Lanzada en el país en 1991, la película dirigida por Chris Columbus, escrita por John Hughes y protagonizada por Macaulay Culkin y Joe Pesci, es considerada una de las mejores producciones de temática navideña de la historia del cine.
Meke Paradela @mekepa
Sábado 24 de diciembre de 2022
Macaulay Culkin
Agosto de 1989. Invierno atroz en el hemisferio sur pero pleno verano por encima de la línea del Ecuador. Los preparativos para unas vacaciones familiares en Europa estaban llenos de tareas pendientes. Para evitar cualquier contratiempo, el padre decide armar una lista con las cosas que obligatoriamente tenía que llevar. Casi como un chiste, al terminarla piensa “bueno, mejor no me olvido de mis hijos”. Y fue entonces que surgieron las preguntas: ¿qué pasaría si dejo a mi hijo de 10 años en casa? ¿qué haría él en esa situación?. De esta manera, casi de casualidad, fue que John Hughes se la pasó durante sus vacaciones escribiendo ocho páginas de notas en torno a esta idea central. Dos semanas después, ya de vuelta, se puso a armar seriamente un guión de 44 páginas durante nueve días. Este fue el primer borrador de lo que luego sería Home alone, titulada como Mi pobre angelito para el público hispanoparlante y que al momento de su estreno rompió la taquilla al recaudar casi 500 millones de dólares a nivel mundial.
La vieja fórmula del éxito
¿Qué es lo que hace funcionar a una película y que se siga manteniendo en el tiempo, con la misma frescura de la primera vez? Es imposible de saber. A veces puede ser la casualidad, el guión, los actores, las actuaciones o la azarosa mezcla de varias probabilidades. Suelen ser hijas de su tiempo, pero también la repetición, la relación con algún hecho existente por fuera de la producción o simplemente la nostalgia pueden ser condimentos que tengan que ver con que se pueda ver una y otra vez algo y disfrutarlo cada vez. Esta singularidad de eventos son los que rodean a Mi pobre angelito, una película protagonizada por un nene que queda solo en su casa. Lo que podría ser la antesala del terror para cualquier criatura que para todo dependa de sus padres se convierte en una hilarante comedia negra y llena de gags que todavía siguen causando gracia. La química entre los personajes, el carisma absoluto de Macaulay Culkin en la pantalla y la temática universal de la Navidad, donde el cliché de unidad familiar es la resolución de la trama, la convirtieron en un clásico y también en la película de comedia más taquillera de todos los tiempos en Estados Unidos, recién superada once años después por The Hangover (2011).
Volviendo a sus inicios, Hughes estaba conforme con el borrador pero no tenía tiempo para dirigir la película, por lo que encontró a Chris Columbus, que había tenido un buen debut con Aventuras en la gran ciudad pero que su última película, Heartbreak Hotel, era un fracaso. Por esta razón Hollywood no sabía si arriesgarse en el proyecto, siempre preservando su millonaria industria. Pero de la mano de Hughes, Warner Bros. aceptó pero siempre y cuando no gastaran más de 14 millones de dólares en realizarla. Pero el presupuesto se les fue un poco, Warner no quiso saber nada más y apareció Fox con los billetes en mano para seguir con el proyecto. El resto es historia.
Tenemos que hablar de Kevin
La trama ya la adelantamos. Kevin es uno de los menores de una numerosa familia de clase media alta compuesta por padres, tíos, hermanos y primos donde pasa casi desapercibido. El escenario es una enorme casa de un barrio residencial y la película comienza con la noche previa a un viaje que toda la familia a Europa. El caos entre los chicos, las peleas y enojos con sus hermanos y sus padres lo enfocan desde arriba al protagonista, débil, impotente e indefenso. Pero a medida que la historia avanza, Kevin es consciente de su soledad y automáticamente de su responsabilidad para sobrevivir en el mundo adulto hasta que llegue su familia. El recorrido lo obliga a crecer y a madurar, sobre todo ante las amenazas de dos ladrones, los actores Joe Pesci y Daniel Stern. La confianza que va ganando en sí mismo queda expresada ahora en los planos, donde a diferencia del principio la cámara va bajando hasta quedar a su altura, dominando todas las escenas. Es entonces cuando se puede ver la película desde el punto de vista de Kevin, donde a pesar de que los mostradores sean altos y los techos inalcanzables, ahora es él quien tiene el poder. Con valentía y decisión, sortea los problemas hasta el desenlace.
Macaulay Culkin se convirtió en una inesperada celebridad. Luego se sabría sobre la explotación laboral por parte de su padre, quien era un frustrado actor que se había convertido en su manager y quien negociaba todos los contratos. A tal punto se metía en las producciones que logró que otro de sus hijos también participara de la película, el personaje del primo Fuller que no es ni más ni menos que Kieran Cullen, uno de los protagonistas de la exitosa serie Succession.
Contra lo que hoy se puede suponer, las críticas de la película no fueron buenas. El magnetismo del protagonista no fue bien recibido por un sector de la prensa que lo encontraba repelente. John Hughes tenía en su haber ya películas adolescentes como la gran The breakfast club (1985) y se consideró a esta producción como una más del montón dirigida a nenes. La mayoría de sus actores no eran figuras muy relevantes, casi a excepción de Joe Pesci que aceptó el rol inmediatamente luego de Buenos Muchachos (1990) y que tuvo algunos problemas con su vocabulario al tener que filmar con un nene como Macaulay. Para que lo tengamos en cuenta, en esta última película el actor pronunció 150 veces la palabra fuck y no estaba habituado a grabar una película infantil.
Después de 31 años, Mi pobre angelito parece no haber envejecido. En una época que no tenía nada de la tecnología que actualmente nos rodea, la película sigue conservando su ritmo a pesar del paso del tiempo y de un mundo que es muy distinto al actual. La Navidad, el amor y la unidad familiar como consabidos mensajes del sistema son los ejes de la película, pero sin embargo no logran eclipsar la magia de un nene con el que la mayoría de los contemporáneos de la década del ‘90 nos sentimos en algún momento identificados en la historia. Capaz, quien te dice, este fin de semana la veas (de vuelta).
Meke Paradela
Nació en Capital Federal en 1985.