El gobierno de la Ciudad activó la alerta naranja y amarilla debido a las bajas temperaturas que se han presentado en la capital, en las que, según cálculos de las autoridades, viven más de 200 mil personas en la calle o en situación de riesgo.
Miércoles 17 de noviembre de 2021
Cada año, la capital de la república mexicana entra a la temporada otoñal con un conjunto de frentes fríos que, a pesar del calentamiento global, obligan a los habitantes de la urbe a sacar abrigos y chamarras. En este contexto, la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC) activó la alerta naranja y amarilla a causa de las bajas temperaturas.
El miércoles 17 de noviembre, entre las 4:00 y las 8:00 horas, se registraron entre 4 y 6 grados Celsius. Las alcaldías más afectadas, por tener zonas altas, fueron Tlalpan, Álvaro Obregón, Cuajimalpa, Milpa Alta y Magdalena Contreras.
En el mismo sentido, la SGIRPC informó que activó la alerta amarilla por el pronóstico de frío en las demarcaciones de Azcapotzalco, Coyoacán, Gustavo A. Madero, Iztapalapa, Tláhuac y Xochimilco.
Entre las típicas recomendaciones para enfrentar esta temporada se encuentran el uso de ropa de lana, de cubre bocas y bufandas para evitar, en la medida de lo posible, respirar el aíre frio y la contaminación. Asimismo, la importancia de tener una dieta balanceada con abundante ingesta de líquidos y vitamina C.
Según estimaciones del Gobierno de la Ciudad de México, en la capital viven alrededor de 200 mil personas en situación de calle o que habitan en zonas elevadas y no tienen los medios necesarios para enfrentar las inclemencias del tiempo. Este número es aproximadamente el 3% de la población de la ciudad.
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Frío y precariedad social
Resulta una obviedad decir que el frío viene cada año, entonces ¿por qué hay personas que no están preparadas hacerle frente? ¿Por qué una necesidad básica como enfrentar las heladas no está cubierta?
El desempleo masivo, la pobreza y la creciente ruptura de los lazos comunitarios, empujó a miles de seres humanos a vivir en las calles o en zonas altas de la ciudad que no cuentan con los servicios urbanos mínimos para una vida digna, lo que los coloca en estado de vulnerabilidad cuando las estaciones del año cambian.
Al gobierno de la ciudad no le interesa diseñar un plan a largo plazo para resolver el problema de la vivienda, pues requeriría un gasto público mayor que no está dispuesto a ejercer. Los programas sociales que garantizan comida y albergue por unos días no son suficientes, pues, en esencia, lo único que hacen es garantizar lo indispensable para sobrevivir durante los días más duros, pero cuando los meses de frío quedan atrás, las personas vuelven a la misma condición de precariedad social ya que los programas terminan.
Esta situación evidencia la necesidad de un plan de obras públicas de infraestructura y viviendas, controlado por los trabajadores para unir la necesidad de vivienda y de empleo.