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Red Internacional
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MUNDO OBRERO. Sobre la esencialidad del trabajador de correo

El Estado ha convertido a la cuarentena en la medida excluyente para enfrentar la Pandemia. De este modo, buena parte de la responsabilidad en esta crisis, se deposita en la esfera individual. Poco se dice y hace para controlar a los empresarios y empleados jerárquicos que presionan a los empleados para que abandonen diariamente sus casas aterrorizados, con colaboración de burócratas sindicales.

Lunes 30 de marzo de 2020 23:27

Los trabajadores de correos hemos sido decretados esenciales en el artículo 6, inciso 21, del DNU 297/2020. No se hace mayor especificación.

Situación en el correo Urbano Express (que se replica en otros correos de forma muy similar): la distribución de elementos de primera necesidad no alcanza ni el 1 %. Aún aquellos que pueden realizar tareas a distancia, están siendo obligados a asistir.

Solo en pocos casos se promovió el teletrabajo, dejando librado a la decisión de cada gerencia las modificaciones a realizar. Lo que resultó en situaciones dispares y discriminatorias detalladas a continuación: que los sectores comerciales y de calidad-procesos realicen teletrabajo 100 %; Administración y Tesorería trabajen media jornada día por medio, Administración Operativa trabaje jornada completa día por medio y quien no posea computadora propia se vio obligado a concurrir todos los días, jornada completa, a pesar de que hay muchas en desuso de quienes sí realizan teletrabajo que le podrían prestar a estos últimos. Los trabajadores operativos trabajan como siempre, incluso si el trabajo baja, son obligados a realizar tareas para un emprendimiento externo de uno de los socios (fabricar barbijos). Y su trabajo habitual implica tocar constantemente cartón y papel (sobres y cajas).

Una de las tantas situaciones absurdas que se generó fue la de trabajadores que son obligados a concurrir a la empresa para realizar tareas administrativas en archivos online (Drive).

No hay nada que justifique exponernos a este riesgo y exponer, de esa forma, a terceros.

Queremos cumplir con nuestra parte para que no lleguemos a los niveles de la pandemia que alcanzaron Italia, España y China, entre otros. No queremos ser obligados a ser cómplices de la muerte de miles de personas. Solo pedimos hacer lo que se ha convertido en una súplica, una obligación, un compromiso tan fundamental como sencillo: quedarnos en casa. Este pedido (Quédate en casa) se reproduce permanetemente en medios masivos tradicionales y redes sociales, siempre dirigido a la (ir)responsabilidad individual, pero poco se dice y hace para controlar a los empresarios y empleados jerárquicos que presionan a los empleados para que abandonen diariamente sus casas aterrorizados; con conocimiento y colaboración de burócratas sindicales.

Ir al trabajo implica, en la mayoría de los casos, la utilización del transporte público. Las medidas tomadas desde este servicio solo empeoraron las cosas. Fue reducida la frecuencia y solo se permiten pasajeros sentados. Como resultado, los colectivos vuelven llenos y no es posible mantener las distancias recomendadas para evitar contagios.

El ya citado inciso 21 no nos convierte en esenciales. No distribuimos remedios, no distribuimos alimentos. Distribuimos el virus. Nos convierte en cómplices, contra nuestra voluntad, del invisible asesino Coronavirus. Parafraseando a Antoine de Saint-Exupéry, la esencialidad de la que hemos sido imbuidos, nos dota también de invisibilidad. Es por ese motivo que no nos ve el Estado, la sociedad ni los medios.