La revolución de Octubre produjo importantes innovaciones en las disciplinas artísticas, el teatro no fue ajeno a estos cambios. Surgieron numerosas compañías y la respuesta del público campesino y trabajador fue sorprendente.
Sábado 14 de octubre de 2017
Boceto del artista y escenógrafo Dmitriev Vladimir Vladimirovich para la puesta de Meyerhold “Les Aubes ”, del poeta francés Émile Verhaeren (1920).
En los años posteriores a la revolución hubo importantes manifestaciones artísticas que reflejaron el espíritu de la época. Hubo un enorme interés de numerosos artistas y agrupaciones ligadas a los organismos soviéticos de acercar el teatro a las masas de trabajadores, campesinos y soldados que nunca habían tenido la oportunidad de disfrutar estas representaciones artísticas.
Una de las representaciones más asombrosas se realizó en 1920 como festejo de su aniversario en Petrogrado llamada "El ataque al Palacio de invierno". Estuvo dirigida por Ievréinov. Cerca de ocho mil personas participaron del espectáculo y contaba con una orquesta de quinientos músicos interpretando canciones revolucionarias. Los intérpretes se fundían con el público. Se destacó por reproducir los acontecimientos más relevantes de la toma del poder por parte de los soviets y el asalto al palacio de invierno de la mano del buque de guerra Aurora. Ievréinov recibió como pago un abrigo de piel de zorro. Sus colaboradores, una docena de huevos y media libra de tabaco cada uno. En aquellos tiempos duros de escasez significaba una importante retribución.
Como celebración del Primero de Mayo se montó "El misterio del trabajo liberado". Estuvo dirigido por Aleksandr Kúgel y Iuri Annenkov. En esta puesta participaron dos mil intérpretes. Los actores representaban al Papa, el banquero, el sultán y el comerciante como íconos que personificaban al capitalismo. Más de treinta y cinco mil disfrutaron del espectáculo.
Uno de los directores soviéticos más reconocidos por aquella época, Nikolai Ojlópkov, presentó "Lucha entre el trabajo y el Capital" en Siberia, en la plaza pública de Irkútsk. El diario local describió el final del espectáculo de esta manera: "Aparecen estandartes en escena. Los artistas representan al proletariado victorioso suben a los automóviles y los conducen alrededor de la plaza aclamados por docenas de millares de espectadores"
Las representaciones al aire libre expresaban el deseo de acerca la actividad artística a la población, eran espectáculos multitudinarios y monumentales. Buscaban reforzar las ideas revolucionarias, eran ruidosos y vistosos, marcaban un fuerte contraste al teatro más intimista o burgués de salas cerradas.
Entre los años 1918-1924 el teatro tuvo un crecimiento muy significativo, se formaron cientos de compañías teatrales diseminadas por todo el territorio soviético. En los clubes obreros y campesinos se impulsaba el movimiento entre aficionados. El interés por el teatro fue asombroso. Fábricas, aldeas, la Marina y hasta el Ejército contaban con grupos de teatro. Por el año 1920 solamente en las fuerzas armadas tenían 1210 teatros, 1800 clubes y 911 grupos dramáticos. Mientras que el año 1927 se expandió 24.000 los círculos teatrales en toda Rusia.
Por otra parte, los teatros estables convocaban inmensa cantidad de espectadores. Si bien las entradas eran gratuitas entre trabajadores y soldados, existía una inmensa necesidad de entretenerse frente a las condiciones adversas de escasez que padecía gran parte de la población.
Distribuidos por distintos pueblos y ciudades se podían encontrar estudios experimentales y escuelas dramáticas, cada soviet local tenía secciones teatrales y toda fábrica o unidad militar organizaba representaciones de aficionados. Las compañías formaban grupos ambulantes que recorrían los diferentes pueblos y ciudades. Los actores viajaban voluntariamente y no se les pagaba con dinero, sino con pan, manteca y tocino.
El crítico y escritor Viktor Shklovski cuenta: "en ese mundo aterrador de heladas, arenques rancios, harapos, fiebres tifoideas, colas para pan y soldados armados, una noche de estreno sucedía a la otra y todos los días los teatros estaban colmados.
Hacia la mitad del espectáculo las enormes salas sin calefacción estaban caldeadas por el aliento de los espectadores. A menudo las luces vacilaban y hasta se apagaban, la corriente era escasa y no había carbón. Isadora Duncan bailó a la luz de las antorchas llevadas al escenario, en tanto que miles de voces, roncas por el frío cantaban ‘Adelante con valor, mantened el paso, camaradas’ en la sala a oscuras".
Las condiciones climáticas fueron tan crudas que los mismos músicos de la opera tocaban con sus abrigos y gorros de piel puestos, era tanto el frío que de los instrumentos salía el vapor del aire. No fue más favorable para los bailarines que representaban sus danzas con mallas en medio del clima polar que azotaba.
La artista Iablochkina, del teatro Maly, cuenta en sus memorias que ella y sus colegas interpretaron "Lobos y ovejas" del dramaturgo Aleksandr Ostróvski a cinco grados bajo cero. Vestían pieles, botas y gorras y bufandas, el maquillaje se congelaba en su rostro, los trajes se endurecían y helaban, pero el púbico, envuelto en mantas y chales permanecía sentado durante toda la representación disfrutando el espectáculo.
Durante los años posteriores a la revolución el teatro fue un medio destacado para la difusión de las ideas revolucionarias a todos los rincones de la URSS, y a la vez era un lugar de innovaciones y encuentro de diversas disciplinas.
Al cumplirse el primer aniversario de la revolución Meyerhold montó la obra "Misterio-burla", una parodia sobre temas bíblicos, la pieza fue escrita por Maiakovski y el pintor Malévich fue quien propuso su escenografía. De esta manera, en las puestas confluían la dirección, la dramaturgia, el vestuario, la escenografía propuestas por artistas y mucha de esta actividad y experimentación fue base para innovaciones que influyeron todo el siglo XX.