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Red Internacional
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Efeméride. Teatro Colón: de Plaza de Mayo a Plaza Lavalle

El 25 de abril de 1857 se inauguró en Buenos Aires el Teatro Colón, en su antigua ubicación frente a la Plaza de Mayo, con entrada sobre la calle Reconquista, en la manzana que hoy ocupa el Banco Nación. En 1908 se inauguró el edificio que conocemos frente a la Plaza Lavalle.

Miércoles 24 de abril 23:36

Foto: Ricardo Palmadessa

Foto: Ricardo Palmadessa

En la función inaugural del primer Colón sonaron los acordes de La Traviatta, de Giusseppe Verdi. La ópera estaba de moda y el flamante teatro se convirtió en el lugar de reunión predilecto de la oligarquía porteña. Con una sala para 2500 espectadores, fue la primera y más grande construcción con estructura metálica del país.

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El Primer Teatro Colón, desalojado

Durante la intendencia de Torcuato de Alvear se dictó una ordenanza para reglamentar la seguridad de las salas de espectáculos. La inspección del Colón encontró varios problemas: la sala tenía insuficiente ventilación, alto riesgo de incendio y una excesiva cantidad de butacas para el espacio disponible. Además el contrato de alquiler del terreno, que había pertenecido a Juan de Garay, estaba vencido hacía varios meses. La Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires demandó a la empresa que lo gestionaba por incumplimiento del contrato, exigiendo el desalojo del edificio. Después de varias idas y vueltas entre los tribunales y el Concejo Deliberante, éste finalmente decidió su desalojo y posterior venta, destinando el producto a la construcción de una nueva sala de ópera, más acorde a la época. El primer Teatro Colón cerró sus puertas en 1888. El plan era reabrirlas en una nueva sala en 1892 para los 400 años de la invasión y conquista de América por parte de España, pero la crisis económica de 1890 postergó más de una década su construcción.

Vista desde la Av. 9 de Julio. | Foto: Ricardo Palmadessa

La ciudad, recientemente convertida en Capital Federal, pretendía edificios institucionales a semejanza de las grandes ciudades europeas. En la última década del siglo XIX comenzaron a construirse los Palacios del Congreso y de los Tribunales, y se reformaron la Casa de Gobierno y la fachada de la Catedral, utilizando un repertorio arquitectónico proveniente de las academias francesas. La Buenos Aires de la generación del 80 quería tener su gran teatro, y el intendente Alvear presentó un proyecto para su construcción. Sería un teatro funcional y moderno a semejanza de la Ópera de París: una gran sala en herradura antecedida de un lujoso foyer de acceso, con un enorme escenario y dependencias técnicas en el lado opuesto, ocupando casi un tercio cada parte.

Izquierda: la platea, los palcos y el "gallinero". Derecha: el "foyer" | Fotos: Ricardo Palmadessa

El teatro estaba pensado no sólo como un lugar para ejecutar y disfrutar de la música, sino sobre todo como un lugar de pertenencia para la gran oligarquía terrateniente del país: iban a ver óperas, pero más aún iban a desfilar por ese gran salón de acceso con amplias escaleras, para ver y ser vistos luciendo sus trajes, vestidos y joyas provenientes de Europa.
El nuevo Teatro Colón cumpliría sobradamente ese cometido, y además se convertiría en una de las salas de ópera más prestigiosas del mundo, comparable a la Scala de Milán, el Metropolitan Opera House de Nueva York o el Covent Garden de Londres.

El proyecto inicial fue realizado por el arquitecto italiano Francesco Tamburini quien falleció apenas comenzada su construcción en 1888. Fue suplantado por su socio Vittorio Meano, quien también había participado del proyecto y la construcción del edificio del Congreso. Meano realizó algunos cambios en el proyecto original y dirigió las obras hasta el 1° de junio de 1904, cuando cayó muerto de un balazo a manos de un ex empleado de su casa, de quien se dijo que era amante de su esposa, protagonizando una historia que merecería un artículo propio. El reemplazante designado por la Municipalidad para continuar la construcción, el arquitecto belga Jules Dormal, fue quien llevó la obra hasta su inauguración en 1908.

Vista de la fachada principal, desde Plaza Lavalle. | Foto: Ricardo Palmadessa

El nuevo Teatro Colón, en Plaza Lavalle

El Teatro Colón que conocemos ocupa los terrenos donde se ubicaba antiguamente la Estación del Parque, que fue la primera del país, cabecera del Ferrocarril del Oeste.
Es un complejo teatral, que además de lo que está a la vista, la sala, el acceso y el escenario, está compuesto por todas las instalaciones y talleres necesarios para la producción íntegra de las obras: escenografía, vestuario, sonido e iluminación, salas de ensayo, depósitos, que ocupan los subsuelos del edificio, llegando hasta debajo de la calle Cerrito y de la Plaza del Vaticano hasta la calle Viamonte, mediante una ampliación realizada entre 1968 y 1972 por el arquitecto Mario Roberto Álvarez, sin comprometer su estructura principal.

La sala de ópera y conciertos, de 32 metros de ancho por 75 metros de largo y 28 metros de altura, tiene una capacidad de 2487 espectadores, repartidos entre la platea y los tres niveles de palcos. A eso se suman los tres niveles de galerías, conocidos popularmente como el gallinero: la Cazuela para las mujeres y la Tertulia para los varones , que aún hoy siguen siendo exclusivas, y el Paraíso que, de uso mixto, es la galería más alta, a más de veinte metros por encima de la platea. Estas ubicaciones populares, con asientos y ubicaciones de pie, eran las que los amantes de la música de clase trabajadora podían permitirse para disfrutar de una ópera o un ballet. Los estratos sociales distribuidos gráfica y concretamente a lo largo y lo alto de una sala de conciertos.

Vista de la platea, desde el "gallinero". | Foto: Ricardo Palmadessa

El Teatro Colón ganó gran prestigio durante su historia, a partir de la calidad acústica de su sala, que permite escuchar desde una orquesta sinfónica hasta un solista, sin amplificación, desde cualquier ubicación, incluidas las populares galerías altas. Estas condiciones sonoras, únicas en el mundo, logradas por su minucioso diseño y por los materiales nobles utilizados en su construcción, atrajeron a los más importantes artistas del mundo: desde Caruso, Toscanini, Stravinsky, Von Karajan, Pavarotti, Nijinski, Maia Plissetskaia, Barishnikov, hasta los argentinos Alberto Ginastera, Marta Argerich, Daniel Baremboim, Astor Piazzolla y Julio Bocca, entre otros

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“Que se abra el telón, implica un complejo trabajo colectivo”

Esto nos dice M., trabajador del teatro desde hace catorce años. “Trabajadores y trabajadoras de diferentes sectores se coordinan para la puesta en escena de una obra” Realizan los vestuarios, la iluminación, la escenografía, los efectos especiales, interpretan los contenidos artísticos de las obras, y producen materialmente lo necesario para su puesta en escena y hasta desarrollan tecnologías propias. Todo se hace en sus talleres. “Hay una defensa incondicional de la producción propia del teatro” frente a los intentos de tercerización por parte de producciones externas, muchas veces fruto de negociados con amigos de funcionarios.

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M. también nos cuenta acerca de diversas peleas llevadas a cabo por sus trabajadores, en especial luego del cierre temporario del teatro durante su última reforma, en los comienzos de Macri como jefe de Gobierno, que implicó el despido de 300 trabajadores y trabajadoras. Una de esas acciones fue un concierto de la Orquesta Estable del teatro frente a las puertas del edificio mientras la sala seguía cerrada por las obras.
Con la llegada del macrismo, además, sus instalaciones, incluyendo la sala principal, fueron alquiladas en muchas ocasiones para eventos musicales y sociales de gestión privada.

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Comenzado el nuevo milenio, la música popular empezó a acceder a un escenario hasta entonces reservado casi exclusivamente a la mal llamada música culta. Esta “popularización” llevó al Colón a músicos de rock, pop, tango, folklore y cumbia, aunque a precios nada populares. Así, Charly García, Spinetta, Mercedes Sosa y Les Luthiers, Palito Ortega, Valeria Lynch y Karina La princesita, entre otros, actuaron en la centenaria sala.

Vista de las galerías, el "gallinero". | Foto: Ricardo Palmadessa

El acceso a la cultura está cada vez más restringido. En épocas de ajuste feroz como la que nos toca, cada vez son menos quienes pueden pagar la entrada a un espectáculo. Un auditorio de calidad como el Teatro Colón, de propiedad estatal y dedicada a la música, sea ésta clásica o popular, debería funcionar para el disfrute y el libre acceso de todo el público. Además, detrás de los brillos de su decoración y las luces de su sala, cientos de trabajadores, muchos de ellos precarizados, sostienen día a día la maquinaria en funcionamiento, a cambio de salarios que no dejan resto para pagar el acceso a una de sus exclusivas butacas.

Llegará el día en que la lucha de los trabajadores y las trabajadoras logrará que el viejo cántico “al Colón, al Colón” , transforme a un teatro tradicionalmente elitista en una sala para las mayorías populares, disfrutando de una cultura libre, democrática y gratuita.