Es muy poco conocido el rol que jugó el imperialismo inglés durante la Segunda Guerra Mundial en Grecia. Gran Bretaña, parte del bloque Aliado (el de las supuestas “democracias” que luchaban contra el fascismo) demostró en Grecia, que en esta guerra, por encima de la democracia estaban la defensa de los intereses imperialistas.
Gabriela Liszt @gaby_liszt
Sábado 3 de diciembre de 2016
Grecia fue invadida por los alemanes en 1941 y también por italianos y búlgaros (todos parte del Eje junto a Alemania y Japón) y gobernada por un gobierno títere de los nazis. Desde 1943 la población comenzó un proceso de resistencia a la invasión, con partisanos armados y una importante influencia del Partido Comunista. También formaban parte de esta resistencia, aunque en un número mucho menor, los trotskistas griegos.
Gran Bretaña, su antiguo imperio dominante, había apoyado a la dictadura feroz de Metaxas desde 1936 y le dio albergue al rey Jorge II, abogando por su reinstalación. Churchill, primer ministro de Gran Bretaña, veía en la resistencia “el peligro bolchevique” que podía avanzar sobre una Europa quebrada y hundida en la miseria por la guerra. En Italia, también se estaba desarrollando un proceso revolucionario que llevó a la caída de Mussolini y al cambio al bando Aliado (por lo que Italia se retiró de Grecia, ampliando la dominación alemana). Este “peligro” lo llevó a Churchill a intervenir personalmente en Grecia.
Hace 70 años, el 3 de diciembre de 1944, luego del comienzo de la retirada alemana, miles de manifestantes griegos salieron en Atenas al grito de ¡Viva Churchill, viva Roosevelt, viva Stalin! Pero las potencias ya se habían repartido el mundo y Grecia debía volver a pertenecer a Gran Bretaña. Los que se movilizaron fueron recibidos por los balazos del ejército inglés y su gobierno aliado, que disparaba desde lo alto del Parlamento y desde locales que habían pertenecido a colaboracionistas alemanes. Murieron 28 manifestantes. La Plaza Syntagma era un gran charco de sangre. Así, los ingleses impusieron la vuelta del rey y su gobierno títere. Para que no se produzca un “vacío” en el poder entre la retirada alemana y la imposición inglesa, estos últimos permitieron que los nazis mantuvieran parte de su ocupación hasta 1945.
La URSS estalinista, cumpliendo con el pacto ya firmado en la Conferencia de 1944, y luego refrendado en las de Yalta y Potsdam, llamó al Partido Comunista griego a apoyar a los ingleses, permitir la derrota de las ciudades controladas por los partisanos y a que hiciera el “trabajo sucio” de matar tanto a los comunistas como los trotskistas que se resistían a esta entrega. Sin embargo, no pudieron evitar una guerra civil que duró hasta 1949, con la derrota total de la resistencia.
Este hecho, casi desconocido, es uno de los más claros en los que se demostró que la Segunda Guerra no era una guerra de regímenes democráticos contra fascistas. Y por eso tratan de ocultarlo. Esta posición sigue siendo defendida por las potencias imperialistas hasta la actualidad y por la mayoría de los historiadores que defienden sus intereses (incluso por historiadores ex comunistas como el fallecido Eric Hobsbawm), para ocultar que el fondo de la carnicería a la que mandaban a enfrentarse a los pueblos, era para redefinir el orden imperialista.
Libro recomendado: La Segunda Guerra Mundial y la revolución, Obras Escogidas 8, Bs. As., CEIP-IPS, 2015.
Gabriela Liszt
Nació en Buenos Aires. Militó en el PST desde 1981, en el MAS hasta 1988. Una de las fundadoras de PTS y del CEIP "León Trotsky". Investigó, compiló y prologó varias de las publicaciones de Ediciones IPS-CEIP, entre ellas La Segunda Guerra Mundial y la revolución, Mi vida, Lenin, El Programa de Transición y la IV Internacional.