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Música // Rock. Tano Romano: el obrero del heavy metal

El guitarrista acaba de lanzar su segundo disco solista y en esta charla habla de los nuevos sonidos, repasa Hermética y Malón y recuerda su oficio como fletero.

Juan Ignacio Provéndola @juaniprovendola

Viernes 30 de octubre de 2020 21:17

El Tano recuerda la vez que se le quedó la camioneta con la que hacía fletes a unas veinte cuadras de la casa del bajista Eddie Walker, lugar en el que ensayaban. Era en la primera década del nuevo siglo, el crudelísimo post2001: “La cosa estaba complicada, remando y remando para poder dedicarnos a la música. Pero los ensayos eran sagrados, así que dejé la chata ahí, me fui caminando y volví después, a ver qué había pasado”. Otra vez se le rompió la caja de dirección. “Venía haciendo fuerza en las esquinas para doblar, o tenía que meter marcha atrás para que la rueda girara un poquito. Así, llegué hasta el ensayo. Cuando terminamos ya era de noche, así agarré una linterna y saqué la caja, me la llevé, compré un recambio y la coloqué al otro día”. La camioneta la tenía desde que terminó Malón. “Había que arrancar de nuevo y la compré mangueando guita”.

En la buena, en la mala o en la normal, Antonio Romano siempre fue un laburante: tanto en el flete como en la música, su pulso obrero lo sacó adelante pese al contexto y a los azares. Pero no hace falta irse tan atrás en el tiempo: el flamante disco Librarse y existir (segundo en plan solista) fue también hijo de su empuje por encima de los obstáculos. “En 2019 cambiamos de cantante, este año de bajista, y cuando teníamos el grupo rearmado y todas las canciones redondeadas para grabarlas… nos cayó la cuarentena. Igual lo pudimos terminar a la distancia y quedó bárbaro”, se enorgullece.

Sea como empleado de un service de heladeras, como fletero cuentapropista, como compositor de himnos de la cultura heavy argentina en Hermética y Malón o como gestor de la propia carrera, todos sus caminos empiezan y terminan en Villa Insuperable, a quince cuadras de la General Paz. En la vivienda familiar de ese barrio de La Tablada nació Antonio Romano el 6 de agosto de 1962, y en esa misma vivienda de La Matanza que aún habita armó con su hijo Randy el estudio donde grabó este disco de diez canciones que, al mismo tiempo, puede ser visto como una realización audiovisual: cada tema tiene un video y todos ellos se entrelazan entre sí como los capítulos de una serie. Librarse y existir sería algo así como la segunda temporada del Tano versión solista tras la salida de Uno (en 2017).

Disco Liberarse y Existir completo

“A principios de 2019 grabamos baterías porque Pablo (Hentsch) tenía que operarse de la cadera e iba a estar dos meses en rehabilitación, entonces ensayamos los temas a full para ganar tiempo y no quedar parados. Después de eso, metí las guitarras”, cuenta Romano. Entonces se produjo la primera baja: de común acuerdo se fue el cantante Orlando Riveros y su reemplazo apareció de manera curiosa. “Un muchacho le había dicho a Pato (Strunz) que su sueño era cantar una canción con Malón, aunque sea en un ensayo. Lo invitamos, y justo ese día Claudio (O’connor) no vino. ‘Bueno: ¿vos querías cantar? Acá estamos’ Creo que arrancamos con “Sobaco Ilustrado” y lo cantó impecable ‘¿Sabés algún tema más?’, le preguntamos. Nos dijo que sí. ¡Y terminamos tocando quince canciones de Hermética y de Malón! Vino a otro ensayo y entonces le conté la situación por la que estábamos pasando con mi proyecto. Le pasé una idea de canción, a ver qué se le ocurría, y a los dos días me mandó por WhatsApp el tema con una letra puesta, una melodía. Y nos encantó Ahí le propusimos sumarse”. Se refiere a Javier Novic, quien aportó letras y melodías de lo que terminó siendo Librarse y existir.

Pero una vez resuelto el inconveniente… se sucede otro, casi como un espejo del anterior: el histórico bajista Eddie Walker decidió abrirse para concentrarse en Lethal, su banda de toda la vida. “Con Eddie compartimos muchos discos, cientos de shows y miles de cosas. Pero estábamos avanzando en canciones con climas en los que capaz solo se necesitan tocar tres notas en el bajo… y para que Eddie toque eso, lo tenemos que agarrar entre todos, atarlo, dejarle un solo dedo libre, y así y todo va a meter más notas. Tenemos una amistad de muchos años y vivimos cosas hermosas, pero ya somos todos muy grandes y, a esta altura, nos sentimos con la libertad de hacer lo que realmente nos gusta. En este tiempo que nos queda por delante, que ya no sabemos cuánto será, lo queremos disfrutar”.

El Tano encontró dos posibles reemplazantes, pero se terminó decantando por Emanuel Wysocki. “Le chusmeamos un poco el Instagram y el Facebook y vimos que tocaba otros instrumentos: contrabajo, guitarra acústica, charango. Y además es músico terapeuta, labura con muchos chicos. Le pasamos temas y a las dos horas nos empezó a mandar videos por WhatsApp también. Otro cebado”, dice Romano. “La primera vez que vino al estudio, un martes de marzo, grabamos tres temas. Genial. Quedamos en que volvía el viernes para grabar otros cinco. ¿Y qué pasó? ¡Comenzó la cuarentena! Era el viernes 20 de marzo. Como muchos, nosotros nos imaginábamos que a los quince días se solucionaría todo y entonces terminábamos esta historia. Pero la cosa se ponía cada vez peor. Teníamos el 85 por ciento del disco terminado, nos faltaban, los bajos”.

A contramano de lo que le ocurrió en la gran inmensidad del universo artístico (y de lo que las dilaciones que el proyecto del Tano había padecido en 2019), el disco terminaría acelerándose justamente en cuarentena. “Emanuel se consiguió una placa de audio, grabó los bajos en su casa y los incorporamos a las canciones. Además, el confinamiento me sirvió para hacer lo que nunca en mi vida: laburar sobre los sonidos de la viola, cosa que no podés hacer cuando alquilás un estudio. En el primer disco de Hermética grabé todas las guitarras en una sola toma… ¡y encima de corrido! Nada de hacerlo por partes ni corregir algo que no te termina de convencer. De hecho, nunca estuve del todo conforme con el sonido de guitarra de los discos anteriores, esta debe ser la primera vez”, dice el Tano por Zoom. Es que el aislamiento también lo empujó a aprovechar las distintas plataformas digitales, al punto de haber animado varios streamings caseros por sus cuentas de Facebook e Instagram.

“Con la cuarentena duermo, como y vengo al estudio casero que armó mi hijo, que también es baterista y tiene su banda llamada Sentencia. Esos meses para grabar, escuchar, poner varias pistas, varias líneas y distintas distorsiones fueron geniales”, dice el violero. El resultado de todo esto es un disco intenso, con letras potentes que buscan convertirse en manifiestos, aunque también con lindas piezas mid-tempo que le dan a la protagónica guitarra del Tano ambientaciones hasta entonces desconocidas.

LID - Remarcás que en este disco las canciones no son específicamente thraseras o noventeras como las que históricamente grabaste. ¿Cómo te surgió la idea de alejarte de tu sonido tradicional?

TR - Más que alejarme, diría que me acerqué al sonido que siempre quise. Ojalá hubiese tenido este sonido en todas las canciones que grabé en mi vida, desde Hermética hasta hoy. También es cierto que pasa el tiempo y uno va componiendo de otra manera. La experiencia te lleva a nuevos lugares. En los primeros discos era grabar la guitarra, no darle pelota a lo demás y meterle para adelante. Lo noto en muchas canciones en las que grabé, donde se cruzan, que se yo, bombos con guitarras… y no nos importaba demasiado. Ahora, en cambio, me fui dando cuenta que hay que darle bola a esas cosas, las que hace que todo suene mejor: que cada cosa esté en su lugar. ¡Entender que el silencio también es parte de la música! En este proyecto siento la libertad de hacer otras cosas que quizás no daban para Malón, porque ya tiene su estilo definido o porque quizás Claudio (O’Connor) no las hubiese querido cantarlas, qué se yo.

Casualmente en la balada más emblemática de Malón, O’Connor no canta: me refiero a la primera versión de “30.000 Plegarias”

Y las partes arpegiadas o “limpias” de Hermética casi siempre las cantaba Ricardo, como “Otro día para ser” o el caso de “Olvídalo y volverá por más”. Igualmente, en el último disco de Malón hicimos algunas cositas en las que nos jugamos un poco más, como “Una luz”.

Siempre dio la sensación de tenías adentro una sensibilidad por ese tipo de composiciones mid-tempo con ganas de sacarla a la cancha, aunque quedabas medio contenido. ¿Puede ser?

Está claro que siempre me gustó la distorsión, aunque por momentos me pintan esas cosas. Sobre todo cuando tengo una guitarra acústica en la mano. Cuando fui a estudiar música, aprendí esas cositas. No fueron muchas, pero sí algunas, jaja. Sé muchas canciones de Los Beatles, por ejemplo, entonces al agarrar una criolla me salen tocarlas. Tengo un par de cositas mías así, lentas, y cuando estoy solo, sin testigos, hasta me pongo a cantarlas. Ojo, no se asusten: siempre pensando que, si se llegaran a grabar, la voz la ponga otro.

¿Y las letras de esas canciones lentas que cantas en soledad también las escribís vos?

No. Mis “maestros” fueron los primeros grupos de afuera que me volvieron loco: Black Sabbath, Iron Maiden, Judas Priest, Metallica, Ozzy Osbourne, Dio. Y, en todos esos casos, para mí la voz era un instrumento más… ¡porque no entendía lo que decían! Entonces siempre fui por ese lado, lo musical. Así que cuando me pongo a cantar, es una sanata, un inglés inventado por mí. Si me escucha un inglés o un yanqui, creerá que estoy cantando en castellano, jaja. Nadie entiende nada, pero igualmente es una buena manera para componer melodías vocales. O incluso partes de un solo. Así pasó con el solo de “Soy de la esquina”, por ejemplo, y no por casualidad toda la gente lo tararea cuando lo toco.

O sea que algunos solos de guitarra te salieron de la garganta…

¡Sí, muchos! En cierto punto soy un cantante frustrado. Varias veces pensé en ir a un profesor de canto, aunque sea para que me diga cuál es mi registro de voz. Porque cuando me pongo a canturrear en casa mientras toco, no llego ni a la mitad de la canción. Es como que tomo ánimo para tirarme a la pileta, pero termino cayendo en el borde. Muchas veces pienso hacerlo, aunque a esta altura de la vida me cuesta, loco. Igual, ¿quién te dice? A lo mejor me animo, canto… y es el fin de mi carrera, jaja.

En el cover de “Héroes del silencio” del último disco de Malón, metes la voz en el estribillo…

¡Malísimo! No lo grabé en el disco, es algo que hago únicamente en vivo. A veces me da un poco de vergüenza y trato de hacerme el boludo, pero al llegar esa parte Claudio se acerca a mí y me pone el micrófono. Como sea, por mi forma de tocar la viola, se me hace difícil cantar. Sobre todo a la hora de hacer riffs. Creo que solo Dave Mustaine puede hacer eso.

¿Por qué el disco se llama Librarse y existir? ¿De qué sentís que tenés que desapegarte para ser?

Comenzó siendo el título de una canción, pero después nos pareció que explicaba bien la idea del álbum. De jugarse a hacer otras cosas. Como el tema “Sueños”, que habla de cuando querés ser músico, pero tus seres queridos no piensan que esté bien porque creen que te vas a cagar de hambre. O mismo cuando te inclinas por el heavy metal: “Mejor hace cumbia, así vendes más”, te dicen. El título tira la onda de que hay que jugársela por lo que uno ama y ser libre, aunque las cosas no se den y te pongan barreras. Por distintas cosas, muchos músicos quedan a mitad de camino.

Tu carrera pasó por varios obstáculos que te obligaron a arrancar casi de cero. ¿Alguna vez pensaste en abandonar la música?

La verdad que no. Pasé momentos muy difíciles. Cuando se separó Malón, por ejemplo, me tuve que arremangar a full para volver a hacer fletes porque no contaba con una guita o ahorro. Vivía con lo justo, al día, o a veces menos cinco, teniendo que pagar deudas. Me la rebuscaba para llevar la comida a mi casa y la chata me ayudó en esa, aunque también tenía que estar mirando a todos lados para que no me pararan, porque no tenía nada en regla. Pero nunca se me cruzó dejar la música, porque siempre fue el lugar en el que me olvidaba de los quilombos y podía seguir adelante. Y, de hecho, me ayudaba a superar los momentos difíciles. En un momento, con Razones Conscientes, estábamos en el fondo del mar. Hasta que un día se me ocurrió hacer un festejo por los 25 años que llevaba en la música y de golpe, pum, pude asomar la cabeza de vuelta. A la gente le gustó, todos disfrutamos, volví a laburar, a girar por el país, se abrieron puertas otra vez. Y después se dieron las cosas para que Malón regrese, y avanzara sobre caminos que antes habíamos dejado por la mitad, como por ejemplo tocar en el exterior. Ahí, entonces, pude dejar la chata.

La camioneta te acompaña desde las épocas de Hermética, incluso mucha gente del público la tenía como un objeto de culto…

Sí, muy loco era eso: la conocían y se daban cuenta cuando llegábamos al lugar donde teníamos que tocar esa noche. Cuando arrancamos con Hermética, laburaba de peón en un camión con el que repartíamos heladeras. El dueño me hacía la gamba cada vez que tocaba. En un momento junté guita, me compré una Ford y me puse a laburar en la parte del service de heladeras. Con esa camioneta salimos muchas veces de gira. Y cuando las cosas mejoraron, le saqué la cúpula, le cambié y la puse más linda. La dejé bien pistera y pasó a ser mi vehículo de paseo para irme a pescar o de vacaciones a la costa. ¡Todavía la tengo! Está guardada en un garage, medio detonada.

Siempre se te notó dispuesto a un eventual regreso de Hermética. ¿El proyecto “La H No Murió” te ayudó a sublimar ese deseo, o aún sigue vigente?

En cierto punto me di las ganas que siempre tenía de tocar esas canciones, y que además eran las ganas de mucha gente. Fue una fiesta en cada lugar donde lo hicimos, con una calidad de luces y de sonido que Hermética no había tenido en su momento. Todos ya conocemos la posición de Ricardo (Iorio). A veces leo o escucho cosas que me hacen decir: “Ya está, loco, con eso se terminó”. Además, las redes sociales dan para todo: para disfrutar de lo que te gusta, pero también para que un salame se sienta importante haciéndote un comentario al pedo… perdiendo su tiempo en algo que no le gusta. Pero nunca cierro el deseo. Nunca es tarde para arrepentirse de cagadas que uno se mandó y tener los huevos suficientes en reconocerlo. Yo también me equivoqué, eh. Ahora, de grande, digo: “Fallamos todos, tendríamos que habernos juntado para resolver los problemas y las diferencias que teníamos entre nosotros”. Ya sea hablando, cagándonos a trompadas, o como sea. No me quiero ir al cajón dejando a tanta gente sin las ganas de disfrutar eso.