Ya han trascurrido más de 50 días de cuarentena. Las grandes empresas de la ciudad, siguen produciendo y llenando sus bolsillos, mientras en los barrios aledaños a esas industrias crece el hambre. Nuevas formas de flexibilización a la orden del día.
Lunes 18 de mayo de 2020 19:48
La ciudad no es conocida solo por el anfiteatro de la Plaza de la madre, sino también por la cantidad de industrias que aloja. En principio existen una serie de empresas dedicada al rubro frigorífico, que lleva consigo una inmensa tradición en la región, entre ellas Swift y Paladini. Por otro lado, también se asientan en la ciudad varios gigantes multinacionales, empresas como Unilever del jabón y la conocida aceitera Cargill, que tantas ganancias tiene en nuestros peores momentos y que tan poco ha dado. Mencionamos estas empresas de forma ilustrativa, pero no son las únicas en la ciudad.
Estas empresas no han dejado de producir durante la cuarentena, por el contrario, están dentro de lo que se ha denominado “sectores esenciales”, no han cesado de engordar sus ganancias. Sin embargo, muchas de ellas intentaron llevar adelante rebajas salariales a sus trabajadores, otras quisieron pasar solo las horas trabajadas (como es el caso de Swift), o incluso van más allá: hoy intentan prestarse empleados como si fuesen sus dueños, dejando de lado cualquier tipo de convenio colectivo de trabajo, como el escandaloso caso de General Motors y Unilever.
Si miramos la página oficial de Cargill, podemos ver que afirman que durante el 2019 ganó 113,5 millones de dólares. Sin embargo, es parte del sector de los empresarios argentinos que intenta imponer que no se discuta un impuesto a las grandes fortunas. Este proyecto fue presentado por el diputado Nicolás del Caño en el Congreso Nacional, sin embargo, la propuesta fue rechazada tanto por Juntos por el Cambio, como por el Frente de Todos.
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Como contracara de esto, en Villa Gobernador Gálvez, como en todas las ciudades, vemos cómo crece la desocupación, cómo miles de trabajadores que se veían obligados a ganarse el sustento día al día con changas o con contratos temporarios ya no pueden hacerlo. Ante esto los gobiernos no dan ninguna respuesta, o respuestas insuficientes, como fue el IFE, que solo abarcó a algunos sectores y fueron solo 10.000 pesos, que cualquiera sabe que es insuficiente.
Como expresión de esto, se multiplican en la ciudad las ollas populares, muchas de ellas producto de la solidaridad de la clase trabajadora, que no está dispuesta a ver como el de al lado muere de hambre. Un importante ejemplo de solidaridad son los docentes de la escuela 448, que ven cómo sus alumnos caen más en la miseria y no se quedan con los brazos cruzados. Ellos también invitan al sindicato AMSAFE a tomar la posta, ya que si se abrieran todas las escuelas de la región para viabilizar la solidaridad, las y los docentes podrían ayudar a resistir este gran golpe que vienen recibiendo los que menos tienen. También los chicos de Kennedy y el río, que vienen haciendo ollas populares para bancar el hambre del barrio, donde el jueves pasado se repartieron 150 raciones. Una situación que deja muy a la vista cómo se manejan las grandes empresas de la ciudad es la del la olla popular de Pueblo Nuevo, que fueron a pedirle comida al gran frigorífico Swift, con capacidad para alimentar a millones de personas, y éste solamente aportó algunas verduras.
Hay respuesta: los trabajadores precarizados se organizan
Como expresión de este malestar, y mostrando que hay sectores que salen a pelearla, el jueves a la mañana, la ciudad de Rosario presenció una movilización inédita en esta pandemia. En la avenida Pellegrini se juntaron más de dos centenares de jóvenes de distintos rubros. Eran los trabajadores precarios organizados en “La RED” que impulsaron una manifestación que respetó todos los criterios sanitarios indicados. Ellos son trabajadores de plataformas, también empleados de comercio, amas de casas, albañiles... Son los trabajadores que menos derechos tienen. Hoy levantan su voz en contra de la explotación en general, plantean que no haya más despidos ni suspensiones, que no bajen los sueldos, que se garanticen las medidas de seguridad en los puestos de trabajo y que se otorgue un salario de cuarentena de 30.000 pesos para aquellos que se quedaron sin ingresos durante la pandemia. En otras palabras que la crisis dejemos de pagarla nosotros, los trabajadores.
El surgimiento de estos sectores que salen a luchar no es algo menor: es un gran ejemplo de organización y coordinación de los trabajadores más golpeados. Vemos que estos jóvenes, que se empiezan a organizar, marcan el camino. ¿Qué pasaría si en Villa Gobernador Galvez todos los contratados o trabajadores informales reclamaran por sus derechos? ¿Y si todas las empleadas domésticas, albañiles o empleados de comercio se levantaran y comenzaran a organizarse? ¿Y si los desocupados salieran nuevamente por trabajo genuino? De lo que estamos seguros es que si todos ellos y ellas se levantaran, estaríamos en mejores condiciones para exigirle al gobierno imponer el impuesto a las grandes fortunas, y con esa plata, garantizar salarios de cuarentena, presupuesto excepcional para la salud y garantizar condiciones habitacionales dignas para el gran porcentaje de la población que hoy vive hacinado y sin servicios esenciales ni condiciones de salubridad mínimas.
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Desde La Izquierda Diario venimos reflejando como golpea la crisis económica en la ciudad, sobre la vida cotidiana de los trabajadores, denunciando las inundaciones que aparecen a la primer lluvia, así como el brutal desfinanciamiento que recibió la salud con todos los gobiernos.
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Queremos ser la voz de los que no tienen voz. Comenzamos a recibir denuncias de ataques a las condiciones de trabajo y a difundirlas, pero queremos que esta voz se amplifique, que seamos cientos los y las que levantemos y difundamos las denuncias. Porque organizados somos más fuertes.
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