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Red Internacional
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Entrevista. “Tenemos que transformar nuestra existencia y eso no se puede hacer desde el Estado”

La Izquierda Diario entrevistó a Rita Segato en su visita a Córdoba.

Sábado 10 de junio de 2017

Rita Laura Segato es una antropóloga y feminista argentina. Fue profesora de Antropología en la Universidad de Brasilia y entre sus principales publicaciones encontramos “Las estructuras mentales de la violencia” (Prometeo 2003 y 2º edición 2013) y “La guerra contra las mujeres” (Traficantes de sueños, 2006).

Pese a haber vivido en Venezuela, Belfast, Brasil; y haber dado clases en EE.UU, su mirada está fuertemente puesta en Latinoamérica y aporta al debate en el feminismo a partir de un cruce entre los conceptos de colonialismo, relaciones de poder y violencia contra las mujeres, interrogándose por las formas propias que esta adquiere en el subcontinente.

Distanciándose de toda perspectiva punitivista, denuncia el rol de la justicia que utiliza la escalada de violencia contra las mujeres como excusa para aumentar su peso y avanzar con el genocidio de pobres mediante las cárceles. Ligado a esto, cuestiona el encorsetamiento de la lucha feminista en una estrategia de mera presión sobre el Estado, en el cual no deposita ninguna confianza. Sin embargo, esta desconfianza no se traduce en una propuesta de combatirlo, y su perspectiva muestra el límite de no ligar la opresión de género a la explotación de clase.

Por esto, si bien en contraposición a ciertos sectores del feminismo no ubica al hombre como enemigo sino como víctima de los mandatos patriarcales; propone la categoría de carencia de poder como una condición socialmente transversal que afecta a todos los hombres bajo manifestaciones diversas. Partiendo de aquí, no establece diferenciaciones de clase a la hora de plantear el norte y las alianzas sociales necesarias en la lucha contra el patriarcado, distanciándose así del marxismo con el que admite explícitamente no tener la intención de entablar un diálogo crítico. Su propuesta, como ella misma lo define, es la de un feminismo “no utópico sino tópico”, práctico, que no pretende transformar las estructuras sociales de raíz sino una mejora en el aquí y ahora. Una perspectiva que recae en el mero voluntarismo como factor de transformación, mediante la utilización de lo que denomina “tecnologías de la sociabilidad” intrínsecas a las mujeres.

Problematizando como debe pensarse la violencia más cruel ejercida contra las mujeres, estableces una definición que choca con las propuestas por una Justicia que coloca esta violencia en el ámbito privado, como respuesta a un mero estímulo sexual, de líbido. Tu propuesta tiene que ver con “politizar el cuerpo de las mujeres”, ¿A qué te referís?

RS: La violencia de género en mi lectura es política, porque el patriarcado es una noción política, una forma de opresión de dominación con un conjunto de normativas y valores que son plenamente políticos. En la fase actual del capital, una fase que es de acumulación y concentración, necesita de personalidades funcionales al capitalismo. Hay una programación de la subjetividad para reducir los umbrales de la empatía. El acto violento sobre las mujeres es un mensaje de jurisdicción, de soberanía jurisdiccional, de control jurisdiccional que se hace muy eficientemente en el cuerpo de las mujeres.

En tu lectura, el desacato a la “ley antipatriarcal”, que dicta los patrones morales bajo los cuales las mujeres debemos vivir en la vida pública, no es la única causa de la violenta respuesta “moralizadora” por parte del hombre. ¿Podes extenderte sobre esto?

RS: Lo que digo es que ese mandato de control y soberanía de los hombres no está siendo solamente vulnerado por el proceso de autonomía de las mujeres, sino que está siendo vulnerado por la sociedad. La precariedad económica impone un mundo en el que solamente pocas personas pueden sentirse seguras. Por ejemplo en el caso de Oderbretch está preso el empresario porque se alió con quién no debía aliarse como son los funcionarios del PT de Brasil. Eso da cuenta que la vida se volvió extremamente precaria, donde nadie está seguro, donde el hombre está muy vulnerado y se restaura como potente frente a las mujeres.

Eso es el caso de sectores de poder y aún poder económico, pero son las mayorías populares y de trabajadores las que sufren la precariedad de la vida.

RS: Completamente de acuerdo, pero no son solo ellos los que sufren la carencia de poder. Porque hay empresarios que son maltratados por los dueños. Hay poquísimos dueños en el mundo y una minoría de estos se ha transformado en gobierno. Se ha concentrado en sí la riqueza y el gobierno. Eso da concentración de poder que deja con una cantidad de gente enorme en situación de precariedad.
Todo esto afecta mucho más a los hombres, que a las mujeres que sabemos vivir en condiciones de precariedad y de ausencia de control de las condiciones de existencia. Tenemos formas de vinculación mucho más eficaces que nos ayudan a vivir, pero que no están puestas en palabras, que defino tecnologías de sociabilidad de las mujeres.

¿Cómo podemos entender el surgimiento o el estallido de un movimiento de mujeres en la actualidad?

RS: El feminismo en realidad contiene a múltiples “feminismos” con concepciones muy variadas, cada una con su aporte, pero que convergen en un movimiento común. Las acciones comunes son las que debemos valorizar. Por ejemplo, detrás de la huelga de mujeres (del pasado 8 de marzo. NdR) hay varios pensamientos. Hay un pensamiento que considera que ocurre lo mismo en América Latina que en EE.UU, donde se dio una huelga contra Trump. Pero yo creo que [a nivel internacional] es una huelga que no tiene la misma historia. Hay quienes creen que es una huelga salarial, que lucha por reconocer el trabajo femenino, -como por ejemplo el trabajo doméstico-; otros creen que es una huelga política, para que las mujeres tengan acceso al control del Estado, a los espacios estatales. Yo considero que se trata de una huelga existencial, por un cambio de la sociedad [que retoma] nuestra historia política, que hoy en la modernidad está muy de-constituida, cercenada, porque se entiende que para hacer política tenemos que estar en el campo estatal. Como hoy existen las tecnologías de sociabilidad de las mujeres, hay una tecnología de otra política y otro trabajo por parte de las mujeres.

La política de las mujeres debe ser pragmática, basada en la acción y solución de problemas inmediatos, no burocrática, no tiene que partir de ideas distanciadas, tipificadas en el bien y el mal. No es utópica sino tópica, que piensa por el aquí y el ahora.

En la conferencia planteabas que los hombres “no son nuestros enemigos” sino que podemos conquistarlos como aliados. ¿A qué sectores sociales te referís y cómo pensás esa alianza?

RS: Mi postura es que tenemos que expandir otra visión de la vida, por eso decía que la huelga la defino como existencial. Transformar nuestra existencia, y eso no se puede hacer desde el Estado. Nuestro principal enemigo es el binarismo. ¿Cuál es el real binarismo de género? La modernidad es binaria porque es la estructura del uno, el otro es el parapeto, el punto de palanca, el otro que me constituye como uno. La mujer, como otro del hombre, el negro como otro del blanco, el lgttbi como el otro de la sexualidad heteronormada. Esa alteridad es la palanca del uno. El mundo moderno es una estructura por definición no es pluralista y no puede ser de otra manera. Porque todo automáticamente se transforma en función del centro, que es el enunciador de valores universales y de verdades de interés general. Nuestro enemigo es esa estructura, lo que hay que desmontar, siempre que quedamos entrampados en esa estructura donde las categorías de trabajo, economía, de política, de crecimiento, de salud, de educación todas son nociones generalistas del bien común y verdades universales y por otro lado los temas de las minorías que van a ser “atendidas en el foro”, pero mediante operaciones de travestismo, como la operación que hacemos las mujeres a la mañana para participar del espacio público. Pero tenemos que desmontar esa gran ficción, que nos cierra el camino por que la propia estructura es una gran ficción.

¿Cuál es el rol del Estado alrededor del problema de la mujer?

RS: En los periodos progresistas pasados hubo una expansión del Estado, que fue negativa en el sentido de ir tomando territorio por “las buenas”, pero las políticas públicas fueron rompiendo autonomías. La presencia estatal fue entregando con una mano lo que estaban quitando con la otra. El Estado es muy celoso de la soberanía, no la devuelve.
Por lo que podemos decir que el Estado siempre va a traicionar. Hay que utilizar al Estado, pero no creer que tiene una estructura capaz de hacer lo que queremos. El arraigo es para mí el obstáculo más grande al proyecto histórico del capital, y el sujeto del arraigo son las mujeres. Hay múltiples desarraigos que se producen en nuestro continente. Algunos tienen el objetivo de tomar tierras para la mina, otros son realizados simplemente por el hecho de aplanar el territorio, allanarle el camino al proyecto capitalista. Uno ve en todos los lugares que las mujeres son quienes no venden su parcela, son menos vulnerables a la tentación de alienarla, quienes cultivan la huerta y mantienen lo poco que queda arraigado. La mujer es el nudo de arraigo en el mundo comunitario y local. La mujer actúa como un nudo de localización, que ancla el tejido social. Este rol está presente a lo largo de nuestra historia.

¿Cuál es el camino de las mujeres para la emancipación. ¿Es en el terreno de lo micro?, ¿Usamos al Estado?

RS: En primer lugar hay que saber que las mujeres ya tenemos algo, ya existen tecnologías de sociabilidad, proyectos vinculares, metas de felicidad, formas que ya están pero que no tienen una retórica de valor. Es necesario decir que hay cosas que ya sabemos hacer, sabemos conversar y los hombres no saben conversar. Pero en América Latina, en los pueblos, en los barrios, en nuestras familias, donde se mantienen formas de existencia, formas de placer, de felicidad, de bienestar, que están entre nosotros y no tienen valor, porque no tienen nombre. Las mujeres somos las principales cultivadoras de esas formas de bienestar. Yo lo veo como un camino, el otro camino; lo veo como una producción de anti-slogans, el uso de tácticas, como las de sacar las víctimas de nosotras y colocarlas en otro lugar.