Hablamos con Catalina Balaguer, referente nacional y militante del PTS y Pan y Rosas, conocida como parte de las “Leonas” de PepsiCo, trabajadoras que enfrentaron valientemente a la policía de Vidal junto con sus compañeros de fábrica, defendiendo sus puestos de trabajo. Una lucha que fue testigo para las y los trabajadores.
Miércoles 6 de marzo de 2019 14:53
Es de larga data el recorrido de “Katy”, como le decimos, en PepsiCo siendo trabajadora y militante revolucionaria. En 2002 fue despedida por primera vez por defender a sus compañeras contratadas, siendo reincorporada en 2006 tras una prolongada lucha y un fallo histórico de la justicia que reconoció la figura de “delegada de hecho”. En esos años había ganado mucho reconocimiento entre sus compañeras con las que compartía entre sus pequeños momentos de almuerzo o escapadas al baño sus ganas de avanzar y sobradas miserias que abundaban en aquellos años de crisis.
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Sin embargo, había ejemplos de lucha como las trabajadoras de Brukman, que habían tomado la fábrica para ponerla a producir bajo su gestión, siguiendo el ejemplo de los obreros de la ceramista Zanón, emblema de lucha del 2001. Así es como organizaron su primer 8 de Marzo en la fábrica, con el primer paso de repartir boletines reivindicando por qué el 8M era el día de la mujer y reivindicando la pelea de las trabajadoras de Brukman.
Hoy las jóvenes estamos a la cabeza de pelar por el Aborto Legal y por terminar con los femicidios. Sin embargo, todas las experiencias y tradición de lucha por nuestros derechos estuvieron vivas en las fábricas con compañeras como Katy, cuando el 19 de Octubre del 2016 pararon la fábrica en repudio al femicidio de Lucía Pérez, que había generado una bronca inmensa entre miles de mujeres que salieron a la calle bajo la lluvia. De la misma forma, luego del desalojo en 2017 la asamblea Ni Una Menos fue organizada en la famosa carpa de PepsiCo en Plaza Congreso. Y en el año de la marea verde Katy llevó la voz de las trabajadoras al debate por el Aborto legal:
“Trabajé con compañeras que venían a la fábrica, fajadas, para que no se les vea la panza del embarazo que, aunque era deseado, podía ser motivo de despido. Y con otras compañeras que perdían sus embarazos por los ritmos extenuantes de producción. Trabajé con mujeres a las que la patronal las echaba siendo aún muy jóvenes, porque sus cuerpos estaban “rotos” para seguir siendo explotados. Trabajé con compañeras a las que la multinacional Pepsico las puso en una jaula separadas del resto, cuando el médico decía que ya no podían estar en la línea de producción por las enfermedades laborales y no podían despedirlas.”
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Hoy las condiciones de vida de millones de familias trabajadoras empeora día a día. Y son las mujeres trabajadoras las que se llevan la peor parte. Así sucede en muchos casos en donde saben cuándo se levantan, pero nunca cuando termina el día. Y es que la doble jornada laboral es arrancar en los lugares de trabajo y luego encargarse de las tareas del hogar y el cuidado de los niños, y quizás, de nuestros abuelos.
Y no sólo son jornadas extenuantes de trabajo que afectan su salud salvajemente, es cobrar menos que los hombres, es la falta de derechos, es el miedo a los despidos.
Así, de todas formas, los despidos llegan, sin motivo, como en Femsa, la embotelladora de la multinacional Coca Cola, que alega una crisis inexistente y absurda para una empresa millonaria que no hace más que llevársela en pala. Al frente de esta lucha están las mujeres, las esposas, hermanas e hijas de los trabajadores que pusieron en pie unaComisión de Mujeres y ven una necesidad firme de luchar por su trabajo, su sostén de vida.
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Por una perspectiva internacionalista y anticapitalista
“Sin lugar a dudas la crisis capitalista abre los ojos a una nueva generación que no le debe nada a los partidos que durante años han gobernado, y que se traduce en esa enorme marea verde que salió a las calles al grito de Ni Una Menos y por el derecho al aborto. Lo destacado también es que este movimiento surge en un contexto en donde las mujeres somos casi el 50% de la clase asalariada. Y comienza a tener una significancia mayor que se ve en los distintos conflictos no solo a nivel nacional sino internacional”, reflexiona Katy.
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Desde Pan y Rosas y como militantes revolucionarias explican nuestra tradición de lucha sobre todo en el movimiento obrero tratando de unir lo que el modelo neoliberal ha dejado: trabajadores contratados, tercerizados y efectivos, y en ese marco las mujeres nos llevamos la peor parte. Un modelo neoliberal que no ha cambiado más allá de los gobiernos y que se acrecienta día a día por las políticas de ajuste.
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Con esta experiencia de lucha ponemos todo nuestro entusiasmo y fuerzas en unir al movimiento de mujeres con nuestra clase, la única capaz de darlo vuelta todo, y construir junto a miles un feminismo socialista revolucionario.
