En la noción de planificación está la clave para salvar tanto a la naturaleza como a la civilización humana. La humanidad estará en condiciones materiales y subjetivas de reiniciar un metabolismo no destructivo con su entorno y se cubrirán las necesidades físicas y espirituales de todas las y todos los miembros de la sociedad.
Miércoles 11 de septiembre de 2019 19:41
Actualmente se pueden ubicar, al menos, dos discursos y prácticas dominantes respecto al origen de la destrucción de la naturaleza y cómo enfrentarla: por un lado tenemos la utilitarista antropocéntrica que piensa a la naturaleza sólo como un cúmulo de recursos destinados a ser dominados por el ser humano; o las concepciones esencialistas (biocentristas) que desean proteger a la naturaleza por el mero hecho de serlo ya que tiene un valor intrínseco y propio.
En el caso de la primera visión, sólo ve el beneficio de algunos sujetos (que implica una dinámica individualista) en pro de lo que puedan obtener de su entorno sin tomar en cuenta que sus acciones tienen efectos (muchas veces negativas) sobre el medio natural y que en la mayoría de las veces sólo beneficia a la acumulación del capital.
Caso similar es con la otra visión, que tiene una imagen idealizada y abstracta de lo que es la naturaleza, sin detenerse a pensar cómo ha sido el proceso histórico y metabólico entre ser humano-naturaleza, el cual provoca un alejamiento de la realidad y por tanto un alejamiento de posibles respuestas adecuadas, por muy buenas intenciones que se tengan.
En nuestra opinión, ambas visiones no aciertan a resolver el problema. El ser humano tiene que proteger a la naturaleza porque él mismo es naturaleza, quién se encuentra en un constante intercambio que se manifiesta de distintas maneras y de las cuales las personas somos parte, ya que la desaparición de la raza humana implicaría que el ecosistema perdería a su parte consciente y a un miembro más de la biodiversidad.
En pocas palabras, no se trata de una disputa entre el antropocentrismo contra el biocentrismo ya que dicha dicotomía no ayuda a comprender la co-evolución entre humanidad y naturaleza, sino que la disputa verdadera es contra el capitalismo depredador.
El comunismo es el momento histórico en el que se ha eliminado toda la explotación del hombre por el hombre, así como la explotación de la naturaleza por parte de una minoría rapaz y la desaparición total de las clases sociales. Pero antes de esta sociedad, se encuentra el socialismo, como etapa de transición entre comunismo y capitalismo. En el socialismo se ha eliminado la propiedad privada de los medios de producción, se lucha contra los últimos vestigios de la clase burguesa y se planifica la producción.
En la noción de planificación está la clave para salvar tanto a la naturaleza como a la civilización humana. Primero porque implica una democracia directa y real. En ella absolutamente todas y todos los implicados en la producción de bienes y servicios, discuten de forma amplía en asambleas el “cómo”, “por qué” y “para quién” producir. Dicho plan, ya puede ser revestido de racionalidad, porque su premisa se encuentra en el bienestar de la humanidad y en el cuidado de los ecosistemas. Recordemos que, en el capitalismo, la premisa es la acumulación infinita, lo cual necesariamente implica destruir lo que se deba destruir con tal de seguir acumulando.
La democracia en esta etapa, involucra no sólo la toma de decisiones sobre la producción, sino también el control directo de cada uno de los sujetos en los procesos productivos. Es decir, que cada persona será capaz de poner a funcionar una máquina, y al día siguiente, ser parte de la directiva de la fábrica o del centro de trabajo. La dirección de la empresa, que en la sociedad burguesa siempre ha sido de una complejidad innecesaria, será sustituida por una dirección técnica, que, si bien no es simple, será fácilmente aprehendida luego de cierto tiempo de práctica.
Por supuesto, que este desarrollo requiere forzosamente una mentalidad y espiritualidad completamente nuevas. En la mentalidad del burgués lo que prevalece es el individualismo, egoísmo y mezquindad. Deben ser sustituidas por sentimientos conscientes de comunidad, solidaridad y amor. Que tengan por objeto no sólo a toda la humanidad, sino a todas las formas de vida existentes en nuestro medio. Sólo así, la humanidad en su conjunto, caerá en cuenta que es uno con el resto del mundo.
En resumen, la humanidad estará en condiciones materiales y subjetivas de reiniciar un metabolismo no destructivo con su entorno, en el cual se permitan que los ciclos de la naturaleza se reproduzcan de forma equilibrada, y al mismo tiempo, se cubrirán las necesidades físicas y espirituales de todas las y todos los miembros de la sociedad. Es más, será posible crear una técnica que potencialice las capacidades humanas hasta límites insospechados, y a la par, poner en marcha acciones que restauren al planeta a las condiciones anteriores de que la gran industria del capital iniciara su depredación voraz.
En conclusión, sólo el socialismo como sistema social es capaz de salvar a la naturaleza y a al ser humano.