Algunas notas sobre Secretos del clandestinaje. Las vidas que alumbraron el levantamiento zapatista. (Ediciones del lirio, 2023)
Publicamos la presente reseña en nuestra sección “Tribuna Abierta”, por el interés histórico y literario que representa el libro en cuestión. Desde nuestro punto de vista, consideramos que es menester de la izquierda defender al EZLN y a sus bases de apoyo de cualquier ataque del estado y las bandas paramilitares, como hemos hecho y seguimos haciendo, más allá de los debates estratégicos y políticos existentes.
Las narrativas sobre la insurgencia en América Latina exploran un periodo complejo de conflictos armados, ideologías revolucionarias y la lucha por el cambio social, a menudo con enfoques que reflejan una multiplicidad de visiones y experiencias con trasfondos verídicos e históricos. Escojo la palabra insurgencia porque si bien puede hablarse de narrativa de la guerrilla o narraciones revolucionarias, quiero vincularlo con la noción de “derecho insurgente” de Jesús Antonio de la Torre Rangel, es decir, ese derecho que está adentro y debajo de lo rectus. Lo primero que me pregunté cuando leí la novela de Federico fue: ¿Hay algo de testimonio en esta historia que nos cuenta el escritor?
Estas narraciones abordan temas complejos, donde se exploran tanto las motivaciones, dificultades y contradicciones inherentes a la lucha armada e ideológica. No solo se produce un entendimiento de los ideales de justicia e igualdad que motivaron a los movimientos insurgentes y las subjetividades en el contexto de la Guerra Fría, pues también se conocen los dilemas éticos, los sacrificios personales y el desencanto que muchos vivieron en carne propia.
Las historias suelen plantear una crítica profunda a las estructuras de poder, combinando elementos que para los antiguos eran épicos y trágicos, mostrando en muchos casos las estructuras de la violencia estatal y, en su momento, su contracara: la violencia revolucionaria que, en el lenguaje de la justicia transicional, Raúl Alfonsín (presidente de Argentina entre 1983-1989) representó como la “teoría de los dos demonios”. Sin duda, Secretos del clandestinaje, de Federico Ramírez participa o se coloca en esta amplia tradición que ha sido estudiada a fondo por investigadores y críticos literarios mucho más autorizados que un servidor como lo es la Dra. Patricia Cabrera López.
Uno de los temas que llamó mi atención fue el contraste entre el fervor revolucionario y la posterior desilusión. Así lo dice una nota de una “desertora” (Carmelita) más o menos a la mitad de la novela:
"He decidido retirarme de la organización. Siento que al faltar Arturo esto se queda sin cabeza. Tal vez Gustavo y tú lleguen a formarse como dirigentes. Lo dudo, y no voy a esperar otros 10 años, pues ya no soy ninguna jovencita. Por mí no se preocupen, no soy delatora y no voy a estorbar sus planes, pero no intenten buscarme. Tomaré medidas para que si algo me pasa y dejo de reportarme con unas personas, ellas den aviso sobre todo lo que sé para aniquilar a las FLN. Me llevo dinero que necesito. Di mucho más, así que no les debo nada."
Antes de llegar a este punto de inflexión, los personajes buscan cambiar el sistema, empoderados por ideas de libertad y justicia en entornos opresivos. Sin embargo, a medida que enfrentan la brutalidad de la guerra de baja intensidad, se cuestionan los métodos y se experimenta un desencanto profundo, llevando al lector a reflexionar sobre el costo de la utopía y el desencuentro entre la teoría y la realidad. Aquí utopía no es idealismo, es simplemente un “no lugar” al que quizás podemos aproximarnos de algún modo. Todo esto choca con los sacrificios personales que implica unirse a la guerrilla o a un levantamiento armado. A este respecto se puede seguir la transformación del letrado pequeño-burgués Julio Occam en Medina, cambio que me recordó a Osvaldo Puente en Juan Ángel, en la novela en verso El cumpleaños de Juan Ángel (1971). Lo cierto es que el protagonista a veces habla como Occam y otras tantas veces como el comandante Medina, pero en ciertos momentos el narrador nos colocar ante una subjetividad indeterminada representada por Medina-Occam.
La dimensión emocional es un recurso que subraya las pérdidas y transformaciones que experimentan los personajes, que podemos seguir en los diálogos que va construyendo un entramado de voces que se vuelve poroso en la novela de Federico, porque en muchas ocasiones, las comunicaciones tienen varias lecturas y niveles de análisis. Algunos escritores de este subgénero muestran cómo la violencia va destruyendo progresivamente los lazos y las identidades de los individuos, dando voz al dolor que conlleva la lucha armada y, por otro lado, registrando la tecnología y la inteligencia de la típica brutalidad con la que el Estado contesta a quienes ha declarado enemigos públicos. Otras tantas se palpan sin sofisticación torturas y violaciones como esta:
(…) Al otro lado del cristal se hallaba Samara, desnuda, boca abajo, con el tórax sobre una mesa de exploraciones médicas, las manos esposadas a un tubo arriba de la cabeza. Todo su cuerpo, igual que el de Jairo, estaba cubierto de quemaduras, moretones, navajazos, piquetes, rasguños. Dos agentes le sujetaban los tobillos, y un tercero se masturbaba para alcanzar la erección y violarla.
—Viene medio muerta; pero con eso va a revivir. Ahora imagínate ahí a tus hijos. Ya los estamos buscando.
Jairo sintió que su cabeza era una coladera incapaz de contener sus pensamientos."
Por más brutal y gráfica que nos parezca esta escena, es importante traerla a colación, más en el marco de la justicia transicional, pues conocer la verdad implica a veces conocer el terror y la más siniestra crueldad o como dijo Julio Strassera (fiscal en los juicios contra las juntas militares en Argentina) en su famoso alegato, la “atrocidad [que se] torna monstruosa”. Esto para que nunca vuelva a suceder. No obstante, a veces en este tipo de novelas se explora la ambigüedad moral en situaciones extremas, cuestionando el concepto de héroe y villano o de “buenos” y “malos”, sugiriendo que la insurgencia y el Estado pueden parecerse en sus métodos, pese a tener objetivos diferentes. A veces pareciera que las líneas entre justicia y violencia arbitraria se difuminan.
Quiero detenerme en la naturaleza como un elemento empleado en Secretos del clandestinaje, utilizada a veces con clave bucólica, pero a su vez como territorio hostil donde se libra la batalla. Muchas veces, los personajes encuentran en la naturaleza un lugar de introspección o se enfrentan a esta como un adversario que representa los desafíos de la vida en lucha. De este modo, la naturaleza se convierte en un escenario que confronta las aspiraciones humanas con las fuerzas del mundo físico y espiritual. De tal suerte que, al interior del conflicto, a veces emerge el amor, como sucedió con la Acta Matrimonial FLN entre la compañera Elena y el compañero Medina, firmada en San Cristóbal de las Casas el 30 de abril de 1981. Asimismo, sucede la poesía, que no es cuestión novedosa en Centroamérica con una serie de poetas-guerrilleros, entre ellos, Roque Dalton o Otto René Castillo, por cierto, muy leídos en Chiapas. El comandante Medina, al ver la sinuosidad del camino, recita el “Alma venturosa” de Lugones:
Al promediar la tarde de aquel día,
cuando iba mi habitual adiós a darte,
fue una vaga congoja de dejarte
lo que me hizo saber que te quería.
Tu alma, sin comprenderlo, ya sabía…
con tu rubor me iluminó al hablarte,
y al separarnos te pusiste aparte
del grupo, amedrantada todavía.
Fue silencio y temblor nuestra sorpresa,
mas ya la plenitud de la promesa
nos infundía un júbilo tan blando,
que nuestros labios suspiraron quedos…
y tu alma estremecíase en tus dedos
como si se estuviera deshojando.
La poesía, para quienes viven una vida clandestina, es decir, para esos “soldados de la sombra” –como mencionó Federico en la presentación de este libro– es alimento de lucha y dignidad.
Ciudad Universitaria, octubre del 2024.
COMENTARIOS