Conferencia mañanera. Sobre la recurrente campaña de “narco presidente” en redes sociales

Sobre la primera cuestión, al igual que antes de las elecciones, en estos días ha arreciado de nuevo una campaña en redes sociales tendiente a generar la representación colectiva de AMLO como un mandatario ligado y subordinado a los intereses de los llamados “Cárteles” del narcotráfico, particularmente al de Sinaloa.

En esta ocasión el tema resurgió debido a la mención de algunos artículos que el Financial Times publicó a finales de mayo donde se aseguraba que en este sexenio “los cárteles de la droga de México están prosperando”. No es difícil percibir las implicaciones intervencionistas que estas afirmaciones tienen en el marco de las intenciones que ciertos sectores de la derecha estadounidense tienen por declarar a los “cárteles” como organizaciones terroristas, es decir, como estructuras que emplean el terror para conseguir objetivos políticos.

La narrativa que se ha construido desde hace años en medios de comunicación y desde las agencias de Seguridad Nacional tanto de Estados Unidos como de otras naciones es que los llamados “cárteles” del narcotráfico son una amenaza para la seguridad no solo de un país, sino de todo un hemisferio. Sin embargo, este término evidentemente no ha existido siempre: a mediados de los años 80’s, la palabra “cártel” comenzó a ser utilizada en el sentido que actualmente conocemos, primero en el seno del imperialismo durante los procesos legales que integrantes del entonces recién nombrado “Cártel de Medellín” estaban enfrentando en Nueva York.

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Este término, al que hoy estamos tan habituados, y hemos interiorizado con tanta naturalidad, fue propuesto por las propias agencias de Seguridad Imperialistas y su surgimiento conlleva el germen de una idea destinada a la justificación de las intervenciones del imperio yankee.
Claro, los grupos del narcotráfico existen, y tienen una capacidad militar considerable, sin embargo, es inverosímil plantear que superan a las fuerzas militares de Estados-Nación con instituciones castrenses que llevan décadas o siglos de haber sido conformados.

Además, estas organizaciones tienen un carácter de clase: son una parte de la burguesía que se dedican a la producción de mercancías tanto legales como ilegales, pues sus intereses generalmente no se limitan al de la producción y trasiego de drogas.

Como grupos de poder tienen lazos con el Estado y su relación con este es dialéctica, en algunos momentos de subordinación, en otros actuando con cierta autonomía relativa que les permite un margen de acción; no obstante, nunca han podido disputar la dirección del poder estatal en México. Por supuesto, hay acuerdos entre este gobierno, a través de las Fuerzas Armadas y distintos personajes/agentes, con estas estructuras, las cuales se encargan también de llevar a cabo tareas paramilitares con el objetivo de despojar de bienes naturales y tierras a comunidades para ponerlos al servicio del gran capital. Sin embargo, la relación de subordinación de los mismos no ha sido alterada.

Sin dejar de señalar la evidente relación entre el Ejército y las organizaciones del narcotráfico, por ejemplo, en el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa, es necesario cuestionar la idea de un “narco gobierno” con la finalidad de precisar cuál es el papel y la relación de estas estructuras tanto con el Estado como con los distintos sectores de la burguesía “legal” en las diferentes regiones del país y en el plano geopolítico, para obtener una caracterización más exacta de las mismas y poder definir la estrategia para combatir a dicho fenómeno así como todo lo que se relaciona a él, como la desaparición forzada, la violencia extrema, el despojo a comunidades, etc.