Casi sobre la hora del partido, toda la gente está ansiosa por llegar. En el ingreso lento y tumultuoso, en el que hay que superar cacheos y controles interminables, comparten la fila desordenada personas que se acompañan involuntariamente durante los minutos que dura esa procesión molesta. Dos hinchas desconocidos entre si entablan diálogo sobre los jugadores, el esquema del técnico y menesteres por el estilo. Uno de ellos llevaba a una nena sobre sus hombros. No tendría más de 6 años pero iba maravillada por los colores.
Martes 14 de octubre de 2014
"¡Mira papá, ahí está el rojo!!", señalaba con entusiasmo cada gorrita, remera o banderita. El colega circunstancial sonreía.
"Papá, mirá... ¡Ahí vive el club!", exclamó la nenita superando el asombro anterior. Ya divisaba el ingreso a la cancha. El compañero desconocido pensaba sobre la increíble capacidad poética de la niñez, etapa en la que todo parece ser mágico y sorprendente. Claro, el club -al menos ese club- vive ahí, en la cancha. Durante los años en que estuvo demolida la cancha para su reconstrucción, parecía que se había quedado sin alma. La nena tenía razón.
Por las vías que bordean la calle de acceso a las tribunas venía un tren tocando bocina. Varios pasajeros saludaban a la hinchada; pero desde el furgón un muchachito con remera de Boca lanzó un grito ofensivo que no se alcanzó a oír con nitidez.
"Cállate, bolita", le contestaron algunos. Los dos que iban juntos se miraron incómodos.
"¿Que dijeron, papá?", preguntó la nena. "Nada hija, dejá... Vamos al partido’, respondió el hombre. Evidentemente a aquellos dos no les causó gracia la repuesta de los de la propia parcialidad. Una notoria minoría, la mayoría festejaba el exabrupto.
Ya adentro del estadio, se descomprimió el ingreso y los dos (o mejor dicho los tres) se separaron y no se volvieron a ver. Uno para la tribuna alta, hija y padre para la baja.
El partido estaba por comenzar y el de la tribuna alta se acercó a un dúo de nuevos acompañantes ocasionales que desconocía. Salieron los jugadores de ambos equipos y el árbitro dispuso un minuto de silencio.
"¿Y esto porqué será?", preguntó uno. "No sé, debe ser por ese juez Petruchi que se murió...", dijo el otro sin estar convencido. "¿Por eso? No, salame... Debe ser por la masacre indígena", argumentó el primero. Sonaba más convincente aunque nunca se logró despejar la incógnita
Era 12 de Octubre y al compañero casual le quedó haciendo ruido aquello de "bolita". Lo de la "masacre indígena" también le sonó extraño pero le resultó simpático. Después de todo era el reconocimiento a la lucha de los pueblos originarios, a su cultura y sus costumbres. El hincha común y anónimo lo asociaba con respeto a una masacre y por eso para él era el día en que se conmemoraba la "masacre indígena". Y aunque es cierto que además de masacre de pueblos originarios, etnocidio, expropiación de tierras por parte del ejército y familias oligárquicas, intentos de borrar identidades, etc., a la larga no estaba todo perdido. También heroicos pueblos originarios ofrecieron resistencia.
En Bolivia, collas y aymaras son mayoría y aunque las costumbres europeas se impusieron a sangre y fuego, mantienen con orgullo mucho de su cultura ancestral. Seguramente por eso las clases dominantes fomentan con tanto odio sus expresiones despectivas “bolita” o “paragua”. Los obreros bolivianos también le dieron uno de los sustos más grandes de la historia en Latinoamérica a los latifundistas, a las empresas imperialistas y su personal político: aquella gloriosa revolución de 1952 con los mineros a la cabeza, hecho histórico borrado adrede de los libros de historia oficiales. En Paraguay, la lengua guaraní goza de completa salud. No lograron reducirla. Es idioma oficial, el más popular y los inmigrantes paraguayos lo exportan con orgullo allí a donde les toque estar, como en las obras en construcción en Argentina. Será por eso que a los herederos de las familias “patricias” y de los oligarcas que expropiaron sus tierras ancestrales les molestan tanto los inmigrantes.
Pasa el primer tiempo con emociones esporádicas y en el entretiempo, por los altoparlantes, “la voz del estadio” anuncia: “Se ha extraviado un DNI, número 42 millones y tantos, de la persona tal. Solicitamos al gurí que se acerque a la cabina junto con sus padres a retirarlo”. Ese gurí tal vez no descienda de guaraníes, como sí desciende ese vocablo. Pero “la voz del estadio” le hizo –tal vez- sin quererlo un merecido homenaje a los pueblos originarios, justo esa tarde soleada, de un 12 de Octubre en la cancha.