a ponerse “al frente de las movilizaciones” de la “rebelión popular democrática” porque “la población” se los impone y, de hecho, va superando esta dirección inconsecuente en la lucha contra el gobierno, pese a que hasta llaman a los militares a intervenir para forzar al gobierno a ceder o arbitrar una transición.
Lamentablemente, con esa nefasta política “antimadurista” que no combate a la derecha, estas tendencias socialistas terminan como “furgón de cola” del campo opositor “democrático” hegemonizado por los partidos de la MUD.
¡Ni el gobierno ni la MUD, por una alternativa obrera y popular!
Algunas de estas fuerzas critican nuestro rechazo a sumarnos al carro del chavismo ni de la oposición como “abstencionismo político”. Nada más lejos, sostenemos que no hay otra alternativa realista, desde el punto de vista de la clase trabajadora, que promover una alternativa obrera y popular. La ausencia de independencia política de la clase trabajadora es la debilidad más importante del ciclo histórico del chavismo en el poder. La energía y disposición a la lucha de los trabajadores y sectores populares fue canalizada y encuadrada por el chavismo, y ante su debacle es la derecha la que capitaliza como opción visible de recambio político. No plantear una política independiente para bregar por la independencia de clase, ayuda a profundizar este problema vital. Todos los esfuerzos que la izquierda revolucionaria hagan deben apuntar a que se expresa una voz propia de los trabajadores, en alianza con los sectores populares, combatiendo tanto al gobierno del ajuste económico, la casta corrupta y la represión, como a la derecha neoliberal que se prepara para volver a gobernar.
Es desde esa perspectiva que nuestros compañeros de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS), de Venezuela intervienen con sus todavía modestas fuerzas, en espacios y acciones progresivas, junto a otras organizaciones de izquierda o sindicatos independientes de las burocracias sindicales, buscando alentar el desarrollo de una alternativa por izquierda, realmente independiente de la derecha y del gobierno.
En Argentina, con los compañeros del Partido Obrero compartimos muchos de los términos de la crítica al gobierno de Caracas y a la MUD, también la crítica a estas corrientes de izquierda. Jorge Altamira escribía que “La clase obrera de Venezuela necesita una política de la izquierda a partir de este escenario. La crisis deberá atravesar numerosas etapas y nuevos desafíos para la izquierda. La oportunidad de un congreso obrero y de la izquierda para plantear una salida de conjunto y un plan de lucha frente a la catástrofe económica está a la vista. En oposición al gobierno y a los autogolpes y golpes pactados, reclamemos una asamblea constituyente libre y soberana convocada por un gobierno de trabajadores. Es un planteo para reunir las fuerzas de clase y de la izquierda, y por esa vía desarrollar una alternativa obrera y socialista a la crisis”. (07/05/17). Sin embargo, no aparece aquí, claramente definida la lucha por la independencia de clase, núcleo básico de una estrategia obrera. Es esto lo que puede delimitar a una política obrera y socialista consecuente de una vaga “política de izquierda” como representaría, por ejemplo, un “chavismo crítico”.
Consideramos que resulta abstracto el planteo de “congreso obrero y de la izquierda” (quién lo convocaría hoy?) pues propone la Asamblea Constituyente como tarea posterior a la toma del poder por un gobierno de trabajadores, cuando en realidad, la lucha por la Constituyente libre y soberana debe ser una política para enfrentar hoy las salidas políticas burguesas al impasse político, y ofrece el mejor punto de apoyo para plantear el desarrollo de la movilización.
Nuestros compañeros de la LTS, plantean la necesidad de oponer, tanto a la maniobra “Constituyente” del gobierno como a la demagogia “democrática” de la derecha, que son salida dentro del régimen, una salida política de ruptura con el mismo. Para esto es necesario una política que articule un programa obrero y popular de emergencia económica con la lucha por una verdadera Asamblea Constituyente Libre y Soberana (ACLyS). Esta exigencia apunta a poner en discusión todo el orden social existente, desde las relaciones de propiedad hasta las formas de gobierno, debatiendo las medidas para la resolución de los problemas estructurales del país, al calor de la movilización para hacer valer las demandas y exigencias de los trabajadores y el pueblo pobre. Se trata de que sea una vía para impulsar la aparición con fuerza en la escena nacional de las demandas, banderas y métodos de los trabajadores, contra las maniobras de ambas fracciones de este orden social y político.
La articulación dentro del programa obrero de la lucha por una Constituyente verdaderamente libre y soberana, entendida como una consigna democrático-radical, propone una lógica transicional de acción ante la catástrofe que está multiplicando las penurias del pueblo trabajador y amenaza desembocar en alguna variante de salida reaccionaria; va en la perspectiva de que sobre la base de los órganos de lucha de masas que surjan en la misma, las masas puedan convencerse de que es necesario avanzar hacia un gobierno obrero y popular, pues sólo un desarrollo revolucionario de la lucha de clases, con el movimiento obrero acaudillando la alianza con el pueblo pobre, puede garantizar una salida progresiva a la crisis general de Venezuela.
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Eduardo Molina
Nació en Temperley en 1955. Militante del PTS e integrante de su Comisión Internacional, es columnista de la sección Internacional de La Izquierda Diario.