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Repartidores de plataforma: precarios y esenciales en cuarentena

Joel Arroyo Salvatierra

Repartidores de plataforma: precarios y esenciales en cuarentena

Joel Arroyo Salvatierra

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Recorren las calles y avenidas de la ciudad de Guadalajara, van entre carros apurados a recoger y entregar sus pedidos. Los repartidores de plataformas como Uber Eats, Rappi y Didi Food, se volvieron trabajadores esenciales desde el 17 de marzo del 2020, día que el gobierno estatal de Jalisco expidió un acuerdo mediante el cual se suspendían actividades no esenciales, derivado de la pandemia por el virus SARS-CoV-2.

Los repartidores, como los médicos y enfermeras, estuvieron en la primera línea durante los meses de una larga cuarentena; no sólo en México, también en otras ciudades del mundo fueron llamados “héroes”. La realidad es que son trabajadores precarios: no tienen un salario fijo, prestaciones, ni mucho menos un seguro que les garantice ser asistidos en caso de accidente. En uno de sus informes, la Organización Mundial del Trabajo (OIT) menciona que el modelo laboral ofrecido por las plataformas “podrían recrear prácticas laborales que se remontan al siglo XIX y [crear] futuras generaciones de ‘jornaleros digitales.’”

¿Cómo es trabajar en una plataforma de servicios?

Daniel es repartidor de una plataforma de servicios y reconoce que es clase trabajadora. Hace cuatros años descargó la aplicación para ser “socio repartidor” de Uber Eats. Tiene el aspecto de un ciclista que sube montañas en dos ruedas y trae el entusiasmo para pedalear por largas horas. A los repartidores es fácil identificarlos por la ciudad, la mayoría son jóvenes, van en bici o en moto, sus mochilas los delatan por igual: coloridas unas y otras no tanto; la de Daniel es distinta, bultosa pero diferente, está intervenida con grafitis: sobre un fondo negro destacan rostros que evocan inconformidad, entre los que destaca el de Ricardo Flores Magón, también una estrella roja de cinco picos. Mancilló su mochila a manera de protesta.

Además de llevar a domicilio los pedidos que los clientes le hacen a través de su teléfono, también tiene otra chamba relacionada con sus estudios universitarios. Antes de ser repartidor fue asistente de mecánico y barista. Es un joven estudiante que encontró en este trabajo la combinación perfecta: tener un ingreso económico y pedalear por la ciudad. Pero ser “colaborador” —uno de los eufemismos que utilizan las plataformas para no reconocerlos como trabajadores— no es una tarea tan divertida como la hacen ver las plataformas en sus páginas web. Dice Daniel “me gusta por la actividad física que realizo, me gustan los trayectos, pero esto es un trabajo, tienes que hacer varios pedidos por día para no tener una deuda negativa y no trabajar gratis en la app”.

Para este trabajo se realizó una encuesta a 43 “socios” en bicicleta, 22 de ellos (52%), respondió que necesita hacer de 10 a 20 pedidos diarios para tener un margen de ganancia; otros 17 repartidores, de 20 a 30, y el resto menos de 10 repartos. La plataforma le quita a los repartidores el 18%, menos los impuestos, el 2.8% de IVA e ISR, por cada pedido; a los negocios entre el 28% hasta el 35%, es decir, por cada pedido de $100 él se gana, aproximadamente, $35 y el resto es para la app. La “casa” nunca pierde. “Un buen día gano $400, menos lo que me resta la aplicación; hace poco, en uno de mis peores días saqué $100”, detalla Daniel.

Un ingreso inestable es una de las características que tienen en común los repartidores. “Yo prefiero un trabajo que me asegure un salario fijo, por eso es que también estudié la licenciatura en historia y ahora un posgrado”, comenta Daniel que, como muchos jóvenes, aspira a conseguir un trabajo formal relacionado con sus estudios.

Las plataformas ofrecen diferentes beneficios a sus “socios”, entre ellas está la posibilidad de gestionar su tiempo “en realidad es muy tramposo, porque no tienes una libertad como tal, pero sí tienes la opción de hacer o no los pedidos”, señala el joven estudiante, bajo el riesgo de que le quiten puntos y por consecuencia sea menos solicitado. Reiteró que le gusta andar en bici: “esa fue una de las motivaciones principales por las que entré, pero es una falacia que sólo puedes [repartir] en tus tiempos libres, para que resulte rentable tienes que dedicarle todo el día”.
Roberto Rivera, integrante del Instituto de “Estudios Sobre la Desigualdad” (INDESIG) y “Gatitos Contra la Desigualdad”, explica que son desechables porque no tiene un contrato laboral “las empresas se deslindan de ellos simplemente por llamarlos ‘socios’ y no trabajadores” y destaca que “los repartidores sólo aceptan los términos y condiciones de la app pero no firman nunca un contrato”. Agregó que las plataformas llegan a actualizar más de cinco veces por semana los términos y condiciones y la ley Federal del Trabajo está desactualizada porque no contempla este modelo de negocios.

Aunque el gobierno de la 4T impulsó una reforma laboral para regular el outsourcing (subcontratación) que, según la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, hay más de 6 mil empresas que operan con este esquema, no contempla, para su regulación, a las plataformas de servicios a pesar de que también presentan irregularidades: la simulación patronal, la evasión tributaria y la violación de derechos laborales. Es decir, la reforma que encabezó María Luisa Alcalde, Secretaria de Trabajo, se presenta como progresista pero tiene puntos ciegos, los trabajadores de aplicaciones no entran en los objetivos de la cuarta transformación.

El joven repartidor comienza su periplo por zonas de Chapultepec – lugar de esparcimiento, aledaña al centro de la ciudad, en el que se concentran bares, restaurantes de grandes cadenas y cafeterías – de ahí los clientes lo van llevando por la hostil selva de concreto que es la Zona Metropolitana de Guadalajara: “comienzo mi día, regularmente, a las once de la mañana y terminó a las seis de la tarde, así puedo dedicar tiempo a mi otro trabajo”. Por día recorre cerca de 36 a 52 kilómetros, es decir, dos veces la extensión de la línea uno y dos del tren ligero de Guadalajara juntas. Pero destaca que tiene compañeros que laboran entre 10 a 12 horas por día toda la semana, más de las 48 horas semanales que estipula la ley Federal del Trabajo.

Para la especialista argentina en temas laborales y de plataformas de servicios, Sofia Negri, “el modelo de negocio de plataformas se va a seguir expandiendo, las tendencias muestran que hacia futuro todas las actividades económicas que se puedan conducir a través de lo digital lo van a hacer porque las empresas se ahorran costos y le facilita el acceso a los clientes por medio de internet”. También advierte que si se siguen extendiendo las formas de trabajo que hoy en día ofrecen las plataformas “va a ver una gran parte de la población que va a tener muy malas condiciones de trabajo y como consecuencia de vida; desde ya hay que empezar a cambiarlo”.

Por eso, para que no se sigan vulnerando sus derechos, el joven historiador se ha sumado a la última protesta para que las aplicaciones reconozcan la relación laboral.

La lucha de los “repas” por sus derechos laborales

El 8 de octubre del fatídico 2020, una treintena de “repas” en moto —nombre que utilizan para identificarse entre ellos— se sumaron al Paro Internacional de Repartidores de plataforma virtuales, que se llevó a cabo en más de 12 países: Chile, Argentina, Brasil, Perú, México, entre otros; y convocó a cerca de 86 organizaciones, con la consigna: “las patronales son multinacionales, la explotación es global, por eso esta lucha es internacional”; presentaron en las oficinas de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje (JLCA) sus demandas, entre las que destacaban: un seguro por accidentes, tarifas justas y el reconocimiento de la relación laboral.

Fueron recibidos en las oficinas de la JLCA por el Director del Trabajo, Enrique Flores, el Secretario de la misma dependencia, Pablo Arroyo Meza, y el Procurador General del Trabajo, Luis Castañeda —para este trabajo, se les solicitó entrevista a los dos primeros funcionarios pero fue negada al considerar que no tenían mayor información al respecto. Ante las demandas de los repartidores, la respuesta fue una salida burocrática: crear una asociación civil para ahí recibir la respuesta de sus demandas.

Si bien las condiciones laborales de los repartidores ya eran precarias desde antes de la manifestación, en el contexto de la pandemia se agudizaron: con ganancias sujetas a la demanda de sus servicios, sin contrato laboral y sin seguro médico, los “socios repartidores” se encuentran expuestos al contagio del virus SARS-CoV-2.

Daniel, quien fue el único en llegar en bicicleta a la Junta Local, explicó: “en Guadalajara nos organizamos por grupos o ‘pandillas’. Nosotros convergemos en ‘Ni un Repartidor Menos’, organización que se encuentra en la Ciudad de México”, el colectivo fue creado por Saúl Gómez en 2018 a raíz de que uno de sus compañeros perdió la vida tras ser atropellado por un camión de basura y busca organizar a nivel nacional y mundial a los “repas” —en América Latina se estima que hay 50 mil repartidores tan sólo de Rappi, una de las empresas que más ganancias ha generado durante de la pandemia. Sin embargo, en México no hay un número preciso de los “socios repartidores”. Actualmente “Ni un Repartidor Menos”, de la mano de Saúl Gómez, se organiza en Unidxs World Action, una asamblea que sirve para compartir problemáticas transversales a nivel internacional y para coordinar acciones que visibilicen la precariedad en la que se encuentran. Por su parte Daniel pertenece a “Mapaches por la Revolución”. Su grupo surgió para exigir el reconocimiento como trabajadores ante las aplicaciones: un salario, un seguro ante accidentes y justicia para sus seis compañeros que han perdido la vida. Pero dice que se encuentra desactivado y tampoco tiene el número exacto de sus integrantes.

Su intención es juntar nuevamente a sus compañeros: “me gustaría crear un espacio para formarnos políticamente” —sabe de antemano que esa es una de las claves a la par de la pelea legal.

Para el desarrollo de agrupaciones más fuertes y democráticas uno de los primeros pasos es la creación de asambleas amplias de repartidores que permitan la asociación de las agrupaciones existentes y de la mayoría de las y los repas, donde se puedan realizar propuestas y llegar a acuerdos para alcanzar los objetivos más inmediatos cómo lo son el reconocimiento como trabajadores, la seguridad en el cumplimiento de sus labores y el acceso a los servicios de salud. Pero también sacar conclusiones en torno a que la organización de los trabajadores es importante para la lucha. Una muestra de ello es la Red de Precarios en la Argentina y el Movimiento de Trabajadores Contra la Precarización y los Despidos en México.

Josué Rosendo, integrante del equipo de investigación del Centro de Reflexión y Acción Laboral (CEREAL), organización sin fines lucro que se dedica a promocionar los derechos humanos laborales: “considero que a la par del aspecto jurídico, es una cuestión más de carácter político, porque si los trabajadores no se organizan, buscar los cauces meramente normativos y legales es insuficiente; pero existe un dilema: la regulación resta ‘libertad’ para ingresar, pueden perder cierta autonomía o que deje de ser un complemento en sus ingresos para el caso de otros”, agrega Rosendo.

Después de la manifestación, el joven repartidor no quedó conforme: “porque es evidente que falta organización para poder accionar todos juntos”. Señala que el plan original era otro, habían acordado presentar el pliego pero no sentarse con las autoridades a dialogar: “nuestra lucha es en el sentido laboral, no para que a algunos les den incentivos”, dice Daniel con cierto aire de decepción.

La lucha de los repartidores en Jalisco, hasta ahora, es incipiente. Buscan satisfacer sus demandas básicas: “nos damos cuenta que no tenemos opciones para el retiro, ni siquiera un seguro; no tenemos un contrato [que establezca la relación laboral], además la carga fiscal, toda, nos la dejan a nosotros; tengo que pagarle a un contador para que me ayude a hacer los trámites”. Ante el Servicio de Administración Tributaria (SAT) está registrado como “personas físicas con actividad empresarial”, es decir, en términos legales es “microempresario”, aunque sus medios de producción sean una bici, un celular y su fuerza laboral.

Su responsabilidad es clara: entregar a tiempo los pedidos, pero sus derechos no. La empresa no se hace cargo si tiene un accidente, a menos que traiga comida o productos en su mochila; el argumento que esgrimen: si el repartidor no lleva un pedido significa que no está trabajando.

Daniel, desde hace cuatro años, alterna otro trabajo con el de repartidor. Por eso dice que es clase trabajadora y seguirá peleando para que una app no le quite esa condición.


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