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DEBATES OBREROS. Reducción de la jornada laboral, ¿idea “para la tribuna” o necesidad popular?

¡Quién no quisiera trabajar menos! Pero, ¿sería con el mismo salario? ¿Es posible concretarlo? Aquí explicamos por qué no solo es posible, sino que es necesario.

Domingo 28 de mayo de 2023

El pasado 1° de Mayo, el presidente del PIT-CNT Marcelo Abdala planteó durante su discurso de cierre del acto por el Día Internacional de las Trabajadoras y Trabajadores, la posibilidad de concretar una reducción de la jornada laboral.

Por supuesto que las primeras reacciones de este gobierno no podían ser otras que las expresadas por el ministro de Trabajo Pablo Mieres: “no está en nuestra agenda”. Claro, es que la agenda del gobierno multicolor está centrada en cómo exprimir más la jornada laboral, cómo extender los días, meses y años de nuestro trabajo, tal como pretenden hacerlo con la reforma de la seguridad social que votaron recientemente, que incluye el aumento de la edad jubilatoria.

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Pero esta idea de reducción de la jornada laboral, así dicha al pasar, sin la menor explicación de cómo podría concretarse, se parece más a algo que se tira “para la tribuna” que para verdaderamente volverlo realidad.

Una necesidad imperiosa

Proponerse reducir la jornada laboral hoy no solo no es algo descabellado, sino que se ha vuelto una necesidad de muchos trabajadores y trabajadoras, para evitar que dejemos nuestra vida trabajando al servicio de los capitalistas. Una medida de este tipo permitiría garantizar nuestro merecido descanso, y podría ser la antesala para proponernos realizar cambios mucho más estructurales.

Cuando la clase trabajadora reclama poner un límite a la explotación capitalista – como sucedió en la lucha por las 8 horas de trabajo – la clase capitalista se horroriza y objeta que una reducción de la jornada de trabajo reduciría sus ganancias. Sin embargo, sabemos que la riqueza que generamos quienes vivimos de nuestro salario no se genera en la “novena hora”. Y hay muchos ejemplos de cómo trabajadoras de empresas alimenticias o trabajadores de la industria automotriz denuncian que con lo que producen en tres o cuatro jornadas de trabajo se cubre ampliamente su sueldo. ¿Y el resto de los días?

A esta situación habría que sumarle las tareas domésticas que recaen sobre las mujeres, esa “jornada laboral” no reconocida por nadie, y que solo sirve a las clases capitalistas para garantizar la reposición de la fuerza de trabajo en condiciones mínimas.

Entonces, atendiendo a la necesidad de trabajar menos y trabajar todxs, se puede plantear la pelea por la reducción de la jornada laboral como un horizonte posible. Esta medida tan básica posibilitaría combatir la desocupación, pues requeriría de poner en situación laboral a todas las manos disponibles y repartir las horas de trabajo.

También atacaría el multiempleo de quienes deben trabajar en dos trabajos o más, para lograr sumar ingresos dignos que le permitan cubrir sus necesidades y las de sus familias.

Por último, promovería la contratación de trabajo registrado y de mayor calidad y estabilidad, por lo que se podrían reducir los niveles de precarización actual.

Pero para que se cumplan estos objetivos, la medida tiene que ser sin reducción salarial, es decir, reducir la jornada laboral sin bajar nuestros salarios. Esto es clave para que la medida tenga el impacto deseado y no se convierta en una distribución de la miseria.

Sin embargo, concretar esta propuesta implicaría necesariamente afectar las ganancias de los empresarios, y cuestionar sus intereses, pues la clase capitalista no estará dispuesta a abandonar la plusvalía que extrae en cada jornada laboral.

Nuestro derecho al tiempo libre

Otro de los motivos por los que se rechaza profundamente la idea de reducir la jornada laboral, se basa en un sustento ideológico que promueven las clases dominantes, de condena a que la clase trabajadora pueda querer no trabajar (tanto) y desee estar más tiempo con su familia, dedicarse otras actividades de su interés, etc. Quienes sostienen esta demanda son catalogados como “vagos” y que “no les gusta trabajar”, etc.

Ciertamente, ya Karl Marx denunciaba que el capitalismo había venido a terminar de esclavizar a la clase trabajadora a la jornada extenuante de producción, y a atarla profundamente a las máquinas y herramientas de su trabajo, quitándole prácticamente todo su tiempo libre, como nunca antes.

El proceso productivo nos lleva a trabajar jornadas agotadoras, a relegar poder acompañar a nuestros hijos e hijas a la escuela, a estar presentes en sus momentos más importantes de la vida. Nos impide poder iniciar o terminar una carrera o un estudio de algo que nos guste, nos prohíbe planificar encuentros con familiares y amistades. Muchas veces, los horarios rotativos trastocan toda la vida de los obreros y obreras, que están presxs de su jornada laboral, y nada pueden hacer por fuera de ella.

Esta situación, sumada a la imposición de trabajar más años y distanciar más la posibilidad de un merecido descanso, fue lo que motivó recientemente a la clase trabajadora francesa a dar una dura pelea contra la reforma previsional del derechista Macron, lucha que incluyó a millones de personas en las calles y un enfrentamiento cada vez mayor al régimen de la V República.

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Así como nuestros Mártires de Chicago sostuvieron heroicamente las banderas de la reducción de la jornada laboral a 8 horas hace más de 100 años, y así poder liberarse al menos unas horas del sufrimiento del trabajo bajo la explotación capitalista, es totalmente legítimo que hoy la clase trabajadora pueda volver a discutir una reducción de su jornada laboral, y volver a ganar el derecho al tiempo libre, al ocio, a la diversión, al descanso y a la vida social (y política).

Una discusión internacional

En varios países de Europa existen jornadas de trabajo reducidas, mientras en simultáneo, sectores más bajos de la población trabajadora – inmigrantes, centralmente – cobran muy bajos salarios y debe trabajar más horas que la media.

En México, mientras se debate una posible reducción de la jornada laboral, se mantiene la superexplotación de sectores obreros – en especial femeninos – concentrados en las maquilas (fábricas de ensamblaje manual) donde todavía no se reconocen los derechos más mínimos.
En Argentina, la coalición de izquierda FIT (Frente de Izquierda y los Trabajadores) ha venido planteando en los últimos años – a través de sus diputadas y diputados – la necesidad de luchar por imponer la reducción de la jornada laboral sin reducción salarial. Se basan en un estudio realizado por el economista Pablo Anino y otros de 2021, donde plantean la posibilidad de crear casi un millón de puestos de trabajo genuino a partir de reducir la jornada a 6 horas y 5 días a la semana (30 horas semanales) solo en las 12 mil grandes empresas del país vecino, reduciendo la desocupación en casi la mitad:

“Contrapuesta a esa agenda que intenta arrebatar derechos a las trabajadoras y trabajadores cobra relevancia la propuesta de la reducción de la jornada laboral sin reducción salarial que hace la izquierda, la cual es inseparable de la lucha por absorber a todas las trabajadoras y los trabajadores desocupados en la perspectiva de imponer el reparto de las horas de trabajo. Si se aplican estas medidas en las 12 mil grandes empresas del país se podrían crear alrededor de 900 mil nuevos puestos. Es decir, que se podría absorber casi la mitad de los 2 millones de desocupados que mostraron las estadísticas del INDEC durante el segundo trimestre del año.

Estos datos muestran el potencial de la propuesta que realiza la izquierda: marca un camino para mejorar las condiciones de vida, aumentar los salarios y absorber a la desocupación”.

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Esta propuesta, por supuesto que ha cosechado el rechazo del empresariado argentino y también de sus representantes políticos, tanto de la coalición macrista de Juntos por un Cambio, como del conglomerado peronista que hoy es oficialismo, el Frente de Todos, reproduciendo los mejores argumentos patronales. Sin embargo, referentes de la izquierda como la diputada nacional Myriam Bregman o el diputado nacional Nicolás del Caño insisten en proponerse organizar a la clase trabajadora para dar esta pelea.

Demagogia burocrática

La reducción de la jornada laboral no resuelve los problemas estructurales de la clase trabajadora – ni tampoco suprime la explotación capitalista – pero sin duda sería una gran mejoría en sus condiciones de vida.

Esta pelea requeriría de una gran lucha en las calles, de la unidad entre ocupadxs y desocupadxs, y de la necesidad de levantar organizaciones de frente único y con democracia de base. Esta lucha se impone con los métodos de la clase obrera, como la huelga general, sin esperar ni confiar en acuerdos y negociaciones “por arriba” entre los representantes políticos.

La concreción de la reducción de la jornada laboral podría ser una batalla importante ganada, para tomarla como base para cuestionar de conjunto el régimen de explotación capitalista, y poder pensar una sociedad reorganizada sobre nuevas bases, poniendo como eje las necesidades obreras y populares. En definitiva, podría instalarse el debate de una perspectiva comunista para la humanidad.

Marcelo Abdala tiró verde para recoger maduro, como quien dice. Planteó una consigna totalmente necesaria pero que, en las manos de una corriente burocrática como la que dirige el PIT-CNT, se vuelve solo una linda frase en un acto del 1° de Mayo.

Sin embargo, la clase trabajadora debe levantarse, romper con esta dirección y, en instancias democráticas, construir una nueva que verdaderamente se proponga acabar con la desocupación, la subocupación, la precarización laboral, y plantee la lucha por la reducción de la jornada laboral con un salario equivalente al costo de la canasta básica. Para trabajar menos y ganar tiempo para vivir.

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