¿Puede tener acaso algún poder de decisión como “congreso de mujeres”, una instancia subordinada a las líneas que le imponen desde Miraflores, el mismo lugar desde donde salen las políticas económicas, sociales y represivas que recaen con más peso sobre las mujeres? Por si fuera poco, Maduro reiteró la cantaleta reaccionaria: “La mujer tiene grandes tareas en la vida: la tarea de parir”.
Martes 5 de abril de 2022
Un congreso se supone que es una instancia soberana, donde las y los asistentes deliberan y toman algunas decisiones, ya esa definición básica marca lo falso que es lo que pomposamente nos han presentado estos días como el “Congreso venezolano de las mujeres”, en su tercera edición. Aparte de que en realidad no es de “las mujeres”, sino de un sector específico y minoritario, las mujeres de las estructuras del partido de gobierno y sus “movimientos” satélites, se le suma el hecho de que ni siquiera en estos estrechos límites tienen tampoco el más mínimo margen de autonomía como mujeres, porque está totalmente supeditado a las directrices de Nicolás Maduro.
Sin preocuparse siquiera por aparentarle cierta personalidad propia como espacio de mujeres, el gobierno publicita abiertamente que es Maduro quien “lidera la instalación”del supuesto congreso, para más detalles, indica que es este el que “le asigna” las tareas al “congreso” que estaba por realizarse. Como guinda del postre, Maduro soltó: ““La mujer es fundamental (…) ¡El mujerero de la revolución! La mujer, sabemos, tiene grandes tareas en la vida: la tarea de parir, de gestar, de parir”.
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#29Mar | Estas son las tareas asignadas por el Pdte. @NicolasMaduro al III Congreso Venezolano de las Mujeres
📢 Aplicar las 3R.NETS como programa histórico
📢 Crear la agenda feminista 2022 para lograr la justicia, la igualdad y la equidad
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La imposición de la maternidad
Lo que hizo Nicolás Maduro no fue sino repetir la misma idea reaccionaria que ya ha lanzado otras veces en eventos “de mujeres”, hacer el papel de madre la esencia del ser mujer, poniendo mujer como sinónimo de madre, negando totalmente otro rol y cualidad fundamental. En marzo de 2020, en un evento sobre “parto humanizado”, previo al 8 de Marzo, Maduro sentenció: “Todas las mujeres a parir (…) a tener seis muchachitos ¡Qué crezca la patria!”
Como indicaba en ese momento una de las reseñas de la prensa, Maduro mandaba a las mujeres a parir en un país con uno de los más altos índices de mortalidad materna: ya sabemos que nada más en un año, entre 2015 y 2016, el aumento de la mortalidad materna en Venezuela fue de 66%. No solo eso, sino que también aumentó drásticamente la mortalidad infantil. Y también sabemos que a partir de la publicación del informe del Ministerio de Salud que mostraba tal realidad, la ministra fue destituida por el propio Maduro, haciendo más drástica aún la censura sobre la información estadística que es fundamental para conocer la realidad que viven las mujeres y pensar medidas para hacerle frente a esta dramática situación. ¡Pero, claro, de esas cosas no se hablan en los “congresos de mujeres” que organiza el gobierno!
Pero no se trata solo de la insistencia desde la jefatura del Estado y en el propio seno de espacios de mujeres, en remachar una definición de mujer como sinónimo exclusivo de madre, sino que además es planteada como un imperativo social e, incluso, como un “deber con la Patria”. ¡Las mujeres reducidas poco más que a la condición de incubadoras, porque esa es nuestra “gran tarea en la vida”!
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Sin embargo, a decir verdad, en esto, como en otras cosas, Maduro lo que está es mostrando, en un nivel más descarnado, ideas que eran y acervo del chavismo cuando este llegó al poder, es decir, para decirlo más claro aún, que vienen desde la época de Chávez.
Maduro dice que las mujeres tenemos “la responsabilidad” de “forjar, formar, criar, construir valores, todas las mujeres tienen en su inocencia profunda un sentido innato para proteger y amar a la humanidad, a los niños y a las niñas”. Pero esa naturalización de la función de la mujer como paridora, cuidadora y protectora de la prole y de todo el resto de la sociedad, que como sabemos está en la base de la “esclavitud doméstica” y de la dura opresión de las mujeres, también la planteaba Chávez entre los fundamentos de sus políticas hacia las mujeres. El chavismo habla del “Chávez feminista” y de que los grandes avances en la “emancipación de las mujeres” con sus gobierno, pero en realidad es el mismo fraude que hablar del “Chávez socialista” y de algún supuesto avance en la emancipación de la clase trabajadora bajo sus gobiernos.
Esa naturalización de la mujer como “esencialmente” cuidadora, protectora, que es un lugar común de los estereotipos de género del patriarcado, nunca fue superada en el discurso oficial, en Chávez era común ver repetir y reproducir esas idealizaciones “generosas”, que están en la raíz de la opresión de las mujeres. En las políticas públicas, de asistencialismo social a las mujeres más pobres, como por ejemplo la misión Madres del Barrio, estaba bien presente ese fundamento; como lo cuestionó en ese entonces nuestra corriente, los fundamentos de tal misión remachaban la idea de la mujer como “ama de casa”, “madre abnegada”, etc. Las mujeres que recibieran el subsidio de la misión debían cumplir con esos roles.
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Extraño “feminismo” en el que los varones/presidentes de la República imponen la línea
Y ya que hablamos del tema, es muy pertinente recordar, ¿o desenmascarar quizás?, cómo, en realidad, el feminismo chavista siempre ha implicado una subordinación del movimiento de mujeres no solo a las directrices del Estado capitalista y patriarcal en general, sino directamente a las de los hombres que han ejercido el cargo –bonapartista por excelencia– de Presidente de la República.
Lo de estos días no es sino la reiteración, por enésima vez, de lo que discutíamos ya años atrás, en 2015, a raíz de otro “congreso de mujeres” organizado por el gobierno. Como decíamos entonces: “El problema fundamental de este espacio es que, contrario a lo que se pregonaba, no era un espacio de lucha contra el patriarcado y el capitalismo, sino para fortalecer el movimiento de mujeres en apoyo al gobierno nacional, lo que se plasmaba claramente en su documento central donde establecía el ‘apoyo irrestricto a Maduro’, el compromiso con ‘el Plan de la Patria’ y demás políticas del gobierno”.
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Pero ojo, que no es cosa nada más del “madurismo”, en realidad es cosa del chavismo, del que la etapa de Maduro es una expresión. Esa condición subordinada del feminismo chavista viene desde siempre. Así por ejemplo, corría el año 2007 cuando nuestra corriente le discutía a una “plataforma unitaria de mujeres revolucionarias”, lo inconsecuente de tal denominación si en realidad se subordinada a la directrices de Chávez y su gobierno:
“¿Autonomía organizativa cuando los parámetros que la plataforma siga deben ser los expresados por Chávez? (…) La falta de autonomía e independencia política por parte de estas organizaciones y colectivos se convierten en un gran obstáculo al mantener en el silencio y neutralizadas todas aquellas demandas fundamentales y necesarias que puedan atentar contra la conveniencia partidista, de Chávez o ‘del proceso’”.
Ya entonces, el feminismo chavista ubicaba a Chávez como una figura mesiánica, colocando en él la tarea de dirigir a las mujeres. Lo que expresaba brutalmente en su momento, con planteamientos como estos: “...yo tengo una convicción, por sobre el liderazgo de nuestro Presidente en este país no hay nada, Dios solamente y Dios está con Chávez. Y si nuestro Presidente asume la decisión de la unión de esos movimientos de mujeres, ellas tienen que unirse… y converger en una sola organización, porque él es quien puede aquí convoca… él es la única persona respetable; no hay ningún otro liderazgo que pueda lograrlo”.
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La criminalización del aborto, la negación de los derechos sexuales y reproductivos
Por supuesto, si el chavismo gobernante nunca superó el nivel del discurso patriarcal que reafirma los roles impuestos a las mujeres como “madres-del hogar-cuidadoras”, si ni siquiera en el discurso pudo “emancipar” la idea de mujer de esos estereotipos opresivos, muchos menos avanzó ni un milímetro en reconocer un derecho sexual y reproductivo básico, como el derecho al aborto voluntario, a la interrupción voluntaria del embarazo.
Hoy como ayer, la reafirmación desde las más altas esferas del poder público de ese “mandato” de parir, no deja de tener relación con la criminalización por parte del Estado del derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos y nuestra vida, en lo que a si ser madres o no, y cuándo, se refiere.
La brutal opresión que significa la criminalización del aborto voluntario es un lastre que pesa enormemente hoy sobre millones de mujeres, con consecuencias en muchos aspectos (social, económico, criminal, de salud, etc.), más aún en medio de la catástrofe económica y social que vivimos. Pero es un lastre que se arrastra de “los buenos tiempos” de la mal llamada “revolución”, pues ni aun entonces accedieron siquiera a por lo menos abrir en el país y en el parlamento la discusión.
Siempre había una razón por la cual “no era conveniente” el tema: porque venía una elección y el tema “ahuyentaba votos”, porque dañaba los vínculos con la jerarquía de las iglesias, etc. Como les cuestionábamos entonces, ¡siempre una razón del Estado patriarcal contra una necesidad elemental de las mujeres!
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Ante el “congreso de mujeres” de Maduro: ¡por un movimiento de mujeres totalmente independiente del Estado capitalista, las iglesias y el capital privado!
Como no podía ser de otra forma, nuevamente ese “congreso” se redujo a un espacio para organizar el apoyo de mujeres del PSUV y sus colaterales a las políticas del gobierno. Así, las tareas que le asignó Maduro –además de parir, por supuesto–, fueron “crear la agenda feminista [sic] 2022” que incluye “aplicar la 3R.Nets”, es decir, las políticas del PSUV/Gobierno, y la “profundización en la atención a la familia” (¡otra vez!). Por supuesto, no faltan las frases generales demagógicas, para posar de “feministas”, como las de “impulsar la justicia de género”, la “participación de la mujer basada en la equidad de género”, bla, bla, bla.
Más que un descaro, es ya ofensivo que quiera posar de feminista, hablar de justicia de género e impartir órdenes a las mujeres, un gobierno que está al frente de las múltiples violencias y opresiones que padecemos las mujeres. Es el mismo gobierno que criminaliza la interrupción voluntaria del embarazo, que aplica desde hace un montón de años brutales políticas económicas antiobreras y antipopulares, destruyendo el salario y los derechos laborales de la clase obrera, incluyendo los de las mujeres trabajadoras, que reprime al pueblo trabajador, incluyendo el encarcelamiento o enjuiciamiento de decenas de trabajadoras y cientos de mujeres de los sectores populares.
Este gobierno es responsable principal de la destrucción de las condiciones de vida del pueblo trabajador, de la expansión macabra de la pobreza y la miseria, situación que padecen con más énfasis las mujeres, con las más drásticas consecuencias en nuestras vidas y nuestros cuerpos: aumento de la desnutrición, de la mortalidad materna, mucha mayor exposición y vulnerabilidad ante el acoso y abusos de los patronos y comerciantes, expansión de la prostitución general e infantil, mayor dependencia económica y vulnerabilidad a los chantajes y violencias de parejas y ex parejas, aumento de los femicidios, y un largo etcétera.
Es este gobierno el mismo que desmanteló lo poco que había de red pública de atención y asistencia a las mujeres víctimas de violencia, es el mismo que garantizar la re-victimización de las mujeres que acude a denunciar ante el Estado y buscar protección, es el mismo que garantiza la casi total impunidad en los casos de femicidios.
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Un gobierno que profundiza el vínculo entre el Estado y las iglesias, dando mayor libertad para que se impongan sobre las políticas públicas los preceptos de determinadas confesiones religiosas, enemigas de nuestros derechos más elementales. Incluso facilitando el financiamiento de estas religiones con los recursos públicos, ayudando así a darles más peso en la sociedad.
¡No hay ninguna posibilidad de lograr nuestros derechos sino es enfrentando a este gobierno y sus políticas! Para luchar por nuestras demandas más urgentes y por nuestras vidas, necesitamos un movimiento de mujeres totalmente independiente del Estado, tanto de este gobierno como de cualquier otro que sostenga esta sociedad de explotación y opresiones. Independiente también de las iglesias y, por supuesto, de los partidos políticos que defienden la sociedad capitalista, en la cual no hay posibilidad alguna de emancipación de las mujeres, la mayor parte de las cuales somos, por cierto, mujeres trabajadoras, es decir, que llevamos, como dirían las pioneras del feminismo revolucionario, “las dobles cadenas de la explotación y la opresión”.
Desde Pan y Rosas, agrupación internacional de mujeres socialistas, invitamos a quienes coincidan con esta perspectiva, a organizaros para impulsar en nuestro país la lucha por un movimiento de mujeres con estas características.
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