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Red Internacional
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Ayotzinapa. Volver al futuro: la “Guerra Sucia” de los 1970 y el caso de Ayotzinapa

México atravesó una “guerra sucia” en los años 1970. Los métodos de esa “guerra” volvieron en 2014: pareciera que no cambió nada.

Lunes 4 de abril de 2022

La estrategia de golpes militares en América Latina en los años 1970 fue la respuesta de los Estados Unidos para liquidar por medio de genocidios las tendencias a la movilización y radicalización política en la región. Golpes militares en Chile contra los “coordones industriales”, en Argentina contra “el Cordobazo”, en Brasil contra las huelgas mineras, en Bolivia contra “el proletariado minero”, en varios países estos golpes generaron un clima de represión, violencia política genocida, desaparición forzada, exilio y tortura a lo largo de América Latina.

Los Estados Unidos prepararon dichos golpes: la Escuela de las Américas jugó un papel decisivo para preparar a los altos mandos militares y así evitar las tendencias a la revolución que existían en toda la región. En el caso de México, aunque no hubo un golpe militar, la estrategia de “Guerra Sucia” en los hechos jugó un papel similar y comparable a la estrategia contrainsurgente de las dictaduras de América Latina.

¿Qué pasó en México en los años 1970?

Entre las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado, México vivió un abierto período de rupturas y de grandes transformaciones políticas. Ante el autoritarismo del priato surgió una efervescencia sin precedentes en el país que estallaba en las escuelas, en las fábricas, en los barrios y en el campo. Huelgas, rebeliones estudiantiles, tomas de tierra, surgimiento de revistas y de mayor difusión de la teoría marxista mostraban el hartazgo y la búsqueda de nuevas ideas.

Todos estos movimientos de izquierda fueron combatidos por el gobierno con harta saña y odio, dando como resultado uno de los episodios más obscuros de la historia del país: la llamada “Guerra Sucia”, encabezada por la Dirección Federal de Seguridad y su Brigada Blanca encabezada por Nazar Haro, Fernando Gutiérrez Barrios y que después se renombró como CISEN. La infiltración, el espionaje, la desaparición forzada y la lucha contrainsurgente fueron algunas de las características de la llamada “transición a la democracia” impuesta por el PRI en 1976 .

Además de las masacres estudiantiles de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, y la represión del 10 de junio, en el llamado Jueves de Corpus, existió una política genocida contra los movimientos laborales, populares y armados.

Son los años de la guerrilla urbana (la Liga Comunista 23 de Septiembre o el Movimiento Armado Revolucionario por mencionar sólo a dos) o rural (como el caso del Partido de los Pobres de Lucio Cabañas o los llamados “Cívicos” de Genaro Vázquez) y de la emergencia de organizaciones de tipo socialista con ascendencia en algunos sectores obreros, como el caso del Partido Revolucionario de los Trabajadores, afiliado al Secretariado Unificado de la IV Internacional.

Son los años del surgimiento de la Tendencia Democrática del SUTERM, del movimiento ferrocarrilero y de la llamada insurgencia obrera industrial. En ese periodo, sobre todo entre 1970 y 1976, el movimiento obrero industrial se movilizó en lugares como Ideal Standard, Laminadora Kreimerman, Gas Metropolitano, Trailmobile, Visa, General Electric, Alumex, Vidriera, Spicer, Kelvinator, y en los numerosas fábricas que no se veían desde la calle y eran batallas también muy intensas. La huelga más larga de esa época fue la de Spicer: más de 100 días.

Era clara que esta ruptura había calado hondo incluso entre los intelectuales surgiendo una llamada inteligencia rebelde que debatía en sendas revistas de la época la estrategia de la izquierda en el movimiento revolucionario de conjunto. Punto crítico, Cuadernos Políticos en la que escribía Bolívar Echeverría o Coyoacán de Adolfo Gilly, son muestra de este clima intelectual.

Sin duda alguna es la época en la que la teoría marxista había alcanzado su punto más avanzado de desarrollo en nuestro país, en particular con la obra de José Revueltas, poco entendido para su momento. Su tesis, harto polémica para la época, resultaba un gran insulto para la tradición estalinista pues en su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza concluía que el proletariado mexicano requería de una nueva organización política revolucionaria con lo que el PCM se veía como una organización que teóricamente y políticamente había fracasado.

Esta época es, sin dudarlo, apasionante. Hasta en la poesía se vivía este ambiente de ruptura y radicalización: los llamados infrarrealistas se han convertido hoy en un gran culto literario debido a la canonización de la obra de Roberto Bolaño en sus muy leídos Detectives salvajes. Este grupo de poetas cuestionaron la tradición literaria de la época encabezada por Octavio Paz.

La “Guerra Sucia” tenía como objetivo de conjunto liquidar e interrumpir esta época de movilización y radicalización política y cultural entre los jóvenes, los estudiantes, las y los trabajadores y los movimientos populares. Los Estados Unidos estaban más que enterados de la estrategia: el propio Nazar Haro, responsable de la Brigada Blanca y de la Dirección Nacional Federal de Seguridad, así como Gutiérrez Barrios, tenían vínculos con la CIA.

No comenzó este genocidio y política contrainsurgente en los años 1970: de hecho, un suceso poco conocido es que los “Halcones” iniciaron sus operaciones no el “Jueves de Corpus”, sino en 1966 contra la huelga de Ayotla. No existe un número preciso de todos los desaparecidos de esta época.

Huelga de Ayotla (1966) y la huelga de mujeres en Rivetex, Morelos (1972)->https://www.laizquierdadiario.mx/Huelga-de-Ayotla-1966-y-la-huelga-de-mujeres-en-Rivetex-Morelos-1972

Ayotzinapa: un nuevo crímen de Estado

Los últimos días en México, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes detalló en su tercer informe que la masacre y desaparición de los 43 de Ayotzinapa fue un crimen de Estado.

El 26 de septiembre, policías municipales dispararon a los estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa Guerrero mientras realizaban actividades de boteo para costear su viaje a la Ciudad de México y participar en la marcha conmemorativa del 2 de octubre; en el acto fueron asesinados 4 normalistas. En el inicio fue un crimen político, pues fue un ataque por policías municipales en contra de activistas estudiantiles. En el mismo acto, la policía municipal levantó a 43 estudiantes: desde el inicio fue una desaparición forzada parecida a los métodos de los años setenta durante “la guerra sucia” .

En un tercer ataque el mismo día, fueron asesinados cuatro civiles de un equipo deportivo: Los Avispones de Chilpancingo. La masacre del 26 también combina los métodos que han usado las fuerzas represivas en la “guerra contra el narco” contra la población civil. Tres días después, el 29, los estudiantes normalistas confirmaron que uno de sus compañeros había sido desollado y exhibido en vía pública: Julio César Mondragón fue encontrado sin vida y sin ojos cerca de una zona industrial de Iguala. En el inicio fue un mensaje cruento a los luchadores sociales. Pero la historia no terminaría allí… En diciembre fueron encontrados 24 cuerpos. Según organizaciones de derechos humanos, el Centro Tlachinollan, los cuerpos presentan signo de tortura. Fueron quemados con gasolina antes de ser enterrados en una fosa clandestina. Pero no eran los cuerpos de los normalistas.

La masacre de Ayotzinapa fue sin duda una de los peores acontecimientos represivos de la historia de México. Algunos la han comparado con la masacre de los estudiantes de 1968 en Tlatelolco, con la masacre de Acteal en Chiapas, con el Halconazo. El montaje creado desde el propio gobierno, involucró al ejército, a la marina, a la Secretaría de Gobernación, a los agentes del Ministerio Público de la Federación, policías federales, ministeriales de la PGR, así como elementos de la Policía Federal y del CISEN (Centro de Información y Seguridad Nacional). Quisieron hacernos creer que los estudiantes fueron incinerados en el Cementerio de Cocula: crearon una maquinaria para montar esta terrible mentira.

Verdad, justicia, memoria

El crímen de Estado de Ayotzinapa sigue impune. ¿Pero cómo fue posible que esto sucediera? En México, la “Guerra Sucia” sigue en la peor de las impunidades. En la época de Vicente Fox se comenzó una supuesta comisión de la verdad que publicó un informe; quedó suspendida.

En 2021, la Secretaría de Gobernación comenzó una nueva Comisión de la Verdad de la Guerra Sucia que agrupa a decenas de familiares de víctimas y especialistas. Tienen en sus espaldas una gran responsabilidad. La realidad es que dicha comisión no arroja aún un informe, una condena o una política de reparación, no repetición de violación a derechos humanos o de juicio y castigo a los culpables. Los principales mandos de las operaciones de la “Guerra Sucia” siguen sin juicio, sin imputaciones legales.

La impunidad de los crímenes de los años setenta posibilitaron los crímenes de Ayotzinapa: si no se juzgó a los responsables de los años 1970, ¿por qué habrían de cambiar las cosas en pleno siglo XXI?. Si bien la Comisión de la Verdad por el caso Ayotzinapa acaba de desmontar la verdad histórica, los familiares han declarado que están “encabronados” y hasta piden una cita con el presidente Andrés Manuel López Obrador: los culpables siguen en las calles y ahora los mandos altos del caso Ayotzinapa salpican al gobierno de Morena en la polémica.

Es cierto que en este sexenio se impuso por decreto la comisión de la verdad de ambos momentos históricos, pero hoy prevalece la impunidad. El ejército no ha colaborado con la investigación y ha adquirido una fuerza descomunal en el país: controlando la construcción de los megaproyectos como el Aereopuerto o el Tren Maya y realizaron obras públicas sin aportar información central para enjuiciar a los responsables de Ayotzinapa. Los familiares de los 43 siguen esperando juicios, memoria, verdad y justicia pues el ejército del nuevo gobierno no apoya, oculta y desestima la información necesaria para la investigación.

Hoy más que nunca se requiere un movimiento amplio, democrático, combativo, independiente que agrupe a víctimas de los crímenes de Estado y luche por la memoria, la justicia y la verdad.