En un escenario general de crisis, abordar la situación de les trabajadores migrantes agravada durante la pandemia a lo largo y ancho del mundo, se ha vuelto una cuestión ineludible. En este informe, reflexionamos sobre el complejo fenómeno migratorio y nos enfocamos en Argentina a partir de los datos de la EPH-INDEC, para dar cuenta del peso de la población inmigrante-emigrante, sus condiciones de trabajo, los sectores de actividad en los que se insertan y su composición.
Miércoles 29 de septiembre de 2021 08:00
Ilustración: @satrapamundial
Nunca en la historia las migraciones han tenido la amplitud y profundidad que alcanzaron en la actualidad. Entre 1950 y 2010, las migraciones a escala internacional se habían triplicado: pasaron de 60 millones a 215 en 60 años. Para 2019, nueve años más tarde, habían alcanzado los 272 millones, según estimaciones de la OIT. De los 272 millones de migrantes en la actualidad, la inmensa mayoría son trabajadores (ocupades y desocupades). Estos representan el 90% del total: 245 millones. Dentro de estos, 169 millones se encuentran ocupades. El mismo organismo prevé que en los próximos 30 años se dupliquen estos valores, hasta alcanzar alrededor de 400 millones de personas. Estas cifras dan cuenta de un fenómeno de gran magnitud a nivel mundial que requiere ser abordado en sus especificidades.
En el marco de los informes publicados a lo largo del año con el eje puesto en pensar la situación de les trabajadores en la actualidad, la pregunta sobre el peso de la población inmigrante-emigrante [1] dentro de la clase trabajadora de nuestro país, así como sus condiciones de trabajo, los sectores en los que se insertan y su composición, se vuelve sumamente relevante, si consideramos este escenario general que se agrava en la situación actual de crisis por la pandemia.
En contraposición a los enfoques que romantizan los procesos migratorios (presentándolos como parte de una “elección libre”) o que demonizan a les migrantes como responsables de echar por tierra las condiciones de trabajo de “les locales”, distintos autores que retoman el marco teórico marxista han destacado su carácter estructural en el capitalismo, que requiere de estos flujos de personas para resolver contradicciones, tales como los requerimientos de grandes contingentes de trabajadores en tiempos y espacios puntuales, la reducción de los costos de producción mediante la baja de los salarios, y la reproducción de la fuerza de trabajo de un modo más económico. Así, el fenómeno migratorio no puede explicarse a partir de disfuncionalidades ocasionales, sino que hay que considerarlo en el contexto del modo de producción capitalista, y la explotación de la fuerza de trabajo como mecanismo de obtención de plusvalía. [2].
El elemento forzoso de los flujos migratorios emerge con particular crudeza al observar lo sucedido en la ciudad fronteriza de Del Río, en Texas, Estados Unidos. Miles de haitianos fueron deportados de forma masiva a su país de origen después de recorrer miles de kilómetros, bajo la promesa de poder ingresar a suelo estadounidense, tras los aparentes cambios en la política migratoria de la gestión de Joe Biden.
Como parte de las reflexiones en torno al complejo problema migratorio a nivel internacional, el presente informe está compuesto por los siguientes materiales: Trabajar con miedo: la precariedad migrantes y sus emociones, una entrevista a la investigadora Lola Loustaunau en torno a su trabajo Feeling precarious; ¡Salarios para la inmigración!, una traducción sobre un artículo de Ashley J. Bohrer en la revista Spectre en torno a la inmigración y la reproducción de la fuerza de trabajo; Migración, trabajo y capitalismo, una reseña sobre el reciente libro publicado Border and Rule, de la activista y escritora bareiní-canadiense Harsha Walia, co-fundadora de la red internacional No one is illegal (Nadie es ilegal); y, por último, La fila india, o la tragedia en la frontera, una reseña sobre la novela mexicana de Antonio Ortuño.
A continuación, luego de una breve presentación del panorama internacional, nos enfocamos en la situación de vida y de trabajo de les migrantes en nuestro territorio nacional. Los datos forman parte de un trabajo propio elaborado en base a los microdatos del cuarto trimestre de 2020 de la Encuesta Permanente de Hogares.
Algunas cifras de la inmigración global
De acuerdo a la OIT, les trabajadores migrantes internacionales [3] representan en promedio el 4,9% de la fuerza de trabajo a nivel mundial. Si desagregamos este dato según distintos ejes podemos ver que:
En relación a la distribución geográfica vemos que del total global de trabajadores migrantes internacionales, el 87% se encuentra en países de ingresos altos o medianos-altos. Mientras que el 13% restante, se ubica en países de ingresos bajos o medianos-bajos, entre ellos, América Latina y el Caribe concentran apenas el 3,5% del total de los trabajadores migrantes. Una situación que se explica porque según sostienen los informes de la OIT, existe una fortísima demanda por parte de Estados Unidos, Canadá, los países de Europa occidental de este tipo de fuerza de trabajo; e incluso de parte de los países capitalistas dependientes del Sur. Así, pese a sus particularidades, existen puntos de contacto entre las migraciones Sur-Norte (muy mayoritarias) y aquellas migraciones Sur-Sur, que se dan desde países más pobres hacia países en ascenso o en mejores condiciones económicas. Lo sucedido con parte de la población haitiana refleja estas dos dinámicas de flujos migratorios, tanto Sur-Sur como Sur-Norte: tras el terremoto del año 2010 que dejó como saldo, más de 2000 mil muertes y que agravó los indicadores socio-económicos devastados del país más pobre del hemisferio occidental, miles de haitianos emigraron a otros países de la región como México, Chile y Brasil (Sur-Sur). Tras años en los países de destino, muches de aquelles migrantes decidieron recorrer miles de kilómetros para ingresar a Estados Unidos (Sur-Norte), sumados a otros tantos provenientes directamente de Haití, tras el asesinato de su presidente Jovenel Moise en julio de este año, lo que recrudeció la crisis institucional del país. En la sintonía de la dinámica Sur-Sur puede pensarse también el incremento de los últimos años de las oleadas migratorias de venezolanos y venezolanas, producto de la crisis del país bolivariano, hacia otros países de la región latinoamericana.
Considerando los sectores en los que trabajan, vemos que les trabajadores migrantes se concentran en mayor proporción en sectores de actividad relacionados a los Servicios (66,2%). En el caso de las mujeres, el porcentaje de participación en servicios se incrementa hasta alcanzar el 80%, mientras que para los hombres desciende a 56,4%. Esto puede explicarse en gran parte por la inserción de las mujeres en la economía del cuidado, entre ellos la salud y el servicio doméstico, sectores que cuentan con una fuerza de trabajo predominantemente femenina y con alta proporción de trabajadoras migrantes.
Otros dos sectores donde se concentra la fuerza de trabajo migrante son la industria (26,7%) y la agricultura (7,1%), aunque son los varones quienes se insertan en mayores proporciones que las mujeres en ambos casos (en proporción la relación es 35.6% vs 14.2% en la industria, y 7.9% vs 5.9 en la agricultura).
En torno a la composición por género el mismo estudio refiere que dentro de los 169 millones de trabajadores ocupados migrantes a nivel mundial, los hombres ascienden a 99 millones, mientras que las mujeres son 70 millones. Esto configura una asimetría en la composición de género de les trabajadores migrantes de 17%. No obstante, en los últimos años se avizora como novedad un incremento importante del número de mujeres que emigran con un rol primordial en las cadenas migratorias, abriendo el proceso migratorio de grupos familiares enteros. Este fenómeno influye en la forma en que se reproduce la clase trabajadora en el capitalismo actual y, siguiendo este hilo, ha abierto nuevos debates desde la perspectiva marxista de la reproducción social sobre las articulaciones entre la inmigración, el trabajo reproductivo (más conocido como trabajo de cuidados), el género y la etnia [4].
Los indicadores mencionados constituyen promedios globales y por ende, no dan cuenta de las dinámicas heterogéneas que poseen las corrientes migratorias en los distintos países de referencia e incluso en las diversas regiones de dichos países, donde tanto las causas multidimensionales de la inmigración, como sus diversos rasgos (el tamaño de las corrientes, los grupos etarios, la experiencia previa de migración, asentamientos consolidados en los lugares de destino, etc.) condicionan al proceso mismo y a la forma y lugar de inserción en el mercado de trabajo.
¿Qué pasa en Argentina?
Históricamente las migraciones internacionales tuvieron un peso importante en la dinámica demográfica del país. Entre fines del Siglo XIX y principios del Siglo XX Argentina fue uno de los principales receptores de inmigrantes europeos (lo que no tiene nada que ver con decir que “bajamos de los barcos”). Hacia mediados del Siglo XX esta dinámica se desaceleró, pero comenzó a crecer la recepción de inmigrantes regionales de distintos países vecinos del Cono Sur, aunque en un número más bajo que el de la oleada migratoria inicial [5]. Así, pese a su escala más reducida, la inmigración limítrofe se plantea como un fenómeno de “larga data” en nuestro país.
Entre las características que definen este fenómeno en Argentina resaltan su flexibilidad y el hecho de ser un fenómeno sensible a las variaciones coyunturales como los períodos de crecimiento y caída en la economía, ciertas políticas económicas específicas (como la paridad entre el peso y el dólar durante los años 90) y las variaciones en las políticas migratorias locales.
En la actualidad se destacan dos procesos importantes en relación a la migración en el país:
- El crecimiento de ciertas corrientes migratorias tradicionales, como la boliviana y la paraguaya, “que representan hoy casi un millón de personas en el país y la mitad de los extranjeros residentes” (Cerrutti, 2018: 446);
- El incremento de grupos migratorios latinoamericanos no limítrofes (Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador y República Dominicana), que se suman a otros más pequeños como los provenientes de China, Senegal y Nigeria.
¿Qué pasa si miramos esta dinámica en base a los microdatos del cuarto trimestre de 2020 de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH-INDEC)?
En primer lugar, vemos que para el último trimestre del 2020 les migrantes representaban el 4,4% de la totalidad de la población en Argentina, lo que define un total de más de dos millones de personas.
Entre ellas, el peso de quienes provienen de países limítrofes es el más importante: explica un 67% de la migración externa al país [6].
De acuerdo a la encuesta Nacional Migrante (ENMA) [7] del 2020, la mayoría de les migrantes explican los motivos de su migración por no poder cubrir sus necesidades básicas en el país de origen o por trabajo (55%). A su vez, el 70% de les migrantes actuales cuenta con más de 10 años de residencia en el país.
De acuerdo a la encuesta mencionada, la situación documental se ve obstaculizada durante los primeros años de permanencia: entre quienes residen en el país hace menos de cinco años, sólo el 45% posee DNI, lo que dificulta, entre muchas otras cosas, la posibilidad de conseguir trabajo.
En cuanto al acceso a instituciones educativas, un 20% de les encuestades afirmó haber tenido problemas para inscribir a sus hijes en los establecimientos escolares del país. El carácter de estos problemas para acceder a las instituciones educativas se encuentra vinculado a la falta de la documentación de les niñes o sus padres, pero también por la falta de vacantes y la manera en que el acceso a tecnología e internet se encuentra presente mediando los diferentes trámites de inscripción.
Respecto a la condición socio-ocupacional, el 37% de les migrantes señaló que su situación laboral es inestable, aspecto que se agrava entre las mujeres trabajadoras.
A su vez, el 35% de les encuestades indicó no haber accedido a trabajos vinculados a su conocimiento o experiencia previa y sólo el 15% recibió alguna ayuda del Estado.
En relación a la composición de género de los flujos migratorios en el país, los estudios señalan que a diferencia de los movimientos poblacionales de fines del siglo XIX y principios del XX donde los varones eran mayoría, la migración actual tiene un componente mayoritario de mujeres, que son quienes muchas veces inician el movimiento que luego se completa con el resto de la familia. Tal como sostiene Cerrutti “el fuerte predominio de mujeres en algunos flujos inmigratorios responde en gran medida a las oportunidades laborales en sectores de servicios personales, sobre todo en el servicio doméstico. En la actualidad, de las doscientas mil mujeres nacidas en Perú y en Paraguay que forman parte de la fuerza de trabajo de la Argentina, la mitad se dedica a tareas domésticas o de cuidado (proporción que supera con creces a la observada entre mujeres nativas)” (2018: 450).
Nos preguntamos entonces, ¿cuáles son estos rasgos específicos y particulares que asume la fuerza de trabajo inmigrante?, ¿qué trabajos realizan?, ¿en qué sectores se encuentran concentrados?, ¿cuáles son sus condiciones de vida? Veamos algunos datos recientes.
Tasa de empleo y desocupación
La tasa de empleo de les trabajadores migrantes residentes en el país está por encima del promedio general. Esto significa que la relación entre la población disponible para trabajar y la porción de dicha población efectivamente ocupada, es mayor para el caso de les trabajadores migrantes que para el promedio general de la fuerza de trabajo.
Por su parte, dentro de los niveles de empleo de les migrantes, existe una marcada brecha de género que ubica a los varones (64%) veinte puntos por encima de las mujeres (43%). Sin embargo, la tasa de empleo de las mujeres migrantes es aún superior que la del promedio de la fuerza de trabajo total.
En cuanto a la desocupación, se observa un fenómeno similar: mientras que la tasa promedio de desocupación del total de la fuerza de trabajo residente en el país, es del 11%; para les trabajadores migrantes desciende a 8,9%.
Nuevamente, los indicadores de desempleo muestran una marcada brecha de género dentro del segmento del conjunto de les trabajadores migrantes. Como se observa en el Gráfico 3, mientras que el promedio de desocupación del conjunto de les migrantes es de 8,9%, este porcentaje crece al 14% para las mujeres y desciende a 4,4% para los varones, es decir, una brecha de 10 puntos porcentuales.
Estos indicadores que, a priori, podrían parecer alentadores para el conjunto de les trabajadores migrantes, sin embargo, deben completarse observando sus condiciones de empleo específicas.
Informalidad
Del total de trabajadores ocupades, vemos que un 32,7% se encuentra empleade en condiciones de informalidad: sin acceso a la seguridad social, sin protección legal, sindical ni vacaciones pagas, aguinaldo, licencias, etc. Ahora bien, si un tercio de la fuerza de trabajo total se encuentra empleada en esas condiciones, al observar el segmento de trabajadores migrantes, la informalidad crece 17 puntos, trepando al 49,5% del total. Es decir, la mitad de la fuerza de trabajo migrante del país se encuentra empleada bajo formas de contratación informal, en el marco de un dato que no encuentra variaciones significativas según género.
A su vez, es importante destacar que el cuentapropismo explica el 32% de la fuerza de trabajo migrante ocupada. Es decir, que casi un tercio de les trabajadores migrantes trabajan en forma autónoma, en el marco de trabajos que generalmente también quedan afuera de la seguridad social y los derechos asociados al trabajo formal. Esta condición está fuertemente asociada a ciertos sectores de actividad, como la construcción, donde el trabajo inmigrante tiene una fuerte preponderancia.
Sector de actividad
En base a los datos que aporta la EPH-INDEC podemos decir que cuatro sectores de actividad concentran el 60% del trabajo migrante en el país: industria, construcción, comercio y personal doméstico. Parte importante del trabajo en la industria, se concentra específicamente dentro de la rama textil y la confección de calzado, que son justamente sectores donde los niveles de informalidad y otras formas de precariedad laboral son muy elevados. [8]
Al observar la composición de género de cada actividad, las proporciones de varones y mujeres se asimilan a los niveles de la fuerza de trabajo general: se destaca una mayor proporción de varones en sectores como la industria y la construcción, mientras que las mujeres son la amplia mayoría de las trabajadores de casas particulares. En comercio la composición no presenta grandes diferencias de género.
De esta forma, mensurar la situación socio-laboral y económica de la población migrante residente en el país, requiere mirar el conjunto de los indicadores que componen esta dimensión. Los aparentemente favorables indicadores de les migrantes (como tasa de empleo y desocupación) en relación al promedio general de la fuerza de trabajo, lejos de expresar mejores condiciones respecto de sus pares nativos, sintetiza su reverso: las personas que migran desde sus países de origen a Argentina se insertan en el mercado de trabajo nacional vía empleos precarios e informales. Por un lado, el peso del autoempleo o cuentrapropismo entre les migrantes (32%) da cuenta de las formas de precarización y dificultad para acceder a derechos laborales básicos que se les presenta a la población migrante en el país, lo que esconde relaciones de dependencia e impide acceder al conjunto de derechos laborales. Por otro lado, dentro de los migrantes ocupades asalariades sólo la mitad logra acceder a un empleo bajo un tipo de contratación formal.
Una de las formas en la que esta desigualdad se expresa es en el salario diferencial que poseen les migrantes.
Salario promedio
Subproducto de las condiciones de empleo mencionadas, los salarios promedio de les trabajadores migrantes difieren ampliamente del salario promedio de la fuerza de trabajo total.
Si la ya de por sí golpeada capacidad de compra del salario del conjunto de les trabajadores en el país se ubica en 32 mil pesos, es decir casi 50 mil pesos por debajo de la Canasta Básica Total (CBT) calculada por ATE-INDEC para no caer bajo la línea de pobreza [9], para les trabajadores migrantes la situación se agudiza aún más. Su salario promedio representa apenas un 31% del total del salario necesario para acceder a una canasta básica, alcanzando un valor de $25.802. Es decir, el salario que en promedio les migrantes en el país perciben por su trabajo cubre apenas un tercio de la CBT, y la mitad del valor que indica el INDEC (54.000), que deja fuera del cálculo, por ejemplo, los gastos de alquiler.
La funcionalidad de los discursos de odio
A estos condicionantes del modo en que se produce la inserción de les trabajadores migrantes en el mercado de trabajo se suma la persistencia de los discursos xenófobos.
En un análisis sobre la presencia de xenofobia en el discurso público [10], investigadores de la Universidad de San Martín sostienen que la articulación entre racismo y clase, identificada con la reacción “urbana” a las migraciones internas del período de expansión industrial de mediados de siglo, se desplazó en la actualidad hacia les migrantes de países limítrofes, constituyéndose como una expresión específica de xenofobia en rechazo al otro de nacionalidad diferenciada. Emergen así, representaciones sobre les migrantes y el propio territorio que habilitan una serie de prejuicios: les inmigrantes como personas vagas, insumisas, “ocupas”, delincuentes, que tienen efectos negativos sobre su inserción y desarrollo laboral.
Este tipo de manifestaciones xenófobas sucedieron recientemente en Chile, en la provincia norteña de Iquique cuando cercade tres mil personas atacaron y quemaron las pertenencias de venezolanos y venezolanas que se encontraban allí al grito y con carteles de “fuera de Chile”. En esta acción xenófoba y en las declaraciones de algunos de los manifestantes, se condensaban este tipo de prejuicios sobre el carácter delincuencial de les migrantes y el de ser vagos que “no trabajan”.
Así, lejos de ser inocentes, la existencia y persistencia a través del tiempo de los discursos xenófobos estructuran la experiencia cotidiana de les trabajadores migrantes y sus familias. La forma en que se articulan distintos discursos de odio contra la población migrante, fomentados fuertemente por los medios de comunicación, son una herramienta eficaz de las clases dominantes para fragmentar a la clase obrera, enfrentando a trabajadores natives e inmigrantes. Esta división permite que la clase obrera nativa se sienta más identificada con sus opresores de la misma nacionalidad que con trabajadores inmigrantes, tanto o más oprimides que ella, lo cual se configura como un gran obstáculo para avanzar en la organización y solidaridad de clase. Este falso antagonismo es el que Marx consideraba como “el secreto mediante el cual la clase capitalista mantiene su poder” [11].
No se trata de un problema menor, por el contrario configura el marco en el cual ofrecerán su fuerza de trabajo: en situaciones de mayor vulnerabilidad, con efectos concretos en las condiciones de trabajo y en el acceso a determinados derechos y bienes. La discriminación existente hacia les inmigrantes, particularmente hacia aquelles de países limítrofes, es inseparable de la forma en la que son explotades, y de la manera en la que constribuye a constituir una fuerza de trabajo segmentada y con rasgos específicos a la medida de las necesidades del capital: contribuyen a moldear una mano de obra barata, disciplinada, flexibilizada y dispuesta a aceptar cualquier trabajo y sacrificio, la cual además estará en gran medida exenta de cualquier protección legal y sindical, lo que la convierte en una variable de ajuste y las primeras víctimas en contexto de crisis económicas.
Conclusiones
Los flujos migratorios son parte sistémica del modo en que el capitalismo moldea y segmenta la fuerza de trabajo en busca de la reducción del denominado “costo laboral”.
Los discursos xenófobos son funcionales y contribuyen a esta segmentación, constituyendo una especie de trabajadores de segunda o tercera categoría, susceptibles de aceptar empleos informales y con restringidos derechos laborales. La xenofobia opera así como mecanismo de legitimación de esta segmentación del capital. Y también-como señala Lola Loustaunau en la entrevista mencionada- como disciplinamiento de la fuerza de trabajo y configuración de una emocionalidad que forma parte de la relación asalariada de les trabajadores migrantes.
En síntesis:
- De los 272 millones de migrantes en la actualidad, la inmensa mayoría son trabajadores (ocupades y desocupades). Estos representan el 90% del total: 245 millones.
- Les trabajadores migrantes internacionales representan en promedio el 4,9% de la fuerza de trabajo total global.
- La demanda de trabajadores migrantes se concentra sobre todo en Estados Unidos, Canadá, Europa, y algunos países del Sur global, en forma preponderante en el sector servicios, industria, y agricultura.
- En Argentina, les migrantes representan el 4,4% de la población, y entre ellos, el 67% proviene de países limítrofes.
- Según datos de la ENMA, un 55% emigró a Argentina por no poder cubrir necesidades básicas en sus países de origen, o por oportunidades de trabajo
- Dentro del mercado de trabajo nacional, les trabajadores migrantes presentan mayores tasas de actividad y empleo que el resto de la población. Sin embargo, existe una atendible brecha de género en relación al desempleo: mientras que los hombres migrantes presentan valores más bajos de desocupación que la población en general, en las mujeres migrantes este valor es sumamente superior (14%).
- El nivel de informalidad en este sector de trabajadores (49,5%) supera en 17 puntos al de la población general (32,5%).
- Los niveles de informalidad se asocian a los sectores de actividad que concentran la mano de obra migrante en Argentina: industria textil, construcción, comercio y personal doméstico.
- Los salarios promedio de les trabajadores migrantes se establecen para el primer trimestre del 2021 en $25.800, lo que representa un 31% de la canasta básica total vigente al momento, y 8 puntos menos que el salario básico de les trabajadores ocupades totales.
[1] Pietro Basso sugiere que es más preciso utilizar esta referencia en lugar de la más simple y general de “migrante” para destacar el carácter forzoso de cualquier migración.
[2] Pietro Basso (2019); Conferencia internacional “Marx 2019. Repensar las alternativas”
[3] Se denomina migrantes internacionales a las personas migrantes en edad de trabajar que en un periodo de referencia específico forman parte de la fuerza de trabajo del país de residencia actual. Se utiliza el término internacional para diferenciarlo de las migraciones internas que pudieran suceder dentro de los límites de los Estados nacionales
[4] Al respecto, ver artículo de Ashley J. Bohrer ya mencionado que profundiza sobre estos temas. Allí la autora retoma el carácter de los procesos migratorios como intensificadores de la pobreza y de la precariedad laboral, al estar insertos en la dinámica de una división racializada del trabajo a nivel mundial, atendiendo a los procesos de reproducción social de las familias trabajadoras migrantes.
[5] Cerrutti, Marcela (2018); Migrantes y migraciones: nuevas tendencias y dinámicas en La Argentina en el siglo XXI, CLACSO.
[6] EPH-INDEC, 4to trimestre 2020.
[7] La ENMA fue impulsada por un equipo de investigadoras e investigadores nucleado en el Eje Migración y Asilo de la Red Institucional Orientada a la Solución de Problemas en Derechos Humanos (RIOSP-DDHH) del CONICET.
[8] Ver Bertranou, F. y Casanova, L. (2014). Informalidad laboral en Argentina: Segmentos críticos y políticas para la formalización, Buenos Aires, Oficina de País de la OIT para Argentina.
[9] Calculado en base a los gastos de una pareja de 35 años con dos hijos en edad escolar.
[10] Informe sobre Discursos sobre la inmigración en la Argentina, LEDA-UNSAM, 2021.