Patriarcado y capitalismo, clase y género. La situación de las trabajadoras en trabajos esenciales para la producción y la reproducción. Actualizando hipótesis.
Domingo 12 de abril de 2020 04:06
Ana Botín, presidenta del Banco Santander y fichada para el nuevo Grupo Asesor Externo de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) que pretende confeccionar medidas frente a la pandemia de coronavirus, en estos días dijo: “Ayudaremos a la economía a recuperarse más rápido, a las personas a volver a su trabajo y a generar un crecimiento que impulsará nuestro negocio y generará retornos a nuestros accionistas en el futuro”. La dueña del banco que logró beneficios de 6.515 millones en 2019, símbolo del feminismo neoliberal e imperialista, rompió su techo de cristal lanzando los restos de vidrios al suelo pegajoso de las millones de trabajadoras en el mundo que sufren, ahora aún más en tiempos de coronavirus, despidos, pobreza y muertes.
Mientras Botín está en primera línea para salvar los negocios capitalistas, millones de mujeres están en primera línea en las áreas de trabajo esenciales más feminizadas expuestas sin protección suficiente. Como las cajeras, las sanitarias, las trabajadoras de la limpieza, en jornadas aún más extenuantes o bajo el teletrabajo, obligadas a fusionar la “doble carga” en el mismo espacio y tiempo. Y otras miles, bajo despidos fulminantes y ERTEs como muchos sectores de la clase trabajadora en los llamados servicios no esenciales, gestionados por las ministras al frente del gobierno autodenominado “progresista y de izquierdas” del PSOE-Unidas Podemos.
La relación entre género y clase, entre capitalismo y patriarcado en tiempos de coronavirus, se torna esencial para actualizar estrategias de emancipación para la mayoría de las mujeres junto al conjunto de la clase trabajadora, contra esa minoría criminal que gestiona sus beneficios a costa de la vida (y la muerte) de millones.
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Efectos de la explotación laboral de décadas: precariedad 4.0 en tiempos de coronavirus
En el libro Patriarcado y Capitalismo. Género, clase y diversidad, del que soy coautora junto a Josefina L. Martínez, dedicamos varios capítulos a explicar cómo las transformaciones en el capitalismo llevaron a una feminización del trabajo exponencial tal que el 40 % del empleo global está compuesto por mujeres y en el Estado español el 47%. Este crecimiento de la fuerza asalariada femenina vino acompañada del empeoramiento de las condiciones de trabajo, signadas por la fragmentación y división interna en múltiples categorías. Llegado el siglo XXI, a pesar de los avances en derechos políticos, civiles y democráticos producto de las luchas históricas del movimiento de mujeres, es en el terreno laboral donde más se han ido acrecentando las desigualdades de género.
Estas desigualdades, como la brecha salarial que a nivel mundial es del 19%, están basadas en un aumento de la explotación y precariedad laboral en los sectores más feminizados. Algunos datos que damos en el libro sobre el Estado español: el trabajo asalariado femenino es muy elevado en actividades sanitarias y servicios sociales (77,5%) y muy importante en todas aquellas tareas vinculadas al cuidado o empleadas del hogar el (88,6%). Y actualmente hay casi 700.000 empleadas del hogar, de las cuales aproximadamente 400.000 trabajan en este sector y están afiliadas a la Seguridad social. Como vemos, las mujeres son contratadas en áreas de trabajo infravaloradas, con contratos parciales que bajan aún más los salarios. 2 de cada 3 personas que perciben los salarios más bajos son mujeres y la brecha salarial es del 23%. Entre los empleos a tiempo parcial, en el Estado español 3 de cada 4 están ocupados por mujeres.
Si antes de la pandemia la lucha contra la precariedad laboral ha sido la marca para las trabajadoras, hoy, en tiempos de coronavirus, se desata de manera fulminante en tres esferas. Una, en los despidos masivos en sectores sin contrato o de contratos de “obra y servicio”, sin prestaciones o miles de ERTEs. Dos, en la mayor explotación en los sectores esenciales altamente feminizados. Tres, en las tareas de cuidados que crujen en todas sus contradicciones.
Despidos masivos y ERTEs: el ejemplo de Las Kellys y las empleadas del hogar de mayoría inmigrante
Comenzando con la primera esfera, en una entrevista a Miriam, portavoz de Las Kellys de Barcelona, nos explicaba que:
“El 95% de los hoteles tienen subcontratadas a las camareras de piso, y sólo el 5% están con contrato fijo y de plantilla no externalizada. Eso quiere decir que un 5% está en el ERTE y el resto, la gran mayoría, no. ¿Por qué? Porque sus contratos son de obra y servicio y los hoteleros las despidieron desde el primer día por ‘baja producción’, ya ni siquiera por la causa del coronavirus. La mayoría ni tienen derecho al paro, o muchas también ya lo han consumido por las veces que han sido despedidas” ¿De qué van a vivir estas camareras? Están totalmente desamparadas y aunque el gobierno haya dicho que ningún trabajador se quedará detrás, ahora mismo hay miles de camareras que está despedidas.”
Imaginemos el duro impacto que ha provocado en todo el sector turístico, donde en el año 2019 se firmaron 237.796 contratos, de los cuales sólo un 12% han sido indefinidos y un 88% temporales. Una proporción similar a la de conjunto de sectores de la economía.
En el caso de las empleadas del hogar, alrededor de 200.000 o muchas más que no aparecen en las estadísticas, trabajan en la economía sumergida. Además, existe un vacío legal en las que trabajan por horas, como explica Rita, trabajadora inmigrante de Pan y Rosas: “Para las que, como yo, trabajamos por horas en diferentes domicilios, no existe la obligación legal de hacernos un contrato en caso de trabajar menos de 60 horas en el mes. Y esta es la realidad de muchas mujeres que tenemos múltiples trabajos y que, aunque en total podemos llegar a hacer más de 40 horas en la semana, no tenemos derecho a acceder a la Seguridad Social.”
Es decir, una gran parte de las trabajadoras del hogar, sobre todo mujeres inmigrantes “sin papeles” por la reaccionaria Ley de Extranjería, directamente no pueden acceder a ningún tipo de subsidio extraordinario, ni de prestación ni ayuda, “Si las medidas del estado de alarma propuestas por el Gobierno imperialista del PSOE y Unidas Podemos no garantizan los derechos de la mayoría de las trabajadoras, todavía menos contempla la situación de las personas inmigrantes”, sentencia Rita frente al subsidio extraordinario que decretó el Gobierno.
Explotación y exposición al contagio de las trabajadoras en primera línea de los trabajos esenciales
Un ejército de trabajadoras y trabajadores salen todos los días a cumplir tareas esenciales, viajando en metro, bus o en tren expuestas al contagio. Los sectores más feminizados, como los de la limpieza sobre todo en hospitales, sanitarios o supermercados están en la primera línea de los trabajos que, aunque hoy la pandemia los ubica en el centro como esenciales, históricamente han estado infravalorados por el sistema capitalista patriarcal, sirviéndose de la división sexual del trabajo.
Las mujeres representan el 74% del personal sanitario, el 84,2 % del de enfermería, el 71% del personal de farmacia y el 90% en los centros de tercera edad. Otras investigaciones sociológicas dan cuenta de que el 93% del personal de limpieza -oficinas, hoteles, casas- son mujeres; y el 84% de las cajeras de supermercados.
Una trabajadora de residencias, Laia Fornet nos cuenta que: “Estos días vemos como la emergencia del coronavirus está multiplicando por mil una situación de precariedad laboral que sufrimos en el sector de las residencias geriátricas. Mucho antes de la pandemia las jornadas eran interminables con horarios de más de doce horas, plantillas reducidas al mínimo.” Las trabajadoras de residencias del País Vasco vienen desde hace años denunciando y haciendo huelgas contra la precariedad.
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Fuera de la ciudad, no olvidemos a las trabajadoras del campo andaluzas en primera línea junto a los temporeros recolectando alimentos. Las Jornaleras de Huelva en Lucha denunciaban que nueve grandes empresas onubenses del sector de frutos rojos no daban acceso al agua, mascarillas o guantes ni se guardaba la distancia de seguridad.
“Estamos desbordadas”, denuncian las trabajadoras de Sacyr-Social en Madrid, que les niega equipos de protección. Àngels, trabajadora de Servicios Sociales de Barcelona sentencia, "Nos están legalizando la esclavitud. Son indignantes los condiciones en las que estamos trabajando en plena pandemia, sin medidas de protección”. Ana Pascual, trabajadora de la limpieza de un hospital de Zaragoza, también denuncia que “El exceso de trabajo y el estrés están minando nuestras filas. Y, lejos de proporcionarnos chalecos anti-virus y palabras de ánimo, nos apuntan para que avancemos a cuerpo descubierto a colocarnos en primera línea de fuego.” “Las cajeras estamos en primera línea, pero a Lidl no le importa nuestra salud”, dice una de las miles de trabajadoras más expuestas al contagio en los supermercados.
El gobierno no “cuida a las que cuidan” tampoco en tiempos de pandemia
La feminización de los cuidados y su traslación de los hogares al trabajo asalariado, también desata una crisis exponencial bajo la pandemia, con el antecedente de décadas de recortes en sanidad, educación y servicios sociales.
Los recortes en servicios sociales y los presupuestos en las áreas de dependencia ha develado, además de la crisis sanitaria, aspectos de los que mucho se sabía, pero muy poco se hablaba: la situación de vulnerabilidad de las personas mayores tras la privatización de un servicio que llenó los bolsillos de los dueños de las residencias y precarizó con saña a las trabajadoras.
También se evidenció aún más la situación de las empleadas del hogar, mayoría inmigrante -que ya no pueden ir a limpiar, cuidan niños o personas mayores- y fueron expulsadas a la calle, resquebrajándose la cadena global de cuidados. “Las internas, aunque nos sentimos siempre como en confinamiento, esta crisis nos ha destrozado”, dice Roxi, inmigrante paraguaya.
“Se me hace insoportable el teletrabajo, con mi hijo de seis años todo el día en mi casa”, dice Paola, trabajadora de telemarketing. Esta cuestión, unida al confinamiento que ha aislado a niños y niñas en sus hogares está haciendo insoportable la vida de las familias trabajadoras, cuya doble carga evidencia un problema estructural de los cuidados, que es la falta de educaciónn infantil de 0 a 3 años.
Y, sobre todo, develó que bajo este sistema capitalista patriarcal, todas estas tareas de cuidados son necesarias para la reproducción de la fuerza de trabajo y que son un sostén fundamental de la producción del capital. Las teorías que buscan analizar las esferas reproducción-producción como sistemas separados, pasan por alto la existencia de vínculos cada vez más directos entre el trabajo del hogar y la explotación laboral. Y que las tareas de cuidados no pertenecen exclusivamente a la esfera privada; cuestión expuesta en plena pandemia cuando los trabajos asalariados vinculadas a los cuidados también se están haciendo insoportables para las trabajadoras. Lo que evidenció claramente esta crisis es que la clase trabajadora cuya mitad es femenina ocupa todas las posiciones estratégicas para la producción y reproducción de la sociedad.
Unidas Podemos integrado al Gobierno con el PSOE siempre hablaba de “poner la vida en el centro” y “cuidar a las que cuidan. Pero las medidas antisociales de este gobierno apuntan a salvar a las empresas: ni pararon los desahucios, ni hay ayudas efectivas para las empleadas del hogar, ni prohibición de los despidos. Ni mascarillas, ni EPIs, ni test.
Prepararnos para el combate del ‘después’. Actualizando nuestras hipótesis estratégicas
Un video que mostraba a trabajadoras sanitarias aplaudiendo a las de limpieza de un hospital de Barcelona, se viralizó en las redes. Su impacto muestra que la división impuesta por las empresas entre “las unas” y “las otras” puede romperse. Que si esos aplausos se reprodujeran en todos los sitios donde trabajan “las que limpian”, retumbaría el mundo desde lo más profundo de las escuelas, residencias, universidades, hoteles, centros de trabajo públicos y privados, en los hogares.
Antes de la crisis actual nos preguntábamos: ¿Es posible apostar porque las mujeres trabajadoras puedan cumplir un rol de vanguardia en la lucha de clases? ¿está planteado que puedan romper la división de las filas del movimiento obrero actual atado de pies y manos por las direcciones sindicales burocráticas y aportar a revolucionar y recuperar los sindicatos o crear nuevas organizaciones democráticas?
Desde hace décadas el capitalismo ha reconfigurado una clase asalariada femenina que, como hemos visto, viene acompañada de una precariedad laboral extrema. Lo que transforma a las mujeres trabajadoras en los sectores más oprimidos y explotados de la clase trabajadora. Todos los peores agravios que estamos viviendo hoy, que fueron creados desde décadas por la clase capitalista, en tiempos de pandemia nos sacuden hasta la muerte.
Cuestión que no sólo actualiza estas hipótesis, sino que las acelera. Poniendo en valor las importantes experiencias de lucha y autoorganización de las trabajadoras, que fueron configurando las bases para construir un feminismo anticapitalista, antiimperialista y antipatriarcal que despliegue un programa global y hegemónico de la clase trabajadora, opuesto al feminismo neoliberal e imperialista de Ana Botín. En EEUU, Tre Kwon, enfermera del Hospital Mount Sinai de Nueva York, - sólo en ese Estado han fallecido más de 12 mil personas-, con sus compañeras, personal sanitario y de limpieza han creado el Grupo de trabajadoras de primera línea de la Covid-19 y han organizado las primeras protestas en exigencia de medidas de seguridad y otras medidas como la nacionalización de todo el sistema de salud o la industria manufacturera, así como su reconversión bajo control obrero para la fabricación de todos los equipos de protección y sanitarios necesarios.
Se actualiza también porque hoy muchas mujeres piensan en las secuelas devastadoras después de la pandemia: retroceso en los derechos laborales, pobreza, paro, deuda pública y una larga lista. Y que toca empezar a prepararse para que esta crisis - que será peor que en el 2008- no la pague nuevamente la clase trabajadora. Porque ya nada será igual para las más explotadas y oprimidas, será una necesidad imperiosa tejer alianzas con el conjunto de la clase trabajadora y crear hegemonía obrera y popular. Junto a todos los sectores de trabajadores y trabajadoras esenciales y estratégicos de la producción como el agrícola, el de la logística, las fábricas alimenticias, los supermercados, los camioneros que llevan los alimentos a los mercados, de todo el sistema sanitario. Y en breve volverán a los centros de trabajo los no esenciales, porque a los capitalistas no les importa que miles más se contagien mientras se produzca más plusvalía.
Que “el capitalismo no va más” empieza a ser asimilado en los cuerpos y mentes de amplios sectores de la clase trabajadora y la juventud. El sistema capitalista patriarcal no va a caer por sí mismo y opondrá su violenta resistencia frente a cualquier desafío. Para ello dispone de Estados, cárceles, policía y ejército, instituciones políticas, educativas, medios de comunicación. Y también los partidos políticos del régimen.
Si el profundo malestar y rabia de la clase trabajadora tras los golpes de esta crisis, se transforma en organización, lucha y energía para golpear con sus propios métodos y tocar los intereses del capital, estaremos en mejores condiciones para crear organizaciones revolucionarias junto a las trabajadoras y el conjunto de los oprimidos y explotados, que opongan un programa de emergencia y combate, alternativo al de los partidos capitalistas, incluyendo a aquellos que engañan con discursos progresistas, mientras gestionan la vida y la muerte del pueblo trabajador a favor de sus beneficios. Y que se proponga acabar con el capitalismo y sobre sus ruinas crear una sociedad sin explotación ni opresión.
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