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Sueño y revolución. Testimonio de los Cordones Industriales

Obreros de Perlak a las afueras de la fabrica "dirigida y controlada por los trabajadores"

Sueño y revolución. Testimonio de los Cordones Industriales

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Traducimos para el interés de nuestras y nuestros lectores, esta entrevista publicada en el número especial por los 50 años del Golpe de la revista teórica francesa RP Dimanche del partido y órgano de prensa Révolution Permanente, parte de la red internacional de quienes levantamos La Izquierda Diario, donde pudieron contactar a Hernán Ortega (exiliado en Canadá), quien fuese presidente del Cordón Industrial Cerrillos-Maipú, y luego presidente de la Coordinación Provincial de los Cordones en Santiago.

Entrevista original: Rêve et révolution. Témoignage depuis les Cordons chiliens


Medio siglo después del golpe de Estado, y sobre todo cincuenta años después de los "mil días" que sacudieron Chile, Hernán Ortega, una de las figuras más destacadas de los Cordones Industriales de Santiago, vuelve la vista atrás para recordar el significado de la experiencia llevada a cabo por la clase obrera chilena entre 1970 y 1973.

***

Cuando la Unidad Popular (UP), la coalición de izquierdas liderada por Salvador Allende, ganó las elecciones en septiembre de 1970, Hernán Ortega sólo tenía 22 años, pero ya llevaba mucho tiempo en el Partido Socialista chileno. Por necesidad, como él mismo dice, porque "desde muy joven había visto lo que eran las relaciones de explotación" [1]. Nacido en el seno de una familia campesina, fue el único de siete hijos que fue a la universidad, pero la política y el sindicalismo militante pronto dictarían el ritmo de su vida, desde la comuna de Maipú, en las afueras de Santiago, la capital, donde militaba. En noviembre de 1970, a instancias del Gobierno, Ortega comenzó a trabajar en Carrocerías Franklin, una de las primeras empresas en trasladarse al Área de Producción Social (APS), una especie de sector nacionalizado destinado a concentrar empresas estratégicas. En octubre de 1972, fueron los trabajadores en lucha de Aluminios Fantuzzi quienes exigieron que Ortega fuera nombrado administrador del gobierno ["interventor"], ya que contaba con su confianza. Fue en ese año que se formó el "Cordón Industrial de Cerrillos-Maipú", y Ortega fue elegido su presidente. A partir de entonces, junto a otros militantes obreros, en particular jóvenes sindicalistas pertenecientes al "Comité Regional Cordillera" y al "Comité Regional Norte" del PS, comenzó a coordinar, desde abajo, a las empresas en lucha, vinculándolas a las diversas organizaciones populares que habían surgido en el proceso, a las Juntas de Abastecimiento Popular, a los Comités Territoriales que se consolidaban en las "poblaciones", los barrios obreros que habían surgido en la periferia de la capital, y a los Comités Campesinos locales.

Sobre la base de este trabajo militante, nacido a raíz de la resistencia a las huelgas patronales y a los ataques de la extrema derecha facciosa, se creó la "Coordinadora Provincial de Santiago de todos los Cordones Industriales", cuyo presidente fue elegido Ortega. Como militantes de los Cordones, Ortega y sus compañeros vivieron de cerca las tensiones que atravesaban el proceso revolucionario chileno. Desde Montreal, Canadá, donde tuvo que exiliarse tras el golpe de Estado y donde continúa activo, Ortega repasa en esta entrevista los "mil días" que sacudieron Chile, algunas de las batallas del movimiento popular, las contradicciones y fricciones que atravesaron la base de la UP y los elementos más avanzados, en términos de autoorganización, que caracterizaron el proceso chileno.

RP Dimanche: Lo que estaba en el orden del día en 1970 para las clases trabajadoras que apoyaban a la coalición de izquierdas era construir un "Chile radicalmente distinto". ¿Cuál era el estado de ánimo en el mundo del trabajo, en el país, y en Santiago en particular, entre aquellos con los que usted hacía campaña a diario, cuando la UP ganó en septiembre de 1970?

Hernán Ortega: Creo que, más de medio siglo después, tenemos que dar cabida a las emociones, pasiones y sueños que tuvimos y que forman parte de nuestros recuerdos. La felicidad que sentíamos nos fue arrebatada por el terror y la muerte. Pero fuimos felices durante esos mil días. Estábamos en el camino correcto, queríamos lo mejor para Chile.

En los años sesenta, los vientos de cambio soplaban en todo el mundo: había sido mayo del 68 en Francia, manifestaciones en Estados Unidos y el movimiento hippy en oposición a la guerra de Vietnam. La revolución cubana había triunfado unos años antes, y el Che había caído en combate en Bolivia en octubre de 1967. Se había convertido en el símbolo del heroísmo internacionalista, fuente de inspiración para millones de personas. En aquellos años, América Latina estaba convulsionada.

En cierto modo, formábamos parte de ella. Chile había experimentado con la "Revolución de la Libertad" [nombre dado a su programa por el presidente demócrata cristiano Eduardo Frei, que llegó al poder en 1964 y fue el predecesor de Allende] [2], que era una especie de equivalente chileno de los programas de la Alianza para el Progreso [lanzados por la administración estadounidense]. Se trataba de aplicar reformas sociales desde arriba, pero sin cambiar el sistema ni transformar el Estado. Se trataba de una estrategia destinada a acallar las reivindicaciones populares, en particular en torno a las cuestiones de la propiedad de la tierra en el campo y de los recursos naturales [3].

Recuperar nuestra riqueza para financiar un programa revolucionario era estratégico para nosotros. Teníamos que hacer mucho más que simplemente dar un pedazo de tierra a los campesinos, o "chilenizar" el cobre, como se había hecho bajo Frei [4].

Lo que estaba en juego era mucho más que "cambiar al presidente" [5].

Intelectuales y dirigentes de partidos hacían sus análisis de la secuencia. Nosotros también íbamos a analizar mucho el período. Pero la intuición popular también iba a desempeñar un papel importante a la hora de tomar el pulso a la situación, de evaluar cuándo tendríamos que avanzar y cuándo tendríamos que dedicar la mayor energía a defender el proceso y el gobierno. Nadie podía pretender conocer el camino. Y el camino se estaba construyendo con un actor acechando en la sombra, con un enemigo que empezó a actuar desde el primer día: el fascismo y el Imperio. Nadie imaginaba de lo que serían capaces. Quizá nuestro entusiasmo sobreestimó nuestra fuerza y capacidad reales. Pero el enemigo, la derecha conservadora, los que habían fracasado con su programa "Revolución en Libertad", podían contar con una sólida alianza. Y contaban con el apoyo del Imperio.

RP Dimanche: Frente a la agresividad extrema de las clases dominantes y de la patronal, apoyada, como usted señala, por Washington, y frente a los bloqueos institucionales y la hostilidad de la derecha dura y de los democratacristianos, surgieron rápidamente dos líneas dentro de la coalición gubernamental. Por un lado, los que sostienen que hay que "consolidar para avanzar" y defienden un enfoque más moderado, más repartido en el largo plazo. Entre ellos, Allende y la dirección del Partido Comunista. Por otro lado, entre los dirigentes del Partido Socialista de Carlos Altamirano, el ministro de Economía Pedro Vuskovic, la izquierda de la coalición, está la idea de que es necesario "avanzar sin transar ni titubear" ("avanzar sin transar"). ¿Cómo se desarrolla este debate en el mundo del trabajo y en las empresas, particularmente en la zona de Maipú, donde usted trabaja junto a sus compañeros?

Hernán Ortega: Si bien es absolutamente cierto que la derecha, desde el primer momento, obstaculizó todas las propuestas del gobierno popular, también había una realidad vinculada al hecho de que la movilización popular iba en aumento. Sabíamos muy bien que la victoria electoral era relativa, con un 36% de los votos en las elecciones presidenciales de septiembre de 1970, y que había sido un voto en el Congreso el que había permitido a Allende llegar a la presidencia [6]. Desde el punto de vista de los trabajadores, pensábamos que era necesario aprovechar el viento favorable para avanzar y aumentar así el apoyo al gobierno y al movimiento. Esta tesis no era tan errónea como algunos pretendían, dado que Allende y la UP ganaron terreno en todas las elecciones celebradas durante el período [7]. Por el contrario, otros defendían la idea de que era mejor avanzar más lentamente, para tranquilizar al electorado frente a la retórica incendiaria y alarmista de la derecha.

Pero, objetivamente, la derecha no iba a detenerse ahí. Para nosotros, más allá de la idea de tener una mayor fuerza electoral, se trataba de consolidar y desarrollar nuestras fuerzas en lo que considerábamos "nuestro territorio", y donde el proceso estaba cosechando sus principales éxitos. Necesitábamos controlar sectores industriales estratégicos para garantizar la producción y generar recursos para avanzar. No estábamos dispuestos a transigir en este punto, ni a retroceder o renunciar a profundizar el proceso. Queríamos generar nuevas formas de organización más acordes con la nueva forma de hacer política, caracterizada por un mayor protagonismo o intervención popular activa. Este protagonismo se reforzaba con nuevas formas de unidad desde abajo, dentro del mundo del trabajo, entre los "pobladores", las mujeres y los estudiantes, y esto significaba empezar a construir una forma alternativa de poder obrero basada en nuevas organizaciones que iban más allá de las tradicionales. Las organizaciones tradicionales eran un poco verticales y no podían seguir el ritmo de movilización que surgía de los territorios. Surgían nuevas direcciones que suponían una amenaza no sólo para la derecha, sino también para ciertos sectores [de la UP] que querían dirigir el proceso desde otros ámbitos, creando así una cierta distancia entre el pueblo y Allende.

Esto se reflejó en los partidos y en el debate. Hubo posiciones y divisiones en la Democracia Cristiana, particularmente en los sectores de su dirección vinculados a los sindicatos y organizaciones sociales, discusiones en el PS, otra posición del PC que llamaba a aumentar la producción y evitar la guerra civil, según las consignas de su campaña electoral. En mi opinión, la idea de que había que "consolidar para avanzar" nos ponía en una situación de guerra civil, que era lo que quería la derecha. Pero con los militares contra el pueblo.

Está claro que esta situación tuvo un impacto dentro del movimiento obrero, creando divergencias. Pero también es cierto que no produjo las mismas divergencias en el seno de nuestras organizaciones [las bases y los futuros Cordones], dado que siempre pudimos contar con dirigentes obreros comunistas e incluso, a veces, democratacristianos, que participaron plenamente en las nuevas formas de organización sobre la base de su pertenencia de clase. En nuestros sectores, en el seno de los Cordones, estos debates tuvieron lugar. Pero eso no significaba que el proceso se detuviera. Al contrario, defendíamos la idea de que había que "avanzar sin vacilar", y llevar adelante el programa popular.

RP Dimanche: La gran mayoría de los Cordones nacieron como respuesta al paro patronal de octubre de 1972, pero ¿el Cordón Cerrillos-Maipú ya se estaba gestando antes de la ofensiva derechista, como expresión de la radicalización de la base obrera?

Hernán Ortega: Los orígenes del Cordón como nueva forma de organización comenzaron a gestarse en abril de 1972, durante las movilizaciones por el transporte, por la organización de los abastecimientos, en relación con diversas huelgas, y también en relación con el movimiento de pequeños agricultores que querían recuperar el control de las tierras de los latifundios cercanos a Santiago para garantizar la producción y el abastecimiento frente al sabotaje patronal de la economía, que se hacía sentir cada vez más. Nuestras primeras reuniones parecían asambleas generales locales ("cabildos"), con comisiones de trabajo y coordinación. Hasta que los conflictos de Perlak, Copihue y Polycron llevaron a la creación de una organización conocida como Cordón Cerrillos. Se le atribuyó un papel territorial, de defensa y de control para garantizar la producción y el abastecimiento [8].

En octubre de 1972, cuando estalló la huelga patronal del transporte, el Cordón se reforzó porque esta forma de organización demostraba que era posible hacer frente a la crisis y a los cierres patronales desde abajo [9]. Así empezamos a coordinarnos, entre activistas, para gestionar las materias primas a las que podíamos acceder, los medios de transporte, todo para limitar al máximo los efectos de la huelga de los camioneros, evitar parar la producción e iniciar una forma de distribución directa de alimentos y productos de primera necesidad, en coordinación con los pequeños agricultores e incluso con algunos sindicatos de pescadores que se solidarizaban con nuestro movimiento de resistencia, a pesar de la distancia [entre Santiago y la costa del Pacífico].

Establecimos un control sobre los medios de transporte y, sobre la base de diversos comités, empezamos a apoyar a las fábricas en dificultades e incluso a organizar el transporte de los trabajadores [a su lugar de trabajo] para sortear el cierre patronal de camioneros, transportistas y propietarios de autobuses. La nueva organización tomó la forma de un poder popular emergente para apoyar el proceso y poder avanzar.

RP Dimanche: En su opinión, ¿cuáles fueron los elementos más avanzados en términos de reivindicaciones anticapitalistas y de poder obrero en las fábricas que participaron en los Cordones?

Hernán Ortega: Creo que la respuesta anterior muestra que una de las cosas que hemos logrado es que hemos demostrado nuestra capacidad de controlar y administrar los medios de producción al servicio del país, sin necesidad de las estructuras tradicionales de la administración burguesa, sobre la base de nuevos modelos de participación, comités de producción en las empresas, talleres, etc. De esta manera, hemos logrado incluso aumentar la producción. De esta forma, hemos conseguido incluso aumentar la producción y abastecernos de materias primas a pesar del sabotaje de la patronal y de la derecha. En Aluminios Fantuzzi, por ejemplo, como no podíamos obtener materias primas de Italia, conseguimos obtenerlas de Canadá por otros medios. A primera vista, la producción de las empresas del Cordón satisfacía las necesidades del mercado, pero la idea era también utilizar la producción para satisfacer la demanda de productos domésticos y alimenticios que se distribuirían, junto con los campesinos que participaban en la lucha, en centros populares de abastecimiento directo, como el mercado de Maipú, o directamente en los comercios locales. Pero esto también fue acompañado de un aumento de la producción en algunos casos, como en el sector textil, para satisfacer la demanda popular.

Éramos más peligrosos para ellos [la derecha y los empresarios], porque demostramos que podíamos mantener el país en funcionamiento sin ellos. A partir de entonces, los Cordones se convirtieron en una amenaza para la derecha y el fascismo. También se convirtieron en una fuente de preocupación para aquellos [dentro de UP y del gobierno] que querían dirigir el proceso desde arriba.

De ahí surgió la mentira de que estábamos construyendo un ejército popular. En el Parlamento, la oposición de derecha intentó destituir a los ministros, e incluso a Allende. Se habló de "control de armas" y la policía allanó empresas en lucha en busca de armamento [10]. A ello se sumó el miedo y la inseguridad entre la población. En este punto, la derecha no ha cambiado de estrategia. Todos los días, el diario La Tribuna y otros periódicos publicaban artículos sobre supuestas "acciones violentas de la extrema izquierda", sobre atentados de la extrema izquierda, etc.

En ese momento, la ofensiva de la derecha estaba en pleno apogeo. Y la dirección del proceso [de la UP] era un poco difusa y confusa. Desde nuestras propias posiciones dentro de la UP, se nos acusaba de ir demasiado rápido. Se nos veía como una amenaza. Que los Cordones estaban fuera del control político. Sin embargo, en momentos cruciales, muchos dirigentes de partidos políticos miembros de la UP acudieron a nuestras reuniones para pedirnos que reforzáramos la organización y la defensa del gobierno popular. Pero, en cierto modo, también sobrestimaban nuestra capacidad. Teníamos límites.

RP Dimanche: En la "Carta Abierta de los Cordones a Allende", publicada el 5 de septiembre de 1973, a raíz de la gran jornada de manifestaciones convocada para celebrar el tercer aniversario de la victoria electoral, contra la ofensiva reaccionaria y contra la amenaza golpista, usted exigía que el gobierno respondiera inmediatamente a los preparativos del golpe de Estado, que no eran un misterio para nadie. Por su parte, en su balance de la experiencia de la Unidad Popular y de la "vía pacífica al socialismo", el sociólogo marxista boliviano René Zavaleta Mercado afirma que "cuando los enemigos [de Allende] eligieron la vía de la guerra civil, los que apoyaban la vía pacífica (que estaba en el corazón de lo que se llamó la "vía chilena") ya no pudieron, o no supieron, pasar a las actividades de la vía armada. Sólo en este sentido podemos hablar de una catástrofe definitiva para la vía chilena [11]". ¿Por qué el gobierno dejó a la clase obrera, al campesinado movilizado y a los "pobladores" completamente desarmados?

Hernán Ortega: En la carta abierta a Allende describimos la realidad que vivíamos en los territorios donde las operaciones de la derecha y la presencia militar, que se suponía representaba una garantía para el gobierno, se convertía en realidad en una verdadera ocupación, donde habíamos desarrollado nuevas formas de organización. Era el comienzo de una pérdida de control frente a una fuerza superior que avanzaba sobre los bastiones del poder popular. Los militares ya estaban presentes en los cordones antes del 11 de septiembre. Mucho antes se habían producido redadas en industrias donde se suponía que se producían armas a gran escala. Era una forma de crear un verdadero teatro previo a la crisis, previo al golpe.

Esto es lo que planteamos en la "Carta de los Cordones a Allende". Nuestra posición no era de levantamiento armado. De hecho, no teníamos armas. Pero tampoco éramos partidarios de frenar la política, de ceder a cambio de nada, o de retroceder hasta que la ofensiva reaccionaria terminara, en todo caso, poniendo contra las cuerdas al gobierno y a sus partidarios. Lo que decíamos, en aquel documento público, era que, en caso de golpe de Estado, se instauraría una dictadura más brutal que ninguna otra de las existentes entonces en América Latina. Y no nos equivocábamos. Pero no teníamos capacidad para luchar. No teníamos armas y si hubo algunos focos de resistencia, éstos tomaron la forma de acciones heroicas de compañeros que, con pocas armas, dieron su vida por una esperanza, la de la revolución chilena. Pero había entre nosotros la voluntad de luchar, de resistir, y esto hubiera sido posible si hubiéramos tenido los medios. El terror comenzó con el bombardeo de La Moneda y la muerte del presidente y sus guardaespaldas. Luego los militares avanzaron en los territorios controlados por el movimiento popular y sus organizaciones. Dispararon a mansalva, tratando de atemorizar a la gente e infundir terror. Pero no fue suficiente. A continuación destruyeron la organización social y prácticamente toda la organización política del pueblo y sus partidos. No fue el gobierno del presidente el que se distanció del pueblo, sino, fundamentalmente, los partidos. El día del golpe teníamos información de que se produciría el levantamiento militar. Pero no todos en el gobierno tenían la misma información. El día 10, los facciosos y los militares ya habían tomado posiciones.

No en vano, el Presidente les envió un mensaje el fatídico día 11 de septiembre que decía, en esencia, "ustedes harán lo que tengan que hacer, yo cumpliré mi misión hasta el final" [12]. Y murió luchando. La reacción tenía un plan, tenía armas y tenía traidores que, enviados por el Imperio y apoyados por la burguesía, iniciaron el proceso de destrucción y represión más brutal de la historia de Chile y uno de los más atroces de la historia en general. Torturas, desapariciones, muertes, exilio. Se destruyó el movimiento popular y se desmantelaron las organizaciones y la dirección de los partidos. La derecha se preparó para una guerra contra un pueblo donde no había enemigo que combatir.

Entrevista realizada por JB Thomas

Traducido al castellano por RR


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NOTAS AL PIE

[1Ver "Entrevista a Hernán Ortega" en Franck Gaudichaud, Poder Popular y Cordones Industriales. Testimonios sobre la dinámica del movimiento popular urbano en Santiago durante el gobierno de Salvador Allende 1970 - 1973, Santiago, LOM Ediciones, 2004, p.191.

[2Los añadidos entre corchetes son del editor, al igual que todas las notas a pie de página.

[3"La Alianza para el Progreso" fue un plan ideado para América Latina por la administración estadounidense del presidente Lyndon Johnson. Tras el estrepitoso fracaso de la política de agresión directa contra Cuba, especialmente después del episodio de Bahía de Cochinos en abril de 1961, se trataba de promover "reformas" políticas y sociales preventivas para evitar la repetición del escenario cubano a escala continental. En una segunda fase, a partir de finales de los sesenta, la administración Nixon volvió a métodos mucho más tradicionales de injerencia directa en su patio trasero latinoamericano, en nombre de la defensa de la "doctrina de seguridad nacional". Esto tomó la forma de un apoyo activo a los golpes de Estado en el Cono Sur que pusieron fin al levantamiento obrero y popular de la década de 1970 (golpes en Bolivia en 1971, Uruguay y Chile en 1973, Argentina en 1976).

[4Bajo la presidencia de Frei (1964-1970), comienza a aplicarse en el campo la primera reforma agraria, basada en la ley aprobada en julio de 1967. Además, se votó la "chilenización" de la industria del cobre para reformar un sector controlado en un 75% por el capital estadounidense. El proceso se aceleró considerablemente bajo Allende. En el plano agrario, se redistribuyeron 5,3 millones de hectáreas entre 1970 y 1973 (sólo 1,5 millones bajo Frei), y en lo que respecta al cobre, todo el arco parlamentario, incluida la DC y la derecha ultraconservadora, votó a favor de la enmienda constitucional que nacionalizaba el cobre el 11 de julio de 1970.

[5En la "Canción del Poder Popular", parte del disco "Canto al programa" del grupo Inti Illimani, editado en 1970 y que consiste en una musicalización del programa de la UP, el estribillo dice que "Porque esta vez no se trata / de cambiar un presidente, / será el pueblo quien construya / un Chile bien diferente." "Se trata de emprender un camino de transformación para construir una sociedad diferente, más justa, más igualitaria, más socialista y más democrática en términos de justicia social.
El día de la victoria, todos salimos a la calle, nos abrazamos, nuestros horizontes se habían ampliado, nuestros camaradas se habían convertido en nuestra familia. La victoria de Allende en sí misma, aquella noche, ya era un gran éxito y un acontecimiento histórico. Y sabíamos que formábamos parte de él. Era el inicio de un proceso de mil días felices para una generación de jóvenes, obreros, pobladores, campesinos y estudiantes que llevaban tantos años esperando que uno de los suyos, uno de los nuestros, entrara en La Moneda. Fue fantástico ver a todo un pueblo organizado y movilizado. No podíamos imaginar lo que iba a pasar después, pero también queríamos ser protagonistas de nuestra propia historia: seguir a un gran líder, distinto al Che, pero revolucionario también, que quería asumir el desafío. Se trataba de transformar la sociedad y hacer una revolución, de construir un "Chile radicalmente distinto", que debía saber a empanadas y vino tinto. El socialismo preconizado por Allende debía parecerse al pueblo, asociado a lo que se suponía era la comida dominical de las clases populares en Chile, a saber, empanadas de carne acompañadas de vino tinto. También era una forma de subrayar que la "vía chilena al socialismo" debía ser pacífica. La fórmula, una broma política, enfureció sin embargo a la burguesía y a las clases medias, que no podían identificarse con esta visión poco refinada de la gastronomía..."

[6La candidatura de Allende obtuvo el 36,63% de los votos (1,075 millones de votos), justo por delante de la del ex presidente (1958-194) Jorge Alessandri, candidato de la derecha más conservadora (35,29%, 1,036 millones de votos), y el 28% (algo más de 800.000 votos) para el candidato "renovador y progresista" de la DC, Radomiro Tomic. Como ningún candidato obtuvo la mayoría absoluta en la primera vuelta, la Constitución vigente en aquel momento estipulaba que el candidato más votado debía ser ratificado como presidente por un congreso plenario de diputados y senadores. El 24 de octubre, a pesar de la campaña de desestabilización de Washington, los votos de los representantes de la Democracia Cristiana permitieron alcanzar una precaria mayoría y elegir a Allende. La DC le apoyó a cambio de la adopción de un "Pacto de Garantías Constitucionales" destinado a limitar el margen de maniobra de la UP, que en cualquier caso no podría contar con mayoría en el Parlamento ni en el Senado hasta el final. Muy pronto, y a pesar de las "garantías" ofrecidas por la UP, la DC adoptó una línea cada vez más hostil, bloqueando sistemáticamente los proyectos de ley presentados al parlamento por la izquierda. A partir de 1972, la DC se orientó hacia posiciones abiertamente favorables al golpe de Estado.

[7De hecho, con la excepción de dos elecciones parciales en enero de 1972, UP consolidó sus posiciones electorales a todos los niveles durante sus tres años de presidencia. En las elecciones legislativas del 4 de marzo de 1973, a pesar del deterioro de la situación social y económica, la UP consiguió el 44% de los votos (1,6 millones de votos, 600.000 más que en las elecciones presidenciales de tres años antes). Esto le permitió frustrar los planes de la oposición de derecha, a la que se unió la DC, de destituir "constitucionalmente" a Allende. Para ello, habría necesitado dos tercios de los votos del Congreso, lo que no habría conseguido.

[8Al igual que en otras fábricas que pertenecían al Área de Propiedad Mixta (APM) o al Área de Propiedad Social (APS) o que reclamaban la intervención del gobierno en los conflictos entre trabajadores y empresarios, en Perlak, Copihue (ambas empresas de alimentación) y Polycron (una fábrica de fibras sintéticas), una serie de luchas y huelgas fueron protagonizadas por los trabajadores. En oposición a las decisiones tomadas por el general Prats y Orlando Millas (entonces ministro del Interior y ministro de Economía del PC, respectivamente), el objetivo era impedir la devolución a sus antiguos propietarios de las empresas que habían pasado a control estatal, o exigir la intervención del gobierno y el traspaso de las empresas en lucha a APM o APS.

[9La huelga patronal del sector del transporte duró del 11 de octubre al 6 de noviembre de 1972. La encabezaron en particular los grandes propietarios de flotas de camiones, esenciales para el transporte de mercancías en un país de 5.000 km de largo, de norte a sur. Apoyada financieramente por la CIA, el objetivo de la huelga era paralizar la economía y aumentar el clima de caos social. Los trabajadores respondieron a esta ofensiva resistiendo en sus fábricas y centros de trabajo, constituyendo lo que serían los Cordones Industriales de Santiago (Cerrillos y Vicuña Mackenna, los más importantes, pero también O’Higgins, Macul, San Joaquín, Recoleta, Mapocho-Cordillera, Santa Rosa-Gran Avenida, Panamericana Norte y Santiago-Centro). Lo mismo ocurre con Antofagasta y Arica, en el norte del país, donde los cordones se estructuran en torno a la industria electrónica; Valparaíso, tercera ciudad del país, en la costa del Pacífico (cordones El Salto, 15 Norte y Quilpué); y Concepción y Osorno, al sur de la capital.

[10La "Ley de Control de Armas" fue propuesta por la Democracia Cristiana y aprobada en octubre de 1972, sin ser vetada por Allende. Fue utilizada por las fuerzas de represión para orquestar registros y allanamientos en locales o sedes de organizaciones obreras y del movimiento popular en los meses previos al 11 de septiembre, con el fin de trazar de antemano el grado de posible resistencia al golpe de Estado que se estaba preparando.

[11René Zavaleta Mercado, El poder dual en América latina. Estudio de los casos de Bolivia y Chile con un prefacio sobre los acontecimientos chilenos, p.257.

[12Para un análisis del último discurso de Allende, véase Franck Gaudichaud, Découvrir la Révolution chilienne, Parsis, Editions sociales, 2023, p.170-178.
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