Brian May y Roger Taylor se valieron del talentoso Adam Lambert para demostrar por enésima vez que la leyenda de Queen es imbatible. Fue en un estadio GEBA repleto.
Lionel Pasteloff @LionelPasteloff
Lunes 28 de septiembre de 2015
Foto: Segismundo Trivero
La llegada de Queen con Adam Lambert a la Argentina tuvo algún paralelismo con aquella de 2008, que tuvo a Paul Rodgers como acompañante. En ambos casos hubo fundamentalistas que no quisieron saber nada de la palabra "Queen" sin Freddie Mercury, y sobre todo, periodismo desinformado que se mofó de que los miembros originales osaran traer otro cantante. Curiosa la reacción ofendida de personas que supieron ignorar o denostar a la formación original.
Pero como esa vez, hubo una demostración a prueba de prejuicios, desconocimientos y otras carencias. Brian May y Roger Taylor confirmaron que Queen es más que una banda. Es más que unas canciones. E incluso es algo que excede a Freddie Mercury y a John Deacon. Los excede a ellos. Queen es una forma de hacer música, de sentirla e interpretarla. Por eso, a sus casi 70 años, ambos músicos pudieron estar a la par de un jovencito y potenciarlo.
Para algunos resultó una grata sorpresa (la mayoría), otros le tenían fe. Lo cierto es que Adam Lambert demostró que su elección fue sobradamente justificada. Tiene una voz impresionante, se ajusta mucho mejor al repertorio de Queen que Rodgers (que también un es un gran cantante, pero de otro estilo) y demostró personalidad y atrevimiento para ocupar un lugar que nadie puede ocupar, aunque con performances así se le puede dar un permiso temporario.
Casi no faltó ningún tema (aunque con tantos hits, inevitable que haya ausencias). Algunas joyas que supieron estar en esta gira (These Are The Days of our Lives, ’39, Friends Will Be Friends, The Show Must Go On) faltaron, pero sobraron varios de esas canciones inolvidables. La voz de Lambert dio paso a Somebody To Love, Killer Queen (con un gran acting), Don’t Stop Me Now y una joya como In The Laps of the Gods (Revisited).
Pero no sólo de la voz de Lambert vive esta unión. Taylor se lució haciendo un duelo de batería con su hijo y yendo al frente para cantar su A Kind Of Magic, además de hacer dúo en Under Pressure. May tuvo su momento al frente con Love of my life, recreando aquellos tiempos donde hacía lo mismo con Freddie. Esta vez Freddie lo acompañó en las pantallas al cierre. También hubo tiempo para la inclusión de Las Palabras de Amor, ese tema que el guitarrista compuso luego de la grata experiencia visitando Argentina en 1981.
Otro punto altísimo, como no podía ser de otra manera, fue Bohemian Rhapsody. Ahí se vio a Lambert comenzando y a Freddie acompañando hasta la parte operística (con los músicos tocando, aunque el solo de May fue tan perfecto que pareció grabado). Tras ese segmento (que siempre se hizo con playback, dada su complejidad), volvieron y rockearon como se debe, hasta que el cierre volvió a Mercury susurrando "Anyway the wind blows". SU tema, sólo podía ser finalizado por él.
Habrá quienes seguirán escuchando los discos viejos y hasta quienes, fanáticos o no de Queen, se mofarán de cualquier movida que utilice el nombre "Queen" y obtenga algún rédito. El viernes se vieron personas de tres generaciones distintas, corear y vibrar ante temas que no tienen fecha de vencimiento. Que no desaparecen aún con 24 años de ausencia de su voz, ni con el retiro de ese bajo prodigioso. El aura que envuelve al mito de Queen transforma todo lo que toca. Por eso May y Taylor se sostienen a sus 68 y 66 años dando un show que pocos a esa edad pueden soñar. Por eso Lambert contagia desde canciones que no hizo, pero que lo usan como canal. La leyenda, el mito, seguirá cuando ninguno de nosotros exista. Es una especie de magia.