Entrevistamos al periodista Juan Ignacio Provéndola, autor del libro Rockpolitik, en el que traza un recorrido sobre el rock argentino y su rica relación con la política en distintos momentos históricos hasta la actualidad.
Miércoles 1ro de noviembre de 2017
LID- ¿Por qué te interesaste en el Rock como objeto de estudio y en particular en este recorte de su relación con la política?
JP- Tenía que hacer mi tesis para terminar Periodismo en la facultad. Siempre te recomiendan elegir un tema que te resulte atractivo, con el que tengas un vínculo profundo y que te movilice investigar. Yo ya estaba trabajando en el periodismo, hacía una revista independiente de música y realizaba una pasantía en el suplemento Sí de Clarín, así que tenía una relación con los músicos. Por eso elegí el rock. Entonces pensé en relacionarlo con la política para intentar generar un conocimiento novedoso. Había muchísimos libros de rock, una bibliografía abundante que historiza al rock argentino (que es una cultura, no sólo una expresión musical).
Pero en ese entonces, allá por 2005, la mayoría de los libros hablaban del rock como un género musical (biografías de bandas o de músicos) y muy basados en anécdotas. Había pocos estudios con enfoque sociológico, como los de Pablo Alabarces, Mirta Varela, Sergio Pujol o Pablo Semán, pero ese abordaje me resultaba más tentador que acumular anécdotas. Entonces me interesó investigar cómo el rock fue dialogando con el tiempo político con el que fue conviviendo, desde sus orígenes hasta la actualidad y más allá de fotos obvias como las de La Mancha de Rolando con Amado Boudou. Particularmente el rock en los ´90 como reacción al menemismo para mí fue un estímulo muy grande.
LID- Hay como una prehistoria del rock en Argentina que es la época de figuras como las surgidas en “El Club del Clan”. Tu libro rescata una figura inédita, la de Dean Reed o “el Elvis Rojo” ¿Cómo llegaste a ese personaje casi desconocido?
Dean Reed fue uno de los primeros que habitó en Argentina ambos vecindarios, el rock y la política, al menos de manera consciente. Era parte de “El Club del Clan”, programa en el que se mostraba un modelo de juventud estereotipado, de clase media, y al que no era de clase media, como Palito Ortega, se lo presentaba como ejemplo de que “todos podemos triunfar si trabajamos”… aunque Palito no se hizo famoso vendiendo café, sino cantando canciones prefabricadas. En ese contexto aparece Dean Reed, un tipo que tenía inquietudes evidentemente más complejas que las de compañeros como Chico Novarro o Violeta Rivas, que vivían prácticamente abstraídos de lo que sucedía, sin motivaciones ideológicas ni sensibilidad social. La mayoría de las figuras de “El Club del Clan” estaban cómodos en esa especie de mainstream, eran los ídolos Pop de esa época en el sistema de medios (tenían un programa de tele, después te sacaban el disco, montaban una obra de teatro, filmaban una película). Pero este tipo no, cortó con eso, se fue a la Chile de Salvador Allende y después terminó en Europa, donde muere en Berlín tras un accidente de auto, una situación por cierto muy confusa. Yo creo que Dean Reed en “El Club del Clan” casi que representaba demográficamente a una minoría que tenía esas curiosidades ideológicas que en esa época eran super reprimidas y perseguidas, no sólo el peronismo que estaba proscripto. Uno de esos personajes curiosos, de los que aparecen lateralmente en la historia. Quizás en Estados Unidos hubiera sido perseguido, pero acá pasó como una “nota de color”, no fue un tipo que haya incomodado con su ideología política sino que pasó de estrella Pop a seguir otro camino acorde a sus ideas. Y la historia oficial no lo menciona.
LID- ¿Habrá sido la inspiración del “Bombita Rodríguez” de Capusotto?
En realidad Capusotto se inspiró en un grupo que se llamaba Juan Domingo, que había sacado un simple de vinilo con dos canciones antes de la vuelta de Perón a Argentina. Como aún no se podía nombrar a Perón, el grupo utiliza metáforas, figuras retóricas, elipsis. Por ejemplo una de las canciones es como una oda a su regreso. Era parte de todo el entusiasmo de esa juventud peronista con la vuelta de un Perón que, lamentablemente, ya no era lo que ellos imaginaban que iba a ser.
LID- Cuando nace el rock nacional aparece la primera muestra de una tensión entre mantenerse como expresión contracultural y a la vez lograr reconocimiento. Es como un debate fundante del rock en Argentina, que vos contás que aparece con el tema “Ayer nomás”…
Hay como una especie de manzana podrida en el nacimiento del “rock argentino” (expresión que prefiero a la de “rock nacional”, instalada curiosamente por la última dictadura). Porque por un lado ese rock (que ni siquiera se llamaba así mismo como rock) quería preciarse de ser contracultural, pero por el otro lado buscaba el pulgar en alto del mercado para sentir que existía. Hay una discusión sobre cuál fue el nacimiento del rock en Argentina, si fue con un simple que sacaron Los Beatniks(grupo de Moris y Pajarito Zaguri), que salió en el invierno de 1966, o si en verdad el mérito le pertenece a “La Balsa”, de Los Gatos, editado un año después. La discusión tiene que ver únicamente con la cantidad de discos vendidos, pues el primero vendió sólo 200 copias, mientras que el segundo vende 200 mil. O sea que la discusión está dada por la legitimación que da el mercado. La respuesta para mí es que en realidad no existió un hito iniciático, sino que todos eran parte de un mismo grupo de gente que frecuentaban los mismos lugares, como La Cueva, La Perla, y que compartían los discos entre sí porque no había mucho de los Beatles o los Rolling. Discutir la autoría de esa “partida de nacimiento” es engañoso porque oculta el verdadero fenómeno que posibilitó el surgimiento del rock en argentina, que fue todo un trabajo colectivo.
Y en relación a “Ayer nomás” –que era de Moris y Pipo Lernoud-, la compañía discográfica les exigió a Los Gatos cambiar la letra porque pensaban que así como estaba iba a ser prohibida. Entonces se generó un debate interno en el grupo acerca de acceder al pedido o no. No era como ahora, que podés grabar diez discos en un fin de semana tan solo con una computadora, entonces los mismos Pipo y Moris estimularon a Los Gatos a cambiar la letra porque en definitiva lo importante era publicar el álbum. Años más tarde Litto Nebbia dijo algo así como que “en ese momento, grabar un disco cristalizaba todos tu sueños”. No tenían otra alternativa, era cambiar la letra y grabar… o no grabar nada.Y en ese momento el tren no pasaba muchas veces, las posibilidades no abundaban. Y lo cierto es que esta decisión de Los Gatos, de cambiar la letra para poder grabar el disco, abrió muchas puertas para que se graben más discos. Incluso de Moris, que más adelante pudo grabar “Ayer nomás” con la letra original y en un disco que también fue muy vendido. Era una época difícil en la que aparecía el mercado como dador de sentido.
LID- En Rockpolitik mostrás cómo en los ´60 y ´70 el rock en Argentina era un fenómeno de alguna manera contestatario y perseguido, pero que no dialogaba del todo con la militancia política y con el fenómeno de radicalización política en la juventud… ¿Cómo se relacionaban esos dos mundos?
El rock llegó a la Argentina como una transculturación. En ciertos ámbitos era visto con desdén y desconfianza. Los pioneros del rock en Argentina remitían a un universo simbólico que no dialogaba tanto con el contexto social inmediato, sino más bien con una cuestión existencial y una mirada más macropolítica (fijate hasta donde se estira el horizonte que aparecen letras donde se habla de la carrera nuclear o de movimientos de descolonización). La militancia, que en los años ´60 estaba bastante obstaculizada por la dictadura, muy disminuida, tal vez cuestionaba al rock porque lo entendía como indiferente a la cotidianeidad política (algo que a la militancia le urge). Con el tiempo eso fue cambiando y el rock se fue transformando en una expresión de representación joven incluso por encima de la política. En los ´70 se politiza toda la sociedad con la vuelta de Perón y la política tenía más incidencia en la juventud que el rock, aunque en los ´80, con la vuelta de la democracia, esa relación cambia y eso obliga a que la militancia tenga que reconciliarse con el rock, porque pasa a ser un lenguaje que le está disputando representatividad. Hoy en día el rock es lo que más claramente sintoniza con los discursos más combativos de la militancia, cuando en los ´70 la música más relacionada con ese rasgo era el folklore. De hecho muchos músicos de folklore se tuvieron que ir del país e incluso tenés la extraña muerte de Jorge Cafrune, arrollado por un auto en contramano mientras iba a caballo por la Panamericana. Esas cosas al rock no le sucedieron, porque los rockeros que se fueron del país lo hicieron más por una cuestión laboral o por censura artística que por ser encarnizadamente perseguidos como le pasó a otra gente de la cultura como varios escritores.
LID- ¿Hay un mito sobre el papel de resistencia del rock en la dictadura? ¿Está sobrevalorado?
Si había una banda de sonido que musicalizaba a la resistencia era el folklore, que tuvo experiencias muy comprometidas y aparte generaba cierta empatía con el ideario revolucionario de la época (movimientos campesinos, el peón rural como figura de explotado por un sistema netamente agroexportador). En el rock hubo temas emblemáticos como “Canción de Alicia en el país” de Charly (que fue un avanzado, porque en esa canción señala a la Dictadura pero también a ese peronismo de Isabel y López Rega), aunque no tuvo el mismo peso que el folklore en ese aspecto. El único rockero que se reivindicaba simpatizante de esa militancia armada de los ´70 fue Roque Narvaja y se tuvo que ir en el ´74 por las amenazas de la Triple A. Sacó tres discos super politizados como “Octubre mes de cambios” y eso pareció que había sido demasiado para el aparato represivo.
LID- En la tapa de Rockpolitik está la foto de Charly García con Menem ¿Es una manera de sentenciar que el rock se inclinó para el lado de la integración en detrimento de lo contracultural?
No, la tapa en realidad implicó tener que resumir un contenido de más de 200 páginas en una imagen. Algo, por cierto, bastante arriesgado: puede salir muy bien… o no. Todos saben que hubo un encuentro entre Charly y Menem casi bizarro (cuando Menem se estaba yendo del poder) que generó mucha polémica, aunque la foto en cuestión no es de ese episodio de 1999, sino de otro acercamiento, en 2003. La sacó Arnaldo Pampillón, compañero mío en Página/12, y es una imagen muy impactante pero, sobre todo, sincera: refleja este camino de tensiones y contradicciones, de acercamientos y de alejamientos que el rock y la política vienen realizando desde hace medio siglo.
LID- En los ´90 se produce un fenómeno que vos describís de masificación, popularización y hasta cierta “proletarización” del rock. ¿Qué ganó y qué perdió el rock con esto?
Ganó muchísimo porque se volvió más representativo. En los ´70, si te ponés a hilar fino, la cultura rock representaba a una porción muy pequeña de la sociedad, centralmente la clase media. Pero en los ´90 se termina de consolidar en la esfera social como una expresión bien metida en la cultura argentina. Había una realidad económica y política que tendía a achicar el Estado, a bajarle calorías al discurso político, debilitar la industria nacional, aumentar la desocupación, a bajar las condiciones de vida. Y así como en los ´70 era el folklore el que dejaba registro de la realidad social, en los ´90 aparecieron una serie de grupos que introducen innovaciones en la discursividad del rock, porque le imprimen su propia procedencia social y geográfica, que hasta ese entonces era mayormente porteña y de clase media, pero a partir de entonces se expande hacia las orillas de las metrópolis y hacia los fondos de la pirámide social. Se vuelve, en definitiva, más proletario: La Renga, punta de lanza de esa generación, viene de Mataderos, bandas punks como Attaque 77, Flema o 2 Minutos de rebordes como Alsina, Lugano o Gerli, o Hermética, pioneros del heavy convocante, de La Matanza, el conurbano profundo.
En cuanto a lo que “pierde”, muchos nostálgicos indican que este nuevo rock tiene una calidad artística menor, como si se le estuviera faltando el respeto a cierta estética impuesta por los viejos próceres. Yo no estoy tan de acuerdo con esto, y más bien tiendo a creer que estos nuevos rockeros de los ´90 se le animaron a discutirle en la cara a los rockeros viejos y disputarles la construcción de sentido de lo que tenía que ser el rock… tal como hace cualquier joven con sus padres. Tal vez el rock dejó de ser una expresión de composiciones más complejas o “elevadas” y pasó a convertirse en una especie de punk, una música a la que cualquiera se animaba a ejecutarla, aportando otra carnalidad y “salvajismo”, con letras que apuntaban a lo que estaba pasando. Esos pibes veían en sus casas que sus padres perdían el trabajo y se encontraban en un escenario “no futuro”. En ese contexto casi apocalíptico tenés expresiones radicalizadas como el heavy metal o el punk, como por ejemplo Hermética, que sacó apenas tres discos de estudio y sin embargo ahí encontrás un gran catálogo de lo que pasaba en el momento y como lo vivía determinado sector social, y sobre todo su juventud. Pibes que no terminan la secundaria, que no saben qué hacer de su vida. El rock reflejó muy bien lo que ocurrió en los ´90, y no sé que otros actores del campo cultural pudieron tener esa lectura.
LID- Actualmente hay una especie de institucionalización: el rock es reconocido, la política lo necesita e intenta utilizarlo, los noticieros centrales de los principales canales de TV tienen secciones dedicadas al rock… ¿Se puede mantener algún componente contracultural a esta altura? ¿Queda algo de eso?
Después de Cromañón desapareció esa cuestión multitudinaria y de estadios (salvo Las Pastillas del Abuelo, que el año pasado llegó a Ferro, no hubo bandas nuevas que debutaran en estadios) y pareciera que el rock actualmente perdió masividad, más allá del Indio Solari que es un fenómeno aparte, porque su popularidad es intrínseca a él. Aunque al mismo tiempo hay un montón de bandas en el interior. Presentando el libro descubrí muchas bandas con convocatoria local importante. El rock sigue siendo un lenguaje “amigable” y por eso noto que está muy prendido en el interior. En Tierra del Fuego por ejemplo, los pueblos originarios no dejaron registro musical de sus creaciones, casi no hay un folklore propio y ese lugar de alguna manera lo ocupó el rock, como instrumento para que un pibe se pueda expresar.
LID- Durante la campaña electoral hubo un cruce por Twitter entre el economista oficialista Martín Tetaz y Myriam Bregman del Frente de Izquierda, con el famoso “Te falta Rock”. ¿Qué significado te parece que tiene el rock en el mundo de la política y en el propio universo del rock?
Yo creo que se cruzan. Muchos seguidores del rock son seguidores de la política hoy por hoy. Estamos gobernados por una generación que, al menos por su nivel etario, creeríamos que se crió con el rock. Macri incluso forzosamente tiene que manifestar simpatía con el rock y cantar como Freddie Mercury, así corra el riesgo de morir, como casi le ocurre en su casamiento cuando se ahogó con un bigote postizo, porque se supone que es la banda de sonido de su generación. El rock tiene un significado parecido en ambos universos. Hoy lo vemos a Bono con Macri… y no debería sorprendernos. Ahora, bien: antes el rock remitía a lo contracultural por su sola enunciación.Hoy, en cambio, tenemos qué preguntarnos de qué rock estamos hablando cuando hablamos de rock. Y yo, sinceramente, no espero de U2 las banderas más revulsivas, sino en todo caso de artistas que le ponen el cuerpo a los conflictos propios de sus épocas, como en este tiempo podrían ser quienes tocan en festivales de apoyo a los obreros despedidos de Pepsico o en otra época lo fueron quienes se hicieron presentes en piquetes o en situaciones de protesta frente a injusticias.
@myriambregman alguien ya hizo remera... #TeFaltaRock pic.twitter.com/gNjQPmtwG0
— Marilyn (@maru_marilyn) 12 de julio de 2017
El rock y la política hoy se seducen mutuamente porque ambos contienen espacios de poder. Nadie puede negar que el Indio Solari tiene muchísimo más poder –en cuanto a capacidad de movilizar gente- que la gobernadora de Tierra del Fuego. Lo que no es agradable es cuando la seducción se produce desde el lado de la frivolidad, algo que produce desprecio en el rock y lo mismo en el amor, ¿no? En relación al cruce de Myriam Bregman con Martín Tetaz, me pareció épico. Creo que la platea rockera lo gritó como si hubiese sido un gol. Ella hace referencia a “Gente que no” y yo creo (o quiero creer) que Tetaz le contesta conociendo la canción, que es muy popular porque la hicieron hasta los Decadentes y sonó en las radios. Quiso redoblar la apuesto y quedó como un boludo, porque acaso en el fondo lo sea. Bregman le espeta que le falta rock y, dicho desde el lugar donde lo dice ella, la frase toma sentido, suena legítima. La resolución de esa discusión disparó un montón de cosas y describió gran parte del universo simbólico del rock.
Ahora lo presentamos con Piti Fernández, de Las Pastillas del Abuelo, el viernes 10 de noviembre a las 20 horas en el Club Cultural Nivangio, de Colombres 946, Boedo.
LID- Por último, ¿Cómo es la experiencia de los músicos –que algunos te acompañaron a presentarlo- con tu libro Rockpolitik?
Salvo excepciones puntuales, hubo buenísima onda de muchos, porque se vieron analizados en una perspectiva hasta ahora insondada. Con Pil y Stuka, de Los Violadores, se generó una muy buena onda para hacer una presentación juntos, donde ellos tocaron en formato acústico pero antes se animaran a dar una discusión política entre ellos mismos, porque Pil es más de izquierda, socialista en un amplio espectro, y Stuka un anarquista hecho y derecho, escéptico de la política. Fue muy interesante el debate. También estuvo muy bueno compartir presentaciones con Hugo Lobo, porque Dancing Mood es una banda cooperativa, Hugo como solista va con la trompeta y toca con una banda local armada para la ocasión, una experiencia muy linda. También con Horcas acústico fue algo especial.
Ahora lo presentamos con Piti Fernández, de Las Pastillas del Abuelo, el viernes 10 de noviembre a las 20 horas en el Club Cultural Nivangio, de Colombres 946, Boedo. Este formato, que lo traté de hacer por todo el interior, es muy bien recibido y estimula la participación de la gente. En el fondo termino pensando que el libro quedó chico para lo apasionante de este debate en donde a través de la historia del rock argentino en estos 50 años puede en el fondo leerse la historia política y social de este medio siglo.
* Entrevistó: Augusto Dorado