Quien revise las estadísticas de los espectadores que asistieron al cine durante el 2013, se encontrarán con una sorpresa. La película que más espectadores por función tuvo fue “Diagnóstico esperanza”. Un film sin apoyo del INCAA, sin grandes medios publicitarios, ni figuras rutilantes. Los 71 espectadores por función que está película logró durante sus 148 funciones, supera incluso a la millonaria “Metegol” dirigida por Campanella.
“Diagnóstico esperanza” es una película dirigida por César González, que, para quienes aun no lo conocen, es un joven de 25 años nacido y criado en la Villa Carlos Gardel (Morón), que llevado por la pobreza y el hambre comenzó a delinquir y estuvo preso en varios Institutos donde sufrió el abuso y la tortura policial. Hoy, gracias a una arrolladora fuerza de voluntad, amor propio y una formación política, filosófica que cultiva todos los días, César está presentando su segunda película que lleva como título una sugestiva pregunta Spinoziana “¿Qué puede un cuerpo?”.
La Izquierda Diario charló con él, indagando en su trabajo artístico.
¿Cómo te acercaste al arte en general y a la literatura en particular?
La primera curiosidad surgió en la cárcel, en el medio de toda la angustia que atraviesa un alma en esa situación. Bajo esos sentimientos de tristeza es que yo comencé a relacionarme con el arte y a sentir que había algo ahí que me daba ganas de vivir. El arte me acercaba a la vida en un lugar donde lo más cercano que tenés es la muerte. La muerte bajo diferentes formas, no sólo la muerte física. Hay otras muertes que son más crueles. La muerte que todos conocemos dura un segundo y ya no te acordás más. En la cárcel estás muerto pero todos los días, es una muerte más lenta, una agonía que se siente más, es un lugar donde decís: “hubiese preferido que me maten”. Fue en ese mundo donde yo comencé a sentir que escribiendo, leyendo, pensando, creando y sacando para afuera todo lo que había vivido podía tener ganas de vivir. ¿Empezaste a escribir espontáneamente o hubo algún libro o persona que te impulsó?
Primero y principal encontré ahí algo que me daba vida, que me hacía vibrar. Si no pasaba eso, por más que me traigan un libro no hubiese pasado nada. Los libros que me cambiaron la cabeza, la conciencia y todo el panorama político y filosófico fueron los que me trajo un profesor de magia en un Instituto. Lo que tenía de especial ese taller es que él se relacionaba con nosotros de otra manera, entraba al pabellón, comía con nosotros, había una relación de afecto, no ostentaba de su clase social y de su saber. Yo tenía naturalizado sentirme inferior con el otro, agachar la cabeza y pedir perdón, en la cárcel te meten ese miedo y así vas a la entrevista con el psicólogo, con el trabajador social, con el juez. Psicólogos que van con la remera del Che, de Zapata y te citan a Gramsci, a Lenin, a Trotsky, a Sandino y sin embargo me hacían sentir miedo, como una persona inferior que tenía que pedir perdón. Este profesor traía libros de Rodolfo Walsh, de Delleuze, de Focault que explicaban la historia de la cárcel y porque siempre los pobres estábamos adentro. Descubrí que todo tenía una explicación, que los pibes que robábamos no éramos monstruos como nos querían convencer desde todo el aparato institucional. Entender que éramos consecuencia social, que éramos consecuencia política e histórica de un sistema muy perverso. No es poesía o cine. Es poesía y cine. El cine es poesía. La poesía es siempre una imagen, vos estás imaginando.
¿Cómo fue el acercamiento al cine? ¿Sentías que había algo que con la poesía no podías transmitir?
No, no es una cosa o la otra. A veces en el “y” como dice Delleuze puede haber todo un mundo que no sabíamos que existía. No es poesía o cine. Es poesía y cine. El cine es poesía. La poesía es siempre una imagen, vos estás imaginando. Para mi el cine de por si es poesía. Además el cine siempre estuvo en mí, yo no hice más que recordarlo. Con siete años me acuerdo que nos colgábamos del cable y ahí descubrí un planeta que no sabía que existía. Vivía en una casa de cartón y chapa donde veía películas todo el día. Llegaba de la escuela y quería ver películas. Me encantaban, se las contaba a mi mamá. Después circunstancias de la vida, el hambre, la pobreza, lo que me llevó al delito me hizo olvidar que el cine me gustaba. Con Delleuze lo recordé, él es un filósofo que habla mucho de cine y así empecé a investigar apenas salí, haciendo un camino por mi cuenta, estudiando todo el tiempo la historia del cine y a diferentes autores. Empecé filmando con un celular y con una cámara de video muy barata. Filmamos el corto “El cuento de la mala pipa” que es la historia de un pibe paquero. Pero ahí todavía yo no editaba, sólo pensaba en el guión y dirigía muy poco. Después fui aprendiendo sobre el montaje, sobre la fotografía y pude llevar adelante mi método y lo que quería decir. “Diagnóstico…” fue mi primera experiencia de autor, yo tomando las decisiones: dónde poner la cámara, cuánto dura el plano, decidir cómo van a expresar las emociones los personajes.
A mí me da la sensación que en tus películas los actores no tienen unas interpretaciones clásicas. Se nota que no son actores pero sin embargo en esa ruptura hay una verdad mucho más profunda. ¿Qué trabajo hiciste con los actores no profesionales?
Primero y principal a los villeros en el cine y en la TV, por más que sean villeros en serio, cuando los agarra un director que no es de la villa, la verdad no es completa. El pibe (actor) cree que tiene mostrar una forma de ser, como que hay un deber ser de la villa. Alguien que se come las s, que siempre es violento, que habla mal. En “Diagnóstico…”, si bien hay escenas de un lenguaje muy autóctono de la villa, hay escenas que los personajes no parpadean durante treinta segundos, miran hacia el horizonte durante un minuto entero. Yo no vi antes que a un villero le hagan hacer eso. Yo experimento con cosas que vi en el cine de Bresson, de Ceylan, de autores que se toman su tiempo para cada plano. En mi segunda película tampoco uso música, hay poco texto. Tuve mucha trascendencia en los medios, pero siempre que hablan de mis películas, hablan de lo social, que la villa “se muestra como no se mostró nunca”. Está bien, pero por qué nadie me preguntó por qué pongo la cámara en determinado lugar, qué cineastas tengo como referencia, por qué los planos duran lo que duran. En el cine poner un trípode estático durante un minuto es una decisión para la cual hay que tener mucha valentía y conocimiento de la historia del cine. Lo común es que el plano duré 3 segundos, filmar en plano y contraplano. Yo la dejo quieta y a eso no podés llegar porque sí. Lo que está en mis películas es buscado y algunos se sorprenden porque se nos hizo carne que él de la villa no me puede estar hablando de filosofía y citarme autores. Hay dos escenas paradigmáticas en tus películas que grafican esto que estás diciendo y dan cuenta de las referencias que nombrás: La escena de venta de las medias en “Diagnóstico…” y la larga recorrida con el pibe que empuja el carro en “¿Qué puede un cuerpo?”. A su vez en tu cine hay una materialidad muy concreta que tiene que ver con la realidad de tu barrio. ¿Cómo se relaciona cinematográficamente tu bagaje teórico y tus influencias filosóficas con la materialidad cruda de tu barrio?
Coincido con lo que decís de las dos escenas. Las primeras partes de las dos películas están centralizadas en el paradigma de la indiferencia, es algo que a mi me interesa mostrar. En ambos films quise desarrollar los conceptos de indiferencia y el del egoísmo, que tenemos tan naturalizado, más donde vivimos nosotros. Buenos Aires es una urbe muy rica, que está a la altura de ciudades europeas. Hay que contextualizar, como plantea Marx con su filosofía del materialismo histórico. ¿Qué sucede en el aquí y ahora con el capitalismo en una ciudad como Buenos Aires? ¿Y qué sucede con el capitalismo en la villa? ¿Cómo se manifiesta? ¿Qué consecuencias trae en los sujetos? ¿Vamos a negar que estamos en una sociedad ultra capitalista en Argentina donde “ser es tener”? Cassavetes, director que vos has nombrado en otras entrevistas, decía que no trabajaba con ideas narrativas sino con temas que le interesaba abordar y atravesaban toda la película. ¿Hay algo de eso en tu cine donde quizás lo narrativo no es lo fuerte sino más bien lo conceptual?
Sí. Cito de vuelta a Delleuze. Él se preguntaba ¿Qué es la filosofía? Y decía que era crear conceptos. Yo trato de llevar esa idea de crear conceptos al cine. Es una forma de contribuir a que el espectador se esfuerce más. Ya tenemos demasiado Hollywood, hay abundancia ya de esa forma de contar, de narrar y de ver al mundo. En tus dos películas hay personajes que de alguna manera ofrecen una salida positiva ¿Tiene que ver con una función que vos le asignas al cine?
Alain Badiou, un filósofo francés, decía que el cine es el arte de masas por excelencia. Ningún arte llegó a ser tan masivo y llegó a ser tan parte de las vidas de las personas como el cine. Ya desde sus comienzos enamoró a la humanidad a través de Chaplin ¿Y Chaplin qué mostraba? Mostraba lo más miserable y logró sensiblizar desde los habitantes de Indonesia hasta a los alemanes y españoles del pre-fascismo. Ya desde ahí el cine puede lograr algo que las otras artes no lograron. Yo tengo una experiencia vivida que mi cuerpo exhibe a través de seis balazos y cicatrices que confirman que el arte y el cine es una salvación para el sujeto. Más allá del mío, hay un montón de casos para citar. Tampoco voy a exagerar porque es difícil, si a veces no tengo para comer y sigo viviendo en un rancho de un ambiente en la villa y edito ahí todo apretado. ¿Qué le voy a decir a otro pibe? “Vení, salvate” y él me va a decir: “Yo quiero comer”. Y con el arte no se come en esta sociedad. Lo que menos da de comer a un villero es el arte. Fábrica y obras en construcción, sí. Pero el arte vas a tener que pelear, te van a querer ahogar, te van a dejar en agonía, te van a poner un poquito el respirador artificial, pero hasta que lograste decir “yo puedo ser artista” te va a costar un montón. Y en el medio se me cayeron una banda. Pibes que murieron, que volvieron a caer presos, que parecía que iban a ser arte y los mataron.
En la villa la muerte se sienta en la misma mesa con nosotros, ya estamos muy acostumbrados. Yo la peleé mucho. Porque hacer un arte independiente, libre, sin ponerme la remera de nadie y sin callarme, contando las verdades que la vida me enseñó, es difícil. Es más fácil escuchar la versión que ya tenemos de la villa, la versión que ya tenemos de la cárcel y listo… prefieren no escuchar a alguien que la vivió porque les pone en duda su existencia.
Tengo que renegar mucho en el INCAA para que me den un cine o dos pesos. Otro pibe no sé si va a tener la misma paciencia, el mismo amor para decir “no como pero sigo”.
Filmaste dos películas sin apoyo del INCAA, estás por hacer una tercera con apoyo del Instituto. ¿Qué pensás que va a cambiar al filmar con más recursos?
Yo banco sin plata, pero le quiero dar un incentivo a las pibas y a los pibes que hace cinco años vienen conmigo haciendo arte y ninguno puede tener ni siquiera una notebook. Las películas y las obras de teatro siempre las hace la misma clase social, yo quiero ir a los pibes y abrazarlos y decirles “Nosotros también ¿viste? Al menos un cartel entre diez mil es de los pibes de la villa que crean por sí mismos.”¿Viste lo que por siglos le estuvieron dando a la clase media y a la clase alta? ¿No les jode al menos una vez darle algo a los pibes de la villa? Por ahora les viene re jodiendo.
Estamos luchando para que una vez al menos podamos ser igual que los otros. ¿En el plano estético se modificaría algo?
La estética va a ser parecida. Pero al menos me gustaría tener la posibilidad de tener un travelling, un dolly, tener otras alternativas técnicas que ahora me son imposibles. ¿Cómo no va a ser lindo un travelling si a mi me encanta Tarkosvky, Angelopoulos? Hoy tengo que usar cámara en mano y trípode y grabar contra reloj porque la cámara vale una fortuna. ¿Tenés contacto con otros directores?
Tuve ofertas para actuar en películas de grandes directores o en series como “El puntero” pero siempre bajo estereotipos de lo que se cree que es el villero, y entonces dije que no. No niego que valoro que se acerquen sabiendo que estuve preso. No estoy al tanto de en qué andan los directores. Estoy muy abocado en hacer un cine que sea una retórica a la actualidad de la sociedad argentina. Mi tercera película va a tratar de una chica que sale de estar presa, y ahí vemos la supuesta reinserción de alguien que sale de la cárcel, como yo salí. Siempre está lo autoreferencial pero es una respuesta a discursos que están muy instalados en nuestra sociedad y son muy violentos y peligrosos. Ves la TV, escuchás la radio, ves los foros en Internet y la sociedad tiene como enemigo común al pibe chorro, al pibe que yo fui. La sociedad me está hablando a mi todo el tiempo, me está retando, me está diciendo que merezco la muerte, que debería haber muerto antes de nacer, que hay que matarnos a todos. La sociedad está profundizando cada vez más este discurso represivo hacia una clase social. Quieren instalar el ojo por ojo frente al pibe chorro. Ojo por ojo sólo para el pibe chorro de la villa, morocho. Que el empresario me siga robando, que los políticos me sigan mintiendo, que mi patrón me siga verdugueando, que las corporaciones me sigan cagando. Que la trata de personas siga, no pasa nada. Los estudiantes mexicanos no importan. Ahora bien, me roban el celular: matémoslo. Y si es posible en una cruz y quiero ver como le sacan la piel. ¿Qué me vienen con la modernidad y los derechos humanos? Yo quiero seguir en la edad media. Mientras yo veo que eso se sigue exhibiendo diariamente en una forma brutal, siento que es un deber político y revolucionario mostrar lo que muestro en mi cine. Trailer “¿Qué puede un cuerpo?”
“¿Qué puede un cuerpo?” se exhibe en el Cine Gaumont a las 13:30hs y a las 19:50hs
César no está solo
Quienes vieron las películas de González recordarán a Alan, un pequeño artista que en “Diagnóstico Esperanza” sueña con grabar su disco y que en “¿Qué puede un cuerpo?” incursiona en la delincuencia, convencido de que nadie le dará una posiblidad a un villero para que realice música.
Conversamos con él, ya que con el apoyo de César está preparando su primer disco y es sólo uno de los artistas del Barrio Carlos Gárdel que está junto a César.
¿Qué estilo de música hacés?
Mi estilo es danceHall, más reggae. Las letras cuentan lo que pasa en mi barrio. Los temas los grabamos con César en su casa. El tema es que nadie va a venir a ayudarte a grabar un disco gratis, para una productora bien piola te van a querer cobrar. A César lo conocí hace cinco años y ahí empecé con la música, a escuchar reggae, muchos jamaiquinos. ¿Qué necesitan para grabar el disco?
Una sala, unos micrófonos buenos, la consola. Cosas importantes que tienen las productoras. Con las ideas que tenemos, tenemos para cinco discos ya, el tema son los recursos. ¿Tiene nombre tentativo el disco?
Ya pensamos un par de nombres pero no se puede adelantar. Esperamos empezar a laburar en enero y febrero para que pueda salir en el 2015.