Continuamos el debate abierto hacia la Conferencia Nacional del PTS-FIT.
Christian Castillo @chipicastillo
Lunes 30 de noviembre de 2020 09:02
Jorge Altamira ha publicado en la página web de su organización, Política Obrera, un texto de crítica a las Tesis sobre la situación política nacional que presentamos para la próxima Conferencia Nacional de nuestro partido, tomamos como contribución al debate y hemos reproducido en La Izquierda Diario para todos nuestros militantes y simpatizantes. Desde ya, alentamos a hacerlo a los compañeros de las organizaciones con las que compartimos el Frente de Izquierda Unidad y otras fuerzas de izquierda.
Una extraña omisión
La crítica de Altamira tiene un primer problema ya que en la misma plantea como ausentes aspectos que están desarrollados en el otro documento que sirve como base para la discusión en la Conferencia, Un partido para que triunfen las y los explotados. No es un tema menor ya que aquí desarrollamos las tareas que tiene planteado nuestro partido en esta etapa, con el objetivo de superar la experiencia histórica del peronismo en la clase trabajadora. Lejos de cualquier “objetivismo” del que nos acusa Altamira, se trata de señalar los pasos reales que podemos dar para aumentar la influencia política real de los revolucionarios en el movimiento de masas, sin la cual seremos estériles para incidir en el desenlace de los acontecimientos. Como en ese texto señalamos:
“Por el cambio de situación que analizamos en las ‘Tesis sobre la situación política nacional’, se abre la posibilidad de que se desarrollen duras luchas de la clase trabajadora, el pueblo pobre, las mujeres y la juventud, acelerando la experiencia con el nuevo gobierno peronista y, por lo tanto, generando las condiciones para que surja un poderoso partido de las y los trabajadores, socialista y revolucionario, integrado por los sectores más avanzados que asuman la lucha por un gobierno de las y los trabajadores, que sea reconocido como fuerza dirigente por franjas crecientes del pueblo trabajador. El ataque del gobierno contra ‘los troskos’ por Guernica es expresión del lugar ganado por la izquierda anticapitalista y socialista en nuestro país, prácticamente como única referencia a la izquierda del gobierno. El PTS apuesta a ser un factor clave en el surgimiento de ese partido, sin el cual los grandes choques entre las clases que veremos en los próximos meses o años, serán desviados hacia nuevos ensayos de imposible conciliación con los intereses del gran capital, a nuevas derrotas y mayor pérdida de conquistas y retroceso nacional”.
Pero, más allá de esta omisión respecto del aspecto más subjetivo de todos, las vías para avanzar en la construcción de un partido revolucionario, plantearemos nuestra visión ante lo que creemos las críticas centrales que señala Altamira.
La caracterización de la situación política
El texto en cuestión critica la definición que hacemos de la situación política como “incipientemente pre revolucionaria”. Para Altamira nuestra definición “incurre en todos los errores que hasta ahora adjudicaba equivocadamente al Partido Obrero, hoy la Tendencia, o sea el objetivismo. Confunde la situación presente con la perspectiva general, que es ciertamente revolucionaria a nivel internacional. En la crisis histórica presente no es posible hablar de situaciones pre-revolucionarias o revolucionarias fuera del marco internacional”. Más allá que no creemos que puedan utilizarse las categorías de situación revolucionarias o pre revolucionarias a nivel internacional, como ya hacía erradamente el morenismo y parece plantear ahora Altamira, lo cierto es que las “Tesis…” empiezan diciendo: “La situación nacional está condicionada por las tendencias más generales de la crisis internacional. Aún los pronósticos más optimistas dan cuenta que a lo sumo ocurrirá una recuperación limitada después de una gran caída. Todo augura mayores tendencias a los choques entre las clases y los estados, dentro de un empobrecimiento y caída en los niveles de vida del conjunto de la clase obrera”. Es decir, parten de esta tendencia internacional más general, para plantear como pronóstico para América Latina que “las tendencias a mayores enfrentamientos entre las clases que se habían expresado antes de la pandemia (con la rebelión chilena y otras grandes movilizaciones populares como las Ecuador y Colombia en un polo y el golpe reaccionario en Bolivia y el fortalecimiento de Bolsonaro en el otro) van a reactualizarse más temprano que tarde, en una región fuertemente golpeada por la pandemia”, y dar cuenta de los últimos acontecimientos que refuerzan esta caracterización (resultados electorales en las presidenciales en Bolivia y en el plebiscito chileno, nuevas jornadas de protesta en Colombia, Ecuador y Costa Rica, etc.).
Luego las “Tesis…” definen la especificidad de la situación argentina y sus rasgos salientes hasta el momento, junto con plantear su dinámica más probable. Cuando decimos “incipientemente pre revolucionaria” el primero de los términos no es un mero aditamento a la caracterización, que también podría haber sido definida como “transitoria con elementos pre revolucionarios”. Tiene justamente la función de señalar que, aún en un marco predominante de pasividad del movimiento de masas, hay elementos estructurales de inestabilidad y acciones directas que pre anuncian que tenemos por delante choques de envergadura entre las clases.
La trascendencia de la lucha de Guernica
Altamira menciona que le damos mucha importancia a los hechos de Guernica, lo cual desde su punto de vista solo se justificaría si lo considerásemos un “punto de inflexión” en la lucha de clases. A nuestro entender lo ha sido por izquierda, tal como el motín policial de la Bonaerense lo fue por derecha. ¿Cómo no dar centralidad al principal acontecimiento de la lucha de clases desde que asumió Alberto Fernández? Salvando las jornadas de movilización contra la reforma de la movilidad jubilatoria, no veíamos una acción represiva de esta envergadura por parte de un gobierno desde el desalojo de Pepsico por parte de los gobiernos de Macri y Vidal en julio de 2017. No fue una toma de tierra entre otras sino el emblema de un proceso más general que se vio agudizado por la pandemia y que puso en primer plano de la agenda política la lucha por la tierra y la vivienda de los que menos tienen. No por casualidad la burguesía y sus medios de comunicación lanzaron una campaña las 24 horas del día para atacar la toma. El gobierno eligió a la izquierda como blanco de sus ataques al fracasarle su política de desarmar la toma desde adentro, y llevó adelante una brutal represión a sectores que lo habían votado en su “bastión” de la tercera sección electoral bonaerense, lo que causó zozobra en amplios sectores de su militancia y su base. Motivó importantes debates estratégicos en la izquierda. Nuestra militancia participó activamente no solamente solidarizándose desde un inicio con las familias sin techo, combatiendo incansablemente las mentiras del gobierno y la prensa patronal sino también acompañándolas en la resistencia a la represión policial comandada por Berni. Más aún, luego de la represión los vecinos continúan organizados y han convocado este jueves a manifestarse al Puente Pueyrredón para hacer seguir haciendo oír su reclamo. A su vez, aunque algunas fueron desalojadas, otras tomas continúan, como debe dar cuenta un editorialista de La Nación: “En el barrio Los Ceibos, la toma más populosa en la inmensa geografía de La Matanza, la Gendarmería y el municipio comenzaron desde hace semanas a observar pasivamente su expansión, según constató LA NACION en una recorrida por el lugar y a partir de fuentes municipales. No está previsto intervenir, mucho menos al filo del fin de año. Ni Alberto Fernández ni Axel Kicillof quieren lamentar otro Guernica. Menos aún en diciembre y en plena crisis. Allí en las barriadas más precarias el brazo del Estado es a veces articulado por barras, punteros y dirigentes sociales” [1]. Aquí puede verse como la resistencia al desalojo en Guernica está dificultando la acción represiva del gobierno. Al disminuir la importancia de este hecho, es Altamira el que muestra tener una visión electoralista del desarrollo de la izquierda, desligada de los desarrollos de la lucha de clases y no nosotros. “Punto de inflexión”, no obstante, no significa ascenso generalizado, sino la situación no sería “incipiente” sino “abiertamente” pre revolucionaria.
Entre los elementos estructurales señalamos la profundidad de la crisis económica (que obviamente no puede desligarse de la dinámica de la crisis capitalista internacional) y el hecho que la gran burguesía no considera al del Frente de Todos como “su” gobierno, más allá de la orientación conciliadora y ajustadora que está implementando de cara a acordar con el FMI. Altamira parece acordar con esto último, pero señala que ha habido otros gobiernos con este rasgo y que sin embargo fueron estables, como el del Segundo Imperio francés al mando de Napoleón III. Sin embargo, esto solo podría ser posible de darse varios años de crecimiento capitalista sostenido, como fue en el ejemplo que menciona Altamira. En Argentina, por el contrario, estamos frente a la “manta chica” del “régimen del FMI” y una situación que, por la propia crisis internacional, no tiene puntos de contacto a la recuperación que ocurrió luego de la crisis del 2001-2002 y que permitió el asentamiento por unos años del kirchnerismo. ¿Ve Altamira acaso un escenario donde vamos a una recuperación económica sostenida que permita un asentamiento del gobierno, lo que daría sentido a mencionar el ejemplo del Segundo Imperio? O, si coincide con nosotros que esta posibilidad es altamente improbable, ¿por qué no acordar directamente que las fricciones entre la gran burguesía y el gobierno, más allá de treguas y acuerdos episódicos, son un elemento de inestabilidad permanente que se agrava en un contexto de crisis? No olvidemos la importancia que daba Lenin a las “brechas en las alturas” como uno de los tres elementos distintivos de una situación no ya pre revolucionaria sino directamente revolucionaria: “La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis de las ‘alturas’, una crisis en la política de la clase dominante que abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar con que ‘los de abajo no quieran’, sino que hace falta, además, que ‘los de arriba no puedan ‘seguir viviendo como hasta entonces’” [2]. La combinación entre crisis económica profunda y un gobierno que la gran burguesía no considera como propio tiende a reabrir estas “brechas” recurrentemente, más allá de sus acuerdos en una orientación ajustadora y fondomonetarista y a diferentes treguas que puedan establecer.
Es cierto, y a esto apunta el documento, que estos elementos por sí mismos no configuran una situación pre revolucionaria abierta (por esto, reiteramos, lo de “incipientemente” no es un mero aditamento sino parte orgánica de la definición). Para que esto ocurra, efectivamente, tiene que haber una irrupción más o menos generalizada del movimiento de masas. Pero, ¿es esto para lo que tenemos que prepararnos más allá de las coyunturas bajo el gobierno de Alberto Fernández, como sostienen las tesis? ¿O para condiciones que permitan la recreación de la pasivización de masas efectuada por el kirchnerismo durante su primer gobierno en medio de un crecimiento de lo que entonces se llamaban “tasas chinas”? Nosotros opinamos lo primero. ¿Qué sostiene Altamira?
Como decíamos, otro aspecto de la crítica es que nos acusa de ser “objetivistas”. Liga esto al cuestionamiento a nuestro partido y al FIT en su conjunto a no haber levantado las demandas de “¡Fuera Macri!” y “¡Asamblea Constituyente!”, a lo largo de 2018-2019, en el medio de que la unidad de la coalición peronista creaba ilusiones en las amplias masas de un recambio gubernamental por vía electoral, algo que se vio corroborado por los hechos. Contrario al balance de Altamira, nosotros creemos que durante la campaña electoral -aunque fue magra en la cosecha de votos debido al “malmenorismo dominante”- estuvimos en la primera línea de la lucha de clases agitando la necesidad de un plan de lucha para derrotar al gobierno (aunque la burocracia impuso un desvío luego de diciembre del 2017), e hicimos un gran trabajo de siembra de ideas políticas en el movimiento de masas. Solo el Frente de Izquierda dijo con claridad que era incompatible pagar la deuda al FMI y a los buitres y a la vez satisfacer las aspiraciones de las masas de recuperar lo perdido bajo Macri. Este planteo se ha visto corroborado por los acontecimientos. Y se verá aún más cuando se agoten los mecanismos de contención social que se desplegaron durante la pandemia (congelamiento de tarifas, IFE, ATP, límites a los despidos de los sectores formalizados de la clase trabajadora, etc.).
Hay en Altamira, aunque no solo en él, una concepción un poco mágica respecto de lo que puede hacer la agitación de una consigna más allá de la fuerza real en el movimiento de masas que tenga una determinada organización. De hecho, parte de los debates que atravesaron estos meses al FITU ha sido si tener una intervención donde la utilización de una tribuna política vaya por un carril, las luchas por la tierra y vivienda por otro, las acciones del Plenario Sindical Combativo por otro -y así podríamos seguir- en vez de golpear con un solo puño, unificando la influencia política y en los movimientos de lucha para actuar en la lucha de clases e incidir en la situación política. Por supuesto, agitar las demandas adecuadas es muy relevante, es una condición necesaria, aunque no suficiente. Pero si no hay sectores de la vanguardia de la clase trabajadora que puedan expresarlas y transformarlas en fuerza material nuestra influencia será limitada e impotente para incidir en los acontecimientos. Por eso gran parte de lo que tenemos por delante es avanzar en esta tarea, en lo cual está centrado el documento “Un partido para que triunfen las y los explotados”. En este documento señalamos algunas de las conquistas que creemos hemos obtenido respecto de la influencia de nuestro partido y de la izquierda obrera y socialista y cómo esto es un punto de partida muy importante respecto de otros momentos de ascenso de masas de nuestra historia reciente. Pero, sobre todo nos centramos en los pasos que tenemos que dar para avanzar y llegar con la mayor fuerza organizada e influencia política a los choques más importantes entre las clases que tenemos por delante. Entre otras cuestiones, nos planteamos como lograr una mayor influencia entre los sectores más precarizados y pauperizados de la clase obrera, y en particular de su juventud, sin tener que recurrir a la organización de colaterales centradas en la administración por parte de cuadros partidarios de planes de asistencia social estatal. Sobre esto Altamira, que fue su promotor histórico, no dice palabra.
Altamira también sostiene que la caracterización que planteamos ahora y los tres momentos por los que atravesó el gobierno de Alberto Fernández implicaría un “volantazo” respecto de lo que afirmamos al comienzo de la pandemia. Nos endilga haber sostenido la existencia de un “estado de excepción”, algo que planteó Giorgio Agamben pero nosotros no. Lo que sí planteamos, y enfrentamos a diferencia de Altamira y su organización, es tanto la tendencia al gobierno por decreto de los poderes ejecutivos como al empoderamiento de las Fuerzas Armadas y de seguridad, algo que se expresó no solo en la multitud de casos de “gatillo fácil” (¡Facundo Castro! ¡Luis Espinoza! ¡Blas Correa!) que atravesaron todo el país sino también en las protestas policiales reaccionarias en la Provincia de Buenos Aires. ¿O no cree Altamira que las tropas repartiendo comida en los barrios y los policías desplegados masivamente en las calles en todo el país no han sido un elemento reaccionario que sirvió como referencia para el accionar de la bonaerense?
Los contornos de la crisis argentina
El segundo aspecto de la crítica está centrado en cuestionar el señalamiento de que un aspecto de la crisis más estructural de la economía nacional está dado por la llamada “restricción externa”, que, según Altamira, sería una visión “desarrollista”. A esto opone el planteo de que la real “restricción” sería la existencia del imperialismo yanki. Obviamente la recurrencia de las crisis, los altos niveles de endeudamiento, la fuga de capitales, la dependencia de las exportaciones de productos primarios, la baja productividad industrial, el desequilibrio general de las estructuras productivas, etc., no son fenómenos excluyentes de nuestro país sino característicos de las economías dependientes y semi coloniales. Pero es un hecho que Argentina se caracteriza por expresar más agudamente que otros países estos desequilibrios, expresados en los altos niveles inflacionarios, defaults recurrentes y tendencias a la decadencia más general que ya llevan cuatro décadas. Es cierto que los desarrollistas consideran la “restricción externa” como una causa última de los problemas nacionales. Con ese tipo de visiones hoy el gobierno, al igual que lo planteaba Macri, dice que la salida es “exportar más”. Pero si aumentaran las exportaciones (vendiendo cerdos a China, con “Vaca Muerta” o con la megaminería contaminante, que son las apuestas extractivistas del gobierno) se aumentaría simplemente la cantidad de dólares disponibles para que fuguen los capitalistas “nacionales”, se lleven como remesas las empresas imperialistas o vayan a los acreedores de la deuda. De hecho, la balanza comercial no ha sido deficitaria en la mayoría de los años (en el período reciente lo fue en 1999, 2015, 2017 y 2018 [3]) mientras sí ha tendido a serlo la balanza de pagos (donde cuentan el pago de la deuda y otros factores). Por lo tanto, el “faltante de dólares” es un aspecto derivado del carácter dependiente y atrasado de la economía nacional, caracterizada por una débil inversión que realizan tanto las grandes empresas nacionales como extranjeras, que tiene como correlato la “exteriorización de activos” (y esto refuerza, sí, la “restricción externa”). La visión de Altamira de que cuando entran dólares vía endeudamiento internacional no hay “restricción externa” es falaz, ya que por definición mecanismos de este tipo solo puedan actuar limitadamente en el tiempo, hasta que se acaba el crédito y quedan en evidencia los problemas estructurales propios de la dependencia y el atraso. A su vez, Altamira menciona correctamente que Argentina ha generado un endeudamiento de unos USD 400.000 millones, pero no dice que hay una cantidad similar de recursos en paraísos fiscales. La fuga que los capitalistas realizan en confabulación con la banca ni le parece un tema a mencionar. Tampoco la subordinación del gobierno peronista al FMI. ¿O no considera un aspecto semi colonial de la economía nacional su condicionamiento por parte del Fondo Monetario? Porque la dominación imperialista se expresa en aspectos concretos, desde el giro de utilidades de las multinacionales a sus casas matrices o la presencia del FMI supervisando la política económica. ¿O estará abandonando Altamira la consigna histórica de ruptura con el FMI? Visto desde ahora, llama la atención que con su organización no hayan realizado ninguna actividad en repudio a las misiones del Fondo, mientras el FITU realizó actos frente al Banco Central y el Ministerio de Economía, junto con una agitación en las redes sociales, en las ocasiones de llegada de los funcionarios del organismo. Altamira llega incluso a sostener que tenemos una posición industrialista y que planteamos nacionalizaciones al estilo del nacionalismo burgués, omitiendo que en todo momento las planteamos bajo gestión de los trabajadores. Pero era el PO el que en su Manifiesto Político ante las elecciones de 2015 -el año que Altamira enfrentó a Nicolás Del Caño en las PASO- el que sostenía un planteo de nacionalización sin control ni gestión obrera y un planteo al menos de coqueteo con lo que podría ser una posición nacional-desarrollista: "Por la nacionalización de la banca, el comercio exterior y la gran propiedad agraria, para que el ahorro nacional se aplique a la industrialización del país y a un plan de obras públicas diseñado a partir del interés popular". El control obrero…te lo debo. Por lo tanto, la involución no es nuestra como pretende Altamira sino suya. Es pasar de formular el programa de “un análisis concreto de una situación concreta” (en este caso, los mecanismos por los que se expresa la dominación imperialista en el país y los mecanismos de saqueo que realizan las multinacionales junto con la gran burguesía local) a planteos generales que serían válidos para cualquier país en todo tiempo y lugar.
Sobre el programa
La caracterización de la crisis se liga con el cuestionamiento que hace al programa, donde Altamira hace una separación metafísica entre las medidas que podría tomar un gobierno obrero y aquellas que permiten la movilización de las masas para hacerse del poder. Trotsky justamente dice lo contrario respecto a la particularidad que tienen las consignas llamadas transicionales. Por ejemplo, frente a la escala móvil de salarios y horas de trabajo sostiene en las discusiones que mantiene sobre el Programa de Transición: “Creo que podemos centrar la atención de los trabajadores sobre este punto. Esto naturalmente sólo constituye un punto. En un principio esta consigna se adecúa totalmente a la situación. Pero las demás se pueden añadir a medida que transcurren los acontecimientos. Los burócratas se opondrán a ello, lo sabemos. Después, si la consigna se populariza entre las masas, se desarrollarán en contrapartida las tendencias fascistas. Entonces diremos que tenemos que desarrollar comités de autodefensa. Pienso que esta consigna (escala móvil de horas y salarios) será adoptada en un principio. ¿Qué supone realmente esta consigna? En realidad se trata de la organización del trabajo en la sociedad socialista: que el número total de horas de trabajo se divida entre el número total de trabajadores. Pero si presentáramos el sistema socialista en su conjunto, le parecería al americano medio algo utópico, algo extranjero, europeo. Por eso, lo presentamos como una solución a la crisis actual, asegurándoles su derecho a comer, a beber y a vivir en viviendas decorosas. Es el programa del socialismo, pero expresado de una manera muy popular y sencilla” [4]. Quienes impugnan la lógica más general del programa transicional (Rolando Astarita, por ejemplo) sostienen que hay que volver a la división entre programa mínimo y máximo de la socialdemocracia, entre demandas que son reformas progresivas posibles de obtener en el capitalismo y otras que solo pueden ser aplicadas por un gobierno obrero. Pero Trotsky no razonaba así. Frente a la objeción de si consignas como la escala móvil de salarios y horas de trabajo y otras de carácter transicional como las nacionalizaciones sin pago y bajo control o gestión obrera de la banca, del comercio exterior o de un determinado grupo de empresas capitalistas son o no realizables, Trotsky responde en el mismo Programa de Transición: “La ‘posibilidad’ o la ‘imposibilidad’ de realizar las reivindicaciones es, en el caso presente, una cuestión de relación de fuerzas que sólo puede ser resuelta por la lucha. Sobre la base de esta lucha, cualesquiera que sean los éxitos prácticos inmediatos, los obreros comprenderán, en la mejor forma, la necesidad de liquidar la esclavitud capitalista” [5]. Es que Trotsky no ve a las demandas transicionales como una serie de reformas a conquistar bajo el capitalismo sino como un puente para que los obreros lleguen a la conclusión que hay que terminar con el capitalismo.
Además, es obvio que no estamos planteando un programa acabado sino los ejes que, en la etapa que estamos viviendo, entrelazan demandas mínimas y democráticas que mantienen fuerza vital con otras transicionales que permiten hacer de puente entre la conciencia actual de la clase trabajadora y la necesidad de hacerse del poder. La articulación de estas demandas para la agitación dependerá de la situación precisa. Sí le damos la razón a Altamira en que es una falencia del programa (originalmente iba a estar como parte de un documento internacional) la ausencia de la demanda de los Estados Unidos Socialistas de América Latina, central para oponer la unidad de la región en base a gobiernos de trabajadores en oposición al palabrerío de integración burguesa que sostienen los gobiernos con discurso “progresista”. Es un punto que siempre hemos levantado y uno de los ejes programáticos que fue votado en la Conferencia Virtual de América Latina y los Estados Unidos.
También Altamira nos critica cómo planteamos la consigna de Asamblea Constituyente. No queda claro si porque está en contra que la misma pueda utilizarse para contraponerla al conjunto del régimen político bajo el gobierno de Alberto; por cómo la formulamos o si solo considera que no está para la agitación, cuestión que nosotros no sostenemos por el momento. Pero sí creemos que será una consigna de primer orden debido a la podredumbre y descomposición del régimen, y también si se desarrolla la crisis política para oponer a las maniobras anti democráticas de la burguesía y los pactos que se harán a espaldas del pueblo. Una consigna para favorecer el desarrollo de los organismos de doble poder de los trabajadores y no para reemplazarlos, como en distintas ocasiones la plantearon Altamira y el PO.
Por último, la crítica que nos hace a cuando parafraseamos a Lenin con la necesidad de “explicar pacientemente” el programa parte de no comprender una gran tarea preparatoria que tenemos planteado por delante. Es cierto, la situación en la que Lenin hacía el planteo estaba mucho más avanzada que la Argentina hoy, pero tiene en común que las masas confiaban en los “amigos del pueblo” y los bolcheviques eran una minoría. Los soviets estaban dirigidos por mencheviques y socialistas revolucionarios y sostenían una política conciliadora. Para Lenin se trataba de acompañar la experiencia de las masas en una situación convulsiva marcando una clara dirección estratégica. Lo que tiene en común es que los revolucionarios somos una minoría y que aún muchos de quienes votan al FITU consideran “utópico” o muy maximalista el programa obrero de salida a la crisis que levantamos. Es una tarea que tenemos por delante (y esto implica combinar propaganda, agitación y organización) convencer a unos centenares de miles de este programa. Si lo logramos estos podrán influir sobre millones si la situación se vuelve abiertamente pre revolucionaria. Altamira aquí no hace más que volver a mostrar su desdén característico por la tarea de tratar de influir ampliamente, más allá de la agitación de determinada consigna, con el programa y la ideología de la izquierda revolucionaria, algo que venimos tratando de hacer poniendo en pie LID Multimedia y la Red Internacional La Izquierda Diario y otras iniciativas.
Agradecemos la contribución al compañero Altamira y esperamos continuar con el debate.
[1] Nicolás Balinotti, Los costos de la paz social y los nexos políticos de los barras en un país en crisis, La Nación, 28-11-2020, disponible en https://www.lanacion.com.ar/politica/los-costos-paz-social-nexos-politicos-barras-nid2523049
[2] Vladimir Ilich Lenin, La bancarrota de la II Internacional, mayo-junio 1915, ediciones varias.
[4] León Trotsky, El atraso político de los obreros americanos, 19 de mayo de 1938, en León Trotsky, “El Programa de Transición y la fundación de la IV Internacional”, Obras Escogidas N° 10, Ediciones CEIP – IPS, págs.. 150 y 151.
[5] León Trotsky, El Programa de Transición, en Op. Cit.
Christian Castillo
Dirigente Nacional del PTS en el Frente de Izquierda. Sociólogo y docente universitario en la UBA y la UNLP