En toda Europa y Rusia, a comienzos del siglo XX, se desarrollaron los movimientos artísticos conocidos como las vanguardias. Sin embargo, es al calor de la revolución bolchevique que, en Rusia, las vanguardias se plantean políticamente la función social del arte en una situación donde se debatían la demolición de las viejas y estáticas jerarquías, y la creación de una sociedad sin clases.
Viernes 21 de noviembre de 2014
Imagen: El Lissitzky, "Derrotar a los blancos con la cuña roja" (1920).
En toda Europa y Rusia, a comienzos del siglo XX, se desarrollaron los movimientos artísticos conocidos como las vanguardias. Sin embargo, es al calor de la revolución bolchevique que, en Rusia, las vanguardias se plantean políticamente la función social del arte en una situación donde se debatían la demolición de las viejas y estáticas jerarquías, y la creación de una sociedad sin clases.
La pequeño-burguesía rusa a la que pertenecían intelectuales y artistas era un sector relativamente nuevo en la estructura social del país, que se había consolidado dentro de un zarismo en decadencia; muchos de sus representantes se contaban aún entre la bohemia. La revolución dividió aguas: estuvieron aquellos que emigraron luego de la toma del poder, pero muchos otros, a los que se denominó “compañeros de ruta”, se sumaron, a su modo y no sin contradicciones, a los debates del naciente Estado soviético.
Las llamadas “vanguardias históricas” –el fauvismo, el expresionismo, el cubismo, el dadaísmo y el futurismo–, son el puntapié para movimientos que tienen como única regla, no respetar ninguna regla. Las vanguardias se plantean introducir elementos innovadores respecto a las formas tradicionales, utilizando recursos que quiebren o distorsionen los sistemas aceptados de representación y expresión. Atacan el status del arte en la sociedad burguesa y exigen, contra el mismo funcionamiento de la sociedad, impugnar las instituciones artísticas que separan al arte de la praxis vital de los hombres. Su finalidad es unir el arte con la vida: si la praxis es estética, y el arte es práctico, ya no se puede reconocer una separación.
Estos conceptos, que trascienden los límites de lo formal, también tenían en el Imperio ruso convulsionado su correlato. Producción grupal, nuevas formas, nuevos procedimientos. Contra la sociedad de clases y en oposición a la autonomía del arte en la sociedad burguesa, buscando re-insertarlo en la vida. Es por eso, que las vanguardias soviéticas buscan extender la ruptura a todas las órdenes de la vida, buscan ser una revolución total.
El imperio de los zares era el último bastión del antiguo absolutismo. La guerra generaba miseria, hambre y millones de muertos; en una sociedad culturalmente devastada donde convivían elementos feudales y comenzaba a nacer una fuerte clase obrera; la agitación por la paz, contra la guerra imperialista y por el pan, movilizaron al pueblo.
En 1917, se toma el cielo por asalto: los trabajadores, los campesinos y los sectores populares, dirigidos por los bolcheviques, comienzan una lucha brutal por abolir la sociedad de clases y barrer con la burguesía.
Los artistas expresaban esta situación de alguna u otra manera. Si bien las condiciones no eran las mejores (Guerra Mundial, Revolución y luego Guerra Civil), en la producción artística se despertó una gran creatividad que cuestionó todas las convenciones estéticas e introdujo nuevas discusiones y desarrollos teóricos.
Si el fracaso de la revolución de 1905 había generado aislamiento y deserción en los intelectuales y artistas producto de una situación reaccionaria; la victoria de 1917 hizo que muchos artistas tomaran partido por la revolución. Esta dio un impulso a todas las tendencias artísticas; por ejemplo, futuristas y suprematistas, entre otros, se unieron a los insurrectos.
El Estado soviético, pese a las duras condiciones, tuvo muchas políticas para que las masas pudieran acceder a la cultura que durante siglos no habían podido disfrutar. Las instituciones estaban en discusión, y se desarrollaron así acalorados debates; por ejemplo, sobre qué hacer con la herencia cultural de la sociedad anterior.
Era una situación muy compleja, donde convivían artistas que provenían de un arte más tradicional y distintas corrientes vanguardistas. En estos debates cruzados, no sólo participaban las corrientes que se reivindicaban representantes de “lo nuevo que traía la revolución”, sino también corrientes de gran peso en Rusia que defendieron las expresiones artísticas más tradicionales que tenían una amplia llegada a las masas, en contraposición a las innovaciones de las vanguardias.
El asentamiento del stalinismo irá estrangulando crecientemente la creatividad artística, hasta decretar en 1934 el llamado “realismo socialista”, que subordinó toda producción artística a los dictados y la exaltación de la creciente burocracia soviética, reprimiendo a todos aquellos que no lo acataron. Pero esto, ya tiene que ver con el retroceso de la revolución y la política stalinista.
En definitiva, más allá de los puntos de vista, las vanguardias marcaron un camino: la unión entre “el arte y la vida”. De diferentes formas, este planteo que dejaron las vanguardias rusas, en el marco de la construcción de una sociedad nueva, aún hoy en el siglo XXI sigue vigente. Habrá que revolucionar la sociedad, para no condenar al arte y la cultura a los límites que le impone el capitalismo.
En próximas entregas abordaremos algunas de las corrientes de los distintos géneros artísticos más destacadas del período. Para un análisis de los debates en el terreno de la literatura puede verse en el nuevo número de Ideas de Izquierda “El asombro de lo cotidiano”.
Carmela Torres
Nació en Gran Buenos Aires en 1987. Militante del PTS y miembro de Contraimagen. Licenciada en Artes Visuales de la UNA y maestranda en Artes Electrónicas de la UNTREF.